lunes, 14 de junio de 2010

La fábula del burro

Esta fábula, que yo copio del foro de Alpedrete y que, parece ser, está circulando abundantemente por Internet intenta explicar, de manera sencilla, esta crisis del capitalismo especulativo, que a mi me convence:

Un señor se dirigió a una aldea donde nunca había estado antes y ofreció a sus habitantes 100 euros por cada burro que le vendieran.
Buena parte de la población le vendió sus animales.
Al día siguiente volvió y ofreció mejor precio, 150 por cada burrito, y otro tanto de la población vendió los suyos.
Y a continuación ofreció 300 euros y el resto de la gente vendió los últimos burros.
Al ver que no había más animales, ofreció 500 euros por cada burrito, dando a entender que los compraría a la semana siguiente, y se marchó.
Al día siguiente mandó a su ayudante con los burros que compró a la misma aldea para que ofreciera los burros a 400 euros cada uno.
Ante la posible ganancia a la semana siguiente, todos los aldeanos compraron sus burros a 400 euros, y quien no tenía el dinero lo pidió prestado. De hecho, compraron todos los burros de la comarca.
Como era de esperar, este ayudante desapareció, igual que el señor, y nunca más aparecieron.
Resultado:
La aldea quedó llena de burros y endeudados.
Hasta aquí lo que contó el asesor. Veamos lo que pasó después:
Los que habían pedido prestado, al no vender los burros, no pudieron pagar el préstamo.
Quienes habían prestado dinero se quejaron al ayuntamiento diciendo que si no cobraban, se arruinarían ellos; entonces no podrían seguir prestando y se arruinaría todo el pueblo.
Para que los prestamistas no se arruinaran, el Alcalde, en vez de dar dinero a la gente del pueblo para pagar las deudas, se lo dio a los propios prestamistas. Pero estos, ya cobrada gran parte del dinero, sin embargo, no perdonaron las deudas a los del pueblo, que siguió igual de endeudado.
El Alcalde dilapidó el presupuesto del Ayuntamiento, el cual quedó también endeudado.
Entonces pide dinero a otros ayuntamientos; pero estos le dicen que no pueden ayudarle porque, como está en la ruina, no podrán cobrar después lo que le presten.

El resultado:
Los listos del principio, forrados.
Los prestamistas, con sus ganancias resueltas y un montón de gente a la que seguirán cobrando lo que les prestaron más los intereses, incluso adueñándose de los ya devaluados burros con los que nunca llegarán a cubrir toda la deuda.
Mucha gente arruinada y sin burro para toda la vida.
El Ayuntamiento igualmente arruinado.

Resultado¿ final?:
Para solucionar todo esto y salvar a todo el pueblo, el Ayuntamiento
bajó el sueldo a sus funcionarios


El proceso puede, perfectamente, continuar: Los enriquecidos con los burros de la Comarca en cuestión pueden irse a otra comarca y hacer lo mismo, cambiando, o no, de especie. Y si no hay burros, bien pueden hacerlo con ocas, conejos o vacas. Y todo ello sin tener en cuenta, para nada, la utilidad que pudieran tener los burros en el proceso productivo. No está demás ir desempolvando conceptos como el de valor de uso frente al de valor de mercado, que alguien, desconocedor voluntario de la realidad circundante, decidió convertir en obsoletos.
Y lo peor es que este proceso de compraventa de burros es, en el marco económico capitalista, perfectamente legal. Ha sido el mercado quien elevó los precios de los burros con la demanda de compra, ha sido el mercado quien generó expectativas de mayor revalorización de los pollinos y ha sido el mercado quien derrumba los precios de los asnos. En un razonamiento ortodoxamente liberal podríamos argumentar:
¿Obligó alguien a los vecinos de la comarca a vender sus burros a 100, 150 o 300 €? No
¿Obligó alguien a los vecinos de la comarca a comprar los burros a 400 €? No.
Vuelve a ponerse de manifiesto lo relativo y simple que puede ser hablar de libertad sin especificar ¿para qué? o ¿para quien?
¿Tenían libertad los vecinos propietarios de borricos para actuar como actuaron? Si nadie les obligó, hay que deducir que Sí, que tenían libertad plena, sin embargo algo nos dice, aunque sea intuitivamente, que esa libertad era, como poco relativa. Recuerda la situación al chiste al que se hace mención en la película de Fernando León de Aranoa, Los lunes al Sol . Lo cuenta Sergei, un escéptico ex-soviético qie interpreta Serge Riaboukine, y es más o menos así:

Se encuentran dos obreros rusos después de la caida de la URSS y mantienen este dialogo:
-¡Como nos engañaron, lo que nos dijeron del socialismo era mentira!, dice uno de ellos.
-¡Peor aún, lo que nos dijeron del capitalismo era verdad!, concluye el otro.

Y es que la falta de información conduce, inevitablemente, a la toma de decisiones desafortunadas o desaconsejables. Si los dueños de los borricos hubieran sabido que las expectativas generadas, no sólo no se iban a cumplir, sino que ni siquiera había voluntad alguna de que se cumplieran, probablemente no hubieran vendido sus borricos, y, con toda seguridad, no los hubieran recomprado a un precio tan alejado de su valor real.

En una economía planificada, es decir con libertades restringidas, el precio del burro vendría determinado, no libre, con un valor ligado a su participación en el proceso productivo. La especulación, no tendría cabida.
Casi dan tanto juego estos burros como el consabido, y muy citado, gato de Schrödinger

1 comentario:

Adrián dijo...

Dos cositas.

Primero, totalmente injustificada la referencia al gato de Schrödinger. No, esto no es ser troll: no veo que tiene que ver la velocidad con el tocino.

Segundo, veamos. El que vendió los burros y luego no apareció era un rico que hizo promesas que luego no pudo o no quiso cumplir. Los que pidieron el préstamo para comprar esos burros hicieron *lo mismo*: prometer que iban a devolver un dinero sin tener la más mínima garantía de que iban a poder devolverlo. Por mucho que se empeñe usted, no consigo ver la diferencia entre el primero y el segundo. De hecho, nadie ha hecho nada ilegal.

Tontos los pueblerinos, por fiarse de algo que no tienen seguridad de que se llegue a cumplir (y más para algo tan serio como pedir un préstamo). Y tontos dos veces, por no ser más listos que el que vendía los burros y haber repetido la misma jugada.

Hablas de la crisis actual como si la explosión de la burbuja inmobiliaria hubiera estado planeado por conspiraciones mundiales que buscan hacerse muy muy ricas y ahorcar gatitos, mientras que:
1) lo dices sin prueba alguna.
2) ignoras toda evidencia empírica al respecto (empezando por el hecho de que las clases altas son las que más dinero han perdido con esta crisis, así que muy en el ajo no debían estar).

Espero que en sucesivos posts reflexione sobre lo que dice, porque la mayoría de las veces es mejor pensar por uno mismo que seguir las directrices de corrientes de pensamiento sin verificarlas.