martes, 19 de agosto de 2008

Cap. 4 El Bolche se hace anglicano


A veces las circunstancias le empujan a uno a hacer cosas raras y ahí nace el que, para algunos, puede parecer extaño encabezamiento de esta entrada. Nos habíamos quedado en Londres en el capítulo anterior y allí vamos a estar en este. El primer día todavía estabamos solos mi socia y un servidor, hasta el día siguiente no vendría desde Eastbourne el tercer miembro de la familia, de manera que, dada su cercanía al hotel y debidamente descansados y desayunados, nos fuimos a visitar a Hyde Park





(Nota:la fecha de las fotos está mal. Álvaro me ayudó a cambiarla, para mí fue imposible)



En el parque citado está también el palacio de Kensington , donde nació la antecesora del noventa por ciento de las familias reales actuales, tanto de las que ejercen la titularidad en la Jefatura del Estado como de las que han sido desplazadas al lugar que les corresponde, la puta calle (aunque sigan viviendo del cuento) , la reina Victoria. En ese pequeño apartamento tuvo su última residencia Diana de Gales, a la que los británicos reverencian de forma incomprensible, hasta el punto de que se escuchan voces que pretenden canonizarla, no sabemos en que rito, a pesar de que es vox populi que una vez que fue consciente de que su marido, eterno aspirante al trono, al que me temó que accederá, dada la longevidad de los miembros de la casa de Sajonia-Coburgo-Gotha (Windsor desde 1917 para olvidar el origen germánico), cuando las orejas le lleguen a los bolsillos del pantalón, le ponía unos cuernos más que respetables, decidió convertirse en un pendón desorejado, algo a lo que nunca podrá aspirar el buen Charles, tirándose a todo lo que llevara pantalones, excepto en Escocia donde siempre se mostró más abierta. Es lo que tiene ser monárquico , hay que serlo sin matices, bastan un par de fotos con Teresa de Calcuta para decidir que la elementa en cuestión es canonizable.




Por cierto, ¿De que hablarían dos mujeres tan diferentes, por extracción y por compromiso social? No creo que la rubicunda yegua inglesa le comentara a la minúscula monjita sus amoríos con el machotón Dodi Al Fayed. ¿O sí ? Jamás lo sabremos, el caso es que en el mismísimo Hyde Park la llamada princesa de corazones, la horterada es de matrícula de honor, tiene, o le están haciendo, un monumento conmemorativo, monumento que, evidentemente, ignoramos olímpicamente.







No dejó de extrañarme, y de gustarme todo hay que decirlo, la actitud de los perros en el parque, prácticamente van todos sueltos sin que haya ningún roce entre ellos, obedecen perfectamente a su amo e incluso, y esto me dejó perplejo, dejan tranquilas a las innumerables ánades y ánsares que pueblan la laguna del parque. No pude evitar acordarme de mi querido perrillo, Lenin, pero al imaginármelo en el parque me estremecí de un escalofrío, sobre todo al imaginarme a los patos huyendo despavoridos (¿O despatoridos?).

Una vez fuera del parque fui consciente de la enorme diferencia operada en mi socia: hace dos años en Paris, apenas podía moverse, hoy habíamos recorrido Hyde Park, que no es el Retiro pero tampoco es pequeño, y todavía tenía fuerzas como para adentrarnos en la ciudad, donde, después de una breve consulta sobre horarios en Victoria Station, fuimos a visitar las dos Westminster, la católica, Westminster Cathedral , y la anglicana Westminster Abbey que poco tienen que ver la una con la otra.



La católica, de estilo neobizantino, tiene un característico color rojo que la hace singular con respecto al resto de edificios de la ciudad tanto civiles como religiosos, el interior está inacabado, y la entrada es gratuita algo que va a tener mucha importancia en mi futuro religioso.
Por su parte la Abadía o Iglesia Colegiata aunque construida sobre una iglesia románica responde al gótico de finales del XV en Inglaterra, es el lugar donde donde son tradicionalmente enterrados los reyes de Inglaterra y también grandes personalidades como Isaac Newton. También fue enterrado en su día Oliver Cromwell, si bien Carlos II, demostrando que no sabía encajar broma alguna lo desenterró en 1661. Entrar a visitar la abadía cuesta la nada despreciable cifra de 12 £ por lo cual en primera instancia, dada nuestra pésima situación económica y teniendo en cuenta lo mucho que me molesta sufragar religión alguna hizo que no entraramos. Sin embargo la Divina Providencia, y de ahí mi inmediata conversión, actuó en consecuencia y una tarde que pasaba por allí, camino del Parlamento, en solitario porque por las tardes mi socia se quedaba a descansar en el hotel, vi que la abadía estaba abierta con un clérigo en la puerta que daba paso a unos si y otros no en función de una especie de contraseña. Me acerqué de forma disimulada percatándome de que los que pronunciaban algo parecido a meservis obtenían inmediato paso franco, ni corto ni perezoso pronuncié la mágica contraseña y de inmediato, como si fuera el mismísimo sésamo de las mil y una noches, entré sin problemas. Bueno, lo de sin problemas es una forma de hablar porque nada más entrar me recogió otro clérigo (priest) que entregándome dos folletos llenos de salmos y cánticos me aposentó en un lugar anexo a los bancos centrales que paulatinamente fuero poblándose de priest, priestess, bishops y bishopess fácilmente distinguibles unos de otros por el color sus talares vestimentas. Concluí, y creo no haberme equivocado, que la contraseña de entrada era en realidad mass service, un rito que se celebraba en honor del apostle James (era el 25 de julio, ¡que casualidad!) y que incluía, además de multitud de cánticos en los que disimulé como pude, una holy communion y una community confession. A lo largo de más de una hora que duró el ritual intenté por todos los medios evadirme para poder visitar la abadía a mis anchas pero el marcaje visual al que me sometía el clérigo que me había acomodado lo hacía imposible de todo punto de vista. Por fin, y antes de que el bishop que había tenido el peso principal en el acto se despediera de los asistentes, uno por uno, acompañado de su wife, lo cual choca lo suyo a alguien educado en la costumbre de que los curas no tienen hijos ni esposas ni padres ni nada, pude dedicar unos instantes a la tumba de mi admirado Isaac Newton , e incluso intenté sacarle una foto con el teléfono en la que como podeis comprobar apenas se ve nada


A la izquierda, segun miramos, de la especie de retablo que se medio intuye al fondo reposan los restos de uno de los más grandes pensadores que ha dado la humanidad, y que como es lógico escribía en latín y no en inglés.

Salí del templo pleno de furia antipapista y dispuesto a defender ante quien haga falta que su magisterio, el del obispo del Roma, no pasa más allá, si es que tiene algun valor, de los límites de su diocesis. Es más, me opongo, con mi fe de converso, al acercamiento que algunos sectores de la Church of England, están propiciando al Vaticano, disconformes con la ordenación sacerdotal de homosexuales.
Los anglicanos somos así, es nuestro ancestral pensamiento. A la vuelta a Alpedrete se me ha enfriado un tanto el fervor religioso, sobre todo al enterarme de que anglicano sólo se puede ser en Inglaterra, ni siquiera en Escocia donde tienen su propia Church of Scotland, fuera de Inglaterra lo más parecido que puede hacerse uno es episcopaliano, y que quieren que les diga no es lo mismo. De manera que he tomado una decisión un tanto heterodoxa, sólo voy a ser anglicano cuando esté en Inglaterra, el resto del tiempo continuaré con mi ateismo militante

1 comentario:

Freia dijo...

¡Jajajajaja! Bolche... A Dardo le va a encantar...