viernes, 13 de octubre de 2023

Amnistía y otras cuestiones

 

En el día de hoy, cautivo y desarmado el Ejército Rojo, han alcanzado las tropas nacionales sus últimos objetivos militares. La guerra ha terminado.

El Generalísimo Franco
Burgos, 1° abril 1939.

 

Este parte de guerra, leído por el actor y locutor Fernando Fernández de Córdoba desde el estudio de Radio Nacional de España en el Paseo del Espolón burgalés, cerca del Palacio de la Isla, sede del gobierno fascista.

 

Estamos viviendo momentos muy graves para nuestra vida democrática. Y en estas circunstancias, quiero dirigirme directamente a todos los españoles. Todos hemos sido testigos de los hechos que se han ido produciendo en Cataluña, con la pretensión final de la Generalitat de que sea proclamada, ilegalmente, la independencia de Cataluña……

……

Termino ya estas palabras, dirigidas a todo el pueblo español, para subrayar una vez más el firme compromiso de la Corona con la Constitución y con la democracia, mi entrega al entendimiento y la concordia entre españoles, y mi compromiso como Rey con la unidad y la permanencia de España.

 Felipe VI

Madrid, 3 de octubre de 2017.

 Este discurso fue leído en presencia de un retrato de Carlos III en el palacio de la Zarzuela.

No teman mis amables lectores, suponiendo, y ya es suponer, que haya alguno, no pretendo hacer trampa  comparando ambos textos, uno pone fin a una cruenta guerra civil originada por un golpe de estado protagonizada por generales “africanistas” con el apoyo económico de la gran burguesía y los terratenientes, militar de los regímenes de Hitler y Mussolini, moral de la jerarquía católica y presencialmente físico de organizaciones  de carácter fascista como la Falange y los Requetés, el otro pone fin a un intento de autodeterminación de Cataluña, algo no contemplado por la vigente constitución de 1978 y por tanto ilegal. Dicho, si se puede, más claro aún el primero confirmaba el triunfo final de una acción delictiva, contraria a la legalidad vigente, mientras que el segundo pretendía confirmar el triunfo de la legalidad vigente.

La acción criminal de Franco, la primera, la que culmina con la entrada en Madrid de los fascistas el 28 de mayo de 1939, generó una nueva legalidad de facto que entre otras cosas impedía que la gente manifestara su opinión mediante un instrumento llamado voto. Quien conculcaba esa legalidad de facto era reprimido con dureza pudiendo llegar a perder la vida, y así durante cerca de cuarenta años. Cuando tras la muerte del dictador en la Ciudad Sanitaria La Paz, curiosal ironía para quien la guerra había sido su divisa, comienza a atisbarse una cierta esperanza, el grito “¡Libertad, Amnistía! resuena en las calles de toda España y en Cataluña con versión vernácula “Llibertat, ¡Amnistia Estatut d’Autonomia!”. ¿Qué pedíamos cuando pedíamos Amnistía? Ni más ni menos, en nuestra inocencia, queríamos que nuestros presos salieran de las cárceles, que nuestros exiliados volvieran, y no sabíamos, igualmente inocentes, que ese proceso también lavaba los delitos contra la humanidad cometidos por policías torturadores y toda suerte de criminales soporte del franquismo, convirtiéndose, en la práctica en una ley de punto final.

El ”procés” , vamos a simplificar llamando así al proceso que se inicia con el tribunal constitucional cargándose el Estatuto de Autonomía, continúa con un primer referéndum, en 2013 con Artur Mas al frente de la Generalitat y culmina con la declaración unilateral de independencia (DUI) tras el referéndum de 1 de octubre de 2017, conculca la legalidad de iure que nace, tras la aprobación de la Constitución en diciembre de 1978, desde la legalidad de facto franquista. Y a algunos, desde luego a mi, no nos es baladí preguntarnos:

¿Cómo es posible que un régimen fascista de lugar a uno democrático sin una ruptura radical del primero?

¿Por qué nunca se nos preguntó qué forma de estado escogíamos teniendo en cuenta que el jefe del Estado que sucede al dictador es una imposición del dictador mismo?

¿Por qué a esos pueblos que la propia Constitución de 1978 les va a conceder la particularidad de ser “nacionalidades” no son consultados sobre qué tipo de vinculación quieren con el estado?

Y a algunos, desde luego a mí, se nos ocurre, después de sesudas reflexiones, que estas preguntas y otras muchas que pudieran ocurrírsenos tienen una sencilla respuesta: El proceso porque el que se transita de una legalidad a otra, la nunca suficientemente ensalzada modélica Transición, tenía un defecto de origen, la negociación nunca fue entre iguales, unos tenían detrás el ejército vencedor, los cuerpos represivos y el poder económico español y extranjero, los otros…la razón y poco más. De manera que algunos, y desde luego a mí, nos parece que la legalidad de 1978 puede no ser tan de iure como parece. Nació desde el designio personal de un dictador, empezó con una ley de punto final y culminó con un referéndum lleno de trampas, un trágala de “son lentejas, si quieres…”

Así que, a lo mejor, conculcar esa legalidad, puede que, al menos éticamente, no sea tan delictivo, al fin y al cabo, lo que querían, y la mayoría sigue queriendo, era simplemente votar, justamente aquello que no querían los militares africanistas y sus aliados ya mencionados que terminaron, a sangre y fuego con el democrático, aquel plenamente, régimen republicano.

En cualquier caso, lo que hoy tenemos es un conflicto político que algunos quieren resolver de una forma policial y, a la postre, jurídico como confrontación entre dos legalidades.

La experiencia demuestra que los conflictos políticos como mejor se resuelven es con la política. El aspirante a ser investido no deja de repetir que los indultos, medida política potestad del Gobierno, contribuyeron a rebajar la tensión dentro de la sociedad catalana. Y tiene razón, aunque fuera a costa de cohesionar a lo más energúmeno y casposamente celtibérico de la sociedad más añorante de una España que nunca ha existido. La posible amnistía prevista, yo la investidura aun la veo lejana, no es una potestad del gobierno, ha de articularse mediante ley y aprobarse en el parlamento en un trámite que se antoja complicado pues cabe recordar la mayoría reaccionaria en el Senado. Esta medida ayudará, aun más, a recuperar la política en la sociedad catalana, ya que no es una medida que beneficie exclusivamente al sr. Puigdemont, al que no le profeso simpatía alguna, sino a más de 3.000 encausados por su colaboración el 1 de octubre. ¿De verdad creemos que el votar, querer votar o contribuir a que se vote constituye, moralmente, un ilícito penal?

Por último, y aun en el escenario óptimo de los posibles. Investidura del sr. Sánchez con gobierno de izquierda y programa que avance en derechos sociales, vamos a tener un escenario político endiablado en el que los posibles socios de investidura, o al menos algunos de ellos, ya anuncian que no lo serán de legislatura y que sus apoyos habrá que sudarlos.

PD: De SUMAR hablamos otro día

jueves, 12 de octubre de 2023

La fiesta nacional

 En la Fiesta Nacional 

yo me quedo en la cama igual

que la música militar 

nunca me supo levantar

Esta es una traducción de que hace Pierre Pascal para Paco Ibáñez de la canción de Georges Brassens  La mauvaise reputation

Le jour du  Quatorze juillet 

je reste dans mon lit douillet.

La musique qui marche au pas 

cela ne me regarde pas.

Esto es lo que a mí me provoca la fiesta nacional que algunos celebran hoy

miércoles, 11 de octubre de 2023

Cambio de papel

He iniciado los trámites para acceder a la condición de jubilado, una situación que muchos anhelan, y lo comprendo, aunque a mi me provocan sentimientos contradictorios. Por un lado creo que merezco ya dejar de preocuparme por la coherencia de interminables series de números e indicadores. Por otra parte mi trabajo, muy alejado de lo rutinario, siempre me ha gustado aunque tengo que reconocer que en los últimos tiempos he dejado de tener el empuje que tuve otrora. Es más, si mi Olga no se hubiese ido tan pronto ha tiempo que estaría jubilado pues eran muchos los proyectos que teníamos para cuando ambos alcanzáramos esa condición.

No tengo, sin nadar en excesiva abundancia, problemas económicos; tengo ahorrado lo suficiente como para asegurar el pago de lo que me queda de hipoteca; no tengo deudas importantes; mi hijo tiene trabajo y me va a quedar la máxima pensión que la legislación permite. Si fuera objetivo tendría que decir que a mi el capitalismo no me ha tratado del todo mal, incluso, teniendo en cuenta que mis necesidades para vivir confortablemente no son demasiadas, podría decir que en la sociedad capitalista vivo de puta madre y podría parecer extraño mi empeño en intentar acabar con ella mientras que otros, que lo pasan peor, la defienden. Recuerda al idiota que mira al dedo que tapa a la luna en lugar de intentar mirar a la luna misma. Podría, por tanto, jubilarme y ver cómodamente como se desarrollan los acontecimientos, sin embargo no va a ser así. Quizás me ocurre como al escorpión que cruzaba un río, en alianza simbiótica, encima de una rana. Acabó picándola por más que supusiera su propio ahogamiento. Estaba en su carácter.

Está en mi carácter gritar ¡Viva la República! cuando veo a la nieta del fugado Borbón seguir la tradición familiar, besando banderas y estandartes que le aseguran el futuro, mientras millones de papanatas aplauden los, hasta ahora, inexistentes méritos de Leonor Borbón Ortiz. Y más aún me caracteriza como republicano la defensa de una España que, de haber existido como tal alguna vez, detesto:
 La que expulsa a compatriotas de otra religión y cultura en nombre de una reconquista de algo nunca conquistado.

 La que impone a sangre y fuego una religión y ¿cultura? a pueblos que ya tenían las propias, en nombre de una evangelización, ajena en gran medida a los principios del evangelio mismo.

La que aruinó a su pueblo, en varias ocasiones, para asolar media Europa con sus tercios a mayor gloria de su serenísima y cristianísima majestad de turno.

 La que grita ¡Vivan las caenas! cuando los aires de libertad soplaban por el mundo entero, y es capaz de aclamar al traidor y degenerado, Borbón al fin y al cabo, Fernando VII.

La que impide que, en nombre de una constitución que, pudiendo hacerlo, no quise votar en 1978 y que no votaría hoy, que los diferentes, diversos y distintos pueblos que la componen puedan decir libremente si quieren o no pertenecer a ella. 

Esa España ni es la mía, ni la quiero, ni la reivindico, ni me enorgullece. Y a los bárbaros y energúmenos, que son millones, lo sé, que la añoran y vitorean me permito regalarles todos y cada uno de sus símbolos, bandera con mástil incluido. Disfrútenlos. 

Mi España es otra, la de sus poetas, pintores, músicos, científicos e intelectuales que me enorgullece, y también la España que tenía en su seno a una clase obrera capaz de defender a la República en 1934 y 1936, y de haber conseguido resistir durante cuarenta años la negra noche del franquismo. Esa es mi España, la España que reivindico, la España que quiero y no me gustaría verla desmembrarse.

 La otra, "La España de charanga y pandereta, 
cerrado y sacristía,
devota de Frascuelo y de María"
para mí es detestable, y que se disuelva, se rompa, se destroce o se suicide no deje de ser motivo de satisfacción, esa España 
"ha de tener su mármol y su día, 
su infalible mañana y su poeta"
Y yo que lo vea.

Está también en mi carácter pelear por una sociedad más justa, en la que la igualdad de oportunidades sea efectiva y en la que la cuna de cada uno no determine de forma definitiva su futuro. 
Hoy, a día de hoy, en el presente mismo, un cenutrio, por mucho que lo sea, por vago que sea, por mucho que lo sea, por inútil que sea, por mucho que lo sea tiene asegurado su futuro si ha nacido en una familia económicamente poderosa, y ejemplos hay, y no pocos.
Hoy, a día de hoy, en el presente mismo, una persona inteligente, por mucho que lo sea, y trabajadora, por mucho que lo sea, tiene muy difícil el ascenso a través de eso que llamamos "escalera social", son muy pocos los que lo consiguen y siempre a costa de sacrificios que el hijo de un poderoso ni se plantea.
Esa sociedad que iguala oportunidades para mi constituye el Socialismo. Si consiguiéramos esa sociedad, lo demás, la propiedad de los medios de producción, el poder político efectivo, etc, vendría de suyo.

De alguna manera cambio de papel, o mejor dicho, cambio de lugar, quiero dejar de estar en primera fila, quiero dejar de tener responsabilidad de lo que sea, pero no dejaré de luchar, eso cuando me muera, y me gustaría que quedara mucho tiempo para ese momento.