viernes, 29 de agosto de 2008

Cap. 9 El paraguas de Edimburgo, volvemos a casa

No me he equivocado, confundiéndome con la película de Jacques Demy, en la que siendo un mocoso me enamoré por primera vez de Catherine Deneuve , a lo largo de mi vida me habré enamorado de ella unas ocho o diez veces pero siempre fue conmigo fría y distante llegando a preferir a tipejos como Roger Vadim (el tipo que más odio del mundo, sin discusión, la Bardot ,la Deneuve y la Fonda ¡hay que joderse!) o Marcello Mastroianni (del mindundi con el que estuvo casado no recuerdo ni el nombre). Pero no estamos ahora, igual algún día os cuento algo sobre los mitos eróticos de mi infancia o adolescencia) en esos temas, ni adolescencia, ni cine. Estamos en Edimburgo, y como intenté reflejar en el capítulo anterior pasándolo francamente bien, después de haber tenido algún que otro contratiempo de índole casi anecdótica. Y no sólo porque disfruté de los encantos de la ciudad y sus habitantes, claramente diferentes de los londinenses, sin tener nada que reprochar a estos ciudadanos, sino porque también disfruté de mi familia, algo que, por razones fácilmente imaginables, es más difícil de conseguir en la rutina diaria. Así pues pasaron los dias, que se hicieron cortos, y tuvimos que comenzar el camino de vuelta, es decir el tour de force que había de conducirnos a Bretaña, al mundo civilizado. Y después de despedirnos de nuestros hospederos, de volver a Edimburgo, que volveremos, y si podemos, es más que probable que repitamos alojamiento, volvimos a nuestra primera residencia en Escocia, el aeropuerto, y como en este aeropuerto, en general en cualquier aeropuerto, puede pasar de todo creíamos llevar todo previsto, con el trinitrotolueno que yo utilizo como aftershave y el tytadine que utiliza Olga como desmaquillador, debidamente empaquetados en bolsas herméticas, y además, por si acaso ,lo incluímos en el equipaje a facturar, de manera que si estallaran, algo difícil porque los detonadores camuflados como cargadores de móvil los llevabamos encima, lo harían en la bodega del avión con lo cual los cadáveres serían mucho más reconocibles, ¡donde va a parar!, y el triste, penoso, lamentable y repugnante espectáculo que nos han ofrecido los medios de comunicación escritos y audiovisuales , incluidos los llamados "serios", despues de la reciente tragedia de la T4 de Barajas tendría que mitigarse un poco, aunque... ¡habría que verlo!. Una vez efectuado el cheking y facturados los bultos gordos nos dispusimos, con sonrisa suficiente, a traspasar el control de entrada y...Para empezar la imbécil que miró si el careto que figuraba en el pasaporte concordaba con el que llevabamos correctamente colocados sobre los hombros, nos hizo quitarnos los zapatos, no sólo a nosostros sino everybody, algo que hoy sé que es ilegal y que afortunadamente no sabía entonces, porque de saberlo la nueva actuación del cónsul de España hubiera sido para sacarme de la Royal jail of Scotland , como llevábamos los explosivos facturados pasamos, descalzos pero pasamos, Álvaro y yo, sin embargo Olga fue retenida porque...¡el paraguas no tenía las medidas reglamentarias! Para cargarse de razón la uniformada estúpida nos mostró una buena cantidad de paraguas, que sin duda aspiraban a vender en el mercado negro como sofisticadas armas de ataque, a pesar de lo cual, y en una arbitraria decisión del COI, el paraguas no ha sido incluido junto al florete, la espada y el sable como especialidad de esgrima para Londres 2012, ya que para PEKIN 2008 ( y pongo PEKIN por que me sale de mis santos cojones) es demasiado tarde. Por más que lo intento mi calenturienta, a veces, imaginación no consigue construir en la mente el videoclip que representaría un comando feyadin, formado por una pareja corta estatura, entrada en años y en kilos, que acompañada por un preadolescente con brackets y granos, intenta secuestrar un avión a paraguazos, para instalar en él una bomba compuesta por Gel de baño accionada por el cordón de un zapato. La cara de mi socia era un poema, yo que la conozco bien, en aquel momento no me habría atrevido a dirigirle la palabra ni para decirle lo guapa que estaba. Le preguntó al vejestorio que guardaba los paraguas requisados, si podría un vez facturado el equipaje gordo, facturar también el paraguas y el carcamal, triste destino el suyo: a su provecta edad en lugar de haber alcanzado un merecido retiro se encontraba en el turno de las cuatro y media de la mañana requisando paraguas, respondió que sí, en vista de lo cual mi socia regresó a facturación, donde le dijeron que sí, pero como equipaje suplementario al precio de 20 £. Volvió y consiguió hacer corro, porque a la vista de todo el mundo y mientras en correcto inglés se acordaba de los ancestros del personal del aeropuerto destrozó con un refinamiento propio de Fu-Manchú el paraguas que con tanta ilusión había comprado. Había sido aquella una compra sentimental que la había transportado a los tiempos en los que, algo más joven, había vivido en Edimburgo.
A partir de ahí, comenzo nuestra carrera contra reloj. El avión nos depositó en Gatwick a las ocho en punto de la mañana, de manera que a las ocho y diez estabamos en la cinta de equipajes, y los nuestros, sin paraguas, salieron los primeros. La primera etapa del viaje había transcurrido conforme al mejor de los horarios previstos, algo que yo no tenía muy claro después de haber visto la cara del piloto, con naricilla roja y una pinta sospechosa de que automóviles, al menos, no debería manejar. Además antes de despegar tenían la cabina abierta, y yo observaba que tanto el sobrecargo como una azafata intentaban que se encendiera una luz que no lo hacía, y que no sé si se terminó encendiendo porque cerraron la antecabina (no sé si llama así) donde se encontraba el citado panel de luces y se pusieron a hacer las estupideces gestuales de rigor antes de despegar.
Una vez en Gatwick, con el equipaje recogido( salió el primerito) y tras esperar aproximadamente diez minutos, hicimos nuestra segunda etapa, en taxi. Como el taxi driver , a través del espejo retrovisor, veía mi cara de preocupación, estábamos en los momentos críticos (alguien con escaso dominio del español diría álgidos) , nos preguntó a la hora que salía nuestro tren (gesto de amabilidad impropio de un londinense de pura cepa) y al contestarle que que a las 10:06 dijo que no habría problemas, y efectivamente no los hubo porque antes de las 9:30 estábamos en London Paddington, claro que antes de tomar el tren teníamos que sacar el billete de Álvaro, los nuestros los habíamos sacado de ida y vuelta en Plymouth, y había una cierta cola, no sabíamos, nos enteramos ya en marcha, que al tratarse de billetes sin reserva, lo que hizo que el viaje lo hicieramos separados, los podíamos haber adquirido, sin recargo, en el mismo tren.
El tren de vuelta, repitió los paisajes del tren de ida, pero a diferencia de aquel tuvo el detalle no acumular retraso alguno. Para que el viaje no fuese excesivamente monótono, la divina providencia, recuérdese que estaba en Inglaterra y allí soy ferviente anglicano, nos surtió de unos más que maleducados, impresentables , naughty children, que pedían a gritos que alguien, preferiblemente sus padres o tutores, le aplicaran la famosa, pero me temo que en desuso en cuanto a niños se refiere, disciplina inglesa en cualquiera de las modalidades de soplamocos, sopapo, sornavirón o más escuetamente un par de hostias bien dás. Pensé, en hacer voluntariamente tan agradable tarea pero o bien un sexto sentido, o directamente el sentido común hizo que, para evitar más lios, me lo acabara tomando con paciencia.
Llegamos a Plymouth a las 13:10, cumpliendo rigurosamente el horario previsto, todo parecía indicar que nada podía interponerse en nuestro camino. De nuevo un taxi, este de los de 6 £ nos depositó en la términal de Brittany Ferries. Pudimos, con toda tranquilidad, sacar nuestra tarjeta de embarque y comer antes de embarcar, algo que hicimos con toda tranquilidad porque a diferencia del avión, al barco puedes acceder si quieres con un AK-47, acrónimo de Avtomat Kalashnikov modelo 1947 (del ruso Автомат Калашникова образца 1947 года), que absolutamente nadie va a decirte nada. Mucho más cómodo, además de más romántico, ser pirata de barco que de avión. Además el pirata de barco tiene grandes posibilidades de sobrevivir si la cosa se pone chunga. Una vez dentro del barco e instalados, mis socios no, pero yo sí, me fui a cubierta y desde allí contemplé el desatraque y la salida del puerto, algo que no había visto nunca porque el viaje de ida fue de noche y no era plan, y despues me retiré a mis aposentos donde, por fin, desacansé tranquilo. A las 22:00 atracamos en Roscoff donde nos esperaban nuestros queridos amigos Raymond y Marie Christine, cuando vimos sus caras supimos que habíamos vuelto al siglo XXI, estábamos en Europa, en nuestra civilización.

jueves, 28 de agosto de 2008

Cap. 8 Edimburgo

Entrada de nuestro alojamiento en Edimburgo (East Clearamont Street)

Una vez duchados , dormidos, es absurdo intentar el expresar el placer con el que tomamos la parte bed de nuestro alojamiento, y debidamente desayunados, la parte breakfast ( beans, sausages,bacon, toasts, butter, jam, eggs,etc...) tampoco estaba nada mal y echados los pelillos a la mar en cuanto a la incidencia sufrida, con el ánimo a tope nos preparamos para visitar la ciudad, ciudad que la socia conocía sobradamente y que estaba deseosa de enseñarnos. Como nuestro alojamiento no estaba lejos del Jardín Botánico hacia allí encaminamos nuestros primeros pasos. Y digo bien pasos porque fuimos caminando y tomando conciencia de lo que nos esperaba. El Royal Botanic Gardens Edinburgh, su nombre oficial, está en Inverleith (uno de las zonas en las que podemos dividir Edimburgo ) . Es un lugar muy popular entre los nativos , que se refieren a él como 'The Botanics'.


Mi ossaposa todavía presentaba signos de cansancio.


Es un lugar que merece la pena visitar y del que destacaría la ladera china y los invernaderos:



Como se puede ver las palmeras buscan desesperadamente el sol, algo que no conseguirán, por más que crezcan, jamás, como el pobre rey Arturo no consiguió ver jamás Camelot por más que con encomiable tozudez se sentara en su silla (Arthur'seat) , una de las siete u ocho colinas Pentland sobre las que se asienta Edimburgo , porque para poder verlo se exigía un día absolutamente despejado, y eso es algo que nunca se produjo, y parece ser que sigue sin producirse.

Esta falta de sol, junto a su cercanía al mar, más bien a Firth of the Forth o Ría de Forth, (para los puristas Firth es "ría" en gaélico), conforman lo esencial del clima , nublado, húmedo y de temperatura suave (al menos en verano) lo que nos hacía sentirnos muy a gusto teniendo en cuenta que las noticias que nos llegaban (El País con cuarenta y ocho horas de retraso) hablaban de cuarenta grados en Madrid. Sin embargo, la ciudad se presenta absolutamente cálida, con unos pobladores muy acogedores (en la entrada de ayer dejamos claro que los bordes con los que nos encontramos al llegar pasaban a la consideración de ingleses a todos los efectos), que no dudan en intentar ayudarte, sin que se lo pidas, en cuanto te ven, dudando, con el plano en la mano.

Obsérvese el paraguas recien comprado
Por otra parte es una ciudad que enamora, a mi al menos me ha enamorado, con una incesante actividad en la calle, actividad de todo tipo, comercial, cultural, etc..., al menos en las dos zonas fundamentales que hemos frecuentado (Old Town y New Town) que conforman el nucleo duro de la ciudad. La ciudad nueva (en realidad lo es en relación con la llamada vieja ) se estructura alrededor de Princess Street, una calle que podría parecerse a la Gran Vía madrileña, ahora que de ésta van desapareciendo los cines, y en la que se encontraban los artefactos que nos proporcionaron la primera alegría monetaria desde que pisamos Escocia:


Por fin cobramos.



Esta arteria además esta separada del casco viejo por unos impresionantes jardines, impresionantes por verlos tan verdes a finales del mes de julio, del majestuoso castillo




En cuanto a la ciudad vieja su arteria principal es la llamada Royal Mile, una calle que tiene varios nombres, y que está llena de gente y sobre todo de actividad de todo tipo, en ella hay comercios dedicados a la venta de whisky, pequeños museos, francamente interesantes, donde conocer como era la vida en la antigua Escocia, cuales eran sus oficios,
en uno de ellos, con orgullo y agradecimiento, contemplamos un mapa elaborado por los brigadistas en la guerra de España, era el segundo recuerdo que nos encontrabamos (Vease la entrada previa al serial ). Debe ser que los escoceses tienen más respeto por la memoria histórica que algunos españoles.


Conecta la Royal Mile el castillo de Edimburgo (construido sobre un volcán extinguido en el siglo VI) con el Palacio de Holyroodhouse

Este palacio, al que me negué a entrar porque cobran un pastón, es la residencia oficial de la reina de Inglaterra cuando se deja caer por allí, sóla o acompañada del McArra , que lleva por título, de forma incomprensible, el ducado de tan digna ciudad. Justo allí, frente al palacio se encuentra el scotch parliament, del que en algún momento hemos hablado
Y para finalizar, podía eternizarme hablando de mis numerosos paseos vespertinos que me llevaron hasta Portobello , donde pude ver el negocio montado alrededor del Britannia, yate real, incluso del paseo en autobús que nos llevo a conocer a Bobby de Greyfriars,uno de los símbolos de la capital escocesa


Y para finalizar, repito que no quiero eternizarme pero la ciudad me ha impactado, algo sobre Escocia y los escoceses. Cuando por fín conseguimos dinero nos percatamos, e incluso bromeamos con la posibilidad de que no fueran de curso legal en Inglaterra, de que los billetes no llevaban la leyenda "Bank of England" sino Royal Bank of Scotland", por otra parte yo no esperaba ver por la calle hombres con falda, con kilt para ser rigurosos, más que por motivos de índole folklórico, sin embargo, sin ser una enormidad, se ven bastantes hombres, sobre todo jóvenes, que van así ataviados a trabajar. Incluso vimos un indostaní con turbante y kilt. Da la sensación de que es una forma de reivindicar el ser diferentes de los ingleses. En los edificios públicos, prácticamente en todos, ondea la bandera escocesa, y solo la escocesa, sin que se escandalice absolutamente nadie, que Escocia es una nación diferente de Inglaterra, Pais de Gales o Irlanda del Norte, es algo que tienen claro los escoceses, pero también ingleses, galeses y norirlandeses, y no existe ningún drama . Incluso el partido mayoritario del parlamento el Scottish National Party (Pàrtaidh Nàiseanta na h-Alba, en gaélico), es partidario de romper lazos con el Reino Unido y no ocurre nada. Alguien debería tomar nota.

Mañana, comenzamos el retorno, y....recordad el paraguas

miércoles, 27 de agosto de 2008

Cap 7. De estaciones y aeropuertos (II)

Tengo que comenzar necesariamente lanzando un exabrupto escatológico hacia los ángeles custodios de los mecanismos cibernéticos que gobiernan nuestra existencia, dado que la entrada que escribí ayer, 26 de agosto, fue abruptamente destrozada por alguno de los intermediarios que escapan a mi control, primero tuvo, quien fuera, que no lo sé y además me importa un bledo, la desfatachez de publicar sólo el título, a pesar del engañoso rótulo "Su entrada ha sido correctamente publicada en el blog", ¡Mentira!, porqué además, todo lo que había escrito, y era una entrada de los que incluso yo puede calificar como un poco larga, ha desaparecido misteriosamente, también a pesar de haber puesto el diabólico maquinismo en repetidas ocasiones la leyenda: "Borrador guardado automáticamente a las...". ¡Más mentiras!.
Tras este desahogo, a lo mio: Creo que nos habíamos quedado ya aterrizados en el aeropuerto de Edimburgo, con la natural dosis de cansancio producida por una noche que bien podríamos calificar como toledana, término que un servidor pasará, consuetudinariamente, a trocar en lothiana (Lothian es el nombre de la región escocesa donde se ubica Edimburgo) y a lo largo de este capítulo sabremos el porqué del cambio.
Tras recuperar el equipaje, una de las pocas peripicias que no nos han acaecido ha sido la perder el equipaje, indagamos, más bien indagaron los miembros de la expedición que hablan inglés de acuerdo con las normas gramaticales, sabido es que el mio se parece más bien al que utilizaban Tatanka Iyotakey y Tashúnka Uitko en sus conversaciones con George A. Custer, pues bien indagaron en un mostrador en el que ponía TAXI , cual era el precio de un taxi hasta la ciudad, y más concretamente al 40 Calton Road donde, según los papeles de la reserva, se encontraba nuestro alojamiento. Como el precio parecía razonable y acorde con nuestro magro monedero, recordemos que la resolución de nuestra quiebra económica era cosa de poco tiempo, optamos por ese medio de transporte. De camino nos percatamos que en el papel de la reserva ponía también que la entrada en el apartamento era a las 15:00, algo que chocaba con nuestra necesidad de adoptar la posición de decúbito (supino, prono o delao) encima de algo blando, pero supusimos que explicando nuestra situación conseguiríamos un adelanto en la hora de entrada. Durante el trayecto el taxi driver , al oirnos, dedujo nuestra procedencia remota, para manifestar que conocía España y que Benidorm le parecía beautiful, nosotros le contestamos que a nosotros también nos parecía precioso, al fin y al cabo no era cuestión el desilusionar al primer lothiano con el que hablabamos, además sus razones tendría, todas respetables, para encontrar alguna gracia a semejante bodrio. Cuando llegamos al target ...¡Oh!, desilusión. El edificio que albergaba el número 40 de la citada calle, era un edificio más de ella, como sus paredaños del 38 o del 42, nada parecía señalar que aquello era algo relacionado con un alojamiento. Sumidos estabamos en un sentimiento mezcla de cansancio y angustia, estupefactos por la situación cuando del edificio salió un ciudadano que, como es lógico, fue inmediatamente interrogado. Efectivamente el lugar era el adecuado, lo que no era adecuado era haber ido directamente allí, puesto que la oficina que hacia de las veces de recepción y donde estaba la oficina de la empresa en cuestión estaba en Queen Street , "Street that was enough far from here" (luego podríamos comprobar que no era para tanto) y que era allí donde debíamos dirigirnos, algo impensable con todos los bártulos a cuestas, de manera que mientras Olga se ponía en contacto, teníamos el teléfono, con la empresa alquiladora, Álvaro y yo partimos a buscar el lugar (sin tener una idea muy clara de hacia donde teníamos que ir), tiramos hacia abajo y nos domos de bruces con el Scotch Parliament y allí una amabílisima policewomen nos hizo, a bolígrafo, un pequeño croquis de como llegar a la calle en cuestión. De todas formas, estabamos en una calle con abundantes comercios dedicados al turismo (luego supimos que estabamos al final de la Royal Mile) y en uno de ellos compramos un pequeño plano, trás tomanos un café en un Starbucks, la franquicia preferida de mi hijo, volvimos a nuestro improvisado campamento urbano, y mientras decidámos que hacer de forma inmediata, una pareja salió del edificio, como me pareció que tenían una cara inequívocamente española, les abordé directamente en español, y acerté, eran de Barcelona, y además iban hacia Queen Street a devolver la llave, ya que era su último día en Edimburgo. Por el camino, que era de unos 700 u 800 metros, repetimos los tópicos usuales siempre que se encuentran alguien de Madrid con alguien de Barcelona: Que si me gusta mucho Barcelona (el de Madrid) , ¡Hay que ver los museos que tiene Madrid! (El de Barcelona), pero no hay quien viva en ella (ambos)...etc. Cuando por fin llegamos al lugar y contamos nuestra penosa historia, la chica que estaba allí nos miro con cara de "habla cucurucho que no te escucho", limitándose a responder que la entrada era a las 15:00 y ella no tenía autoridad suficiente como para modificar esa situación, por más que repetimos la cantinela de "we go more than thirty hours without sleeping" su respuesta fue siempre "I am not authorized". Y cuando, visiblemente alterados y molestos, sobre todo yo, preguntamos cuando iba a haber "someone with more authority" la respuesta fue escueta "later". Estaba claro que de esa especie de scotch sheep poco, o nada, ibamos a obtener de manera que regresamos a nuestro campamento, más que nada para que la tercera miembra de la expedición pudiera irse a tomar al menos un cafelito. Por lo menos en el saco de aspectos positivos podíamos incluir dos cosas, la primera lo bien que se desenvuelve mi hijo en inglés, y la segunda que yo mismo hablo más inglés del que creo, sobre todo cuando estoy cabreado. A eso de las 13 horas, bastante hartos de estar allí , Olga y Álvaro (que se chupó todas las idas y venidas) volvieron a Queen Street, para ver si ya había alguien con capacidad para autorizar nuestra prematura entrada, a estas alturas ya no era tan prematura. Volvieron muy pronto y con malas noticias, no sólo no nos adelantaban la entrada sino que además habían discutido con el boss. Estaba claro que los miembros de aquella empresa (posteriormente decidiríamos que eran ingleses y no escoceses) no nos caían nada bien, pero nosotros a ellos tampoco, y desgraciadamente eran ellos los que tenían la sarten por el mango (...y el mango también) , y eso sin conocer nuestra situación económica. Volvimos, esta vez Álvaro y yo, al lugar en cuestión, y de camino visitamos la catedral católica, no con ningún ánimo espiritual, sino simplemente para hacer tiempo, y a las 3 pm, con puntualidad absoluta, hicimos, de nuevo, entrada en el lugar. El jefecillo puso cara de "afresh here these Spanish", incluso creo que lo dijo, o sino algo similar. Intenté no excitarme y para evitar equívocos, le pedí a mi hijo que ejerciera de traductor homologado, para decirle : "Vamos a creer que lo ocurrido no ha pasado y empecemos desde el principio como personas educadas que somos" Aparentemente asintió y puso sobre el mostrador los papeles correspondientes, junto con la tarjeta magnética de entrada al apartamento, al tiempo que pedía el abono íntegro del alojamiento, algo que no me sorprendió en absoluto, puesto que en Londres también nos cobraron por adelantado, supongo que por el hecho de no llevar credit card, de manera que tenía preparada la respuesta, y de nuevo promedio de mi vástago, le respondí que era impsoble en ese momento, que esperara un par de días, a lo sumo tres (íbamos a estar la semana completa), y hasta entonces, como garantía, le dejabamos nuestros pasaportes. No debía ser una práctica tan inhabitual como parece puesto que el compañero del jefecillo hizo ademan de recoger los pasaportes que yo le acercaba con la mano extendida. En ese momento al muy hijoputa se le iluminó el rostro, apartó la mano de su compañero al que dijo : "To these not, never". Era consciente de que él, o mejor su empresa, perdía 528£ pero la putada que nos hacía a nosotros era de libro, tirados en Edimburgo y sin dinero.
Mientras volvíamos a nuestro tenderete, me dió por reflexionar, algo muy conveniente cuando está en una difícil situación, evitando lo más fácil: buscar culpables, de manera que decidí que el culpable último estaba claro, era el mamón con el que acababa de discutir, y los culpables remotos o eramos los dos adultos de la expedición o no lo eramos ninguno de los dos y así se lo transmití a mi hijo, que inmediatamente, su comportamiento durante este viaje ha sido excelente, decidio sumarse al grupo de los culpables si es que los había. En medio de la reflexión me vino a la cabeza la oración, con la que suelen terminar todas las reuniones de A.A :
Señor, Concédeme:
Serenidad para aceptar las cosas que no puedo cambiar,
Valor para cambiar aquellas que sí puedo y
Sabiduría para reconocer la diferencia.
Más claro el agua. Lo primero que hicimos fue cambiar de ubicación para poder pensar con una relativa calma, y como teníamos al lado la estación de ferrocarril de Edimburgo , Haymarket, ahí por lo menos tres individuos con maletas podrían pasar desapercibidos. Tras intentar, en un establecimiento de la misma estación, encontrar un alojamiento bajo nuestras condiciones, ya suficientemente explicadas, pensamos en la posibilidad de vender o devolver nuestro billete de vuelta, con lo que obtuvieramos podríamos alojarnos un par de días, y la vuelta podríamos hacerla en tren o autobús, sensiblemente más barato. Como es imposible, estadísticamente hablando, que absolutamente todo salga mal, en la estación de ferrocarril encontramos un servicio de autobuses que por 8 £ nos depositaba a los tres, y nuestro voluminoso equipaje, que no se olvide nunca, en el aeropuerto de Edimburgo (EDI en la codificación aeroportuaria). Antes de montarnos le preguntamos al bus driver si el aeropuerto cerraba por la noche, y al decirnos que no hasta nos sentimos felices. Nos ubicamos, pues, en el aeropuerto

El cambio de billetes fue imposible, se trataba de una tarifa de sábado a sábado que no admitía devolución.Despues de comer algo (desde el breakfast del avión no habíamos metido nada sólido en el cuerpo) decidimos relajarnos hasta el día siguiente con la mínima esperanza de que, a pesar de ser domingo, santa Nómina, hiciera su beneficiosa aparición. Así transcurrió nuestro 26 de julio, fecha que difícilmente olvidaré, y no solo por ser significativa en el calendario revolucionario internacional, cumpliéndose el quincuagésimo quinto aniversario del asalto a los cuarteles de Moncada, en Santiago de Cuba y Carlos Manuel Céspedes en Bayamo por parte de Fidel Castro y Abel Santamaría al frente de un grupo de revolucionarios, Fidel es hecho prisionero en su juicio proclamará:Primero se hundirá esta isla en el mar antes de que consintamos en ser esclavos de nadie…Abel Santamaría fue torturado arrancándole los ojos (algo que no debe saber la gusanera de Miami ¿ o si?). Tras una pésima noche lleegamos al domingo, en el que evidentemente no habíamos cobrado, dia del señor, y a parte de cambiarnos de sitio de vez en cuando con el fin de no dar el cante, tuvimos que inventarnos multitud de actividades, la más importante fue la de la localización de enchufes donde cargar nuestros teléfonos móviles y las PSP. A pesar de localizar todos los enchufes del aeropuerto , teníamos que cargar los artefactos de uno en uno ya que solo disponíamos de un adaptador a las particulares tomas de corriente británicas, eso hizo que casi siempre uno de nosotros (Álvaro o yo ) estuvieramos con un cachivache al lado de un enchufe, lo que produjo algun que otro mosqueo entre el personal del aeropuerto, como creo que acabó mosqueado el empleado calvo de la oficina de cambio de moneda, frente a la que estuvimos acampados en alguna ocasión, y al que pusimos de nombre McFlanaghan , porque cada vez que salía de su garita ibamos tras él suponiendo que se dirigía al sotano donde guardaría los billetes en la caja fuerte. Otra actividad importante fueron los juegos, resucitamos los más clásicos en papel, cuadritos, barquitos, tres en raya, etc.. e incluso enseñé a mi hijo a jugar los chinos, juego que le puede venir muy bien en el futuro. Incluso inventamos alguno como jugar a los retrasos de reglas muy sencillas: Consistía en escoger del panel de arrivals ( o en el de departures) dos vuelos con llegada prevista a la misma hora ( o con salida a la misma hora), cada uno apadrinaba uno, por orden establecido por una partida previa de piedra, papel o tijera, y el primero que llegara a poner baggage in the hall se consideraba ganador ( en el caso departures el vuelo debía desaparecer del panel, pero no por un cancelled que significaba la inmediata pérdida del juego). Jugamos varios partidos al mejor de tres sets, el juego era entretenido pero dabamos un poco la nota al vitorear, por ejemplo, un delayed en el vuelo del otro, algo que es posible que no gustara demasiado a los que esperaban la llegada de ese vuelo.Por la noche estabamos ya machacados, y al menos esa noche (la tercera de aeropuerto) yo dormí razonablemente bien. Amaneció el lunes y seguíamos sin cobrar, esperamos hasta las doce del mediodía y tampoco. La situación comenzaba a mostrarse insostenible un día más sin asearnos, sin descansar mínimamente cómodos, y se quebraría nuestro, hasta ese momento, inquebrantable espíritu. Decidimos entonces recurrir al consulado español en Edimburgo, Álvaro consiguió el teléfono y la dirección y Olga llamó, lo mio y el teléfono es una relación poco amigable. Tras una cariñosa reprimenda por no haber llamado antes, la socia se acercó hasta el consulado, aún nos quedaba suficente para un billete de autobús, y allí nos adelantaron dinero, que luego hay que devolver en la delegación de hacienda de aquí, no mucho, pero si el suficiente para alojarnos y vivir un par de días. A la socia la devolvió al aeropuerto un coche del Cuerpo Diplomático, y en el mismo aeropuerto conseguimos alojamiento en la modalidad Bed and Breakfast:

Por fín conseguimos descansar, y ducharnos

lunes, 25 de agosto de 2008

Cap 6. De estaciones y aeropuertos (I)

Los dias van pasando y hay que pensar en recortar objetivos,apenas nos habíamos movido del centro de la ciudad.Si exceptuamos una visita a Greenwich (pronúnciese grinich) o más bien al meridano que pasa por allí y que el mundo mundial ha decidido que es el meridiano cero, es decir el meridiano que divide el Este del Oeste , también El Tiempo Medio de Greenwich o GMT (Greenwich Mean Time) es el tiempo de referencia a partir del que se construyen los usos horarios cada quince grados.
De ahí las fotos típicas:
















Uno de los objetivos que me había marcado en esta visita era visitar la tumba de Karl Marx , el otro, visitar la de Isaac Newton. Ya he contado como logré la segunda pagando como precio una crisis religiosa. No tuve más remedio que abandonar la primera por razones de tiempo y también por desconocimiento de su ubicación, no me documenté convenientemente presuponiendo que todo dios sabría donde estaba, y de hecho no es así. Incluso, cuando volvía de mi visita al British Museum, me di de bruces con la librería del Socialist Worker Party (miembro de la IV Internacional, es decir troskos ) y entré flechado, no sólo para averiguar do estaba el lugar donde reposan los restos de nuestro primer gran timonel, sino también para pegar la hebra con alguien realmente situado en la izquierda en United Kingdom , teniendo en cuenta que el Labour Party hace muchas decadas que abandonó la izquierda, mucho antes que Tony Blair lo certificase, tantas como hace que las Trade Unions dejaron de ser sindicatos de clase para convertirse en no sé que, camino que por cierto siguen con esmero UGT y CCOO. Charlé un rato con jovencísimo compañero, que al menos se tomó la molestia de hacerme caso cuando le rogué (está instrucción me la había recomendado mi hijo, que en ese momento no estaba conmigo) que hablara inglés en la modalidad slowly. Me decepcionó que no supiera donde está la tumba, me decepcionó más el que se asombrara de que estuviera en Londres, el asombrado fuí yo al tener que intentar convencerle yo (no creo haber conseguido) de que Gordon Brown no era un fascista, simplemente no era socialista ni de lejos, y quedé absolutamente estupefacto de la opinión que tenía de José Luis Rodríguez Zapatero, como de una especie de adalid de la izquierda española. En definitiva me quedé sin presentar mis respetos en la tumba de don Carlos. Para compensar, aunque muy mínimamente, en uno de mis paseos vespertinos me encontré con el monumento a Faraday , uno de los padres del electromagnetismo, y en honor del cual la medida de la capacidad eléctrica es el faradio, medida ésta excluida de aquella regla nmotécnica para recordar las medidas eléctricas y que decia:"Un ohmio se fue a dar un voltio , tuvo que entrar en un watio y le dieron por culombio" , regla que, además de un tanto homófoba deja fuera a medidas tan importantes como el amperio . Claro que peor era aquella de Eurípides!, no me Sofocles que te Esquilo" para recordar los dramaturgos griegos, aquella otra de el "Hiposo oso de mi chico perico" para recordar los prefijos y sufijos de la nomenclatura de los oxiaácidos y culminando con el "Se PeDe Federico" que debia servirnos para nombrar cada suborbital de un nivel electrónico de un átomo.
También me quedé, aunque no puse demasiado interés, la verdad sea dicha, sin presentar mi absoluta falta de respeto a la tal Lilibeth , que habita con su mantenido el macró de Edimburgo en Buckingham Palace. Fue ya con las maletas en Victoria Station (pronto veremos porqué), cuando teniendo que optar entre visitar el anteriormente citado palacio y la fortaleza de la Torre opté por esta segun opción.
















La visita a la Torre también tuvo su pequeña anécdota: Cuando llegué, con nuestra situación económica en estado más que precario, me encontré con la desagradable sorpresa de que la visita costaba 12 £ que yo no estaba dispuesto a pagar, de manera que me dirigí a la entrada de grupos organizados incustrándome en medio de un grupo italiano. Nada más pasar el control de entrada me separé con sigilo del grupo, puesto que el beefeater que contaba los turistas en la entrada se resistía a dejar pasar al último italiano, naturalmente yo me esfumé y no tengo idea de como acabó la discusión entre el guardián y el guía de la expedición azzurra. El haber puesto en problemas a un grupo italiano me causó una íntima satisfacción y visité muy a gusto el conjunto de la fortaleza, aunque me quedé sin ver las joyas célebres, puesto que para entrar en la cámara ad hoc había que enseñar el ticket elemento que yo no tenía y volver a jugármela con los italianos me parecía tentar innecesariamente a la suerte. Mientrás yo recuperaba mi juventud colándome como un estudiante de bachillerato, los otros miembros de la expedición me esperaban en Victoria Station, desde donde salía el tren que nos llevaría a Gatwick. Habíamos abandonado el hotel contando un rollo patatero sobre nuestra inmediata necesidad de regresar a España, con el objetivo de que nos devolvieran lo abonado por la última noche (recordemos que pagamos íntegramente el hotel nada más llegar), con ese dinero, más lo poco que nos quedaba, podríamos, ajustándonos el cinturon, subsistir en Edimburgo, hasta que Santa Nómina se nos apareciera. Estábamos en el último viernes del mes, día en que en muchas ocasiones cobrábamos, al menos uno de los dos. La solución parecía inminente. En cualquier caso a mí la situación me parecía cada vez más divertida, rejuvenecía anímicamente a cada momento, y no se si a mi socia le pasaba lo mismo o es que yo la estaba contagiando, ella lo contará si quiere, el único elemento de la expedición que parecía ser consciente de la gravedad de la situación era Álvaro, quizás porque era la primera vez que se veía en una situación como esta, mientras creo que para su madre no era así, y para mí desde luego tampoco: Todavía recuerdo, siempre lo recordaré, un viaje Paris-Madrid (al final fue Paris-Toulouse-Barcelona-Zaragoza-Madrid) que inicié con un billete de diez francos y algunas monedas, y terminé con cerca de dos mil pelas. No sé si decir O Tempora o Mores! o más bien audaces fortuna iubat. El caso es que cuando regresé de mi expedición al Bridgetower, el resto de la familia estaba deseando abandonar la Victoria Station, fundamentalmente porque la megafonía les estaba sacando de quicio, sobre todo a Ossaposa a la que le repetición incesante de un itinerario que tenía como una de sus paradas Crystal Palace, le recordó una de sus estancias en Londres en la que vivió en ese lugar y sobre todo le recordó su sufrimiento de entonces para distinguir esas dos palabras, Crystal Palace, entre la verborrea en forma de torrente que supone el recitado de cada itinerario. Despues de reponer fuerzas mínimamente, el último desayuno del hotel no lo habíamos desperdiciado, tomamos por fin el tren con destino a Gatwick. La estación de ferrocarril está en la Terminal1 del aeropuerto mientrás que nosotros teníamos que ir a la Terminal2, a la que se accede por un curioso tren monorrail sin conductor. Una vez instalados con todos nuestros cachivaches en la sala de espera, yo me hice, cronómetro en mano, el camino de vuelta hasta la estación de Gatwick, de Gatwick a Victoria Station ya sabíamos lo que tardaba el tren, y tambien sabíamos, aproximadamente lo que podíamos taardar de Victoria Station a London Paddington. Naturalmente todos estos cálculos estaban hechos pensando en el tour de force que tendríamos a nuestra vuelta de Edimburgo, incluso Ossaposa se acecó a la parada de taxis para preguntar cuanto nos costaría uno desde allí a London Paddington : Los noventa pounds (90£) no nos los quitaba nadie. A pesar de ello decidimos que iba a ser lo mejor para no arriesgar, además el tren sin paradas (Gatwick express) se nos ponía en diecisiete pounds por cabeza, es decir 51£, porque el normal en el que habíamos venido, con seis o siete paradas, nos venía muy justo, y de una estación a la otra, con prisas y todos los bártulos a cuesta, es probable que tuvieramos que tomar tambien un taxi. Pasamos la noche como pudimos, es decir mal, y cuando a las cuatro de la mañana abrieron los mostradores de British Airways para facturar allí estabamos nosotros, preparados, con nuestra tarjeta de embarque lista. Al embarcar tuvimos la primera incidencia aeroportuaria por culpa de los fluidos. Casi todo lo conflictivo, champuses, colonias y otras sustancias con las que McGyver, o los hombretones de Bricomanía, son capaces de construir un ingenio termonuclear, lo habíamos facturado en las maletas, sin embargo se nos olvidó un pequeño necessaire , que contenía un champú o algo parecido, y que iba en mi mochila, causando el espanto del británico encargado de seguridad que revisaba los equipajes de mano, que me conminó a que volviera para atrás para introducirlo en no se que clase de bolsa, como no le entendí prácticamente nada, tampoco lo intenté a fuer de sincero, fue mi socia la que se hizo cargo los elementos sospechosos, volvió a por la bolsa hermética metió allí los frascos, y tampoco pasó el control, porque tenía que ir cada frasco en una bolsa y no todos juntos. Con extraordinaria dignidad, en un más que correcto castellano, aunque con la voz un tanto alterada, mi adorada socia informó al asombrado y flemático responsable de seguridad británico, que no era ni un ápice menos analfabeto funcional que sus colegas españoles, aunque estos tenían la dignidad de ponerse triconio para taparse los idem, y que podía meterse los frascos, con o sin bolsa, por el conducto recto-anal. El vuelo salió puntual a las 6:30, y antes de que el aparato alcanzara la velocidad de despegue yo ya estaba dormido, pero me despertaron para el breakfast que no perdoné. Opté por el té en lugar del café en presunción de que este sería malísimo. A la vuelta opté por el café, y efectivamente era malísimo pero me alegré de no haber pedido té. A las ocho menos diez aterrizamos en el aeropuerto de Edimburgo.

viernes, 22 de agosto de 2008

Cap 5. Londres cabeza de la Commonwealth

Uno está viajado, no es un paletillo del tres al cuarto que apenas ha salido de su pueblo, el haber nacido, vivido y bebido (mucho) en la ciudad de Madrid ya le concede a uno un cierto grado de cosmopolitismo, pero el que desde una temprana edad uno haya conocido, y en alguna medida vivido, ciudades como Paris le otorga un plus de universalidad. No pensaba, en ese aspecto, llevarme grandes sorpresas, y de hecho no me las he llevado, pero si ha habido una serie de cosas que, poco o mucho, me han impactado y que confieren a Londres una cierta singularidad, aunque hay que tener en cuenta que son las impresiones de un turista que apenas está una semana en una ciudad de cerca de ocho millones de habitantes (casi quince si contamos el área metropolitana), que se extiende por más de mil ochocientos kilómetros cuadrados. No es exactamente la diversidad étnica y cultural la que puede impresionar, de cada 1000 londinenses sólo unos 600 son británicos blancos, por cierto que España, después de Chipre, es el país de la UE que más extranjeros aporta a Londres, por delante de Australia, Estados Unidos, Francia, Italia o Alemania, Paris es una ciudad igualmente diversa, y Madrid o Barcelona comienzan a serlo, es la fuerte integración que aparentemente se da entre etnias diversas, siendo relativamente normal ver unidades familiares compuestas por un negro de evidente origen antillano ,una oriental de evidente origen chino y unos niños con características fenotípicas acordes con sus antecedentes genéticos. Tengo que insistir en que se ha tratado de una visita corta en la que no he salido de la City of Westminster y de la City of London, y soy consciente de la existencia de barrios o distritos convertidos en auténticos guetos en los que esta apreciación puede quedar absolutamente desmentida, pero yo me estoy limitando a contar lo que he visto y cuales han sido mis sensaciones, no pretendo hacer ningun análisis sociológico, para el cual probablemente no estoy capacitado.


Sin embargo este auténtico melting pot , no convierte a Londres en una ciudad abierta al exterior, entendiendo como exterior todo aquello que no reúna características británicas, o al menos contenga una de ellas, fundamentalmente el idioma. Todo lo que no esté expresado en inglés, directamente no existe. No sé si he comentado anteriormente, pero no me importa volver a hacerlo, la extrañeza que me causó la absoluta inexistencia en los tejados de antenas parabólicas, y no sólo en la City donde reside un exiguo número de personas, el hotel lo teníamos en barrio residencial, es decir donde se reside, y en los tejados, fácilmente visibles, se podría observar con toda claridad que sólo había las antenas de televisión convencionales. Por supuesto en el hotel en que nos alojabamos, y no era un hotel de pobres, ni mucho menos, sólo se podían ver BBC (uno y dos) e ITV (uno y dos), y para el que quisiera ver deportes la opción de cable de Sky. Pero que la prensa escrita gratuita, Metro y similares, sólo hable de hechos y sucesos acaecidos en las Islas Británicas tiene su lógica, pero que coja uno The Guardian o The Times y consideren una noticia internacional más importante lo sucedido en Pakistán o Nigeria, que lo que haya podido suceder en Paris o Berlín, capitales de estados miembros de la UE, como teóricamente lo es el Reino Unido, es significativo, es lo que, siempre a mi juicio, siempre subjetivo, justifica el título de la entrada. La teórica multidiversidad de Londres está absolutamente castrada por el paletismo que supone que únicamente sea interesante aquello que tiene pátina de británico, aunque sea por los pelos. Conducir por la izquierda cuando todo el mundo civilizado lo hace por la derecha no es exótico es estúpido, además de económicamente poco rentable, recordemos que en 1969 Suecia y por motivos esencialmente económicos cambió el sentido del tráfico. Utilizar de forma consuetudinaria medidas extrañas al sistema métrico decimal, como la milla, la yarda, el pie o la pulgada, el acre o el galón, solo genera problemas, a veces graves, en la industria y el comercio en este mundo cada vez más globalizado que sufrimos o padecemos. La negativa a sumarse a la iniciativa de la moneda común europea esta directamente relacionada con este palurdismo, y errados andan los que afanosamente buscan explicaciones o justificaciones de índole económico.
Salvando este provincianismo británico, más bien inglés, que llega a crispar: ¡Hay que joderse, si hasta los enchufes son distintos! hay que reconocer que Londres es una ciudad de la que uno facilmente puede enamorarse, aunque jamás me plantearía vivir en ella como no lo haría en Madrid, Barcelona o Paris, y no sólo por su enorme oferta cultural:





































El British Museum justifica por si mismo una visita a Londres lo suficientemente extensa como para dedicarle cinco o seis días, yo tuve que conformarme con seis horas y no me supo a nada.






Lo mismo podría decirse de la National Gallery




















Incluso la National Gallery of Portrait tiene elementos muy interesantes e ilustrativos de la historia de Inglaterra, historia que, la poca que llegó, siempre lo hizo trufada de un aire sectario que nos hizo creer que la ruptura de los Tudor con los restos del Sacro Imperio que pretendia refundar nuestro Carlos I de Austria, se debían únicamente a la necesidad de satisfacer el apetito concupiscente del rey inglés, cuando las razones políticas eran bastante más profundas.

Incluso visitas más modestas como la que se puede hacer a St. Martin in the fields , donde no pude cumplir la orden de la condesa y a pesar de que lo intenté



no conseguí darle un beso en los morros a sir Neville Merriner.

Continuará

martes, 19 de agosto de 2008

Cap. 4 El Bolche se hace anglicano


A veces las circunstancias le empujan a uno a hacer cosas raras y ahí nace el que, para algunos, puede parecer extaño encabezamiento de esta entrada. Nos habíamos quedado en Londres en el capítulo anterior y allí vamos a estar en este. El primer día todavía estabamos solos mi socia y un servidor, hasta el día siguiente no vendría desde Eastbourne el tercer miembro de la familia, de manera que, dada su cercanía al hotel y debidamente descansados y desayunados, nos fuimos a visitar a Hyde Park





(Nota:la fecha de las fotos está mal. Álvaro me ayudó a cambiarla, para mí fue imposible)



En el parque citado está también el palacio de Kensington , donde nació la antecesora del noventa por ciento de las familias reales actuales, tanto de las que ejercen la titularidad en la Jefatura del Estado como de las que han sido desplazadas al lugar que les corresponde, la puta calle (aunque sigan viviendo del cuento) , la reina Victoria. En ese pequeño apartamento tuvo su última residencia Diana de Gales, a la que los británicos reverencian de forma incomprensible, hasta el punto de que se escuchan voces que pretenden canonizarla, no sabemos en que rito, a pesar de que es vox populi que una vez que fue consciente de que su marido, eterno aspirante al trono, al que me temó que accederá, dada la longevidad de los miembros de la casa de Sajonia-Coburgo-Gotha (Windsor desde 1917 para olvidar el origen germánico), cuando las orejas le lleguen a los bolsillos del pantalón, le ponía unos cuernos más que respetables, decidió convertirse en un pendón desorejado, algo a lo que nunca podrá aspirar el buen Charles, tirándose a todo lo que llevara pantalones, excepto en Escocia donde siempre se mostró más abierta. Es lo que tiene ser monárquico , hay que serlo sin matices, bastan un par de fotos con Teresa de Calcuta para decidir que la elementa en cuestión es canonizable.




Por cierto, ¿De que hablarían dos mujeres tan diferentes, por extracción y por compromiso social? No creo que la rubicunda yegua inglesa le comentara a la minúscula monjita sus amoríos con el machotón Dodi Al Fayed. ¿O sí ? Jamás lo sabremos, el caso es que en el mismísimo Hyde Park la llamada princesa de corazones, la horterada es de matrícula de honor, tiene, o le están haciendo, un monumento conmemorativo, monumento que, evidentemente, ignoramos olímpicamente.







No dejó de extrañarme, y de gustarme todo hay que decirlo, la actitud de los perros en el parque, prácticamente van todos sueltos sin que haya ningún roce entre ellos, obedecen perfectamente a su amo e incluso, y esto me dejó perplejo, dejan tranquilas a las innumerables ánades y ánsares que pueblan la laguna del parque. No pude evitar acordarme de mi querido perrillo, Lenin, pero al imaginármelo en el parque me estremecí de un escalofrío, sobre todo al imaginarme a los patos huyendo despavoridos (¿O despatoridos?).

Una vez fuera del parque fui consciente de la enorme diferencia operada en mi socia: hace dos años en Paris, apenas podía moverse, hoy habíamos recorrido Hyde Park, que no es el Retiro pero tampoco es pequeño, y todavía tenía fuerzas como para adentrarnos en la ciudad, donde, después de una breve consulta sobre horarios en Victoria Station, fuimos a visitar las dos Westminster, la católica, Westminster Cathedral , y la anglicana Westminster Abbey que poco tienen que ver la una con la otra.



La católica, de estilo neobizantino, tiene un característico color rojo que la hace singular con respecto al resto de edificios de la ciudad tanto civiles como religiosos, el interior está inacabado, y la entrada es gratuita algo que va a tener mucha importancia en mi futuro religioso.
Por su parte la Abadía o Iglesia Colegiata aunque construida sobre una iglesia románica responde al gótico de finales del XV en Inglaterra, es el lugar donde donde son tradicionalmente enterrados los reyes de Inglaterra y también grandes personalidades como Isaac Newton. También fue enterrado en su día Oliver Cromwell, si bien Carlos II, demostrando que no sabía encajar broma alguna lo desenterró en 1661. Entrar a visitar la abadía cuesta la nada despreciable cifra de 12 £ por lo cual en primera instancia, dada nuestra pésima situación económica y teniendo en cuenta lo mucho que me molesta sufragar religión alguna hizo que no entraramos. Sin embargo la Divina Providencia, y de ahí mi inmediata conversión, actuó en consecuencia y una tarde que pasaba por allí, camino del Parlamento, en solitario porque por las tardes mi socia se quedaba a descansar en el hotel, vi que la abadía estaba abierta con un clérigo en la puerta que daba paso a unos si y otros no en función de una especie de contraseña. Me acerqué de forma disimulada percatándome de que los que pronunciaban algo parecido a meservis obtenían inmediato paso franco, ni corto ni perezoso pronuncié la mágica contraseña y de inmediato, como si fuera el mismísimo sésamo de las mil y una noches, entré sin problemas. Bueno, lo de sin problemas es una forma de hablar porque nada más entrar me recogió otro clérigo (priest) que entregándome dos folletos llenos de salmos y cánticos me aposentó en un lugar anexo a los bancos centrales que paulatinamente fuero poblándose de priest, priestess, bishops y bishopess fácilmente distinguibles unos de otros por el color sus talares vestimentas. Concluí, y creo no haberme equivocado, que la contraseña de entrada era en realidad mass service, un rito que se celebraba en honor del apostle James (era el 25 de julio, ¡que casualidad!) y que incluía, además de multitud de cánticos en los que disimulé como pude, una holy communion y una community confession. A lo largo de más de una hora que duró el ritual intenté por todos los medios evadirme para poder visitar la abadía a mis anchas pero el marcaje visual al que me sometía el clérigo que me había acomodado lo hacía imposible de todo punto de vista. Por fin, y antes de que el bishop que había tenido el peso principal en el acto se despediera de los asistentes, uno por uno, acompañado de su wife, lo cual choca lo suyo a alguien educado en la costumbre de que los curas no tienen hijos ni esposas ni padres ni nada, pude dedicar unos instantes a la tumba de mi admirado Isaac Newton , e incluso intenté sacarle una foto con el teléfono en la que como podeis comprobar apenas se ve nada


A la izquierda, segun miramos, de la especie de retablo que se medio intuye al fondo reposan los restos de uno de los más grandes pensadores que ha dado la humanidad, y que como es lógico escribía en latín y no en inglés.

Salí del templo pleno de furia antipapista y dispuesto a defender ante quien haga falta que su magisterio, el del obispo del Roma, no pasa más allá, si es que tiene algun valor, de los límites de su diocesis. Es más, me opongo, con mi fe de converso, al acercamiento que algunos sectores de la Church of England, están propiciando al Vaticano, disconformes con la ordenación sacerdotal de homosexuales.
Los anglicanos somos así, es nuestro ancestral pensamiento. A la vuelta a Alpedrete se me ha enfriado un tanto el fervor religioso, sobre todo al enterarme de que anglicano sólo se puede ser en Inglaterra, ni siquiera en Escocia donde tienen su propia Church of Scotland, fuera de Inglaterra lo más parecido que puede hacerse uno es episcopaliano, y que quieren que les diga no es lo mismo. De manera que he tomado una decisión un tanto heterodoxa, sólo voy a ser anglicano cuando esté en Inglaterra, el resto del tiempo continuaré con mi ateismo militante

lunes, 18 de agosto de 2008

Londres. Cap 3

El viaje hasta Londres ( London en lenguaje nativo) no tuvo especiales incidencias si exceptuamos que para mi cayó el mito de la puntualidad británica, en lo que a los ferrocarriles se refiere, y el poco asequible precio, por no utilizar un calificativo más contundente, de sus caminos de hierro. Ambas cosas complicaban notablemente nuestro viaje, aunque ni mi socia ni yo hicimos el más mínimo comentario. En efecto la medio hora larga de retraso con la que llegamos a London Paddington podía ser vital para nuestro viaje de vuelta desde Edimburgo, y aún no sabíamos que desde Gatwick ( al que todavía considerabamos en Londres ) a Paddington el trayecto no era precisamente sencillo. Por otra parte, el billete costaba la nada despreciable cantidad de 64 pounds (£) por cabeza, si bien por una ( 1 £) más nos asegurabamos el viaje de vuelta, en cualquier caso nos dejamos allí 130 £ ( 160 € ), que junto al dinero que hubimos de cambiar en La Rochelle dejaba nuestra economía en lo que Rodríguez Zapatero hubiera definido como una situación preocupante. Sin embargo estabamos decididos a pasarlo bien y a disfrutar nuestro ocio después de la difícil temporada que habíamos sufrido, y pequeñas incidencias sin importancia no iban influir, y en ningún momento influyeron, en nuestro ánimo que paulatinamente me iba recordando al que teníamos cuando hace treinta años ( o más) y con cuatro duros en el bolsillo nos organizabamos unas estupendas vacaciones. Con ese ánimo disfrute del paisaje durante el viaje, para mi hay que recordar que se trataba de mi primer viaje al Reino Unido, si bien no me sorprendió en absoluto, esperaba un paisaje verde y un paisaje verde encontré.

Llegados a la estación nos encontramos con la agradable sorpresa de que el hotel estaba razonablemente cerca, con lo que aproximadamente un cuarto de hora después traspasabamos la puerta de nuestro alojamiento londinense.





El hotel estaba, y está si no lo han derruido, en un tranquilo barrio anexo a Hyde Park, llamado Lancaster Gate ( en alusión a la puerta más cercana de entrada al parque ) con una estación de metro ( aquí, o mejor allí porque escribo desde aquí, llamado underground o más popularmente the tube ) del mismo nombre.




Después de descansar un rato, en el tren nos habíamos comido unos potentes bocatas procedentes de Bretaña, salimos a dar un paseo por el barrio. Pasear sin arrastrar equipaje es un gran placer, y tuve mis primeras impresiones, que en mi caso, y a diferencia de Les Luthiers no fueron digitales, entre las que cabe destacar el interés que por mi despertaron las fruterias, unos curiosos establecimientos en los que uno puede comprar prácticamente de todo: pilas, recambios para afeitar, sandwiches , prensa, frutos secos llegándose al paroxismo de la variedad en algunas de ellas, en las que llegan a tener hasta fruta, eso sí a precio británico. Aunque ninguno de los dos había expresado de forma verbal su preocupación por el viaje de vuelta, curiosamente nuestros pasos se dirigieron de nuevo a la estación de Paddington, donde comprobamos que desde allí a Gatwick no existía combinación ninguna, era Victoria Station desde donde salían los trenes en esa dirección, sin embargo nos tranquilizó el hecho de que teníamos un tren hacía Plymouth que saliendo a las 10:06 tenía su llegada anunciada a la ciudad costera a las 13:10, por más retraso que llevara teníamos tiempo de sobra de tomar el barco de vuelta, y si el avión que había de traernos desde Edimburgo tenía prevista su llegada a las 8:05 no debíamos tener problemas en llegar a Paddington antes de las 10:06. Con la preocupación adormecida salimos de la estación y continuamos el paseo hasta que decidimos parar en un Pub , que evidentemente no tenía nada que ver con los establecimientos que aquí denominamos de igual manera, y tomar una frugal colación tras la cual encaminamos nuestros pasos hacia el hotel al descubrir que estabamos ciertamente cansados. Londres y sus impresiones las dejaremos para el siguiente capitulo.

jueves, 14 de agosto de 2008

Cap.2 El Tunel del tiempo

Abandonar El Continente para adentrarse en el Reino Unido de Gran Bretaña e Irlanda del Norte es como viajar en el tiempo, unos cincuenta años, como poco, hacia atrás cuando la idea de una Europa políticamente unida era casi algo de visionarios, y sólo se vislumbraba una cierta unidad económica entre Francia, Alemania, Italia y el Benelux. Para los británicos de entonces, muy crecidos por su victoria en la reciente guerra, cuando una tormenta sobre el canal de la Mancha interrumpía las comunicaciones era El Continente el que quedaba aislado. Hoy las cosas no han cambiado de forma sustancial, acrecentada la situación por la imperialista imposición, por parte de sus primos del otro lado del océano, de su idioma, al que todo el mundo, sin que nadie se escandalice, llama inglés y no británico o reinounidense, como lengua franca, con la anuente postura papanatista de los no angloparlantes, muy particularmente de los dirigentes de la República Francesa. Que un idioma con un léxico más pobre que el maorí, y apurando un poco que el de los chiflidos de la Gomera, que una jerga, llamarlo idioma es exagerar, basada en el uso de cuatro verbos, generalmente en infinitivo acompañado de ésta o aquella partícula modificativa, y seis, acaso siete, preposiciones, adjetivos o adverbios que modifican los escasos sustantivos, y más escasos aún verbos, que conforman su paupérrimo vocabulario, se esté convirtiendo, degraciadamente lo es ya, en el mecanismo oral y escrito de transmisión de ideas y conceptos de de uso común, dice muy poco de las ideas y conceptos a transmitir. No me imagino que hubiera sido de la humanidad si el Imperio Romano, en lugar de imponer el latín (del que descienden los únicos idiomas que justifican la calificación del homo sapiens sapiens como ser racional) se hubieran plegado a cualquiera de las múltiples bárbaras vocinglerías propias de los no menos bárbaros habitantes de fuera de los confines del mundo civilizado.

Pero habíamos quedado en el capítulo anterior en tener que resolver el problema que se nos presentaba por el hecho de no haber previsto que la comunicación entre Bretaña y Normandía, dos regiones al fin y al cabo limítrofes, fuese tan absolutamente complicada, aunque mi extrañeza no estaría en absoluto justificada si hubiera tenido en cuenta que hace unos cuantos años, no sé si las cosas habrán cambiado, pretendí hacer un viaje en tren (y tenía que ser en tren y de la RENFE que me resultaba gratuito) desde Viveiro (Lugo) hasta Santander, es decir atravesar Asturias y poco más, y la alternativa era de locos, puesto que tenía que bajar hasta Venta de Baños (Palencia) para conseguir subir hacia Cantabria. Estando ya en Roscoff, ciudad que insisto que no corresponde a ningún lugar de la, por mi, añorada URSS, hicimos las gestiones necesarias para cambiar el billete de vuelta, de manera que retornaramos igualmente que nos ibamos. cambiamos el billete, pero a costa de introducir una incertidumbre, puesto que el día que debíamos estar en Plymouth a las 14:30 para embarcar lo teníamos que comenzar cogiendo un avión en Edimburgo a las 6:25 con destino a Gatwick (que aunque lo parezca no es Londres). Nos despedimos allí de nuestras niñas, a las que no veríamos a la vuelta, puesto que se iban a ir de vacaciones a Mundaka (Vizcaya, España). Y es que a los bretones les encanta ir al País Vasco español, donde les tratan muy bien gracias a una extraña solidaridad que no reproduce la tozuda realidad: Incluso la minoría bretona que utiliza el bretón como lengua común (alrededor de unos 300.000), idioma del mismo tronco del gaélico, y prácticamente idéntico del propio del país de Gales, no está en absoluto interesada con la independencia, se sienten tan franceses como cualquier otro francés si bien se sienten maltratados por Paris ( y algo de razón tienen).




Estas dos imagenes de Roscoff dejan manifistamente claro que esta ciudad pertenece a Bretaña al no detectarse ningún anuncio de Gazprom , entidad que detenta el poder real en la actual Federación Rusa, y que acaba de dejar al mundo mundial un nítido aviso de quien es el que manda en los recursos energéticos del Asia central.

Después de una relajada travesía nocturna, que pasamos durmiendo como angelitos, desembarcamos por fin, a eso de las 7:00 (hora de ellos ) , en la pérfida Albión.

Oh the night fell black and the rifles' crack Made perfidious Abion reel.

El viaje para la próxima entrega.

martes, 12 de agosto de 2008

Dos (luego tres) en carretera. Cap1

También podía haberse titulado: "En La Rochelle primera sorpresa". Y sorpresa gorda, porque fue después de un precioso atasco ( bouchon en el idioma nativo) entre la frontera y Burdeos , provocado por los profesionales del camión de variopintas nacionalidades, descubrimos que parte importante del presupuesto del viaje, el destinado a vivir en Francia y al combustible, es decir el que no estaba cambiado a libras esterlinas (£, pounds), permanecía en Alpedrete, eso sí cuidadosamente escondido. Como además se daba la circustancia que de forma voluntaria, y con el fin de no quebrar en absoluto nuestro presupuesto, habíamos decidido prescindir de nuestras tarjetas de crédito (conocemos de sobra nuestra tendencia a fundirlas sin ningún remordimiento), nuestra situación no era precisamente boyante.
Trás una reunión de urgencia, y en medio de la euforia por haber terminado con el atasco viario, decidimos continuar como si tal cosa, dado que a final de mes cobraríamos nuestras suculentas nóminas de funcionarios y tras pagar la hipoteca, letra del coche, libros de Álvaro, luz, gas, agua, seguros varios, teléfono fijo, ADSL, móviles, Digital+ y recibos imprevistos (que regularmente aparecen todos los meses) algo de líquido quedaría en la cuenta corriente (corre que se las pela) y nuestros problemas económicos desparecerían. El único problema, por inmediato, era como abonar la noche de hotel en La Rochelle, una vez nos hubieron comunicado que no podíamos pagar en pounds ( £). Supusimos, de forma equivocada, que en cualquier entidad bancaria nos transformarían la estravagancia monetaria británica en divisa de uso común, sin embargo el trámite se complicó un poco y tuvo que ser en Correos (PTT ) dónde se hizo el trámite, y dónde , de paso, nos cobraron 5 € de comisión.
Sin más incidencias, que para ser el primer día no son pocas, continuamos camino de Quimper , o más exactamente de Gouèzec , localidad a cuarenta kilómetros, donde vive la familia Cam: Sandrine , Christophe y Leïla, si bien a Christophe no llegamos a verle dado que por motivos profesionales no pudo venirse con nosotroa hasta St. Jean du Doigt, donde disfrutamos unos días de la paz y la tranquilidad bretona con nuestra niñas

Me sigue pareciendo imposible que nuestra niña se haya convertido entoda una responsable mamá. No puedo evitar recordar el día en que llegó a Alpedrete con el objetivo de perfeccionar su incipiente español a cambio de cuidar a nuestro incipiente vástago, que por aquel entonces comenzaba también a utilizar el lenguaje verbal. Olga ( Ossaposa) suele recordarme con alguna frecuencia mi actitud el primer día que fue a la piscina: Fui inmediatamente detrás de ella, reuní a los mozalbetes que acumulaban varios kilos de testosterona sin liberar y les comenté, en actitud serena pero firme y seria, las enormes posibilidades que tenían de perder, tras el contacto con alguno de mis dos pies, los atributos que certificaban su adscripción al género masculino, simplemente si apreciaba, de forma absolutamente subjetiva, alguna actitud que no acabara de convencerme. Y como mientras pronunciaba la conferencia aclarativa, percibí entre los adultos presentes, honrados padre de familia casi todos, alguna mirada trufada por el apetito de la concupiscencia, no tuve más remedio que extender mi advertencia al segmento adulto de mis vecinos. Mi socia suele, medio en broma medio en serio, decirle a nuestro vástago que tiene mucha suerte de no haber nacido mujer. Sinceramente creo que no es para tanto, pero el hecho cierto es que ver a la niña convertida en madre me causa cierta perplejidad, y la cria es un encanto:



Fueron unos dias muy agradables en los que disfrutamos de nuestras niñas todo lo que pudimos, un placer que no nos podemos permitir con mucha frecuencia, ya que no sólo viven lejos de Alpedrete (como unos 1500 Km), sino que además el acceso mediante otro medio de transporte que no sea el propio coche es complicado: No existe un vuelo directo desde Madrid a ningun lugar de Bretaña, necesariamente hay que pasar por Paris para acceder a Rennes, desde allí un tren a Morlaix, para ir a St. Jean o Plougasnou, o un autobús a Quimper. Como veremos a lo largo del serial no es algo excesivamente complicado para nosotros, pero no como para hacerlo con excesiva frecuencia.

Estando en Bretaña nos dimos cuenta de la siguiente complicación de nuestro periplo (creíamos que era la última, una ilusión), el viaje de vuelta en barco no nos dejaba en Roscoff (de donde salíamos) sino en Chesburgo (Normandía) y llegar desde allí a Bretaña para recuperar nuestra coche era complicado, pero la resolución del problema (que la hubo) la dejamos para el capítulo Dos

AL MARGEN DEL RELATO:

Por prensa y radio habreis tenido conocimiento de que el Pp de Alpedrete ha aprovechado el verano para desalojar a la oposición del minúsculo espacio que tenía para desarrollar su trabajo, podreis seguir el desarrollo del conflicto en el blog del Grupo Municipal de Izquierda Unida-Los Verdes

Estamos (inexplicablemente) de vuelta.

Después de un periplo en el que ha sucedido más de un incidente (con intervención diplomática incluida) Bolche, Ossaposa & son, es decir la familia humana al completo, la racional se había quedado en la sierra, se encuentra de nuevo en Alpedrete. Prometo que, a medias con mi compañera de fatigas, haré un pormenorizado, dentro de lo que cabe, relato de lo que han sido estas semanas de aventura en las que hemos viajado en automóvil, barco, tren y avión (hubo un día concreto en el que utilizamos los cuatro medios de transporte). Como anticipo (mañana espero poder publicar el capítulo primero) gritar a pleno pulmón que han sido las mejores vacaciones que he disfrutado en muchos años, ha habido momentos en que me he sentido con treinta años menos y capaz de dar la vuelta al mundo en patinete (nunca en bicicleta en la que mi destreza es muy limitada y además acarrea el esfuerzo de dar pedales). De momento y como aperitivo de lo que iremos contando, unas fotillos:












Por si no se ve bien lo que dice la placa conmemorativa lo transcribo:


THE HONOUR THE MEMORY OF


THOSE WHO WENT FROM


THE LOTHIANS AND FIFE TO SERVE


IN THE WAR IN SPAIN


1936-1939


NOT TO A FANFARE OF TRUMPETS,


OR EVEN THE SKIRL O' THE PIPES,


NOT FOR THE OFF'R OF A SHILLING,


OR TO SEE THEIR NAMES UP IN LIGHTS.


THEIR CALL WAS A CRY OF ANGUISH


FROM THE HEARTS OF THE PEOPLE OF SPAIN.


SOME PAID WITH THEIR LIVES IT IS TRUE.


THEIR SACRIFICE WAS NOT IN VAIN.


ERECTED BY


FRIENDS OF THE INTERNATIONAL BRIGADE ASSOCIATION