Hay días, no demasiados, que me levanto socialdemócrata keynesiano y me pongo como loco a defender el estado de bienestar, luego se me va pasando, sobre todo cuando recuerdo que ese supuesto estado fue el fruto de la necesidad del sistema capitalista de asegurar un cierto consumo interno, por un lado, y de neutralizar la amenaza social que suponía el telón de acero, el socialismo real, por otro. Inmediatamente me doy cuenta de que ese bienestar, por otra parte, se basaba, en gran medida en el saqueo inmisericorde de lo que hoy llamamos economías emergentes, antes el tercer mundo y siempre los pobres. Por resumirlo para que lo pueda entender, incluso, una alcaldesa del Partido Popular, los obreros suecos u holandeses tenían una calidad de vida suficiente como para poder consumir cosas, necesarias o no, y no hacerse seguidores de la hoz y el martillo. Si para ello se tenían que expoliar los recursos de Nigeria o Uganda ¡mala suerte!. Profundizo un poco y me percato, gracias a mi natural prespicacia, que todo ese entramado, que incluye la integración europea que hoy padecemos, es, políticamente hablando, el fruto de un pacto entre democristianos y socialdemócratas, y para el reinante neoliberalismo, a dia de hoy, ni la doctrina social de la Iglesia, que es la base teórica de unos, ni el buenismo keynesiano, que parece ser la de los otros, constituyen marco adecuado. Una vez tomada conciencia de la situación recurro a un proceso autopsicoanalítico de urgencia, y, sin demasiadas dificultades, descubro que lo que realmente me ocurre es que ganoalrededor de 400€ menos al mes que hace dos años, la matrícula universitaria de mi hijo cuesta un dineral, las medicinas, y soy un enfermo crónico, me cuestan más, me han quitado una paga extraordinaria y gran parte de mis vacaciones, el abono transporte está a un precio como para sustituir los autobuses por Haigas con chófer, .... Mi relativo bienestar, y digo bien lo de relativo, se ha deteriorado mucho y muy deprisa.
Otros dias, puede que tampoco demasiados, me levanto ultraizquierdista ortodoxo, defensor de la pureza revolucionaria, con ganas de proclamar la Huelga General Indefinida (Revolucionaria si se da el caso), la toma de la Moncloa (o la Zarzuela, o las dos), la guerra popular prolongada o lo que sea menester. Aquí no me hace falta autopsicoanalizarme, me basta con relacionarme con mis vecinos, mis compañeros de trabajo, mis amigos, para darme cuenta de que muy pocos me acompañarían en tan ilusionantes aventuras revolucionarias, por más que haya razones más que sobradas para plantearselas. Debe ser cosa del desarrollo de la conciencia social, o mejor de clase, que dirían nuestros veteranos, y vigentes, teóricos revolucionarios.
Pero otros días, afortunadamente los más, me levanto con la necesidad de hacer un análisis de la correlación de fuerzas desde la clase a la que pertenezco, siempre teniendo en cuenta que la única forma de transformar la realidad es conociéndola previamente. Hay quien dice que esa es una premisa básica del análisis marxista. Probablemente.Y puede que hoy sea uno de esos días. Independientemente de como caractericemos la crisis, que parece ser algo más que una simple crisis financiera, una crisis sistémica, que ha podido poner de manifiesto las diferencias de competitividad entre las potencias centrales, me encanta esa terminología, muy especialmente Alemania.y la periferia, los PIGS, independientemente, insisto, de esa caracterización parece que, al menos en España, esa crisis ha dado lugar a una crisis política. Que decenas, o centenares, de miles de ciudadanos salgan a la calle cuestionando las reglas del juego del sistema político vigente parece significativo. Incluso en la masiva manifestación del 11 de septiembre en Barcelona reclamando la independencia la crisis, o mejor los efectos de esta, ha tenido importancia, no están siendo pocos los que estan siendo convencidos de que una Cataluña independiente saldría con mayor facilidad de la crisis, una vez libre la remora que le supone su pertenencia a España. Hay quien, incluso dentro de IU, considera que podemos estar inmersos en un Proceso Constituyente, una crisis de Régimen, dicen otros. Creo que están cometiendo un error de análisis que puede ser disculpable en quien no se considere marxista pero imperdonable en quien se defina como tal.. Ningún Proceso Constituyente, absolutamente ninguno, ha ha sido y así sera, puede iniciarse ni desarrollarse sin un cambio en la correlación fuerzas, sin un cambio político de fondo. Ese cambio en la correlación de fuerzas, en resumen esa toma del poder, imprescindible para iniciar ese proceso constituyente puede conseguirse de muchas formas, la Unidad Popular chilena o el Frente Popular español llegaron al poder por las urnas, y los procesos fueron abortados por las armas, los barbudos entraron en La Habana con las armas en la mano, los Bolcheviques con una insurrección popular aprovechando una impopular guerra, los Bolivarianos de Venezuela combinando la acción de una parte de la oficialidad militar, que impidió una respuesta de la oligarquía castrense, con un incontestable triunfo en las urnas. La forma de llegar al poder viene determinada por las condiciones objetivas, que se cumplen sobradamente: cinco millones de parados, recortes de todo tipo, etc, y las condiciones subjetivas que no dejan de ser otra forma de llamar a la conciencia social. Y yo, a lo mejor es que me relaciono con gente muy pusilánime, no veo condiciones ni para insurrección popular, ni mucho menos para insurrección armada, de hecho no tenemos ni armas. ¿Quiero decir que nuestra acción política debe circunscribirse a lo institucional? No. Nuestra acción política debe darse en las instituciones del sistema y también en la calle, buscando, trabajando para, profundizar y avanzar en el desarrollo de esa conciencia que facilite la toma del poder político. ¿Son importantes las movilizaciones ciudadanas que hoy cuestionan el sistema?. Lo son, y deberíamos trabajar en ellas, y yo no soy un ejemplo de lo que predico, para fortalecerlas, extenderlas, y lo que es más importante, hacer hegemónica a la clase trabajadora en ellas. Puesto que ha de ser la clase trabajadora la que protagonize el cambio de correlación de fuerzas que nos permita avanzar hacia el socialismo. De no ser así, de ser las clase medias, o pequeño-burguesas, efectivamente muy perjudicadas por los ajustes, las hegemónicas en las movilizaciones, el cambio político será, a mi juicio, estéril . Y hoy, se diga como se cuente, no está siendo la clase trabajadora la hegemónica . Prueba de ello son las consignas antisindicales y antipolíticas que tras un aspecto ultravanguardista, esconden un profundo reaccionarismo pequeño-burgués. La mejor forma de cambiar la dinámica sindical es afiliándose a los sindicatos, la mejor forma de dinamizar la izquierda política es militando en ella.
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