lunes, 15 de octubre de 2012

Si fuera catalán

Tengo que empezar diciendo que no me importaría, en absoluto, ser catalán, o vasco, o extremeño, o francés, o de cualquier sitio. Mi afección por las patrias es nula, y en general tengo afecto por sus componentes, sobre todo si comparten mi adscripción social. Soy un trabajador, hijo de obreros y nieto de campesinos, Me siento más unido, y comparto más intereses, a un trabajador catalán o gallego que a un capitalista madrileño por más que pueda ejecutar un schotis a la perfección o se sepa de memoria romanzas completas de la Verbena de la Paloma, La Revoltosa o El Santo de la Isidra. Por otra parte ser catalán me añadiría un morbo especial, convencido como estoy de que mi madridismo, en estos momentos extremadamente mourinhista, es absolutamente independiente del lugar de mi nacimiento, y aunque fuera, que no lo soy que yo sepa, descendiente directo de Guifré el pilós, defendería, igualmente, que Cristiano Ronaldo es, neta y objetivamente, superior a Leo Messi. Pero una vez asumido que el fútbol es la cosa más importante de las que no tienen importancia ninguna, continuo con mi razonamiento.
Al igual que millones de catalanes, cientos de miles lo expresaron públicamente el 11 de septiembre, yo no me siento a gusto encuadrado en esto que algunos llamamos España, y otros prefieren Estado Español. Detesto su bandera, que fue impuesta por la fuerza despues haber sido repudiada democráticamente, independientemente del escudo que la adorne.
Detesto su himno por las mismas razones que su bandera, añadiendo que hiere mi sensibilidad musical por más versiones sinfónicas que intenten hacerlo asumible.
Detesto la familia que detenta, y utilizo bien el verbo detentar, la jefatura del estado. Ya es el colmo que, adentrándonos en el siglo XXI, los ciudadanos no podamos elegir al jefe del estado y esa responsabilidad sea hereditaria. Pero es que además la familia en cuestión es cualquier cosa menos ejemplar. Dejando de lado su vida privada, que a mi personalmente me importa un bledo, la trayectoria de esta familia ha sido funesta para nosotros. Y no sólo porque ahora descubramos que el jefe, según desvela acreditada prensa extranjera, ha acumulado un patrimonio inexplicable a tenor de sus ingresos procedentes del erario público, o que alguno de sus yernos haya actuado de manera poco ejemplar. Sus antepasados han dejado, igualmente, mucho que desear.
Al igual que esos millones de catalanes yo suspiro por ser independiente de esa España que me encorseta. Y he sido muy consciente de esa desafección en el marco, que se prolonga ya desde hace años, de la celebración de los triunfos de la selección española de fútbol que he vivido como ajenos a mí.
Pero mi independentismo tiene un componente importante al que hacía referencia al comienzo de mi perorata, la componente de clase, el mío es un independentismo obrero, de clase trabajadora. Si yo fuera catalán, e insisto en que no me importaría serlo, querría ser independiente de una España, que pretende españolizarme, desafortunado término que no ha gustado, ni siquiera, al señor Borbón, pero igualmente independiente de lo que representa el señor Mas y lo que representa, que no es otra cosa que el capitalismo catalán. Y, a mi juicio, no existe capitalismo bueno. Y, volviendo al inicio, si yo fuera catalán estoy seguro de que mi independentismo sería esencialmente anticapitalista.
Desde la izquierda, la de verdad, no la que olvida ahora quien, al dictado de los mercados,  comenzó este sin sentido de política de ajustes, desde la izquierda, repito, llevamos mucho tiempo propiniendo una solución federal  en un un marco republicano y, muy importante, anticapitalista. Y creo, si yo fuera un trabajador catalán, que me sentiría a gusto en ese proceso de construcción de una España, en pie de igualdad con  los trabajadores de las  diversas naciones que, una vez resuelto su legítimo derecho a la autodeterminación. entrarían a formar parte de ella.
Hoy la República Federal, lejos de ser una utopía. es una necesidad.

miércoles, 10 de octubre de 2012

¿Puede cualquiera ser ministro?

No.
Pero no nos equivoquemos, ni mucho menos comparto ese criterio, a mi juicio rancio y excluyente, de que para ser  ministro hay que tener una gran formación técnica o científica. Esa vara de medir la utiliza la derecha reaccionaria para vetar a los procedentes de la clase obrera, es la vara de medir por la descalificaron, en su día, al ministro socialista Corcuera. Era electricista. Y no, había motivos más que sobrados para criticar, y muy duramente, sobre todo desde la izquierda, la gestión de aquel ministro, pero ninguna tenia nada que ver con su extracción obrera. La misión, fundamental, de un ministro es, en el ámbito que le corresponda, llevar a cabo la política que propone el partido que sostiene al gobierno. Y para llevar a cabo esa política propuesta a los ciudadanos, y avalada por estos con sus votos, deberá, el ministro en cuestión, formar un equipo capaz de alcanzar esos objetivos, siempre bajo su dirección política. Es la razón por la que el ministro de Defensa no tiene por que ser un militar, el de Agricultura un agricultor o el de Fomento un ingeniero de caminos, y tuvimos el ejemplo de un ingeniero de caminos pésimo ministro de Fomento. Es la razón por la que Cayo Lara podría ser, y de hecho será, un excelente primer ministro o presidente de la República.
¿Que hace falta entonces para ser ministro? No mucho. Fundamentalmente no ser un memo. Y eso lo está incumpliendo el ministro Wert de forma flagrante.
Cuando el ministro Wert se carga la asignatura de Educación para la Ciudadanía, está cumpliendo, y bien, con su tarea de ministro al aplicar la política reaccionaria del PP en el ámbito de la educación.
Cuando el ministro Wert propone cambios legislativos que permitan subvencionar la educación segregada, está cumpliendo, y bien, con su tarea de ministro al aplicar la política reaccionaria del PP en el ámbito de la educación.
Cuando el ministro Wert anuncia objetivos que permitan discriminar socialmente a los alumnos más prematuramente, está cumpliendo, y bien, con su tarea de ministro al aplicar la política reaccionaria del PP en el ámbito de la educación.
Y podríamos encontrar más aspectos en los que el ministro Wert está cumpliendo, y bien, con su tarea de ministro al aplicar la política reaccionaria del PP en el ámbito de la educación.

Sin embargo, cuando el ministro Wert manifiesta que su objetivo, o uno de sus objetivos, es españolizar a los alumnos catalanes, esta diciendo una memez que si no estuvieramos en horario infantil no dudaría en calificar de soberana gilipollez. Y ahí no aplica políticas, se limita a mostrarse como lo que, desgraciadamente para él, puede que sea.
Ya apuntaba maneras el ministro Wert cuando oficiaba de contertulio en la cadena SER. En este mundillo de las tertulias, televisivas o radiofónicas, es cada vez más imprescindible la figura del pagafantas del bando contario. Es alguien que viene a representar un sentir discordante con el mayoritario de la tertulia. Sirve esta figura, primero, para que la tertulia no parezca excesivamente monocolor, y también para que el resto de contertulios tengan uno contra el que disparar sus argumentos. En la tertulias de los medios de extrema derecha, el TDT Party suelen ejercer de pagafantas el diputado Antonio José Carmona y el periodista Carmelo Encinas. El primer objetivo de provocar pluralidad en la tertulia lo consiguen fácilmente, ya que basta con su mera presencia, el segundo, servir de inerte pim pam pum, no tanto pues en no  pocas ocasiones están muy por encima de los contertulios de la casa, algo no demasiado difícil cuando se tiene enfrente a alguien de la talla intelectual de Hermann Tersch, Carlos Dávila o Eduardo García Serrano. El hoy ministro Wert era el pagafantas ideal en las tertulias de la SER. Y era ideal porque cumplia a la perfección los dos objetivos. Su presencia garantizaba una aparente pluralidad y además, era tal su acumulación de memeces e inconsistencias, que las posiciones de los demás se reforzaban notablemente.
Una pena. Este señor no sirve ni para ministro del PP, que ya es servir para poco.




lunes, 1 de octubre de 2012

¿Quien ganará la liga?

El Espía Otomano opina:
No dejan de dejarle estupefacto a este espía algunas peculiaridades de este pueblo al que, a fuerza de observar, tanto ha acabado por querer. No hace falta ser un avezado espía ni un experto analista para darse cuenta de que España, tal y como la conocemos, camina irreversiblemente hacia su final. Al dueño de la bitácora, y así lo ha expresado en su última entrada haciendo referencia al, a su juicio, mal llamado proceso constituyente, le preocupa cuales son las clases que protagonizan la dialéctica. En un lado, claramente, está la oligarquía que defiende una profundización del capitalismo despojando al sistema de cualquier grado de bienestar y en el otro, lo preocupante, la fuerza hegemónica, aunque participen muchos trabajadores, no es la clase trabajadora organizada como tal. Y en esas condiciones, piensa Bolche , el posible cambio en la correlación de fuerzas que pudiera dar lugar a ese proceso constituyente no es especialmente ilusionante. En cualquier caso, lo que parece haberse puesto en almoneda es la propia estructura del Estado, se ha puesto en cuestión la otrora sacrosanta unidad de la patria. Centenares de miles de ciudadanos catalanes, según unos, un millón y pico según otros, salieron el 11 de septiembre a la calle para, educada pero firmemente, manifestar su deseo de abandonar la finisecular nave patria. Y lo que le deja patidifuso a este espía son los argumentos de la parte contraria de los patriotas españoles. Esta vez no han recurrido, o lo han hecho con poca convicción, a una lectura un tanto sesgada de la historia que viene a decir, a grandes rasgos, que con la boda de doña Petronila, reina de Aragón,  con Ramón Berenguer IV, conde de Barcelona, Cataluña se integra en Aragón, y con la boda de Fernando V, rey de Aragón, con Isabel I, reina de  Castilla, nace la España moderna. Como el argumento, además de incorrecto, cada vez interesa menos, han recurrido a argumentos de amenaza o miedo:
La futura Cataluña independiente perdera todo el comercio con España
La futura Cataluña indepediente quedaría fuera de la UE
Y...
(Y aquí entra la perplejidad de este espía) con una Cataluña independiente el Barça no jugaría la Liga Española. Yesto si que es grave. Y habrá quien piense, y estoy seguro, aunque nunca lo dirá, que el dueño de esta bitácora es uno de ellos, que habrá presiones para que el Barça gane la Liga, al menos, hasta que se produzca la consulta autodeterminante. En condiciones normales a este espía tal manera de pensar le hubiera parecida propia de demencia neurótica.
Tras acabar el Sevilla-Barça del sábado pasado, este espía tiene sus dudas.