Sin embargo este auténtico melting pot , no convierte a Londres en una ciudad abierta al exterior, entendiendo como exterior todo aquello que no reúna características británicas, o al menos contenga una de ellas, fundamentalmente el idioma. Todo lo que no esté expresado en inglés, directamente no existe. No sé si he comentado anteriormente, pero no me importa volver a hacerlo, la extrañeza que me causó la absoluta inexistencia en los tejados de antenas parabólicas, y no sólo en la City donde reside un exiguo número de personas, el hotel lo teníamos en barrio residencial, es decir donde se reside, y en los tejados, fácilmente visibles, se podría observar con toda claridad que sólo había las antenas de televisión convencionales. Por supuesto en el hotel en que nos alojabamos, y no era un hotel de pobres, ni mucho menos, sólo se podían ver BBC (uno y dos) e ITV (uno y dos), y para el que quisiera ver deportes la opción de cable de Sky. Pero que la prensa escrita gratuita, Metro y similares, sólo hable de hechos y sucesos acaecidos en las Islas Británicas tiene su lógica, pero que coja uno The Guardian o The Times y consideren una noticia internacional más importante lo sucedido en Pakistán o Nigeria, que lo que haya podido suceder en Paris o Berlín, capitales de estados miembros de la UE, como teóricamente lo es el Reino Unido, es significativo, es lo que, siempre a mi juicio, siempre subjetivo, justifica el título de la entrada. La teórica multidiversidad de Londres está absolutamente castrada por el paletismo que supone que únicamente sea interesante aquello que tiene pátina de británico, aunque sea por los pelos. Conducir por la izquierda cuando todo el mundo civilizado lo hace por la derecha no es exótico es estúpido, además de económicamente poco rentable, recordemos que en 1969 Suecia y por motivos esencialmente económicos cambió el sentido del tráfico. Utilizar de forma consuetudinaria medidas extrañas al sistema métrico decimal, como la milla, la yarda, el pie o la pulgada, el acre o el galón, solo genera problemas, a veces graves, en la industria y el comercio en este mundo cada vez más globalizado que sufrimos o padecemos. La negativa a sumarse a la iniciativa de la moneda común europea esta directamente relacionada con este palurdismo, y errados andan los que afanosamente buscan explicaciones o justificaciones de índole económico.
Salvando este provincianismo británico, más bien inglés, que llega a crispar: ¡Hay que joderse, si hasta los enchufes son distintos! hay que reconocer que Londres es una ciudad de la que uno facilmente puede enamorarse, aunque jamás me plantearía vivir en ella como no lo haría en Madrid, Barcelona o Paris, y no sólo por su enorme oferta cultural:
El British Museum justifica por si mismo una visita a Londres lo suficientemente extensa como para dedicarle cinco o seis días, yo tuve que conformarme con seis horas y no me supo a nada.
Lo mismo podría decirse de la National Gallery
Incluso la National Gallery of Portrait tiene elementos muy interesantes e ilustrativos de la historia de Inglaterra, historia que, la poca que llegó, siempre lo hizo trufada de un aire sectario que nos hizo creer que la ruptura de los Tudor con los restos del Sacro Imperio que pretendia refundar nuestro Carlos I de Austria, se debían únicamente a la necesidad de satisfacer el apetito concupiscente del rey inglés, cuando las razones políticas eran bastante más profundas.
Incluso visitas más modestas como la que se puede hacer a St. Martin in the fields , donde no pude cumplir la orden de la condesa y a pesar de que lo intenté
no conseguí darle un beso en los morros a sir Neville Merriner.
Continuará
2 comentarios:
No simpatizo en abosluto con tan unido reino. Pero San Martín de Campos es glorioso.
Me están encantando estas crónicas de viaje, javier. Estuve en Londres el año pasado, ciudad que no conocía, a pesar de mi provecta edad... ainss.... y me encantó, aunque si me dieran a elegir, me quedaría con Edimburgo. Provinciana que es una...
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