lunes, 9 de junio de 2014

Las primarias (abiertas)

Tras los resultados de las europeas, y el indudable éxito de PODEMOS, que, al menos aparentemente, ha utilizado este sistema para confeccionar su lista, desde sectores que pretenden, y puede que en parte consigan, analizar el resultado, para mi no del todo satisfactorio, de Izquierda Unida, han vuelto a poner en primer plano la necesidad de elecciones primarias abiertas para conseguir avanzar electoralmente. Incluso Inés Sabanes, en la primera tertulia post electoral que celebró La Sexta, llegó a afirmar que de el resultado de estas elecciones podía concluirse que aquellos que no adoptasen este método, las primarias abiertas, estaban condenados al fracaso, afirmación, a mi juicio, algo aventurada. Por mi parte he recuperado una sanísima costumbre que hacía tiempo no practicaba, polemizar con Antonio, mi amigo del alma, en esta ocasión atravesando su Rubicón . Como le conozco desde hace muchos años, quizás demasiados, y conozco el grado de sacrificio y entrega que le ha supuesto su militancia de muchos años no puedo utilizar con él, el argumento, quizás válido para otros, de que limitar la participación militante a votar por Internet, que ha sido el método de PODEMOS, diseña una militancia muy cómoda en el que la elaboracíón colectiva queda en manos de muy pocos. Es fácil, y además no compromete a nada, leer con atención lo que propone cada candidato, valorarlo y analizarlo, para a continuación, pulsar una tecla. Y eso en un hipótetico caso ideal de que el votante se lea lo propuesto por cada cual. Todo ello suponiendo, que es mucho suponer, que los internautas votantes estén identificados, al menos en líneas generales, con las líneas, perdón por la redundancia,  maestras de la organización en cuestión, líneas, y más que redundancia es contumacia, que habrán siod elaboradas por no sabemos quien, mejor dicho si sabemos quien, lo que no sabemos es elegido como.
A día de hoy, ser militante de un partido, como el PCE,  de un movimiento sociopolítico como IU o de un sindicato como CCOO está seriamente criminalizado, es decir, el que esto escribe se siente tres veces criminal, sin saber muy bien porqué. O peor, sí que lo sé. Hasta el punto de que hay compañeros y camaradas que cuando participan o trabajan en esta o aquella instancia unitaria no voy a decir que ocultan, que algunos casos se da o se ha dado, su condición militante pero si no hay que expresarla, mejor. Algunos, y no es mi caso porque allí donde esté y donde se esté haciendo política dejo clara mi militancia, parecen estar sufriendo una segunda clandestinidad. Y los que sufrimos la primera no vamos a dejar que se nos condene a esta segunda. El lenguaje es difícilmente neutro y en política nunca, y cuando se está criminalizando a los partidos de la casta de forma indirecta, o a veces directamente, se criminaliza una determinada forma de hacer política. Puede, yo no lo sé, que en el emisor del mensaje no esté esa intención, de hecho suele relacionar siempre la casta con el bipartidismo. Pero no es lo mismo la intención del emisor, que voy a suponer buena, que la percepción del receptor, y, en este caso, la percepción del receptor es contundente: Todos son iguales, la política es basura,  corrupción es  sinónimo de partido político, de cualquier partido político, y eso es, radicalmente, injusto. No cabe duda de que en mí pesa mi propia tradición política, he militado siempre en lo que podríamos llamar, de vez en cuando no está mal emplear eufemismos, partidos herederos de la III Internacional, más que nada porque rechazo, por superficial y acientífico el término estalinismo. Me siento cómodo con una metodología que permita, desde las organizaciones de base, hoy Asambleas o Agrupaciones, ayer Células, ir elegiendo a los compañeros y camaradas más capaces, o con más capacidad de trabajo o sacrificio, que van a ir conformando los sucesivos órganos colegiados que van a acometer, cada uno en su nivel, la dirección de la organización, incluyendo la elección de los más adecuados para acceder a cargos institucionales, y si de ahí alguien deduce que tampoco me gustan las primarias sin participación externa, ha acertado. Resumiendo yo, libremente y sin imposición de nadie, prefiero el modelo organizativo que hoy tiene, por ejemplo IU, y lo prefiero hoy, que puedo ser considerado un cuadro, y lo he estado prefierendo los muchos, muchísimos, años que he sido un militante de base. Y todo ello reconociendo que no se trata de un modelo idílico o ideal, está cargado de dificultades determinadas, en gran medida, por la condición humana. Se tiende a generar una superestructura, que vulgarmente conocemos como aparato que tiende a perpetuarse, y puede a llegar a esclerotizar la organización, y conseguir evitar esta esclerotización no es tarea fácil. Con todo, hasta la fecha, y en lo que yo conozco, todo tipo de organización acaba generando esa superestructura aparatera.
Pero que yo prefiera mi forma de organización, que es mia y de muchos compañeros y camaradas, no deslegitima otras formas de organización, ni mucho menos. He expuesto los problemas que, a mi juicio, genera ese modelo organizativo, pero sería injusto y sectario sino renocociera, y las tiene, sus ventajas, la más obvia de todas ellas es que permite participar, aunque sea modestamente, a gente que, de otra manera, dificilmente participaría. Y ese dato es importante, porque puede que sea injusto, a mi me lo parece, que todos, indpendientemente de nuestro compromiso, tengamos el mismo peso a la hora de elegir a nuestros dirigentes y candidatos, y otra cosa es que se ignoren sus opiniones.  En lo que a IU Alpedrete respecta convocamos como abiertas, absolutamente todas nuestras reuniones, incluidas aquellas que tienen como objetivo la elección de candidatos y si bien la lista es elegida por los afiliados, las opiniones de los que no lo son son tenidas en cuenta. Claro que se trata de una organización, la de Alpedrete, pequeña que puede permitirse "lujos" participativos que otras no pueden.
En cualquier caso, es mi opinión, se trata de formas de organizarse diferente que, en futuro, si es que hay un futuro de confluencia, deberán respetarse mutuamente no tratando unos de imponer su modelo a otros, por más que a cada uno, nuestro modelo, nos parezca mejor.

9 comentarios:

Antonio Flórez dijo...

Don Javier, que conste que nos deslizamos sin remedio hacia una crítica (en sentido marxista) del modelo organizativo leninista y de todas aquellas fórmulas que en la izquierda han ido surgiendo al paso de los tiempos, con el objetivo de superar a aquél. Usted verá...

Entrando a ello, me permitiré presumir que la base de su argumentación reside en la consideración (como no podía ser de otra manera) del partido como organización de vanguardia. Ello consiste, si se me permite la vulgarización, en considerar que la clase trabajadora, que objetivamente tiene el deber de tomar el poder, debe organizarse para ello de manera que combine criterios de democracia y de eficacia. La fórmula leninista señala al partido revolucionario como instrumento para ello. Su intríngulis reside en que, consciente Vladimir de la enorme variedad de condiciones personales en la que se halla esa clase trabajadora, ese proletariado, no puede ni debe esperar que funcione como un ente disciplinado y capaz, todos a una y desde el primer momento. Éste no habrá adquirido aún el nivel de conciencia necesario; aquél tendrá miedo; el de más allá no dará de sí lo suficiente; aqueste es muy así, y el otro puede que sea más asá. En fin, que lo que hay que hacer (razonaba Lenin) era seleccionar a los mejores, a los más decididos, a los más capaces, juntarlos en el partido, y que en él tuvieran los debates y resoluciones que procediesen. Después, el partido, con la unidad como herramienta poderosísima de su intervención, actuaría inculcando al resto del proletariado sus argumentos, intentando hacerle ver la necesidad de seguir las directrices partidarias. Sólo a aquellos proletarios que elevasen su nivel de conciencia y su capacidad de formación, debate y acción, se les permitiría ingresar al partido, para ser también miembros de esa élite política (en el buen sentido).

Con ese trasfondo, coincido con usted en que el valor, la dedicación y la capacidad de elaborar propuestas e incluso de transmitirlas (lo que antes se llamaba propaganda, y ahora se dice comunicación), junto con la firme decisión de ponerlas en práctica enfrentándose con ello incluso a la represión y la muerte (algo que, ¡o tempora, o mores!, vuelve a estar casi a la orden del día), serían rasgos que deberían definir al militante con derecho a militar. Esto es, a ser quien participe en los debates y en la toma de decisiones de su partido.

El problema (como habrá adivinado usted, que ha demostrado ser tan clásico en sus postulados como actualizado en la observación de la realidad) reside, en primer lugar, en que el concepto de clase puede tener y de hecho creo que sigue teniendo un componente objetivo, pero también posee una elevada dosis de subjetividad. Los clásicos ya se lo plantearon cuando hablaron de clase "en sí" y clase "para sí". Pues bien, ahora mismo existe la primera, pero es muy dudosa la existencia de la segunda (Sigo en otro comentario, porque "el html no me deja más de 4.096 caracteres", vaya mierda)

Antonio Flórez dijo...

(Pues eso, continúo aquí el comentario anterior)

Y en esas circunstancias, el acceso al equivalente del proletariado clásico, para entablar con él la necesaria relación dialéctica de cara a su ingreso en las filas de la revolución (no es coña), pasa, a mi parecer, por estrategias organizativas distintas. En la época de Lenin, el hambre, la represión (no puntual, sino cotidiana), la desigualdad legal y política, la miseria y el hambre, colocaban a grandes masas de población en situación objetiva de percibir favorablemente una propuesta de organización-acción como la de Lenin. En estos momentos (INCLUSO en estos momentos), la conciencia ha cambiado y un poderoso efecto de la victoria ideológica del capitalismo ha desacreditado (injustamente en muchos casos; con relativa justicia, en otros; con justicia absoluta, en unos terceros) al partido leninista tradicional.

Pero no creo que sea sólo la victoria ideológica del capitalismo. A poco sincero que usted sea, me reconocerá que los partidos que mantienen el modelo leninista atesoran en sus filas un acervo militante de una capacidad y disposición sensiblemente menor a la que en otras épocas históricas se daban. Supongo que la deformación burocrática en su interior ha contribuido poderosamente (aunque no sea el único factor) a que no tengan referentes adecuados para mejorar su nivel. El caso es que, me parece, la cosa es asín, que dirían en Extremadura.

Y bien, llegados a este punto, ¿qué hacer? (ya que va de clásicos, pemítaseme la bromita). Difícil saberlo. Por mi parte, busco a tientas, con la pobre luz de un candil que me quedó de otros tiempos, intentando encontrar una salida de esta habitación oscura en que me hallo. Seguramente tenga mucho de experimento en ese sentido lo del partido tipo Podemos.

No es que me parezca una panacea, por cuanto en él coincido con usted en que se dan cita fenómenos muy conocidos de otras épocas y latitudes: el mesianismo populista, la figura del líder con posibles tendencias un tanto autoritarias, el aparato que es más fuerte de lo normal por cuanto no reconoce serlo... En mi opinión, lo de las primarias abiertas (que, dicho sea de paso, yo defiendo sólo a ciertos efectos, como el de elegir a quienes se presenten como candidatos a unas elecciones; pero no en otras cosas) forma parte de ese experimento y está destinado a transmitir por la vía de los hechos, a aquellas personas que picaron el anzuelo de la propaganda capitalista y la desculturación como clase, la idea de que: a) su participación sí es importante, y que lo es más allá del mero hecho de votar una vez cada mucho tiempo; b) que la relación con ellos/as no quiere ser la de un partido leninista clásico, de vanguardia; pero que tampoco pretende ser la que establecen los herederos de la Segunda Internacional, el partido de masas a las que sólo quieren para que les voten.

¿Es la mejor fórmula? Confieso que no lo sé. Lo que sí creo barruntar es que es una fórmula que mucha gente ha tomado en ese sentido. Probablemente la madurez de las y los ciudadanos de este país sea la que dictamine si el uso de herramientas de ese tipo sirven para confirmar una mayoría social que no sólo esté por el cambio (la revolución) necesario, sino que se impliquen en él a los diferentes niveles que puedan.

¿Y acaso garantizó nunca alguna revolución algo distinto?

Un saludo

J. G Centeno dijo...

Ser tu amigo es un orgullo, debatir contigo un lujo.
Parece que de este debate entre dos marxistas, algo a retener, se va abriendo camino una cierta posibilidad de sintesis, lo cual es positivo.
Estamos de acuerdo en que la clase obrera sigue existiendo, y existirá mientras exista el modo producción capitalista, sin embargo su caracterización ha de ser objeto de un profundo análisis que determine los cambios operados, entre otras cosas, por los avances tecnólogicos, muy significativamente en el terreno de la comunicación, pero también en otros campos relacionados con el modelo productivo.
Si la clase obrera ha cambiado también ha de cambiar el modelo organizativo de sus organizaciones, tanto de masas como de vanguardia, por utilizar un lenguaje un poco simplista, de manera que tanto los sindicatos como los partidos, al menos teóricamente de la clase obrera, han de variar, significativamente, su modo de funcionamiento, puede que, incluso, su estructura misma.
¿Cómo? Ahí está la madre cordero. El modelo clásico leninista a los militantes de La Cuarta nunca os ha emocionado, y en cualquier caso a principios del siglo XXI es, prácticamente inaplicable, pero el modelo que propone PODEMOS al que tu ves con una cierta, aunque crítica, simpatía tiene dos, a mi juicio, graves hipotecas:
Una es su carácter claramente interclasista, y en esto coincide con Julio Anguita, en el discurso del 1% frente al 99%. En mi análisis, que es efectivamente bastante ortodoxo, es la clase trabajadora, que ni de lejos compone el 99% de la sociedad, la clase sobre la que debe recaer la lucha por avanzar hacia el socialismo, otra cosa son las alianzas de la propia clase factibles de forma subjetiva, y en este momento no son sólo los trabajadores sensu strictu los interesados en superar el capitalismo, o al menos esta modalidad de capitalismo.
La segunda es que ese modelo organizativo, basado en la práctica, en la no organización puede ser fácil objetivo de estructuras, estas sí, organizadas que operan dentro. Mientras escribo esto los medios de comunicación, supongo que amplificando convenientemente, ya hablan de disensiones dentro de PODEMOS, precisamente por esto, aunque habría que saber el grado de verosimilitud de la cuestión.
En cualquier caso, y soy sincero, creo que hay felicitarse por su aparición,no asustarse y ser capaces de adaptarse a una nueva situación.

Antonio Flórez dijo...

Yo ya sólo me pego estos debates con quien tiene sentido hacerlos. Con eso queda dicho todo acerca de mi consideración hacia usted, señor García Centeno.

Y en cuanto a su último comentario, me congratula la posibilidad de síntesis, ya que yo también la diviso. Y puestos a ello, avanzo dos pasitos (esperando no dar después uno hacia atrás, volvamos a la broma).
Dice usted que la clase obrera es quien debe tomar el poder, y al mismo tiempo, que esa clase obrera ha cambiado mucho. Pues bien, ahí está la mère du mouton.

En las concepciones marxista y leninista de la revolución (nótese la forma de escribirlo, sin el guión como nexo de unión), la clase obrera es quien debe tomar el poder porque es LA ÚNICA que puede hacerlo. Esta exclusividad deviene de la ubicación del proletariado en el modelo productivo capitalista de finales del XIX y principios del XX, de naturaleza tal que los clásicos vieron, con acierto, la capacidad del proletariado de paralizar e incluso anular ese sistema productivo por el simple, aunque muy costoso, procedimiento de no poner su trabajo a disposición de los dueños de los medios de producción.

La huelga, como instrumento primero de esa rebelión contra el sistema, tenía por doble objetivo paralizar la producción y, con ello, castigar a los dueños; y también concienciar a los huelguistas de la fuerza que les daba su unión y su papel en el modo de producción capitalista. De esa conciencia habría de nacer después otra más elevada, la de la injusticia del modo de producción y, por ende, la necesidad de superarlo y avanzar hacia otro modo en el que quienes curraban realmente fueran los dueños de los medios de producción. Es decir, hacia el socialismo.

Desde los años 60 del pasado siglo hasta la fecha, lo que ha ocurrido es que esa posición central del proletariado en el modo de producción se ha ido desvaneciendo. Ciertamente, los dueños de los medios de producción siguen necesitando asalariados que les hagan el trabajo; siguen buscando pagarles cada vez menos para aumentar la plusvalía que obtienen de su trabajo; siguen conformando el Estado al servicio de esos objetivos de clase. En ese sentido, pues, sigue existiendo la burguesía y sigue existiendo la clase obrera, aunque esta última ya no pueda reconocerse en aquella famélica legión de la que habla La Internacional, y sus ropas sean hoy de diseño (aunque sean de Carrefour), en lugar de ir por ahí con los andrajos de 1920. Pero las plusvalías se obtienen de otros procesos, en los que sólo de manera indirecta está implicado el trabajo humano. Como usted bien menciona, la tecnología ha permitido a los dueños de la riqueza incrementar ésta sin la participación, en muchos casos, de la clase obrera.

No es una cuestión de atenerse a la letra de la teoría como posesos, sino de reconocer que, si bien en el origen de cualquier proceso productivo en la sociedad capitalista de hoy, sigue estando el ser humano, esa presencia se desvanece con gran celeridad a medida que el proceso avanza, a veces hasta desaparecer por completo. El mundo de la especulación financiera es quizás el más emblemático de esta peculiaridad, pero en realidad en cualquier sector capaz de incorporar tecnología a la producción en grandes dosis, se da el mismo fenómeno de no intervención significativa del trabajador.

Le pongo un ejemplo un tanto pintoresco: piense en las compañías de transporte de mercancías, como las muy conocidas SEUR o UPS. Actualmente sólo una cantidad relativamente pequeña de trabajadores controlan un proceso muy informatizado de gestión y seguimiento de los portes. Siguen quedando dos núcleos del proceso productivo de esas empresas en los que, sin embargo, la mano de obra humana es necesaria: la recogida, clasificación y distribución de los paquetes, por un lado; y el transporte propiamente dicho de los mismos, por otro (los camioneros, vamos) (sigo en otro comentario)

Antonio Flórez dijo...

La tendencia actual al "hágalo usted mismo" y la progresiva adopción de los usos informáticos por parte de la gente, pueden facilitar en breve espacio de tiempo una tecnología que permita a una máquina recibir un paquete directamente del remitente, quien sólo tendrá que pasarse por un local de la empresa, entrar, dirigirse a la máquina y seguir unas sencillas instrucciones que pasen por: a) embalar su envío utilizando cajas u otros envoltorios que podrá adquirir allí mismo; b) pesar y medir el paquete resultante (algo que hará con gran facilidad la propia máquina); c) introducir en la máquina los datos relativos al remitente y destinatario, así como elegir las tarifas que desee; d) efectuar el pago mediante tarjeta; e) un sistema de distribución automática recoge el paquete y lo sitúa en diferentes lugares dependiendo del destino y tarifa elegida; f) otro sistema robotizado se encarga de cargar los paquetes, que han quedado situados en contenedores, en el camión correspondiente; g) mediante modernas tecnologías de guiado de vehículos por balizas, el camión ya cargado no necesita conductor, sino que circula en automático hasta el centro de distribución de destino; h) una vez llegados a éste, otro sistema robotizado hace descender el contenedor y lo sitúa en un punto al que accederán los destinatarios, quienes, no obstante, podrán elegir una fórmula de entrega en domicilio, que entonces sí, probablemente requiera intervención humana. ¿Le parece ciencia-ficción? Seguro que no, porque yo diría que más del 80% de las tecnologías necesarias para realizar este proceso ya existen, y el resto podrían existir en apenas diez años (salvo quizás la del vehículo de ciculación automática, que seguro requeriría más tiempo).

Es un ejemplo que cualquiera puede imaginar en cuántos otros procesos productivos puede aplicarse, que seguro que serán muchos. Las fábricas de automóviles son una buena muestra de lo que en 20-30 años puede cambiar la necesidad de mano de obra humana. (sigue en el tercer y último comentario)

Antonio Flórez dijo...

Con un panorama así, es innegable que la centralidad de la clase obrera pierde fuelle. Quedarán trabajadores asalariados, pero su ubicación en el proceso de producción será cada vez más marginal. No estarán, en cualquier caso, en situación de paralizar la producción, de evitar de manera concluyente que el dueño de los medios de producción extraiga sus plusvalías ya no de la explotación de otros seres humanos, sino del uso de tecnologías que, eso sí, dejarán en una miseria creciente a quienes no los posean ni tampoco tengan la cualificación necesaria para formar parte del cada vez más exiguo ejército de trabajadores desclasados encargados de los pocos controles que aún se considere necesario tener en manos humanas.

El problema en ese momento (quizás ya ahora mismo) será acostumbrarse a dejar de considerar a la clase obrera como vanguardia de la sociedad en la conquista del socialismo, y cómo encontrar la manera de estructurar a una masa de personas con afinidades relativamente escasas y que no tienen como nexo el hecho de ganarse el pan con el sudor de su frente. Muchos no tendrán trabajo, otros muchos lo tendrán, pero será misérrimo... ¿Dónde se encontrarán? ¿Dónde se reconocerán a sí mismos como parte de un todo, de una clase si usted quiere, con una necesidad común?

Y yendo más allá, ¿qué deberá proponerles un partido que busque una revolución socialista? ¿Cómo se dirigirá a ellos, entonces que ya no habrá ni la épica de la lucha ni la mística del sacrificio?

Este macabro 1984 que he esbozado no es algo lejano. Al menos, lo es mucho menos de lo que ese año, ya historia para nosotros, llegó a significar para George Orwell. En khchos sentidos, 1984 ya está aquí, e incluso está desde hace tiempo.

Y volviendo a mi comentario anterior fragmentado en dos: con un panorama así, yo reconozco no tener fórmulas seguras, y reconozco también la imperiosa necesidad de encontrar alguna que funciones, para conjurar ese peligro. Es por ello que estoy dispuesto a probar, en la seguridad de que otras fórmulas no están funcionando por motivos estructurales, y no por culpa de un empedrado que hace tiempo que está puesto en las calles y que nadie va a quitar. La última vez que se hizo, en el Paris del 68, entre otras cosas se pudo comprobar que, efectivamente, bajo los adoquines no había arena de playa.

Un saludo

J. G Centeno dijo...

Ya desde su entrada en su bitácora, que por cierto estaba concebida para calificar de memos, algún que otro comentario que yo, siempre más suave y diplomático, me limitaría a calificar de irreflexivos y si acaso escocidos por el resultado de PODEMOS, se atisbaba que lo que estaba en cuestión es el papel de la clase obrera, si es que existe, como tal. Tu afirmas que existe, algo, a mi juicio, innegable pero cuestionas, y muy profundamente, su papel en el proceso productivo y, como lógica conclusión, su papel como motor revolucionario, y ahí sale el marxista-leninista (con guión) que siempre va conmigo y al que quiero y cuido.
Los términos clase media, clase alta, clase baja, etc, que no utilizas explícitamente pero que subyacen debajo de la alusión a la ropa de diseño, proceden de una cierta tendencia de la sociología norteamericana que intenta ubicar a los individuos por su capacidad de consumo y no por su papel en el proceso productivo. Un ingeniero altamente cualificado con un salario que le permite conducir un Audi A6 podría encuadrarse dentro de la clase media o incluso clase alta, sin embargo por su posición en el proceso productivo no deja de ser un trabajador por cuenta ajena al que extraen una plusvalía en la venta de su fuerza de trabajo, y aunque, subjetivamente, piense que vive de puta madre independientemente de que otros, a costa de su trabajo y capacidad, vivan mejor que él,su papel puede ser determinante en el proceso de producción por muy elevado que sea el grado de desarrollo tecnológico. Pero tranquilo, no es que esté vislumbrando un futuro de interrupción del proceso productivo, vulgo huelga, basada en ingenieros o técnicos altamente cualificados, valga el ejemplo para poner de manifiesto que en un proceso productivo siempre hay elementos, a los que se extrae plusvalía, capaces de interrumpirlo, todo ello sin tener en cuenta que la generación de esas máquinas y útiles que tecnifican el proceso, son parte del proceso mismo. Es una especie de Teorema de Cauchy de la Lucha de Clases: "Para todo proceso altamente tecnificado, existe un proceso imprescindible tecnificado en menor medida hasta llegar a uno en el que la tecnificación es irrelevante". Todo ello tomando como cierta una afirmación que, a mi juicio, no es del todo exacta, y que hace referencia a que la clase obrera es, o era, el motor del avance hacia el socialismo porque era la única, a través de la huelga, capaz de impedir el proceso productivo. No es verdad, en principio puede haber otros eslabones del proceso que rompan la cadena de produccón, lo que sí ocurre es que es la clase obrera la única, objetivamente, interesada en acabar con el capitalismo. Y lo era en el pasado, cuando estaba harapienta y hambrienta, y lo es hoy, con una capacidad de consumo muy diferente. Y si en el pasado la adquisición de conciencia de clase, la modificación de las condiciones subjetivas, era más o menos sencilla, que habría verlo, hoy, siempre en el marco de una sociedad capitalista avanzada, aparece como más complicada. Y ya podemos ponernos intensos estudiando a Lenin, Trotski, Pannekoek o Marta Harnecker (aunque esta que yo sepa sigue viva) que lo más que vamos a sacar en claro es que no hay recetas aplicables de forma sistemática y que hay que analizar con rigor la situación.
Y ante tan apasionante momento hay varias formas de actuar:
a) Hay fenómenos friquis potenciados por los medios de comunicación ante los que no podemos hacer nada. Sigamos como estamos.
b) Los partidos viejos de La Casta deben ser arrumbados, por obsoletos, e ignorados, por ineficaces, avanzamos pero no sabemos hacia donde.
c) Sin apriorismos, ni sectarismos, nos ponemos a anlizar la situación y a buscar soluciones.
Creo que en este debate estamos demostrando que la opción c) es la más razonable

Antonio Flórez dijo...

Salvo una leve consideración acerca de los obreros con ropa de diseño, en el resto, de acuerdo. La consideración es simplemente que esa frase es, para mí, irrelevante en mi argumentación. Era simple color. Yo tampoco creo que hablando en términos mnarxistas tenga sentido hablar de clases bajas, medias y altas. De hecho, toda mi argumentación se centra en la situación de la clase obrera en el proceso de producción del modo capitalista actual, que creo ha cambiado.

Pero, efectivamente, se demuestra que la síntesis es posible. Me alegro.

(¿Harnecker está viva? ¡¡Increíble!!)

Un saludo

J. G Centeno dijo...

Si, está viva y vive en Caracas.
La síntesis es obvia: ¡Hala Madrid!