miércoles, 11 de octubre de 2023

Cambio de papel

He iniciado los trámites para acceder a la condición de jubilado, una situación que muchos anhelan, y lo comprendo, aunque a mi me provocan sentimientos contradictorios. Por un lado creo que merezco ya dejar de preocuparme por la coherencia de interminables series de números e indicadores. Por otra parte mi trabajo, muy alejado de lo rutinario, siempre me ha gustado aunque tengo que reconocer que en los últimos tiempos he dejado de tener el empuje que tuve otrora. Es más, si mi Olga no se hubiese ido tan pronto ha tiempo que estaría jubilado pues eran muchos los proyectos que teníamos para cuando ambos alcanzáramos esa condición.

No tengo, sin nadar en excesiva abundancia, problemas económicos; tengo ahorrado lo suficiente como para asegurar el pago de lo que me queda de hipoteca; no tengo deudas importantes; mi hijo tiene trabajo y me va a quedar la máxima pensión que la legislación permite. Si fuera objetivo tendría que decir que a mi el capitalismo no me ha tratado del todo mal, incluso, teniendo en cuenta que mis necesidades para vivir confortablemente no son demasiadas, podría decir que en la sociedad capitalista vivo de puta madre y podría parecer extraño mi empeño en intentar acabar con ella mientras que otros, que lo pasan peor, la defienden. Recuerda al idiota que mira al dedo que tapa a la luna en lugar de intentar mirar a la luna misma. Podría, por tanto, jubilarme y ver cómodamente como se desarrollan los acontecimientos, sin embargo no va a ser así. Quizás me ocurre como al escorpión que cruzaba un río, en alianza simbiótica, encima de una rana. Acabó picándola por más que supusiera su propio ahogamiento. Estaba en su carácter.

Está en mi carácter gritar ¡Viva la República! cuando veo a la nieta del fugado Borbón seguir la tradición familiar, besando banderas y estandartes que le aseguran el futuro, mientras millones de papanatas aplauden los, hasta ahora, inexistentes méritos de Leonor Borbón Ortiz. Y más aún me caracteriza como republicano la defensa de una España que, de haber existido como tal alguna vez, detesto:
 La que expulsa a compatriotas de otra religión y cultura en nombre de una reconquista de algo nunca conquistado.

 La que impone a sangre y fuego una religión y ¿cultura? a pueblos que ya tenían las propias, en nombre de una evangelización, ajena en gran medida a los principios del evangelio mismo.

La que aruinó a su pueblo, en varias ocasiones, para asolar media Europa con sus tercios a mayor gloria de su serenísima y cristianísima majestad de turno.

 La que grita ¡Vivan las caenas! cuando los aires de libertad soplaban por el mundo entero, y es capaz de aclamar al traidor y degenerado, Borbón al fin y al cabo, Fernando VII.

La que impide que, en nombre de una constitución que, pudiendo hacerlo, no quise votar en 1978 y que no votaría hoy, que los diferentes, diversos y distintos pueblos que la componen puedan decir libremente si quieren o no pertenecer a ella. 

Esa España ni es la mía, ni la quiero, ni la reivindico, ni me enorgullece. Y a los bárbaros y energúmenos, que son millones, lo sé, que la añoran y vitorean me permito regalarles todos y cada uno de sus símbolos, bandera con mástil incluido. Disfrútenlos. 

Mi España es otra, la de sus poetas, pintores, músicos, científicos e intelectuales que me enorgullece, y también la España que tenía en su seno a una clase obrera capaz de defender a la República en 1934 y 1936, y de haber conseguido resistir durante cuarenta años la negra noche del franquismo. Esa es mi España, la España que reivindico, la España que quiero y no me gustaría verla desmembrarse.

 La otra, "La España de charanga y pandereta, 
cerrado y sacristía,
devota de Frascuelo y de María"
para mí es detestable, y que se disuelva, se rompa, se destroce o se suicide no deje de ser motivo de satisfacción, esa España 
"ha de tener su mármol y su día, 
su infalible mañana y su poeta"
Y yo que lo vea.

Está también en mi carácter pelear por una sociedad más justa, en la que la igualdad de oportunidades sea efectiva y en la que la cuna de cada uno no determine de forma definitiva su futuro. 
Hoy, a día de hoy, en el presente mismo, un cenutrio, por mucho que lo sea, por vago que sea, por mucho que lo sea, por inútil que sea, por mucho que lo sea tiene asegurado su futuro si ha nacido en una familia económicamente poderosa, y ejemplos hay, y no pocos.
Hoy, a día de hoy, en el presente mismo, una persona inteligente, por mucho que lo sea, y trabajadora, por mucho que lo sea, tiene muy difícil el ascenso a través de eso que llamamos "escalera social", son muy pocos los que lo consiguen y siempre a costa de sacrificios que el hijo de un poderoso ni se plantea.
Esa sociedad que iguala oportunidades para mi constituye el Socialismo. Si consiguiéramos esa sociedad, lo demás, la propiedad de los medios de producción, el poder político efectivo, etc, vendría de suyo.

De alguna manera cambio de papel, o mejor dicho, cambio de lugar, quiero dejar de estar en primera fila, quiero dejar de tener responsabilidad de lo que sea, pero no dejaré de luchar, eso cuando me muera, y me gustaría que quedara mucho tiempo para ese momento.
 



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