viernes, 8 de marzo de 2013

El régimen

Últimamente oigo hablar mucho del régimen, de la crisis el régimen y del proceso constituyente que finiquitará el régimen. En la almodovariana Mujeres al borde de un ataque de nervios, la portera del inmueble, personaje interpretado por Chus Lampreave, se queja amargamente de la limitación que le supone, por su condición de testiga de Jeovah, el tener que decir siempre la verdad. A los marxistas, salvando la distancia que me separa de tan extraordinaria actriz, nos ocurre casi lo mismo al tener la obligación de analizar científicamente la situación. ¿A qué régimen  se refieren aquellos que continuamente lo citan, caracterizando su crisis y augurando su futura desaparición? ¿Dónde está ese poder popular que, a juicio de algunos compañeros, se está construyendo en estos momentos?
Durante el franquismo, el sistema económico del capitalismo monopolista de estado estaba caracterizado políticamente por la ausencia absoluta de libertades, reales y formales, por una represión feroz. Era lo que se llamaba el régimen del 18 de julio. El propio sistema económico vigente, el capitalismo, necesitó hacer evolucionar su caracterización política, para asegurarse su supervivencia, de manera que tras un proceso constituyente que conocemos como la Transición desembocamos en un régimen de monarquía parlamentaria, con libertades, al menos las formales de reunión, asociación y manifestación, aseguradas. En mis cincuenta y siete años de vida son los dos regímenes que yo he conocido, con un único sistema de dominación de clase, el capitalismo. Desde esa perspectiva, y a mi es a lo que me suena, se puede perfectamente sustituir  el régimen, la monarquía parlamentaria, por otro régimen, la República, presidencialista o parlamentaria, sin afectar significativamente a la esencia del sistema, la dominación capitalista, y ello podría hacerse, perfectamente, a través de un proceso constituyente en el que la burguesía monopolista tuviera una correlación de fuerzas favorable. Yo, desde luego, no estoy en esa estrategia, y no es que sea yo un dogmático fundamentalista partidario de un PCE, modelo Bullejos, ¡Abajo la República Burguesa! ¡Vivan los soviets!, ignorando el importante, y positivo, giro político y estratégico que dieron al Partido Pepe Díaz y Dolores, aunque desde el Partido haya quien quiera, equivocadamente, plantear esa dialéctica de forma artificial. El contexto sociopolítico de los años 30 en España, poco tiene que ver con el actual. Entonces, el sistema económico era el propio de una sociedad que, a pesar de varios intentos, no había conseguido llevar a buen puerto una revolución burguesa que sentara las bases del capitalismo moderno, de manera que, exceptuando Cataluña y el País Vasco , la estructura económica de España, era esencialmente agrícola, alternando  regiones basadas en el latifundio, en muchas ocasiones con un aprovechamiento no óptimo, con regiones de minifundismo miserable. Entonces, el cambio de régimen, aun hegemonizado, en gran medida, por la burguesía progresista, era un innegable avance muy significativo en aspectos como la educación, el acceso a la cultura, la influencia de la Iglesia, etc, y la lectura que hizo el grupo dirigente del Partido, claramente equivocada. Hoy puede que el vigente régimen de monarquía parlamentaria esté en crisis, no hay duda de que lo está el bipartidismo sagastacanovista, pero lo importante es que la crisis, así la definimos siempre, es una crisis sistémica, es decir del sistema de producción capitalista, por eso nuestra estrategia debe orientarse hacia el cambio de sistema, no hacia un simple cambio de régimen. Y claro que en ese proceso será imprescindible un Proceso Constituyente, pero para que sea favorable a nuestros intereses, ese proceso habrá de darse con una correlación de fuerzas igualmente favorable. Pongamos un ejemplo: La Transición fue un Proceso Constituyente, pero como se dió con una desfavorable correlación de fuerzas, el resultado no fue el mejor posible. Y hoy, y quien no lo vea así confunde realidad y deseo y cae en voluntarismo idealista, absolutamente ajeno al análisis marxista, la correlación de fuerzas sigue siendo desfavorable. Indudablemente hay un segmento de la sociedad que ha comenzado a moverse, nadie puede negarlo, y se trata de un elemento positivo, aunque aún insuficiente, en que los comunistas tenemos un importante trabajo a realizar: Tenemos que dotar a todos esos movimientos, mareas, indignaciones, etc de contenido político para que avancen hacia una solución de carácter socialista. Y tenemos que hacerlo presentándonos como somos, como comunistas, no disolviéndonos en ellos. Es, a mi juicio, preocupante, esa cierta clandestinidad con la que parecen actuar algunos compañeros y camaradas, sin que ello suponga caer en el dogmatismo o la imposición. Pero además de dotar de contenido político a los movimientos que se producen, hemos de tener en cuenta que para cambiar el sentido de la correlalción de fuerzas, tiene que ser muchísima más gente, fundamentalmente trabajadores, la que se movilice, la que perciba nuestros programas, propuestas y estrategias como serias, factibles y razonables. Cuando la mayoría de la clase trabajadora nos perciba como lo que debemos ser, su parte más consciente, podremos aspirar a cambiar las reglas del juego.
Por último, me gustaría detenerme brevemente en la construcción del poder popular. En estos momentos es una leyenda urbana, una consigna más o menos acertada, y de consignas acertadas o ingeniosas está el cementerio empedrado, el mayo del 68 generó unas cuantas docenas, pero el sistema capitalista sólo empezó a resentirse cuando la CGT( francesa, claro) convocó la Huelga General  y la mayoría de la clase trabajadora la secundó. Lo demás vuelve a ser idealismo puro y duro, vuelve a ser confundir realidad y deseo.

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