lunes, 7 de octubre de 2013

La arítmetica y el poder popular

Ha tenido lugar este sábado, en el auditorio Marcelino Camacho de CCOO, la Conferencia de Organización y Estatutos de IUCM. Se trataba de un mandato de la pasada Asamblea Regional de IUCM, celebrada en diciembre de 2012, y que se cerró, a que negarlo, con una organización dividida. Para los que procedemos de una determinada cultura organizativa, los que somos o hemos sido militantes comunistas, la situación es insólita e indeseable. A lo largo de mi militancia, en múltiples procesos congresuales, he quedado en minoría en infinidad de ocasiones y, en general, he asumido con naturalidad esa situación y he procurado colaborar honestamente con los camaradas, o compañeros, cuyas posiciones fueron mayoritarias en el proceso en cuestión. De hecho, en el VIII Congreso del PCM iba en una lista diferente a la que contaba con el actual Secretario General, y desde el minuto uno consideré que la pertenencia a una u otra lista terminaba una vez elegidos los órganos de dirección. Siempre en el escenario de que la Organización está por encima de un militante, huyendo de un cierto individualismo que tiene mucho de pequeño-burgués. Cuando mis discrepancias con la dirección han sido insalvables porque, a mi juicio, afectaban a principios básicos, me he apartado, incluso, de la militancia. De hecho comencé mis andanzas de joven comunista en un grupo, en la práctica, apartado de la línea oficial del Partido, a raiz de los sucesos de 1968 en Checoslovaquia condenados por Santiago Carrillo y la mayoría del Comité Ejecutivo (la cuestión nunca se dabatió en un pleno del CC, ni mucho menos en un Congreso, que hubiera sido el VIII, como pedía el entonces secretario de organización Eduardo García ). No soy, desde luego, ni he sido nunca un militante cómodo a la dirección, y cuando hay que exigir debate lo exijo, y acepto el resultado del mismo o me voy. Lo que nunca he hecho, ni creo que haga nunca, es actuar desde la minoría, por muy ajustada que fuera, como si fuera mayoría.
Cuando comencé a militar, un veterano camarada, del que nunca supe su nombre real y al que recuerdo perfectamente, nos enseñó, a varios jóvenes, casi niños, que cuando en un órgano del Partido, incluyendo la propia organización de base, la célula, se llegaba a una votación se había producido una derrota del propio Partido. Por dos razones, argumentaba el camarada, una, porque el órgano en cuestión había sido incapaz de encontrar una solución de síntesis, la otra, y no menos importante, porque los camaradas que perdían la votación se quedaban con una sensación, nada positiva, de derrota. A día de hoy, y tanto en el Partido como en IU, el debate es lo de menos, la votación es lo importante, votación que al venir predeterminada hace el propio debate inútil. Es la muerte para organizaciones que deben tener como elemento fundamental la elaboración colectiva, algo muy alejado de lo que hoy algunos llaman política de mesa camilla que sustituye los acuerdos en los órganos por acuerdos de fontanería.
Tristemente, de manera, para mí, preocupante, una parte no desdeñable, aunque heterógenea, muy heterógenea, porque a la Asamblea Regional concurrieron en dos listas muy diferentes, ha decidido no participar en la Conferencia de Organización, con el argumento de que debía repetirse el escenario de ochocientos y pico delegados con que se celebró la Asamblea Regional. En la práctica, se venda como se venda, se trataba de provocar un Asamblea Extraordinaria que revirtiera laos acuerdos de la Ordinaria. Digamos las cosas como son, sin disfraces. La Asamblea Regional tuvo el resultado que tuvo, por ajustado que fuera, y no aceptarlo es antidemocrático y desleal. La Arítmética es como es 51 es más que 49 y, desde luego 61(tanto por ciento de afiliación representado el sábado) bastante más que 39, siendo ésta última una cifra importante que haría mal la dirección, de la que no formo parte, en ignorar.
Un argumento de la, insisto, muy heterógenea minoría (aunque, a fuer de sincero, hay que decir que tampoco la mayoría es absolutamente homogénea) estriba en que la mayoría está en otros espacios, en las calles, barrios y pueblos, donde se está gestando el poder popular. Este argumento es falso y peligroso. Falso porque, a día de hoy, no hay ningún germen de poder popular, más allá de un, idealista, poder moral que poco o nada puede contra el poder real de la oligarquía, sus medios de comunicación y sus cuerpos represivos, ejército y policía. Si los soviets en la Rusia de principios del siglo pasado se constituyeron como poder popular no fue, precisamente, con argumentos de orden ético rodenado simbólicamente la Duma.
Peligroso, porque contrapone en, dialéctica falsa, los movimientos con la organización política.  Es imprescindible, para poder dirigir, y esa es la obligación del PCE e IU, la resistencia a la agresión del sistema y conventirla en ofensiva anticapitalista, contar con una organización numerosa y bien organizada. El sábado avanzamos en ese sentido, pero con la colaboración de los compañeros que no asistieron hubieramos avanzado mejor