miércoles, 27 de enero de 2016

Encrucijada

Puestos a buscar ventajas, y es que mi tendencia al optimismo es casi patológica, los no muy alentadores resultados obtenidos por UP-IU, en adelante La Izquierda, permiten intentar hacer un análisis objetivo de la situación de otros.
Si empezaramos por la derecha nacionalista española, el PP y Ciudadanos, parece claro, y los poderes ecónomicos que les sustentan están en esa línea, que, y más aún tras el enésimo escándalo de la Operación Taula, la estructura clásica de la derecha tiene que cambiar radicalmente, la situación del Partido Popular es insostenible y la derecha necesita como el comer desembarazarse de personas que, implicadas, directamente o no, en las múltiples tramas de corrupción, por acción, omisión o desconocimiento, y ello salpica a todas las estructuras del partido, sean quienes las componen inocentes o culpables, y a todos los níveles. Mariano Rajoy y los suyos están más que amortizados y su recambio no puede venir de desempolvar las momias que acompañaron la gestión de José María Aznar. Por otra parte la alternativa que, fuertemente apoyada por medios de comunicación de masas, pudo suponer, no sé si sigue suponiendo, el aseado muchacho de Barcelona, Albert Rivera, parece haberse estancado, o quizás frustrado, en una política un tanto errática que le hace ser fácil blanco, por un lado de los que le acusan de ser la neoderecha, y por el otro de los que le acusan de ser de izquierdas. Si tenemos en cuenta que la derecha española es, fundamentalmente, pragmática, y más aún la derecha económica, que corre con los gastos, y ahí está lo que fue ese Totum Revolutum que fue UCD y la , ideólogicamente hablando, suma de heterogeneidades, democristianos, liberales, conservadores, etc que es el actual PP, no es descartable una reestructuración de la derecha en torno a caras nuevas que aproveche para abordar una necesaria modernización ideológica, ya que una parte de su electorado hace tiempo que dejó de comprender esas cruzadas, junto a lo más reaccionario de la sociedad española en cuestiones, el aborto, matrimonios gays, etc, que hace años terminaron en el resto de Europa. La derecha política nacionalista española se encuentra , pués, a mi juicio, en una encrucijada.
El nacionalismo no español, no me gusta el calificativo  de nacionalismo periférico, fundamentalmente catalán o vasco, pero también gallego o valenciano, sin olvidar a baleares, canarios y  navarros, sin importar si son independentistas, soberanistas o, simplemente, autonomistas, atraviesan, igualmente, por un periodo convulso determinado por la puesta en primer plano político de lo estrictamente identitario. Para la derecha nacionalista catalana, Convergencia Democratica de Catalunya, la situación es dramática puesto que inmersa en un proceso que ha dejado de controlar, pierde toda capacidad de vínculo, incluidas políticas económicas, con la derecha del resto del Estado, primero porque la deriva independentista es inasumible para la derecha española y más inasumible aún la irrupción, con capacidad de hipoteca, de una fuerza que se define como anticapitalista como las CUP. En mejor situación parece estar la derecha nacionalista vasca, PNV-EAJ, escarmentada de haberse embarcado, en su día, en un proyecto sin salida, el plan Ibarretxe, hoy aparece como una fuerza política en alza, sobre todo si tenemos en cuenta que la tradicional izquierda abertzale , con quien ha venido compitiendo en el terreno de lo identitario, se encuentra seriamente amenzado por la fuerza emergente de moda. El nacionalismo de izquierda, la conjunción de ambos términos ya supone algún tipo de contradicción, intenta resolver un problema secular propio al procurar hacer convivir lo identitario, propio del nacionalismo, con la realidad social derivada de la lucha de clases, propia de la izquierda, y esto, lejos de ser fácil, parece tan complicado que, a veces, da la sensación de ser imposible. Los nacionalismos no españoles, de izquierda o derecha se encuentran, pués, a mi juicio, en una encrucijada.
El análisis sobre  la fuerza emergente de moda es, a priori, el más complejo. Primero porque es dicícil, desde luego no es autómatico, adscribirlo a un espacio de los tradicionales de izquierda, centro, derecha, y de hecho ellos mismos procuran evitar esa adscripción prefiriendo algo, "los de arriba y los de abajo", que no sé si será más novedoso pero desde luego es más vago e indefinido. Supongo, y por supuesto puedo estar equivocado, no es la primera vez, que la acción política cotidiana, el día a día, les hará, voluntaria o involuntariamente, irse adscribiendo a un espacio político de los llamados tradicionales, de momento, esa indefinición, que en lo electoral les ha sido muy rentable, ha servido, de excusa, puesto que de una torticera excusa se trata, para, en el hemiciclo, mandarlos al gallinero, pudiendo comprobar de primera mano, como el reglamento que sirvió, con su colaboración al impedir el acuerdo con Compromís, para mandar a La Izquierda al grupo mixto, tambien puede perdjudicarles a ellos. Con sus militantes, nos ocurre lo mismo que con muchos del PSOE, los identificamos con la izquierda, sabemos que son de izquierda, hemos compartido con ellos luchas y espacios comunes, sin embrago militan o votan un partido que no lo es. Necesitan, creo yo, imperiosamente saber que van a ser de mayores.Se encuentran, pués a mi juicio, en una encrucijada.
Sin ser fáciles las de los demás da la sensación que es el PSOE quien lo tiene más difícil. Parece que, haga lo que haga, lo acabará pagando. Básicamente aparecen tres posibilidades. La primera, establecer algún tipo de colaboración, con PP y Ciudadanos para formar, o permitir formar, gobierno. Es la opción preferida por personajes de acrisolada ética como Felipe González, presidente de gobierno cuando operaban los GAL impulsados, amparados o auspiciados, según el juez instructor,por una misteriosa X o José Luis Corcuera, ministro del Interior promotor de una ley, la de la patada en la puerta, que hasta al Tribunal Constitucional le pareció una barbaridad. Cuenta, parece ser, también con el apoyo de Susana Díaz, presidenta de la Junta de Andalucía, que no dudó en expulsar a La Izquierda del gobierno andaluz, probablemente molesta por tener que aplicar políticas que nunca fueron de su agrado, y que hoy gobierna, con unas sospechas de corrupción misteriosamente adormecidas, gracias al apoyo de Ciudadanos. Esta opción, muy del gusto también de los poderes económicos, tendría a medio, largo e, incluso, puede que corto plazo, unas consecuencias funestas. Una parte importante de su electorado no iba a comprender el apoyo a un partido, el PP, que no solo es el paradigma de la corrupción, como vemos, de forma continuada, desde hace mucho tiempo, sino que ademas es el partido de la Reforma Laboral y la ley de Educación, leyes que han estado en el punto de mira de la campaña de Pedro Sánchez, leyes que el PP, y así lo ha manifestado por activa y pasiva, no está dispuesto a derogar. Abandonaría el PSOE un espacio que ocuparían otros con facilidad. Un segunda posibilidad es la de presidir un gobierno de izquierdas, por más que uno de sus posibles miembros no se considere, estrictamente, como tal. Numéricamente, descartados los nacionalismos abiertamente independentistas o partidarios del eufemismo derecho a decidir, se necesitaria el apoyo en la investidura del PNV, que a día de hoy no ha tomado partido por la independencia, al menos expresamente, y que, es más que probable, puede conformarse con la seguridad de mantener intocable el llamado concierto vasco. En algún momento ésta pudo parecer la opción más factible, y numéricamente la más clara, pero la aparición por sorpresa de algún, o algunos, presentándose como vicepresidente, o ministros, ha dado munición a aquellos, dentro del PSOE, partidarios del tripartito de la opción planteada anteriormente. Algún maquiavélico, entre los que puede que me encuentre, ha podido pensar que la puesta en escena en cuestión, con César rodeado de los jefes de sus legiones, de hecho uno de ellos es un teniente general, se hizo, precisamente para abortar esta posibilidad. En cualquier caso el PSOE, con este gobierno de izquierda, corre el, no desdeñable, riesgo de que su protagonismo, pese a presidirlo, sea finalmente acaparado por otros, comprobadamente más eficaces a la hora de utizar recursos de agitación y propaganda. Esta opción, sin ser buena, es la menos mala para La Izquierda, siempre que participara en ese gobierno, porque es la única que la permitiría hacerse visible. Por último tiene el PSOE la posibilidad de forzar nuevas elecciones, y aquí, digan lo que digan sesudos expertísimos, nadie sabe que puede ocurrir. El PSOE se encuentra, pués, a mi juicio en una encrucijada.
Pero la encrucijada que a mi importa e interesa es la nuestra, la de La Izquierda. En la  entrada de ayer expresaba mi posición y no merece la pena repetirse.
Interesante encrucijada.


martes, 26 de enero de 2016

¿Para qué el gobierno?

No tengo la más mínima idea de lo que nos espera, en realidad nadie la tiene aunque muchos hagan sesudos análisis sobre quien o quienes deben, o pueden, formar gobierno pero como me gusta ser coherente conmigo mismo, algo que no siempre consigo, una cosa tengo clara: Si en su día defendí que IU formara parte del gobierno de Andalucia, y hoy sigo pensando que era lo correcto, si se planteara una hipotética entrada de alguien de UP-IU en un, más hipotético aún, gobierno de "izquierda", y aquí habría que hacer un inciso sobre la triste realidad de que hoy empezamos a considerar "izquierda" todo aquello que no es derecha radical, yo sería partidario de hacerlo, de entrar, entiéndase. Podría justificarlo de muchas formas, la teoría, utilizada de forma  torticera, puede permitir avalar, al mismo tiempo, una hipótesis, su antítesis y la síntesis de ambas, solo hay que tener un cierto grado de desprecio por la honestidad intelectual y una cierta habilidad para prácticar la antidialéctica sin parecerlo. La única justificación real para esa hipótetica participación en ese gobierno de izquierda (me cuesta no reirme con el concepto en si mismo) tiene que ver con la lamentable situación en la que nos han dejado las urnas, condenados al grupo mixto gracias, por unas razones o por otras, al concurso de las cuatro fuerzas mayoritarias de la Cámara. Con posibles intervenciones a las tres de la mañana las vísperas de festivo con puente, sólo un ministerio nos daría algún grado de visibilidad. ¿Y qué ministerio sería el adecuado? Es irrelevante en el, más que probable, escenario de que ese gobierno, fuere cual fuere su programa, iba a ser incapaz de abordar la necesaria tarea, si realmente queremos avanzar hacia una sociedad más justa, de comenzar a desmontar el sistema capitalista. Ni siquiera si IU-UP hubiera alcanzado la mayoría absoluta de escaños, algo que, evidentemente, no ha ocurrido, el gobierno que formara iba a ser capaz de abordar esa transformación revolucionaria. ¿Porqué? Fácil, porque a pesar de haber conquistado el Gobierno estaría muy lejos de haber conquistado el Poder, y para conquistar el Poder no basta con depositar una papeleta en una urna o hacer campaña para que otros la depositen en el sentido adecuado, la toma efectiva del Poder requiere que la clase, objetivamente revolucionaria, la clase obrera, tome conciencia subjetiva de su papel y su capacidad, y hoy estamos muy lejos de esa situación, en gran medida porque nosotros no hemos cumplido el papel de lo que Lenin define como revolucionarios profesionales, volcando la mayor parte de nuestros esfuerzos en un trabajo institucional, como concejales o incluso alcaldes, que en muchos casos, por nuestra capacidad de trabajo y honestidad, con las malditas excepciones de todos conocidas, ha servido para favorecer la propia institución, que no deja de ser una parte del propio sistema. Y que nadie tome el rábano por las hojas, no estoy planteando, ni se me ha ocurrido, que una vez instalados en las instituciones lo hagamos mal a propósito para debilitarlas. Nuestra obligación es hacerlo lo mejor que podamos pero sin olvidar que nuestro principal trabajo consiste en agudizar las contradicciones, potenciar el conflicto social, incluso desde las propias instituciones, para modificar esas condiciones subjetivas a las que hacía referencia una líneas atrás. Y eso no lo hemos sabido, querido o podido hacer y está en nuestro debe. Y los resultados electorales son la prueba palpable de esa falta de conciencia subjetiva, cerca de cinco millones de personas han votado, y ¡ojo! estaban en su derecho, han votado por el cambio, o más bien por un cierto tipo de regeneración del sistema sin cambio estructural, en la confianza de que es suficiente con alcanzar una mayoría parlamentaria que permita sostener un gobierno para abordar profundos cambios estructurales. Error. Nuestro trabajo, el de esos revolucionarios profesionales, y retomo esa definición porque para mi es muy querida, está en el conflicto social como expresión de la lucha de clases, generándolo allí donde sea posible, potenciándolo dónde ya este generado, y, siempre buscando el paso de categoría, de conflicto social a conflicto político. Y con ello no desdeño la importancia, que la tiene y mucha, del trabajo institucional en la medida que las propias instituciones nos pueden servir de escaparate, altavoz e incluso, a que negarlo, necesaria fuente de financión.
Incluso en el caso, desgraciadamente lejanísimo, a día de hoy de que la clase obrera hubiera alcanzado un necesario grado de conciencia, no tendríamos nada ganado. Ejemplos nos da la historia, en España tras la revolución de octubre, con millones de afiliados a los sindicatos de clase UGT y CNT,  había una clase obrera revolucionaria que contribuyó a la conquista del gobierno en alianza con la izquierda burguesa, y sin embargo fue derrotada, tras tres años de combate, por el sistema mediante un levantamiento militar, un pronunciamiento que hubiera tenido éxito en cuarenta y ocho horas de no haber sido por la existencia de esa clase obrera revolucionaria. Más cerca en el tiempo tenemos la experiencia de la Unidad Popular en Chile y podríamos encontrar otras. En definitiva, la existencia de conciencia de clase en la clase trabajadora no garantiza el éxito, pero su ausencia asegura el fracaso.
Por eso, llegados a este punto y a modo de resumen me da igual que forme gobierno Rajoy, Sánchez, Rivera, Iglesias o la Paquera de Jerez en el convencimiento de que hoy no se dan las condiciones para rentabilizar, políticamente, la obtención del gobierno para alcanzar el Poder efectivo. Y ese debería ser nuestro objetivo prioritario. Y para ello es imprescindible la construcción o reconstrucción, fundación o refundación, del instrumento político adecuado. No soy un fetichista de las siglas ni un devoto de por las siglas de las siglas, amen, pero creo que en este proceso venidero no deberíamos tirar por la borda lo mucho de positivo que tiene IU, y que, al menos en parte, está contenido en sus siglas. Elementos aislados y tarjetas black no son, han sido ni serán IU. No debemos comprar el argumento falaz y rastrero de quienes nos consideran pitufos gruñones con mochila indeseable.

lunes, 25 de enero de 2016

Borgen

No creo ser un recién llegado en estos avatares de la política y, sin embargo, no puedo ocultar cierto grado de perplejidad ante lo que está ocurriendo. Empiezo a sentirme atónito.
Por consejo de un amigo muy querido, y aprovechando las nuevas posibilidades que me da la televisión de pago, único vicio que permito en estos tiempos, felizmente alejado, como estoy, de toda clase de substancias que pudieren afectarme negativamente, me descargué las tres temporadas completas de "Borgen", una serie danesa que describe las interioridades de la política parlamentaria de Dinamarca. Te gustará, me dijo, y a lo mejor comprendes lo que puede suceder en España. Esto me lo dijo, tras las elecciones del 20d, que tan embrollado resultado han tenido. A lo largo de las vacaciones de Navidad, que este año han sido inusualmente largas después de la "graciosa" devolución del gobierno de los dias de vacaciones y libre disposición, que graciosamente nos había robado a los funcionarios públicos don mariano Rajoy Brey, he podido ver todos y cada uno de los capítulos de cada una de las tres temporadas, y además en versión original subtitulada, lo que me ha servido para corroborar algo que intuía: el danés es un idioma dificilísimo y uno sentía alivio cuando por, la lógica del guión, la lengua el inglés, idioma que en Dinamarca, parece ser, que más o menos habla todo el mundo. De las dos predicciones de mi querido amigo la primera se cumplió absolutamente. La serie me ha gustado muchísimo y me enganché hasta la cuasi adicción con las andanzas y vicisitudes de Birgitte Nyborg, la líder del Partido Moderado, en las dos primeras temporadas, un partido ficticio, no existe ninguno con ese nombre en Dinamarca, de corte centrista que, sin tener mayorías, es esencial para la conformación estable de gobiernos. La serie, a mi juicio, es de excelente factura, con no demasiados medios, y un ritmo narrativo que engancha con facilidad. No puedo decir que la segunda predicción se haya podido cumplir por la sencilla razón de que Dinamarca no es España, ni siquiera se parece. Se trata de un sistema parlamentario que elige un cámara, El "Folketinget" de 179 escaños, de los que se reservan dos para Groenlandia y dos para las Islas Feroe, de manera casi absolutamente proporcional, la barrera para obtener representación es del 2%, lo que hace que, desde ¡¡¡1909!!! no ha habido un solo partido que haya podido gobernar sin el concurso de otros. Con una ley análoga en España los resultados e hubieran parecido a estos:
PP.........................................101
PSOE....................... ...........77
PODEMOS+confluencias.......72
Ciudadanos...........................49
UP-IU.....................................13
ERC-Catsi...............................8
DL...........................................8
PNV-EAJ..................................5
EH-Bildu..................................3
Otros......................................14
Lo cual hubiera dejado un escenario aparentemente análogo que no es tal, y que pone de manifiesto que la ley electoral solo perjudica a IU, como, por otra parte, ya sabíamos.
Por otra parte que España no es Dinamarca, la serie lo deja claro desde el principio ya que el primer ministro en el poder en el capítulo 1 pierde las elecciones porque, de manera un tanto abrupta, el líder de la oposición desvela que había habido un uso irregular de la tarjeta de crédito, oficial, del primer ministro en la compra de un bolso, mientras que aquí el PP, que no tiene sólo a un buen puñado de dirigentes implicados en tramas de corrupción, Gürtel, Púnica, etc sino que el propio Partido está procesado como tal, ha sido el partido más votado, y el segundo, el PSOE, tiene a sus espaldas una más que controvertida gestión en alguna de las comunidades que gobierna. ¿Dónde algo huele a podrido? ¿En Dinamarca o en España?.
Y una última reflexión al hilo de "Borgen", "El ala oeste de La Casa Blanca" o la propia situación española: Llamar a esto, en España o Dinamarca, en USA o en Filipinas, sistema democrático solo puede entenderse como un sarcasmo. Lo que votan los ciudadanos vale para poco.