De regreso a Europa, con nuestros buenos amigos bretones
Raymond y
Marie Christine, padres de nuestra
Sandrine, y también con
Nelly y
Jean-Claude, sus suegros, padres por tanto de
Christophe, dedicamos un día entero a reciclarnos haciendo lo que más le puede gustar a los bretones: comer, beber, si hace falta cantar y sobre todo reir. Sin duda cuando
Uderzo y
Goscinny idearon las aventuras de sus galos más célebres (no os perdais tampoco las aventuras del
visir Iznogoud que quiere ser
califa en lugar del califa de forma compulsiva) , pensaron en ellos y nosotros tenemos incluso localizado el
bosque de los carnutes.
He traido la portada de estas aventuras de
Astérix, porque uno de los deportes nacionales de Bretaña consiste en contar chistes de
belgas. A mi me es sencillo seguirles el rollo traduciendo los chistes sobre
leperos como si fueran
belgas y en algunos casos tengo hasta éxito. Nosotros procuramos comportarnos como se espera de nosotros al estilo de
Soupalognon y Crouton (
Sopadelajo Arriérez y Torrezno en las geniales traducciones de
Victor Mora o de
Jaume Perich ) padre de
Pepe (Pericles) en
Astérix en Hispania. De hecho cuando aparecemos por Bretaña (con menos frecuencia de lo que nos gustaría) como presentes llevamos aceite de oliva, y vino, a
Jean-Claude, bordelais de nacimiento y buen
connaisseur de caldos de calidad, que ha venido múltiples veces de vacaciones a España, pero que siempre ha debido probar el vino que compone esa especie de atentado a la salud , la educación y el buen gusto llamada
sangría (prohibida junto al
tinto de verano cuando ganen los mios por
crimen contra los placeres del cuerpo), se asombra el buen
bordelais, de los excelentes vinos que se hacen en España, lo que a mí, que hace años que no los cato, me llena de orgullo. Y es que en eso sí me siento patriota, no solo en el vino y el aceite: desafío a cualquier galo, suizo u holandés a que me presente un queso mejor que un buen
manchego curado (los habrá muy buenos y también excelentes y distintos pero no mejores); el
jamón ibérico de bellota no tiene parangón en el mundo entero, pero es que el de
cerdo blanco de
Teruel o
Granada no queda muy atrás. Lo que nunca me verá defender es la muy sobrevalorada
paella ( debería decirse arroz en
paella, pues
paella es sartén en catalán y sin embargo se ha acuñado el absurdo término de
paellera, que supongo estará contemplado por esa venerable panda de inútiles que componen la
Real Academia Española de la lengua) de la que lo mejor que se me ocurre decir, recordando a
José María Pemán, es que se trata de un plato liberal :
¡Oh insigne sinfonía de todos los colores!
¡Oh ilustre paella
por fuera con su blusa de colores,
quemadita por dentro con ansias
de doncella!
¡Oh policromo plato colorista
que antes que con el gusto se
come con la vista!
Concentración de glorias donde
nada se deja.
Compromiso de Caspe entre el
pollo y la almeja.
¡Oh plato decisivo:
gremial y colectivo!
¡Oh plato delicioso
donde todo es hermoso
y todo se distingue,
pero nada está roto!
¡Oh plato liberal donde un grano
es un grano
como un hombre es un voto!
Es una pena que tan buenos ingredientes queden estropeados por un cereal causante de malnutrición, atraso y tercemundismo como es el arroz.No cabe duda que una civilización milenaria como la china estaría hoy muy por delante de la sociedad occidental, llegaron antes a
la brújula, la pólvora u otros inventos, sino hubieran castrado sus sentidos e inteligencia por los granitos de tan maldito cereal, estarían hoy a la cabeza del mundo, se lo digo yo, sino fuera por el arroz. De hecho la variante de sustuir el arroz por fideos, la llamada
fideuá, gana notablemente en calidad, pero sin duda la mejor variante de la
paella es aquella en la que las cigalas se han comido previamente los granitos de arroz.
Pero dejemos mis opiniones sobre este plato que de sobra sé que son minoritarias y casi siempre polémicas y continuemos con el viaje de regreso que tuvo este pequeño relax bretón en el que comimos como cerdos, si bien fue fundamentalmente este animalito, con todo su colesterol, la base de la comida. También se bebió a modo, sobre todo vino
Bourdeaux y
Bourgogne y también
Champagne y comenzando por el aperitivo con
Pastis. Como conocen mis costumbres necesariamente abstemias, tenían para mí los equivalentes sin alcohol, que en cuanto a sabor no desmerecen demasiado, y en cuanto a los efectos la práctica me ha enseñado a ponerme igual de
contento, de manera que acabamos cantando parte del repertorio de
Edith Piaff (
rien de rien varias veces) con
Jean-Claude al piano. Y no acabamos bailando
la conga de chiripa.


Escenas bretonas
Por fin dejamos Bretaña con nuestra ya tradicional tristeza, dejabámos a nuestros amigos, nos ibamos sin volver a ver a nuestras niñas. ¿Cuando podremos volver? Espero que pronto

Y bueno del viaje de vuelta poco hay que contar, pierden mucho los viajes, en cuanto a anécdotas si uno no tiene que tomar aviones. Llegamos a
Alpedrete sin novedad, bueno sin novedad es mucho afirmar por cuanto nos quedamos estupefactos cuando por la radio escuchamos que la
Sra. alcaldesa de Alpedrete había mandado a la
puta calle a los concejales de la oposición (de los cuales formo parte).
Y despues del viaje, accidentado viaje, llega el momento de reflexionar y sacar conclusiones. La primera conclusión, el primer resultado, que me llena de satisfacción (
Es para mí motivo de orgullo y satisfacción..., repite con cierta frecuencia nuestro inelecto jefe del estado) es la cohesión que tenemos los tres miembros de esta sociedad con sede en mi (nuestra) casa. Es en los momentos difíciles, y risas a un lado ha habido más de un momento complicado, donde uno percibe las cosas realmente importantes y claramente mi familia es algo muy importante para mí. Una vez hecha esta lacrimógena confesión, impropia por otra parte de un bolchevique templado como el acero que forjó a
Pavel Korchaguin
Por otra parte en los viajes lo mas importante es aprender, no sé quien fue el que dijo que el nacionalismo se cura viajando y puede que tuviera parte de razón y aunque es verdad que desde fuera también se aprecia más lo que uno tiene, no es menos cierto que convivir, aunque sea temporalmente, con otras gentes de otros usos y costumbres es tan enriquecedor que si uno no es de esos botarates que piden
fabada en un restaurante de
tapas en Escocia,
fabada que naturalmente no le gusta, relativiza cosas que aparentemente pueden parecer importantes. En ese sentido el propio
viaje es más importante que el destino. Traduce muy bien
Carles Riba a
Kavafis para que
Lluis Llach nos lo canté como sólo sabe él:
Quan surts per fer el viatge cap a Itaca,
has de pregar que el camí sigui llarg,
ple d'aventures, ple de coneixences.
Has de pregar que el camí sigui llarg,
que siguin moltes les matinades
que entraràs en un port que els teus ulls ignoraven,
i vagis a ciutats per aprendre dels que saben.
Tingues sempre al cor la idea d'Itaca.
Has d'arribar-hi, és el teu destí,
però no forcis gens la travessia.
És preferible que duri molts anys,
que siguis vell quan fondegis l'illa,
ric de tot el que hauràs guanyat fent el camí,
sense esperar que et doni més riqueses.
Itaca t'ha donat el bell viatge,
sense ella no hauries sortit.
I si la trobes pobra, no és que Itaca
t'hagi enganyat. Savi, com bé t'has fet,
sabràs el que volen dir les Itaques.
Y desde luego muchas son las cosas que hemos aprendido en este viaje, no sólo que circular por la izquierda es una extravagancia sin más importancia, sino el sentido de autodeterminación ante Europa que tienen los británicos. No consiste la autedeterminación en depositar un voto en una urna un día determinado por más que se empeñe el señor
Ibarretxe, también es una actitud y , porque no, una aptidud. Y no quieren los británicos formar parte de Europa, y tampoco son aptos para serlo. Y no me refiero a esta Europa de mercaderes que nos están construyendo y de la que yo tampoco quiero formar parte, es la cultura europea la que rechazan en cada uno de sus actos, en los que, deliberadamente y con un estúpido orgullo, proclaman su diferencia, además tampoco son aptos para poder subsumir su propia cultura en una más amplia. De manera que cuando no existe diferencia la crean, cuando es pequeña la engradecen, y cuando ya es grande la magnifican hasta hacerla insalvable. Para la Europa social, para la Europa de progreso a la que muchos aspiramos no son más que una rémora de la que sería conveniente irse desprendiendo. Y es una lástima, porque tienen virtudes destacables, entre las que no están las artes culinarias, pero que quedan empañadas por un exagerado provincianismo que quieren cubrir con el manto de un Imperio hoy trasladado al otro del Atlántico y del que ellos son una pequeña provincia con valor más simbólico que estratégico.
Y yendo a lo más concreto, y por razones que no hace falta explicar, va a ser muy difícil que esta mi familia, y al menos en viajes de placer, utilice el transporte en aeroplano:
Es incómodo, con los aeropuertos lejísimos de las ciudades, y mil y una trabas para acceder al aparato, lo cual le hace lento en comparación con otros medios cada vez más extendidos como los trenes de alta velocidad. Si algún día
el chache tiene pasta y puede se irá a conocer las Américas en un transatlántico a todo plan, a pesar del riesgo de
icebergs.Y nada más que dar las gracias a los que se hayan interesado por las andanzas, venturas y desventuras de esta familia. Volveré a la rutina bloguera con la crisis, el PP,...lo de siempre.
See you later