jueves, 10 de noviembre de 2016

Vestiduras rasgadas

No me voy a rasgar las vestiduras por el triunfo de Donald Trump en la elección como Imperator de un señor de estética tan particular e ideas tan peligrosas. De hecho, que hubiera ganado la candidata de Wall Street, o más propiamente del establishment, Hillary Rohdman no hubiera sido como para tirar cohetes, si tenemos en cuenta su cercanía política, la otra cercanía no me interesa, con la administración presidida por William Jefferson Clinton.
Sin embargo puede ser un buen momento, aunque siempre lo es, para intentar analizar porqué la, a mi juicio, evidente crisis global del sistema está siendo el abono adecuado para que las soluciones fáciles a problemas complejos, el populismo, se constituyan como alternativa a las estructuras políticas clásicas del sistema, vertebradas en el eje liberalismo vs socialdemocracia, mientras que la izquierda revolucionaria, que llevamos toda la vida proponiendo una alternativa seria al capitalismo, el socialismo, quedamos, al menos electoralmente, reducidos a la mínima expresión. No me duele dar la razón, por más que ideológicamente tengamos poco que ver, a  Íñigo Errejón cuando, en clara referencia a nosotros, a IU o al PCE, dice que deberíamos analizar el porqué si tenemos, o creemos tener, razón en nuestros análisis recibimos tan poco apoyo, y vuelvo a repetir que, al menos, electoralmente. Es un análisis que tenemos pendiente desde hace mucho y que nos resistimos a hacer a fondo, puede que por miedo a unos resultados que nos hagan modificar toda una estrategia con una enorme inercia. Y si pudiera, y no tengo ninguna necesidad de poder, le diría, con absoluta sinceridad, a Errejón que ese camino fracasado: la constitución de una estructura política capaz de representar los intereses de la mayoría social perjudicada por el sistema capitalista, sin atender a más que al hecho objetivo de la existencia de ese perjuicio, sin tener en cuenta el grado de conciencia de cada una de las clases que componen esa teórica mayoría social, ese camino, repito, fracasado, que tomamos en su día es, sin demasiados matices, el que él propone para su formación política, quizás más descarnadamente, al proponer eliminar el eje izquierda-derecha del discurso y la estrategia. Nosotros, por más que nuestros documentos, análisis y resoluciones, puedan decir lo contrario, y aunque, un tanto teóricamente, pongamos siempre de manifiesto que la contradicción capital-trabajo es la contradicción principal, en la práctica hemos seguido ese camino, y cuando hemos ocupado cargos institucionales, concejalías, alcaldías y escaños parlamentarios, hemos trabajado, en aras de esa mayoría social que decimos, o queremos, representar, para mejorar las propias instituciones del sistema, en lugar de contribuir a la demolición, desde dentro, de esas mismas instituciones, convirtiéndonos, de facto, en parte del sistema, no en su alternativa global y radical. Ese camino, en el que como bien dice Errejón, hemos fracasado de forma notable es el que, paulatinamente va adoptando PODEMOS algo que se acelerará si la estrategia de Íñigo se acaba imponiendo. El asumir como estrategia principal nuestra participación en las instituciones a través de mecanismos electorales del sistema democrático-burgués, que bien podríamos llamar dictadura de la burguesía, puesto que es la burguesía quien impone las reglas, incluso las morales o de conducta, ha sido nuestra práctica habitual, aunque dijeramos otra cosa, olvidando nuestra tarea principal: la generación, o potenciación, del conflicto social para acabar convirtiéndolo en conflicto político, mejorando el grado de conciencia de la clase trabajadora, de manera que pueda convertirse en hegemónica dentro de esa mayoría social, hegemonía que hoy detentan sectores pequeño-burgueses, verbalmente, y solo verbalmente, muy radicalizados. Nos hemos apoltronado en los grupos municipales y parlamentarios, trabajando mucho, eso sí,  para defender los intereses de esa mayoría social a la que hacemos constante referencia e incluso, y esto es paradójico y dramático, hemos contribuido a mejorar, con nuestro trabajo, las instituciones de un sistema que aspiramos a demoler. Deberíamos, dar un giro copérnicano en nuestra estrategia y buscar convertir las instituciones en las que participemos, porque debemos participar, en un instrumento de lucha. No sé si puede servir de ejemplo, pero cuando, en los años sesenta, las incipientes Comisiones Obreras deciden participar en las instituciones del Sindicato Vertical no era, precisamente, para mejorarlo. Todo ello si no hemos asumido, yo desde luego no, el capitalismo y su expresión parlamentaria democrático-burguesa, como el mejor de los sistemas posibles, un camino que ya siguió en su momento lo que hasta entonces considerabamos socialdemocracia.
Había  comenzado esta entrada manifestando un cierto grado de indiferencia ante los resultados electorales del Imperio para intentar averiguar porque en estos momentos de evidente crisis del sistema, la izquierda es incapaz de conseguir un mínimo protagonismo, y como es natural, de manera no forzada me he venido al entorno que mejor conozco, o que únicamente conozco, la sociedad española. Desconozco, en gran medida, la realidad social norteamericana y por tanto no me es sencillo porque un obrero de Pennsilvania o Michigan, de Pittsburg o de Detroit, ha terminado votando un discurso radicalmente xenófobo, pero me imagino que la deslocalización industrial producto de una globalización gestionada de forma ultraliberal, que ha hecho que la sustitución como fuerza de trabajo de ese obrero norteamericano, por la de un trabajador del tercer mundo colonizado con ingresos muy inferiores ha tenido algo que ver.
Con todo, he decir que esa indeferencia  sobre quien se ganaba el puesto de Imperator no es absoluta. Me preocupa mucho que el camino de normalización que la administración Obama había iniciado con Cuba pueda verse dificultado o, incluso, interrumpido, pero no pongamos la tirita antes de que se produzca la herida. Cabe recordar que el intento de invasión de Playa Girón, no de produjo con el reaccionario Richard M. Nixon sino con el apuesto progresista, y nunca bien ponderado,  liberal John Fitzgerald Kennedy icono ideológico de la derrotada Hillary.

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