Todo parece indicar, y no me refiero solo a encuestas, algunas de ellas de dudosa fiabilidad, que la izquierda transformadora en fechas no muy lejanas, y en cualquier caso para 2015, va a ser determinante a la hora de formar gobiernos. Y no se me mal interprete, en ningún momento seré yo quien afirme que la Izquierda Plural, sea quien sea quien la conforme, va a formar parte de futuros gobiernos, la experiencia demuestra, y no sólo ha ocurrido en Grecia, que los restos de lo que un día fue socialdemocracia, hoy poco queda del programa socialdemócrata, es más proclive a pactar con la derecha que con la izquierda real, de manera que tras las próximas elecciones generales, se produzcan cuando se produzcan, un gobierno PSOE-PP apoyado, con participación en él o sin ella, por nacionalistas conservadores o UPyD, la mezcla de los dos parece complicada pero todo puede ser, me parece el escenario más factible. Es más, un Gran Acuerdo de estas características, se llevaría por delante, por pura lógica, posibles acuerdos de gobierno de progreso nacidos de las elecciones autonómicas y locales si estas se celebraran antes, o los imposibilitarían si se celebraran simultánea o posteriormente. Aun así, creo estar en condiciones de afirmar, por un lado, que un acuerdo de esas características vendría determinado por el ascenso, tanto institucional como de influencia social, de la izquierda transformadora y por otro, que tal clase de acuerdo pondría fin al proceso iniciado con el consenso constitucional y los Pactos de la Moncloa, y que comunmente llamamos Transición, al colocar de forma significativamente opuesta a los que, con más o menos matices, conforman el apoyo al sistema capitalista frente a los que, de manera también matizable, nos oponemos a ese mismo sistema. La derecha política, el PP, no tiene experiencia, en España, en este tipo de grandes acuerdos, pero sí la derecha económica, la poseedora de los medios de producción, de comunicación y financieros, en definitiva la burguesía, que lleva tiempo llegando a acuerdos de paz social con la parte más liquidacionista de la dirección de los sindicatos de clase. Además, la fuerza política, que en su día fue socialdemócrata, la dirección del PSOE, si tiene experiencia en pactar con la derecha política, baste recordar la legislatura 93-96, en la que Felipe González no dudó en apoyarse en Jordi Pujol, despreciando a IU con el hipócrita argumento, de se constituía una especie de pinza con el PP al no apoyarse al Ejecutivo en temas tan sensibles como la corrupción o los GAL.
Efectivamente, el modelo político, nacido en la Transición, y que tenía como uno de sus objetivos políticos, desde luego no el único, limitar la influencia de los comunistas, organizados en el PCE o fuera de él, tanto en el terreno electoral como sociopolítico, parece abocado a una transformación de fondo que pocos cuestionan, mientras que el régimen, cuyas principales características son el sistema económico capitalista y el sistema político de monarquía parlamentaria, aunque evidentemente erosionado, no parece correr un riesgo inmininente, por más que haya quienes, con más voluntarismo que análisis riguroso, vean su caida como algo próximo. Los datos son tozudos y, a día de hoy, la mayoría de los ciudadanos, y dentro de ellos, y para un marxista es un dato relevante, la mayoría de los trabajadores no cuestiona la esencia del sistema de producción capitalista, por ello hablar del noventa y nueve frente al uno por ciento, no deja de ser una consigna, menos brillante que aquellas de Seamos realistas pidámos lo Imposible o Prohibido Prohibir , pero igualmente inoperante por irreal. Pero estoy escribiendo lo que estoy escribiendo, y no estoy escribiendo lo que no estoy escribiendo, puede parecer una perogrullada, pero no lo es. En ningún momento he restado importancia, diría muy poco de mi capacidad de análisis, a la multiplicidad de movimientos o mareas que se están oponiendo a las agresiones generadas por el sistema, mareas de diversos colores, Plataforma de Afectados por la Hipoteca (PAH), movimientos vecinales de distinta índole, 15M, etc...Toda esta movilización contiene, en mayor o menor medida, un claro componente anticapitalista, y nuestra obligación, como izquierda política organizada, es conseguir que ese anticapitalismo que hoy es netamente defensivo, evolucione hacia posiciones de ofensiva buscando no ya oponerse al sistema, sino superar al sistema avanzando hacia una alternativa diferente, que para mi, como es lógico, es el socialismo.
Conseguir que la parte políticamente más consciente, más avanzada, de todas estas mareas y movimientos, supere un cierto anticapitalismo primario y se sume a avanzar políticamente hacia el socialismo es una tarea prioritaria que no está, ni mucho menos, exenta de dificultades. De vez en cuando no está de más recurrir a los clásicos del marxismo, por ejemplo a Antonio Gramsci, y para ello nadie tan autorizado como José María Laso. Refiriéndose a los grupos sociales, Gramsci escribe: "Cada grupo social, naciendo en el
terreno propio de una función esencial en el mundo de la producción
económica, crea con él orgánicamente, una o varias capas de
intelectuales que le dan su homogeneidad y la conciencia de
su propia función no solamente en el terreno económico, sino
igualmente en el terreno social y político" . Salvando las lógicas distancias existentes entre la Italia de los años veinte del siglo pasado y la actualidad, el análisis me parece absolutamente vigente: Estos movimientos nacidos de la reacción a la agresión del sistema que son, desde el punto de vista de la composición de clase, completamente heterogéneos, generarán el intelectual colectivo que los hegemonice y, y aquí está la clave del problema, de la composición de ese intelectual va a depender si esos movimientos, plataformas y mareas son capaces de sumarse a la lucha por el socialismo, o por el contrario terminan por convertirse en colaboradores objetivos del sistema revestidos, eso sí, de un lenguaje ultraizquierdista. Y no tengo reparo en acudir a otro clásico, en este caso Lenin, recomendando muy especialmente la relectura de los capítulos destinados a la participación de los revolucionarios, tanto en los sindicatos reaccionarios como en los parlamentos burgueses, de El izquierdismo, enfermedad infantil del comunismo
Hoy, a mi juicio, la situación es preocupante y estamos corriendo el riesgo de que aparezcan fenómenos del estilo Grillo, responsable último de que Berlusconi, aunque sea indirectamente, participe en el gobierno y que estuvo a punto de provocar que un mafioso presidiera el Parlamento italiano. Si bien, y es parte importante del problema, la inexistencia de izquierda política italiana ha contribuido notablemente al fenómeno. No sabemos muy bien que es el llamado Partito Democratico, pero en su comportamiento cada día recuerda más la izquierda de la Democracia Cristiana dirigida por Benigno Zaccagnini, y que tenía por seña de identidad principal la colaboración con la izquierda exceptuando a los comunistas. A nadie se le oculta hoy, que la desaparición del PCI, por muy eurocomunista, revisionista, liquidacionista y cuantos istas se nos ocurra aplicar que fuera, ha terminado siendo un auténtico drama para la izquierda italiana. En España no estamos en esa situación, al menos de momento aunque hay quien, de forma suicida y aventurera, pide la disolución de la izquierda política en el seno de otra cosa. La izquierda política existe, no solo IU y el PCE aunque sean estas las fuerzas más importantes y parece crecer al menos en influencia, y probablemente en presencia institucional, sin embargo adolece de una preocupante debilidad orgánica y numérica, algo que dificulta el análisis político y el debate sosegado y reflexivo. Prácticamente, cada uno de los militantes participamos en más de una marea o movimiento más las correspondientes coordinadoras o plataformas, además de las responsabilidades propias de la organización, absolutamente imprescindibles para que funcione, y, en muchos casos la representación institucional en Ayuntamientos y Parlamentos. En esas condiciones, el análisis medianamente riguroso que de lugar a un debate político de cierta entidad es complicado, cuando no imposible.Quizá por ello algunos compañeros o compañeros están cayendo en análisis con escaso contenido. Así, junto al incorrecto diagnóstico, siempre desde mi perspectiva, que intento objetiva y desapasionada, de la crisis del régimen, que ya he caracterizado como inexistente, aparece el Proceso Constituyente como si aquí y ahora se estuviera produciendo. Falso. Y afortunadamente es falso, porque en la actual correlación de fuerzas, con los medios de producción, financieros, represivos y de comunicación en manos de la burguesía, cualquier atisbo de proceso constituyente, y paradigmática fue la reforma constitucional PSOE-PP priorizando el pago de la deuda en el mismísimo texto constitucional, iría en nuestra contra. Solo revirtiendo esa correlación de fuerzas estaríamos en condiciones de avanzar hacia ese proceso, con garantías. Ejemplificando, cuando todo ese importante conjunto de mareas, movimientos y plataformas, no se limiten a exigir el cese de las agresiones sino que de forma organizada y coordinada pasen a tener objetivos políticos superadores del sistema capitalista, estaremos en el camino de avanzar hacia un proceso constituyente de características adecuadas. Ese es un reto de la izquierda política, conseguir esa transformación, conseguir que en el gramsciano intelectual homogeneizador de estos grupos sociales a que antes hacía referencia la clase trabajadora sea el elemento fundamental, siendo la izquierda política la parte más consciente y avanzada, su vanguardia.. Como abordar ese reto parece, en principio, no muy difícil. Se trata de trabajar, honestamente, y hay que recalcar honestamente, dentro de ellos, pero no estando por estar, apareciendo como un bulto sospechoso, sino con voluntad de hegemonía, planteando nuestras políticas. A veces me da la sensación, puede que sea una falsa percepción subjetiva, de que compañeros muy activos actúan de forma cuasi clandestina, como si no quisieran que se conociera su militancia en IU o el PCE. A mi juicio, lamentable, y no soy yo de los que piensan que la acción política pasa, inexorablemente por eshibir una bandera cuanto más grande mejor, pero si creemos que nuestras posiciones y miltancia, amparándonos en motivos tácticos o estratégicos, deben permanecer ocultas es porque no tenemos confianza en ellas. Desde luego no es mi caso, allí donde participo se sabe de sobra que milito en el PCE y en IU.
Tras toda esta reflexión se adivina una cuestión, el poder. Pero el poder real, no ese inexistente empoderamiento que, a juicio de algunos, se está produciendo en calles y plazas. En su segunda acepción empoderar, en la primera es un sinónimo de apoderar, es hacer poderoso o fuerte a un individuo o grupo social desfavorecido. Los ciudadanos, por muchos que hayan sido, en calles y plazas, se han podido cargar de razones morales o éticas, su acción reivindicativa, es innegable, es de extraordinaria importancia, y com tal hay que analizarla, pero quien ha seguido siendo poderosa y fuerte ha sido la Policía como elemento represor al servicio de la burguesía. Tengámoslo claro. Para los comunistas el poder es una cuestión esencial, de las que primeras cosas que aprendí cuando empecé a militar, allá por el año Pum, es que los comunistas tenemos como objetivo la toma del poder para transformar la sociedad, y para tomar el poder usaremos los mecanismos a nuestro alcance. A día de hoy, en España, no veo otra forma de tomar el poder que no pase por, previamente, conseguir el gobierno. Al menos yo no la veo.
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