Agradezco, y mucho, los ánimos de conocidos y desconocidos a raiz de la entrada de ayer que, efectivamente, destilaba un componente amargo. Amargura que no deriva directamente de los magrísimos resultados electorales obtenidos, sino de la percepción ,que uno siente de manera insistente, de que gran parte de la izquierda, y excluyo al PSOE no porque no lo considere izquierda, sino porque de ser izquierda, es una izquierda derrotada, pusilánime, incapaz de ponerse a pensar en una alternativa al sistema capitalista, gran parte de nuestra izquierda, por precisar un poco más, ha interiorizado de tal manera las bondades de esta mierda de sistema que está preocupada por haber obtenido, en estas elecciones, el 3,78%, que estoy de acuerdo en que es un dato preocupante, pero y eso me preocupa más, estaría contenta con 15 o un 20%. No es mi tema, sin despreciar, que no lo desprecio, la importancia de obtener unos buenos resultados electorales, yo soy militante del PCE para tomar el poder. Lo importante para poder transformar una sociedad es tomar el poder, lo demás son cuentos. Y a estas alturas me sé todos los cuentos.
Que nadie se preocupe, primero porque yo no soy, ni mucho menos imprescindible, y no es falsa modestia, como mucho necesario, pero no más necesario que los demás. Y además no estoy en disposición de tirar la toalla, y no la voy a tirar, pero necesitaba, y sigo necesitando, tomar conciencia de la realidad que me circunda. Estoy rodeado o , mejor dicho, formo parte de una sociedad compuesta mayoritariamente por imbéciles, alienados y débiles mentales. Con estos mimbres hay que hacer un cesto, es bueno saberlo pero abre, a mi juicio, una reflexión importante que deberíamos abordar, por más que algunos aspectos hayan sido debatidos en más de una ocasión en el seno de la izquierda marxista.
¿Organizaciones de masas? ¿Partidos de Vanguardia?
El fracaso político, que llevó al económico y no al revés, de lo que dimos en llamar el socialismo real , nos debe mover a reflexión. En efecto, la concatenación de sustituciones: la de la voluntad de la sociedad por la del partido, la de la base del Partido por la del Comité Central y la del Comité Central, en último extremo, por la del Secretario General, llevó al conjunto de la sociedad a considerar al Estado, al Estado Socialista, como algo ajeno, de manera que los evidentes sacrificios de esas sociedades para hacer frente a la continua agresión imperialista por una parte, que implicó necesariamente una enloquecida carrera armamentista, y a la necesidad internacionalista de apoyar a cuantos movimientos emancipadores surgían por el mundo, pudieron ser asumidos por la generación que protagonizó la toma revolucionaria del poder, que además podía comparar con la situación anterior, y, si acaso, la siguiente. Posteriores generaciones además, como ya he mencionado, de considerar el Estado como algo ajeno en lo que no participaban, tenían como elemento comparador la imagen de las sociedades capitalistas avanzadas, convenientemente amplificadas. Sólo una sociedad fuertemente comprometida en la toma de decisiones, en el ejercicio real del poder, hubiera podido asumir los sacrificios derivados de la construcción de una sociedad nueva en el mundo entero. Creo que todos tenemos claro que el socialismo del siglo XXI debe ser profundamente democrático, implicando a todos los sectores capas y clases sociales interesados en avanzar por el camino del socialismo hacia el comunismo.
Pero no todo fue malo, hubo muchos aspectos positivos de los que, al menos yo, me siento orgulloso, y uno de ellos fue el demostrar que una fuerza política organizada, no mayoritaria pero sí muy influyente entre las masas políticamente conscientes, y utilizando como palanca de poder activos organismos indudablemente democráticos, los soviets de obreros, campesinos y ¡ojo! soldados y marineros pudo tomar el poder pasándose por el arco del triunfo, el forro de los caprichos y la envoltura del endometrio, los resultados de las elecciones a la Duma. No soy un mesiánico, sé perfectamente que no estamos ni en Rusia ni en 1917, soy plenamente consciente de lo mucho que han cambiado las condiciones objetivas y subjetivas de entonces a ahora. Apunto un dato histórico que puede servir para que algunos dejen de prestar tanta atención a resultados electorales, lamentos por injustos mecanismos D'Hont y reclamaciones de nuevas y más justas leyes. Somos, o debemos ser, la izquierda revolucionaria no una maquinaria electoral.
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Hace 3 semanas
4 comentarios:
muy buena reflexión, camarada.
Se milita para tomar el poder, quizás por eso algunos estamos en donde se puede tomar el poder, aunque nos desagraden tantas cosas como usted sabrá don Bolche. Entrismo aunque tapándose la nariz en algunos momentos, qué le voy a decir, ya lo dijo León Trotsky.
¿Qué otra via existe para tomar el poder? ¿nos tomamos el palacio de invierno con el gps de nuestro coche y con el aire acondicionado? Está la cosa complicá "es para tanto" y para preguntarse lo que dijo Vladimir Ilich ¿Qué hacer?
Salud y República
Es Vd., camarada Beria, todo un romántico racionalista (no es error tal binomio; porque sigue creyendo en lo nunca verificado, en la hipótesis de una utopia; y a la vez está convencido de que sus designios obedecen algo así como a una "física política").
Pero es Vd. tan honrado que claramente nos señala que este esquema no le sirve y que "tomará el poder" (pues se entiende legitimado como tal). Pero tenga cuidado su persona, no vaya a ser que tenga que salir pitando como le pasó al camarada Vladimir Lenin en la guerra finesa.
Un abrazo.
No entiendo como el socialismo democrático del siglo XXI puede tomar el poder, si no es desde las urnas. Y digo yo que para obtener el 51% primero habrá que obtener el 15 o 20%, porque Roma no se construyó en dos días...
Y como el movimiento se demuestra andando, creo que para obtener una representación digna primero se debe dar ejemplo de buena gobernabilidad en donde se tiene esa capacidad, después se deben "publicitar" dichos logros a la vez que se lucha contra la Ley electoral y se trabaja la penetración mediática.
Se me antoja fundamental que tomemos conciencia de la sociedad en la que vivimos, de sus principios, preocupaciones y preferencias, para así elaborar un discurso que enfatice sobre dichas expectativas, por muy “elementales” o “poco alternativas” que puedan parecer.
No cabe duda que para transformar la sociedad lo primero es ganar la confianza de la ciudadanía y eso no se consigue al viejo estilo del despotismo ilustrado “todo para el pueblo, pero sin el pueblo”.
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