Se cumplen veinticinco años del triunfo del PSOE, un incuestionable éxito. Tengo un curioso recuerdo de aquellos momentos, recién ingresado, como contratado en aquella época, en el Instituto Nacional de Estadística (ine), fuimos los encargados por el ministerio del Interior, por el sr. Rosón, de hacer el tratamiento informático de los resultados. Durante dos semanas hicimos innumerables pruebas en un edificio de RTVE en Somosaguas, la noche del 28 de octubre no funcionó absolutamente nada, hay quien dice que fue el propio Rosón ante el cabreo que le supusieron los magros resultados de la UCD. Yo me enteré de los resultados a las dos de la tarde, cuando me desperté después de la nochecita toledana, y aún estoy esperando cobrar la totalidad de las dietas, pero creo que va a ser difícil. Pero esto era una reflexión añorante y doliente y no es de lo que quería tratar.
Al hilo de los fastos ha saltado a la palestra el insigne don Felipe González, y en menor medida tambien Alfonso Guerra, para con gran elegancia, sin una mala palabra, sin un mal gesto hacia el actual presidente del Gobierno, poner en cuestión, que algunos pongamos en cuestión, y no es un juego de palabras, el proceso llamado de transición, algunos en su totalidad y otros, es mi caso, en aspectos sustanciales e importantes. Y sin criticarla, porqué don Felipe es muy inteligente, no como otros ex-presidentes de comportamiento energuménico, descalifica suavemente al ley de memoria histórica al afirmar que hay cosas sobre las que no se puede legislar y hace una encendida defensa, al igual que Alfonso Guerra, de la institución monárquica calificándola como la piedra angular de la convivencia. No podía ser de otra forma, fueron ellos, junto con Santiago Carrillo, que no se olvide, los que pactaron la entrega, así lo veo yo, de muchos años de lucha a cambio de las libertades que disfrutamos. Se trata de de unos Felipe y Guerra ,en estado puro, los mismos que mandaron al desván a los socialistas que habían resistido, sobre todo en el exterior, los del interior, muchos de ellos, se organizaron en el PCE y otras organizaciones, la travesía del franquismo, aprovechando los ingentes fondos facilitados por Willy Brandt y François Mitterrand, refundando un PSOE del que pronto eliminaron toda referencia ideológica al marxismo, un PSOE que pasó del OTAN de entrada no a un militante atlantismo, un PSOE que abordó la más salvaje destrucción del tejido industrial que pueda uno imaginarse convirtiendo España, por exigencias de la UE, en un país agrícola y de servicios, fundamentalmente el ocio turístico, que crece, evidentemente crece, pero a base del monocultivo ladrillero.
Que ahora se pongan en cuestión determinadas sombras de aquel periodo, y sobre todo que muchos militantes socialistas en activo, pongan en cuestión el papel de la monarquía o las relaciones con la Iglesia Católica, es algo que no les gusta y ahí están, con el racaraca de la Transición, la bendita transición
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