En el momento en el que me pongo a escrbir esto, inmovilizado como estoy con el tobillo muy perjudicado, debido a una inoportuna caida, no sabemos si se va a producir el anunciado referendum griego. Las presiones recibidas por el primer ministro Papandreu , incluso desde dentro de su partido, el PASOK están siendo enormes, y a estas horas está reunido el Consejo de Ministros griego. Veremos, pues, que pasa. En cualquier caso, la situación se va tornando cada vez más insostenible, y da la sensación de que ni siquiera los rectores del sistema económico capitalista tienen clara la salida a la crisis. Cada vez está poniéndose de manifiesto con más crudeza que no estamos ante una crisis al uso, financiera, de materias primas o de consumo. Estamos ante una crísis sistémica, es el sistema globalmente el que ha entrado en crisis, como entró en crisis en 1929, y conviene recordar que de aquella crisis se salió mediante una guerra, algo ahora improbable, por no decir imposible. Todos los economistas críticos con el sistema coinciden en el diagnóstico catastrófico de una situación generada en gran medida con lo supuso el Tratado de Maastrich. Un tratado que consagró un modelo de Europa con el que en la Izquierda no estuvimos de acuerdo, y de aquí en adelante cuando me refiera a la Izquierda me estaré refiriendo a la Izquierda. Con ese modelo de Europa consagrado, la aventura del Euro supuso un gran negocio para economías exportadoras como la alemana, que aumentó extraordinariamente su cuota de mercado, hasta el punto de que en la práctica la unificación alemana la hemos pagado entre todos, y supuso una gran hipoteca para economías como la griega o la española, que teniendo en cuenta que la implantación del euro les quitaba toda la soberanía monetaria tuvieron que recurrir a la deuda para mantener níveles de bienestar largamente peleados. La PAC, Política Agraria Común, que redujo la importancia de la agricultura, y España, y Grecia, son paises agrícolamente exportadores, contribuyó negativamente en las economías española, griega y otras con peso agrícola. Todo ello sin entrar a valorar si todos los Estados que dieron lugar a la eurozona cumplian los criterios de convergencia, que creo que no, y sin entrar en el grado de rigor que puedan tener las cuentas nacionales presentadas por los estados a Eurostat (Oficina de Estadística de la UE), y que puede ser escaso y no solo en el conocido caso griego. Lo que no queda claro, yo desde luego no lo tengo nada claro, es si hay solución con la salida del Euro, más allá de que en primera instancia se pueda recurrir a una rápida devaluación que permita ajustes de deuda más allá de, como ocurre ahora, ajustes exclusivamente salariales. Yo, sin ser economista, creo, con toda humildad, que no hay una solución sistémica, y que todas las posibles salidas se dan por la izquierda en el camino al socialismo. Pero en ese camino no podemos obviar la realidad inmediata de la existencia de millones de parados que no pueden esperar, y en ese sentido funciona el programa que presenta la Izquierda Plural a los ciudadadnos para que lo voten el 20-N.
La salida propuesta por el gobierno griego para que sean los ciudadanos los que decidan el camino a seguir, o mejor, descartar caminos que no quieren seguir, a mi me parece escrupulosamente democrática. Sin embargo los "demócratas" europeos aborrecen de esta consulta con el argumento, claramente explícito de una vez, de que es :"como consultar a un niño de dos años sobre si quiere un caramelo o una medicina con mal sabor". Ese es el concepto que los "democrátas" tienen de los ciudadanos. Y luego se extrañan de que les griten que: LE LLAMAN DEMOCRACIA Y NO LO ES. Lamentable
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