lunes, 26 de febrero de 2007

Misa de campaña en la plaza de Colón

Fue el 24 de Febrero, pero podía haber sido perfectamente el 23-F, el 20-N, el 18-J, o cualquier 1º de Octubre de aquellos en que nuestro invicto, y llorado, Caudillo de España por la gracia de Dios, nos convocaba para hacer frente al contubernio que judeo-masones??? por un lado, e intelectuales comunistas, por otro, habían construido para aislar a la Una, Grande y Libre España del concierto internacional de naciones (¡Si ellos tienen ONU nosotros tenemos DOS! ) , envidiosas todas ellas, las naciones se entiende, de la justicia, la paz y, porqué no, también del progreso económico obtenido por el régimen de Franco ( ¡ Los productores de Villaregüeldo del Santo Prepucio con Franco! ). Muy recomendable la película de Carlos Iglesias Un franco, catorce pesetas para comprobar como los españoles salían de vacaciones a Suiza gracias a su innegable poderío económico.
Quizás el lugar no fue el más adecuado, y en el incomparable marco de la bella Plaza de Oriente de ese crisol de las Españas que es Madrid, hubieran resonado con innegable majestuosidad, la prístina conjunción de los ecos de los marciales gritos de ordenanza de antaño con los de los buenos españoles de hogaño, que no hacen sino despertar ante el nuevo amanecer que, felizmente se anuncia, en el porvenir de la patria. Pero hay que tener en cuenta que en la plaza dedicada a Colón, ese navegante de origen incierto, pero Español de corazón, que Dios, Nuestro Señor, puso en el camino de nuestros Reyes Católicos para abordar la más ingente tarea que vieron los tiempos, la evangelización de todo un continente. La plaza de Colón, decía, antes de que el fervor patrio desatara, incontinente, mi pluma, contiene la más majestuosa enseña rojigualda que vieron los siglos, constitucional sin duda, pero roja y gualda, y digo bien gualda, y que diga el texto constitucional lo que quiera. La presencia de tan imarccesible simbolo estaba acompañada por otras de menor tamaño pero portadas con tal fervor que en nada desmerecían a su hermana mayor. Y para hacer patente la pluralidad patriótica, no todas las banderas portaban el mismo escudo, algunas llevaban el que hoy, oficialmente, representa a España, otras el Águila que representaba el glorioso ayer y otras que llevaban la silueta de nuestro más racial y representativo animal, el toro. El toro de Veterano, ese coñá que tomaban nuestros héroes antes de enfrentarse a pecho descubierto con su más querida novia: la Muerte. ¿Quién no recuerda las grandes obras de nuestra cinematografía: A mi la legión, La fiel infanteria, El santuario no se rinde, Harka, Balarrasa y , sobre todas ellas Raza ? Claro que entonces la industria del cine estaba en manos de patriotas y no a merced de vendepatrias como ocurre ahora, espíritus adocenados que como mansos bueyes no dudaron, con sus ridículas proclamas como la del ¡No a la guerra!, en contribuir a que España dejara de cumplir con la sagrada misión que le había sido encomendada: La de defender la civilización occidental de la amenaza agarena en tierras de Mesopotamia, igual que ayer la defendió de la barbarie comunista en el mismísimo suelo patrio.
En estos tiempos de disgregador separatismo causaron notable satisfacción las banderas blancas con la cruz de San Andrés, símbolo de la Comunión Tradicionalista Carlista, de hondo arraigo en nuestras queridas provincias Vascongadas y en Navarra, que con su tradicional Dios, Patria, Fueros, Rey y al grito de ¡Nada sin Dios! no pretende nada más santo que:
Proclamar que no sólo al hombre sino también a toda organización social o política alcanza la obligación de cumplir los deberes para con Dios y con la Religión verdadera, por lo que el Estado debe:
a) Reverenciar públicamente a Dios como Supremo Señor y Legislador y profesar la Religión Católica, única verdadera y que además ha sido elemento determinante de nuestra nacionalidad, vínculo supremo de unidad de los pueblos hispánicos e ideal de su proyección en la historia universal.
b) Conformar las leyes y actos de gobierno a los principios naturales y cristianos enseñados e interpretados por el magisterio auténtico de la Iglesia Católica, procurando la instauración de estructuras políticas y sociales que, sirviendo al bien común temporal, faciliten al hombre la consecución de su fin último sobrenatural.
c) Preservar la general creencia religiosa del pueblo español frente a los ataques que puedan menoscabarla, sin perjuicio del debido respeto a los legítimos derechos de la persona y de los criterios que se deriven de las realidades sociológicas de la nación y en última instancia del bien común de los españoles y de la Iglesia Universal.
Por tanto:
El Tradicionalismo proclama como base sustancial de su Ideario político su fe en Dios Creador, Señor y Legislador tanto de los individuos como de las sociedades; en la Realeza de Jesucristo, fundamento de toda legítima autoridad, y en la Iglesia Católica, por El fundada, única verdadera.
En su consecuencia, asume el Derecho Público Cristiano integrado por el Derecho Natural, la Revelación y el Magisterio de la Iglesia, al que, bajo su exclusiva responsabilidad, ajustará sus normas de gobierno.
Por lo que:
El Estado y la Iglesia, como sociedades perfectas y soberanas en sus respectivos órdenes natural y sobrenatural concordarán, mediante los protocolos e instrumentos jurídicos idóneos sus mutuas relaciones y su respectiva intervención y competencia en aquellas materias en las que confluyan aspectos e intereses temporales y sobrenaturales.
Por fin hemos llegado a desvelar los arcanos de ese anunciado viaje al centro del que tanto nos hablan Mariano Rajoy, Ángel Acebes y Eduardo Zaplana. Se trata del viaje al centro de la tierra, del viaje a las cavernas.Por fin nos quedamos tranquilos al saber de que hablamos cuando nos referimos a recuperar el espíritu de la transición. Se trata de la transición a la España finisecular, a la España de cerrojo y purgatorio, de inquisición y tricornio, de tortura y garrote vil. Esa España que a algunos molesta tanto. ¡Jódete Rubianes!
Echamos de menos en el acto de afirmación patriótica, o ¿era misa de campaña?, a los hermanos Sáenz de Ynistriellas, patriotas como pocos, y víctimas del cruel terrorismo separatista, pues su padre, el comandante del mismo nombre, precursor del 23-F, en la , desgraciadamente, malograda Operación Galaxia, junto al famoso teniente coronel Tejero, fue asesinado por el sanguinario De Juana Chaos. Más de unos ojos se hubieran humedecido al ver el inevitable abrazo de Ángel Acebes con Ricardo Sáenz de Yniestrillas. Hubiera sido el símbolo de la unidad entre patriotas que, si bien, a veces enfrentados por cuestiones secundarias, comparten lo esencial de su amor a España.
Tras las arengas y los rezos rituales vino otro momento emocionante: cantamos, tarareamos, susurramos o mascullamos, cada cual hizo lo que pudo o supo, nuestro himno nacional. Nuestro y bien nuestro, de los que amamos a España, de los que somos capaces de hacer verter por ella, hasta la última gota de la sangre de quien fuere menester. Quizás se echaron de menos el Oriamendi y el Cara al Sol. Pero no existe la felicidad perfecta.
Cuando volvía a casa por la carretera de la Coruña, al aparecer en medio de la sierra del Guadarrama, el inconfundible valle de los caidos, una luz casi cegadora iluminó la carretera y apareció Su Imagen, y una sonrisa de satisfacción iluminaba Su Rostro.

2 comentarios:

RGAlmazán dijo...

Si nota algún titubeo es que me ha puesto Ud. frenético de emoción. Ojalá mis lágrimas sirvan para regar nuestro amado pueblo, baldío y en barbecho desde el 75.
En fin, qué quiere que le diga. Por cierto, un poco de respeto que Valle de los Caídos se escribe con mayúsculas y con acento en la "ídos"

Salud y República

Gracchus Babeuf dijo...

Después de oir el Cara al Sol en casa de Don Ricardo (A sueldo de Moscú), leo esto aquí, y me desmayo. ¡Perdida está la Comuna!