lunes, 9 de junio de 2014

Las primarias (abiertas)

Tras los resultados de las europeas, y el indudable éxito de PODEMOS, que, al menos aparentemente, ha utilizado este sistema para confeccionar su lista, desde sectores que pretenden, y puede que en parte consigan, analizar el resultado, para mi no del todo satisfactorio, de Izquierda Unida, han vuelto a poner en primer plano la necesidad de elecciones primarias abiertas para conseguir avanzar electoralmente. Incluso Inés Sabanes, en la primera tertulia post electoral que celebró La Sexta, llegó a afirmar que de el resultado de estas elecciones podía concluirse que aquellos que no adoptasen este método, las primarias abiertas, estaban condenados al fracaso, afirmación, a mi juicio, algo aventurada. Por mi parte he recuperado una sanísima costumbre que hacía tiempo no practicaba, polemizar con Antonio, mi amigo del alma, en esta ocasión atravesando su Rubicón . Como le conozco desde hace muchos años, quizás demasiados, y conozco el grado de sacrificio y entrega que le ha supuesto su militancia de muchos años no puedo utilizar con él, el argumento, quizás válido para otros, de que limitar la participación militante a votar por Internet, que ha sido el método de PODEMOS, diseña una militancia muy cómoda en el que la elaboracíón colectiva queda en manos de muy pocos. Es fácil, y además no compromete a nada, leer con atención lo que propone cada candidato, valorarlo y analizarlo, para a continuación, pulsar una tecla. Y eso en un hipótetico caso ideal de que el votante se lea lo propuesto por cada cual. Todo ello suponiendo, que es mucho suponer, que los internautas votantes estén identificados, al menos en líneas generales, con las líneas, perdón por la redundancia,  maestras de la organización en cuestión, líneas, y más que redundancia es contumacia, que habrán siod elaboradas por no sabemos quien, mejor dicho si sabemos quien, lo que no sabemos es elegido como.
A día de hoy, ser militante de un partido, como el PCE,  de un movimiento sociopolítico como IU o de un sindicato como CCOO está seriamente criminalizado, es decir, el que esto escribe se siente tres veces criminal, sin saber muy bien porqué. O peor, sí que lo sé. Hasta el punto de que hay compañeros y camaradas que cuando participan o trabajan en esta o aquella instancia unitaria no voy a decir que ocultan, que algunos casos se da o se ha dado, su condición militante pero si no hay que expresarla, mejor. Algunos, y no es mi caso porque allí donde esté y donde se esté haciendo política dejo clara mi militancia, parecen estar sufriendo una segunda clandestinidad. Y los que sufrimos la primera no vamos a dejar que se nos condene a esta segunda. El lenguaje es difícilmente neutro y en política nunca, y cuando se está criminalizando a los partidos de la casta de forma indirecta, o a veces directamente, se criminaliza una determinada forma de hacer política. Puede, yo no lo sé, que en el emisor del mensaje no esté esa intención, de hecho suele relacionar siempre la casta con el bipartidismo. Pero no es lo mismo la intención del emisor, que voy a suponer buena, que la percepción del receptor, y, en este caso, la percepción del receptor es contundente: Todos son iguales, la política es basura,  corrupción es  sinónimo de partido político, de cualquier partido político, y eso es, radicalmente, injusto. No cabe duda de que en mí pesa mi propia tradición política, he militado siempre en lo que podríamos llamar, de vez en cuando no está mal emplear eufemismos, partidos herederos de la III Internacional, más que nada porque rechazo, por superficial y acientífico el término estalinismo. Me siento cómodo con una metodología que permita, desde las organizaciones de base, hoy Asambleas o Agrupaciones, ayer Células, ir elegiendo a los compañeros y camaradas más capaces, o con más capacidad de trabajo o sacrificio, que van a ir conformando los sucesivos órganos colegiados que van a acometer, cada uno en su nivel, la dirección de la organización, incluyendo la elección de los más adecuados para acceder a cargos institucionales, y si de ahí alguien deduce que tampoco me gustan las primarias sin participación externa, ha acertado. Resumiendo yo, libremente y sin imposición de nadie, prefiero el modelo organizativo que hoy tiene, por ejemplo IU, y lo prefiero hoy, que puedo ser considerado un cuadro, y lo he estado prefierendo los muchos, muchísimos, años que he sido un militante de base. Y todo ello reconociendo que no se trata de un modelo idílico o ideal, está cargado de dificultades determinadas, en gran medida, por la condición humana. Se tiende a generar una superestructura, que vulgarmente conocemos como aparato que tiende a perpetuarse, y puede a llegar a esclerotizar la organización, y conseguir evitar esta esclerotización no es tarea fácil. Con todo, hasta la fecha, y en lo que yo conozco, todo tipo de organización acaba generando esa superestructura aparatera.
Pero que yo prefiera mi forma de organización, que es mia y de muchos compañeros y camaradas, no deslegitima otras formas de organización, ni mucho menos. He expuesto los problemas que, a mi juicio, genera ese modelo organizativo, pero sería injusto y sectario sino renocociera, y las tiene, sus ventajas, la más obvia de todas ellas es que permite participar, aunque sea modestamente, a gente que, de otra manera, dificilmente participaría. Y ese dato es importante, porque puede que sea injusto, a mi me lo parece, que todos, indpendientemente de nuestro compromiso, tengamos el mismo peso a la hora de elegir a nuestros dirigentes y candidatos, y otra cosa es que se ignoren sus opiniones.  En lo que a IU Alpedrete respecta convocamos como abiertas, absolutamente todas nuestras reuniones, incluidas aquellas que tienen como objetivo la elección de candidatos y si bien la lista es elegida por los afiliados, las opiniones de los que no lo son son tenidas en cuenta. Claro que se trata de una organización, la de Alpedrete, pequeña que puede permitirse "lujos" participativos que otras no pueden.
En cualquier caso, es mi opinión, se trata de formas de organizarse diferente que, en futuro, si es que hay un futuro de confluencia, deberán respetarse mutuamente no tratando unos de imponer su modelo a otros, por más que a cada uno, nuestro modelo, nos parezca mejor.

martes, 3 de junio de 2014

Sigo sin ser del "Aleti"

Puede que me haya determinado el hecho de que en mi preadolescencia, en uno de esos momentos claves del desarrollo personal en los que la vida va abriendo nuevas perspectivas, no se acercara a mi una mozita con camiseta a rayas y botella- en aquellos tiempos no había botes- de Coca-Cola. Claro que tampoco se acercó a mí mozita alguna, con camiseta de clase alguna, ya fuera blanca o monocroma, a franjas de da igual que color, o sentido, o incluso arlequinada. De haber sido ese el elemento determinante, hoy sería de esos que, con apabullante superioridad intelectual, tronan aquello de: "A mí no me gusta el fútbol, el sábado, a la hora del partido, yo estaba viendo una obra maestra de Fassbinder en versión original alemana con subtítulos en francés"
Tras el partido de Lisboa, del pasado 24 de mayo, se agudizó el sentimiento de culpa que, desde tiempo atrás, viene anidando en lo más profundo de mi interior y que se expresa en sentido contrario a una exitosa campaña publicitaria ¿Porqué no soy del Aleti? Creía, y creo, haber superado, desde hace tiempo, esa gran cantidad de lugares comunes que , con escaso rigor intelectual y nulo conocimiento de la historia, suelen ponerse de manifiesto cada vez que expreso mi amor por el Madrid, y que podría resumirse en el cansino, y diría también antiguo y memo, latiguillo ¿Cómo es que un comunista es del Madrid? No parece oportuno, o a lo mejor sí lo es, volver a repetir que no sólo no considero contradictorio ser ambas cosas al mismo tiempo, sino complementario, ser madridista, para mi,  implica la búsqueda de la victoria, ser comunista, para mi, implica la búsqueda del poder. De los métodos hablamos otro día y siempre que seamos capaces de desprendernos de la ética, o la moral, burguesa. Tampoco parece oportuno, o a lo mejor sí, traer a cuenta estadísticas que dicen que hasta mediados de los años cincuenta, y desde el año treinta y nueve el fascismo estaba en el poder, el Madrid no ganó nada, mientras el Athletic (entonces Atlético) de Bilbao, el Atlético de Madrid (durante unas temporadas de Aviación, dada la excelente relación con dicho arma del ejército vencedor) y FC Barcelona (dirigido por la élite política que durante la guerra dió en llamarse "grupo catalán de Burgos") ganaban la mayoría de Ligas y Copas del Generalísimo, entregadas, estas últimas, siempre y en todo momento, por el mismísimo Caudillo. Y desde luego esta sepultado por el tiempo el Madrid (entonces sin real) que saluda puño en alto durante la guerra contra el fascismo.
Por ninguna de estas falsas razones se ha movido un ápice mi madridismo militante, han sido otras las razones por las que yo mismo he intentado socavarlo, sin éxito.
Durante toda la temporada se ha instalado como políticamente correcto el tener simpatía al Aleti, ser del Aleti, como alternativa al odiado duopolio Madrid-Barça, odiado no sabemos muy bien por quien, dado que de las estadísticas que obran en poder de Gol TV o Canal+, que son las plataformas que retransmiten el fútbol, se deduce que los partidos en los que no juegan uno de los dos tienen un audiencia que apenas sobrepasa el número de familiares y amigos de los jugadores.
Lo que mola que lo flipas es ser del Aleti, como un trasunto de la defensa de causas perdidas. Ser del Aleti es lo simpático, es ser defensor de los pobres, de los oprimidos, de los que nunca ganan, condición que sin duda tienen Miguel Ángel Gil Marín (dueño del club) , Enrique Cerezo (su presidente) o Cayetano Martínez de Irujo, Marqués, o Conde, de Salvatierra (que no oculta su condición de colchonero militante). Alguién podrá argumentar, aunque sea con pobre argumento, que en todas partes cuecen habas, y ahí está el efusivo abrazo, en Lisboa, de Florentino Pérez con José María Aznar. ¿Y?. Si uno hiciera un repaso de los mandatarios de los clubs de fútbol, de todos Rayo Vallecano incluido, no encontraría, como lo ocurrió a Abraham en Sodoma y Gomorra, no ya diez ni siquiera un solo justo.
A pesar de todo, por no ir contra corriente, he intentado ser del Aleti y no lo he conseguido. Quizás ha podido, en esa impotencia, la práctica de lo que algunos llaman ir al límite del reglamento, y que no deja de ser una sucesión  de patadas, codazos y agarrones impropias, a mi juicio, de la práctica del fútbol. Hay jugadores, que no hace falta que yo nombre, que repiten la indefendible acción de Pepe contra el Getafe varias veces por partido, con la sutil diferencia de que mientras el jugador madridista sufrió una larga, y justa, sanción, los rojiblancos, a juicio de cierta prensa, lo que hacen es utilizar sus armas.
Puede que también contribuya a mi imposibilidad absoluta de conseguir una mínima simpatía hacia el equipo del Manzanares, pobre rio, a su carácter de aprendiz hay que añadirle el baldón de ser identificado con estos colores, y no es otra que la tipología de su entrenador. Durante pasadas campañas se ha sacudido duramente, y no entro ahora a valorar si con razón o no, al anterior entrenador del Madrid Jose Mourinho por sus actitudes, a juicio de muchos, antideportivas. ¿Es mejor Diego Simeone? Con su actuación en la final, propia de un chulo de cabaret, queda respondida la pregunta.
Tras la emoción, que nubla cualquier objetividad, vivida el sábado 24, volví a ver el Partido  a través de Canal+ Liga de Campeones con los comentarios de Michael Robinson, que no pasa por excesivamente madridista, y no dejé de ver un partido, malo o muy malo desde el punto de vista estrictamente futbolístico, en el que unos pusieron fútbol y otros patadas y violencia.
Lo siento, sigo sin ser del Aleti.

lunes, 2 de junio de 2014

Pesado Pesoe

No sé si es una virtud o un defecto, pero tengo una excelente memoria, y con la memoria, sin duda, lo mejor que se puede hacer  es aprovecharla.
Cuando se produce el óbito de Franco andaba uno, siempre rebelde, fuera de las filas de lo que llamábamos el carrillismo que fue lo que acabó dando lugar al eurocomunismo. Andaba yo militando en las filas del más ortodoxo de los prosovietismos posibles, el PCE (VIII-IX) cuando se produce la foto en la que Santiago Carrillo y parte de su dirección aparecen con la bandera bicolor en sus manos anunciando su aceptación como bandera oficial de España. A pesar de no ser legales, aquel Partido no lo fue hasta el principio de los años ochenta y no lo fue por su negativa a modificar los estatutos. estábamos, de alguna forma tolerados, e incluso teníamos un local en el número 20 del Paseo de Santa María de la Cabeza, y como yo vivía muy cerca, en la calle Canarias 24, de hecho pasaba más tiempo en el local que en mi propia casa. Tiempo después, no demasiado, y con los locales del PCE adorrnados con la dichosa bandera mantuve una conversación, informal nada orgánica, con Eduardo García, secretario general de aquel mi Partido, y que, como consecuencia de su cargo pasaba también mucho tiempo en aquel local. Yo estaba escandalizado con aquella aceptación de símbolos del enemigo que habían acometido los que despectivamente llamábamos la Agrupación Carrillista, por más que fuesen infinitamente más numerosos e influyentes que nosotros, que nos considerábamos el verdadero Partido. De una manera muy pedagógica, como eran los veteranos camaradas de entonces, enfrió mi indignación. La bandera de los comunistas, me dijo, es la roja con la hoz, el martillo y la estrella de cinco puntas, si bien teníamos el mayor de los respetos por la bandera republicana, no en vano la habíamos defendido, sin matices, con las armas en la mano. El verdadero problema, a su juicio, no estaba en la bandera, ese cambio simbólico no era más que un síntoma de la grave enfermedad que, a su juicio, padecía ese partido. Yo hoy milito en el PCE como continuidad natural de aquella militancia de juventud, mi Partido tiene como bandera la roja con la hoz y el martillo, sin estrella de cinco puntas, y en sus actos oficiales ondea la tricolor republicana.
En aquellos mismos tiempos el refundado, o renovado, PSOE, y no voy a entrar aquí en como se renovó o refundó, que también tiene su miga, hacía gala de un republicanismo militante, e incluso en el debate final del texto, en las Cortes Constituyentes, con la boca cada vez más pequeña, abogó por la forma republicana, e incluso las JJ.SS, vieron en 1977 suspendido su Congreso por Rodolfo Martín Villa al negarse a retirar la bandera republicana, si bien un artículo de fondo de su revista, Renovación, que creo que se llamaba La coña de la banderita empezaba a dar pistas de la ruta a seguir. Parecía un contrasentido los socialistas cuestionaban una monarquía que los comunistas defendían. Hoy en las sedes del PSOE ondean banderas monárquicas, que ellos dicen constitucionales.
Siempre he considerado, y considero hoy, con algunas excepciones que tienen que ver con Alpedrete, que los militantes sociales son gente honestamente de izquierda con una inexplicable tendencia a elegir como dirigentes a lo peor de sus filas. Siempre que he discutido con militantes del PSOE se han sentido sinceramente republicanos pero...nunca era el momento. En la transición por la amenaza del Ejército, ni que decir tiene tras el 23-F, después apuntalar el Estado, después desapuntalar las conspiraciones, despues,....¿Y ahora? Con una monarquía en descrédito y un futuro Jefe del Estado con ninguna legítimidad más allá de la bragueta de su augusto Padre. ¿Ahora tampoco? Parece ser que tampoco. Parece ser que la historia se ha tragado a aquel Partido fundado en un taberna de la calle Tetuán de Madrid, por el abuelo Pablo Iglesias, que dirigido por Julián Besteiro, Francisco Largo Caballero o Indalecio Prieto (citando tres familias diferentes dentro del Partido) que fue capaz dedefender a la República en 1934 y 1936 y ahora usurpan sus siglas personajes como un consejero de Gas natural, Felipe González, un ilustre mediocre como José Luis Rodriguez Zapatero o un aparachtik profesional como Alfredo Pérez Rubalcaba.
¡Que pena! Haber sustituido el pasado del PSOE, por un pesado pesoe.

12 de abril-25 de mayo

El 12 de abril de 1931 unas elecciones no convocadas a tal efecto, municipales, daban por concluida el sistema político salido de la Restauración, la monarquía que entonces encarnaba Alfonso XIII
Ya no tengo el amor de mi pueblo declaró el monarca antes de partir hacia Cartagena y de ahí al exilio, aunque luego, desde ese mismo exilio actuó con la mayor de las deslealtades y no fueron pocos los que se sumaron al levantamiento fascista pensando en una restauración monárquica.
Las elecciones del pasado domingo han puesto de manifiesto que tampoco hoy Juan Carlos I tiene el amor de su pueblo, y en un intento, ya veremos hasta que punto efectivo, de salvar la institución el monarca ha decidido dejarla en manos de su heredero. Piensa, a mi juicio equivocadamente, que la mayor erosión a la institución monárquica ha procedido de las cacerías en Botswana o los negocios del yerno -de los suyos mejor no hablamos-, cuando es posible que la institución haya dejado de ser atractiva para una gran mayoría,
En cualquier caso es momento de movilizarse
A las 20 horas en Sol.
Para los de la sierra a las 19:00 en la Estación de Villalba.