Una de las escasas ventajas, si es que puede llamarse así, que ha tenido la amarga situación por la que he pasado, ha sido que los largos espacios de tiempo en los que mi madre ha estado sedada, he podido rellenarlos retomando una afición que en los últimos tiempos tenía un tanto descuidada: la lectura. Me había convertido en un lector tan vago e indolente que solo leía cosas que ya había leido, incluso algunas que de tantas veces leidas he llegado a conocer casi de memoria. Como se daba la circunstancia de que también había restringido mi círculo de lectura a obras escritas directamente en español, en el caso de novelas o poesía, me había limitado muchísimo el campo de lectura. Tomé la determinación, cuando la geriatra de Guadarrama me comunicó el carácter irreversible, pero no inminente, del proceso en el que se encontraba mi madre, de retomar mi afición por la lectura, y puestos a retomar, recordando que en la inigualable película Amanece que no es poco el exiliado sudamericano es encarcelado por plagiar a Faulkner, después de comprobar que en mi biblioteca tenía algo suyo, en concreto El ruido y la furia en una de las múltiples colecciones de ELPAÍS , me dispuse a abordar la lectura del alabado premio Nobel de Literatura. Precavido como me he vuelto, debe ser por mor de la edad, me informé previamente de por donde iban los tiros del escritor norteamericano, y en cuanto supe que su temática fundamental estaba situada en el sur de los Estados Unidos me sentí animado al recordar las lecturas de mi juventud, al recordar a Mark Twain , a su Tom Sawyer y sobre todo a mi héroe Huckleberry Finn. ¡Cuan lejos estaba de imaginar lo que me esperaba!
No me tengo por un reaccionario en lo que al arte se refiere, ni siquiera comprendí nunca muy bien que era aquello del realismo socialista, valga como ejemplo que soy un sincero admirador de la obra pictórica de Boris Kandinsky, escucho con gran placer a Bruckner, y en lo que respecta a la literatura puedo asumir sin problemas que el gitano Melquiades se pasee por Macondo, después de muerto, como si tal cosa y una de las obras de las que antes manifestaba conocer párrafos de memoria es Conversaciones en la Catedral, del, para mí , nada simpático, Mario Vargas Llosa, -¿Cuando se jodió el Perú, Zavalita?- No me asusto fácilmente de los experimentos literarios, es más suelen gustarme cuando sirven para reforzar la narración de una historia, y es que tanto la novela, como su equivalente visual, el cine, consisten esencialmente en eso, en una historia que contar. Quizás por eso me espantó ese fenómeno llamado Matrix, y quizás por eso el Ruido y la Furia, me ha producido Bostezo y Terquedad. Bostezo al enfrentarme a larguísimos párrafos que acababan no describiendo nada, y terquedad para terminar , por cojones, de leer un texto que no me estaba aportando ni placer, ni conocimiento. No me estaba aportando nada. Y puede que no me estuviera aportando nada, porque no había historia que contar, al menos un historia atrayente, interesante.
Una familia venida a menos, que es de Mississipi pero podría ser de Castilla la Nueva, tiene cuatro hijos, tres varones y una mujer. De los varones uno es discapacitado intelectual, seamos políticamente correctos, y para evitar que cree problemas persiguiendo féminas está castrado. El hijo mayor también es un débil mental que termina sucidándose lleno de remordimientos por cosas que no ha hecho, o de las que no es responsable como de que sus padres vendieran un prado para que él fuera a la Universidad. El hijo varón que queda, es un envidioso de tomo y lomo que jamás perdonará a su hermana que, por culpa de sus devaneos, se arruinara su futuro. La hija es un tanto casquivana y tiene una hija de su soltera. En cuanto a los padres ella es una neurótica y él un alcohólico. Familias como esa las hay a cascoporro lo mismo en el deep south que en Albacete, y su interés, el interés que pueda tener su devenir es relativo, para mí ninguno, y en ningún caso es significativo de nada, ni de la decadencia del Sur posterior a la guerra civil, ni de nada. El autor debe ser igualmente consciente de que la historia no da para mucho, y decide que, de principio, el lector entienda poco o nada. Y alguien que consiga salvar la primera parte ,7 de abril de 1928, si no continua leyendo, tentación que tuve que resistir con grandes esfuerzos, y cierra ahí el libro, no tendrá absolutamente ni puta idea de que va la cosa. Parece escrita para conseguir que uno abandone la lectura, para tipos, como yo, capaces, si se lo proponen, de leerse, en momentos de aburrimiento, un prospecto farmacéutico y encontrarle cierta poesía. Los que consigan pasar esta primera parte son perfectamente capaces de leerse el Capital , en alemán, por supuesto, iban a entender lo mismo. Según me he enterado después, recurriendo a tipos que se dedican a descifrar lo que escribe este sujeto, está escrita como si el narrador fuese el discapacitado intelectual. Debe ser una discapacidad muy rara, a los que yo he conocido en la vida real los he entendido perfectamente, en general suelen explicarse bastante bien, tienen una discapacidad pero no son ni bobos, ni idiotas , ni , por supuesto enrevesados como el que se supone que narra este relato. La segunda parte, 2 de junio de 1910, parece más asequible y sirve para entender algo, no demasiado, de la parte anterior. En esta parte conseguí, con enorme satisfacción, distinguir los protagonistas blancos, de los criados negros, se supone narrada, y aquí si está claro, por el suicida universitario. Al acabar esta parte yo estaba seguro, pero seguro, seguro, de que había habido un incesto como la copa de un pino, y el universitario le habia hecho un bombo a su hermana razón por la cual había decidido quitarse de en medio. En esta parte el autor también intenta ofuscar al lector jugando con el tiempo, pero después de la tortura de la primera parte, se trata de un juego de niños. La tercera parte, 6 de abril de 1928, tambien queda claro por quien está narrada, el hermano rácano y resentido, y como está escrita de un modo bastante lineal, en algún momento da la sensación de que uno puede llegar a enterarse, ¡por fin!, del argumento. Para no ponerlo fácil el autor decide bautizar a la hija de la hermana casquivana con el mismo nombre del hermano suicida, y al menos yo, que debo ser un poco torpe, llegué a liarme al principio, pero conseguí ubicarla a tiempo. En esta parte deshice el equívoco del dichoso incesto, que me traía a maltraer. La cuarta parte, 8 de abril de 1928, está narrada por alguien ajeno a la familia con capacidad de ponerla, a la familia, a caer de un burro. Es la más entretenida.
Cuando terminé de leerla, la novela, sentí que había perdido miserablemente el tiempo tragándome la historia de una familia que no me interesaba nada en absoluto, escrita como un jeroglífico, con el único fin de complicarle la vida al lector. Por lo menos ya puedo decir que he leido a Faulkner, y comprendo perfectamente como al exiliado de la película le meten en la cárcel. No es para menos.
Cuando terminé de leerla, la novela, sentí que había perdido miserablemente el tiempo tragándome la historia de una familia que no me interesaba nada en absoluto, escrita como un jeroglífico, con el único fin de complicarle la vida al lector. Por lo menos ya puedo decir que he leido a Faulkner, y comprendo perfectamente como al exiliado de la película le meten en la cárcel. No es para menos.
2 comentarios:
Es que en Amanece que no es poco, creo que se cabreaban con quien plagiaba a Faulkner por el mal gusto que demostraba.
Un saludo.
Pues parece Bolche, que algo de juguillo sí que le has sacado, jaja.
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