lunes, 18 de agosto de 2008

Londres. Cap 3

El viaje hasta Londres ( London en lenguaje nativo) no tuvo especiales incidencias si exceptuamos que para mi cayó el mito de la puntualidad británica, en lo que a los ferrocarriles se refiere, y el poco asequible precio, por no utilizar un calificativo más contundente, de sus caminos de hierro. Ambas cosas complicaban notablemente nuestro viaje, aunque ni mi socia ni yo hicimos el más mínimo comentario. En efecto la medio hora larga de retraso con la que llegamos a London Paddington podía ser vital para nuestro viaje de vuelta desde Edimburgo, y aún no sabíamos que desde Gatwick ( al que todavía considerabamos en Londres ) a Paddington el trayecto no era precisamente sencillo. Por otra parte, el billete costaba la nada despreciable cantidad de 64 pounds (£) por cabeza, si bien por una ( 1 £) más nos asegurabamos el viaje de vuelta, en cualquier caso nos dejamos allí 130 £ ( 160 € ), que junto al dinero que hubimos de cambiar en La Rochelle dejaba nuestra economía en lo que Rodríguez Zapatero hubiera definido como una situación preocupante. Sin embargo estabamos decididos a pasarlo bien y a disfrutar nuestro ocio después de la difícil temporada que habíamos sufrido, y pequeñas incidencias sin importancia no iban influir, y en ningún momento influyeron, en nuestro ánimo que paulatinamente me iba recordando al que teníamos cuando hace treinta años ( o más) y con cuatro duros en el bolsillo nos organizabamos unas estupendas vacaciones. Con ese ánimo disfrute del paisaje durante el viaje, para mi hay que recordar que se trataba de mi primer viaje al Reino Unido, si bien no me sorprendió en absoluto, esperaba un paisaje verde y un paisaje verde encontré.

Llegados a la estación nos encontramos con la agradable sorpresa de que el hotel estaba razonablemente cerca, con lo que aproximadamente un cuarto de hora después traspasabamos la puerta de nuestro alojamiento londinense.





El hotel estaba, y está si no lo han derruido, en un tranquilo barrio anexo a Hyde Park, llamado Lancaster Gate ( en alusión a la puerta más cercana de entrada al parque ) con una estación de metro ( aquí, o mejor allí porque escribo desde aquí, llamado underground o más popularmente the tube ) del mismo nombre.




Después de descansar un rato, en el tren nos habíamos comido unos potentes bocatas procedentes de Bretaña, salimos a dar un paseo por el barrio. Pasear sin arrastrar equipaje es un gran placer, y tuve mis primeras impresiones, que en mi caso, y a diferencia de Les Luthiers no fueron digitales, entre las que cabe destacar el interés que por mi despertaron las fruterias, unos curiosos establecimientos en los que uno puede comprar prácticamente de todo: pilas, recambios para afeitar, sandwiches , prensa, frutos secos llegándose al paroxismo de la variedad en algunas de ellas, en las que llegan a tener hasta fruta, eso sí a precio británico. Aunque ninguno de los dos había expresado de forma verbal su preocupación por el viaje de vuelta, curiosamente nuestros pasos se dirigieron de nuevo a la estación de Paddington, donde comprobamos que desde allí a Gatwick no existía combinación ninguna, era Victoria Station desde donde salían los trenes en esa dirección, sin embargo nos tranquilizó el hecho de que teníamos un tren hacía Plymouth que saliendo a las 10:06 tenía su llegada anunciada a la ciudad costera a las 13:10, por más retraso que llevara teníamos tiempo de sobra de tomar el barco de vuelta, y si el avión que había de traernos desde Edimburgo tenía prevista su llegada a las 8:05 no debíamos tener problemas en llegar a Paddington antes de las 10:06. Con la preocupación adormecida salimos de la estación y continuamos el paseo hasta que decidimos parar en un Pub , que evidentemente no tenía nada que ver con los establecimientos que aquí denominamos de igual manera, y tomar una frugal colación tras la cual encaminamos nuestros pasos hacia el hotel al descubrir que estabamos ciertamente cansados. Londres y sus impresiones las dejaremos para el siguiente capitulo.

1 comentario:

Dardo dijo...

Querido Bolche; ¿¡no sé que le pasa a Vds. los marxistas que se refugian en Londres!?.