lunes, 25 de agosto de 2008

Cap 6. De estaciones y aeropuertos (I)

Los dias van pasando y hay que pensar en recortar objetivos,apenas nos habíamos movido del centro de la ciudad.Si exceptuamos una visita a Greenwich (pronúnciese grinich) o más bien al meridano que pasa por allí y que el mundo mundial ha decidido que es el meridiano cero, es decir el meridiano que divide el Este del Oeste , también El Tiempo Medio de Greenwich o GMT (Greenwich Mean Time) es el tiempo de referencia a partir del que se construyen los usos horarios cada quince grados.
De ahí las fotos típicas:
















Uno de los objetivos que me había marcado en esta visita era visitar la tumba de Karl Marx , el otro, visitar la de Isaac Newton. Ya he contado como logré la segunda pagando como precio una crisis religiosa. No tuve más remedio que abandonar la primera por razones de tiempo y también por desconocimiento de su ubicación, no me documenté convenientemente presuponiendo que todo dios sabría donde estaba, y de hecho no es así. Incluso, cuando volvía de mi visita al British Museum, me di de bruces con la librería del Socialist Worker Party (miembro de la IV Internacional, es decir troskos ) y entré flechado, no sólo para averiguar do estaba el lugar donde reposan los restos de nuestro primer gran timonel, sino también para pegar la hebra con alguien realmente situado en la izquierda en United Kingdom , teniendo en cuenta que el Labour Party hace muchas decadas que abandonó la izquierda, mucho antes que Tony Blair lo certificase, tantas como hace que las Trade Unions dejaron de ser sindicatos de clase para convertirse en no sé que, camino que por cierto siguen con esmero UGT y CCOO. Charlé un rato con jovencísimo compañero, que al menos se tomó la molestia de hacerme caso cuando le rogué (está instrucción me la había recomendado mi hijo, que en ese momento no estaba conmigo) que hablara inglés en la modalidad slowly. Me decepcionó que no supiera donde está la tumba, me decepcionó más el que se asombrara de que estuviera en Londres, el asombrado fuí yo al tener que intentar convencerle yo (no creo haber conseguido) de que Gordon Brown no era un fascista, simplemente no era socialista ni de lejos, y quedé absolutamente estupefacto de la opinión que tenía de José Luis Rodríguez Zapatero, como de una especie de adalid de la izquierda española. En definitiva me quedé sin presentar mis respetos en la tumba de don Carlos. Para compensar, aunque muy mínimamente, en uno de mis paseos vespertinos me encontré con el monumento a Faraday , uno de los padres del electromagnetismo, y en honor del cual la medida de la capacidad eléctrica es el faradio, medida ésta excluida de aquella regla nmotécnica para recordar las medidas eléctricas y que decia:"Un ohmio se fue a dar un voltio , tuvo que entrar en un watio y le dieron por culombio" , regla que, además de un tanto homófoba deja fuera a medidas tan importantes como el amperio . Claro que peor era aquella de Eurípides!, no me Sofocles que te Esquilo" para recordar los dramaturgos griegos, aquella otra de el "Hiposo oso de mi chico perico" para recordar los prefijos y sufijos de la nomenclatura de los oxiaácidos y culminando con el "Se PeDe Federico" que debia servirnos para nombrar cada suborbital de un nivel electrónico de un átomo.
También me quedé, aunque no puse demasiado interés, la verdad sea dicha, sin presentar mi absoluta falta de respeto a la tal Lilibeth , que habita con su mantenido el macró de Edimburgo en Buckingham Palace. Fue ya con las maletas en Victoria Station (pronto veremos porqué), cuando teniendo que optar entre visitar el anteriormente citado palacio y la fortaleza de la Torre opté por esta segun opción.
















La visita a la Torre también tuvo su pequeña anécdota: Cuando llegué, con nuestra situación económica en estado más que precario, me encontré con la desagradable sorpresa de que la visita costaba 12 £ que yo no estaba dispuesto a pagar, de manera que me dirigí a la entrada de grupos organizados incustrándome en medio de un grupo italiano. Nada más pasar el control de entrada me separé con sigilo del grupo, puesto que el beefeater que contaba los turistas en la entrada se resistía a dejar pasar al último italiano, naturalmente yo me esfumé y no tengo idea de como acabó la discusión entre el guardián y el guía de la expedición azzurra. El haber puesto en problemas a un grupo italiano me causó una íntima satisfacción y visité muy a gusto el conjunto de la fortaleza, aunque me quedé sin ver las joyas célebres, puesto que para entrar en la cámara ad hoc había que enseñar el ticket elemento que yo no tenía y volver a jugármela con los italianos me parecía tentar innecesariamente a la suerte. Mientrás yo recuperaba mi juventud colándome como un estudiante de bachillerato, los otros miembros de la expedición me esperaban en Victoria Station, desde donde salía el tren que nos llevaría a Gatwick. Habíamos abandonado el hotel contando un rollo patatero sobre nuestra inmediata necesidad de regresar a España, con el objetivo de que nos devolvieran lo abonado por la última noche (recordemos que pagamos íntegramente el hotel nada más llegar), con ese dinero, más lo poco que nos quedaba, podríamos, ajustándonos el cinturon, subsistir en Edimburgo, hasta que Santa Nómina se nos apareciera. Estábamos en el último viernes del mes, día en que en muchas ocasiones cobrábamos, al menos uno de los dos. La solución parecía inminente. En cualquier caso a mí la situación me parecía cada vez más divertida, rejuvenecía anímicamente a cada momento, y no se si a mi socia le pasaba lo mismo o es que yo la estaba contagiando, ella lo contará si quiere, el único elemento de la expedición que parecía ser consciente de la gravedad de la situación era Álvaro, quizás porque era la primera vez que se veía en una situación como esta, mientras creo que para su madre no era así, y para mí desde luego tampoco: Todavía recuerdo, siempre lo recordaré, un viaje Paris-Madrid (al final fue Paris-Toulouse-Barcelona-Zaragoza-Madrid) que inicié con un billete de diez francos y algunas monedas, y terminé con cerca de dos mil pelas. No sé si decir O Tempora o Mores! o más bien audaces fortuna iubat. El caso es que cuando regresé de mi expedición al Bridgetower, el resto de la familia estaba deseando abandonar la Victoria Station, fundamentalmente porque la megafonía les estaba sacando de quicio, sobre todo a Ossaposa a la que le repetición incesante de un itinerario que tenía como una de sus paradas Crystal Palace, le recordó una de sus estancias en Londres en la que vivió en ese lugar y sobre todo le recordó su sufrimiento de entonces para distinguir esas dos palabras, Crystal Palace, entre la verborrea en forma de torrente que supone el recitado de cada itinerario. Despues de reponer fuerzas mínimamente, el último desayuno del hotel no lo habíamos desperdiciado, tomamos por fin el tren con destino a Gatwick. La estación de ferrocarril está en la Terminal1 del aeropuerto mientrás que nosotros teníamos que ir a la Terminal2, a la que se accede por un curioso tren monorrail sin conductor. Una vez instalados con todos nuestros cachivaches en la sala de espera, yo me hice, cronómetro en mano, el camino de vuelta hasta la estación de Gatwick, de Gatwick a Victoria Station ya sabíamos lo que tardaba el tren, y tambien sabíamos, aproximadamente lo que podíamos taardar de Victoria Station a London Paddington. Naturalmente todos estos cálculos estaban hechos pensando en el tour de force que tendríamos a nuestra vuelta de Edimburgo, incluso Ossaposa se acecó a la parada de taxis para preguntar cuanto nos costaría uno desde allí a London Paddington : Los noventa pounds (90£) no nos los quitaba nadie. A pesar de ello decidimos que iba a ser lo mejor para no arriesgar, además el tren sin paradas (Gatwick express) se nos ponía en diecisiete pounds por cabeza, es decir 51£, porque el normal en el que habíamos venido, con seis o siete paradas, nos venía muy justo, y de una estación a la otra, con prisas y todos los bártulos a cuesta, es probable que tuvieramos que tomar tambien un taxi. Pasamos la noche como pudimos, es decir mal, y cuando a las cuatro de la mañana abrieron los mostradores de British Airways para facturar allí estabamos nosotros, preparados, con nuestra tarjeta de embarque lista. Al embarcar tuvimos la primera incidencia aeroportuaria por culpa de los fluidos. Casi todo lo conflictivo, champuses, colonias y otras sustancias con las que McGyver, o los hombretones de Bricomanía, son capaces de construir un ingenio termonuclear, lo habíamos facturado en las maletas, sin embargo se nos olvidó un pequeño necessaire , que contenía un champú o algo parecido, y que iba en mi mochila, causando el espanto del británico encargado de seguridad que revisaba los equipajes de mano, que me conminó a que volviera para atrás para introducirlo en no se que clase de bolsa, como no le entendí prácticamente nada, tampoco lo intenté a fuer de sincero, fue mi socia la que se hizo cargo los elementos sospechosos, volvió a por la bolsa hermética metió allí los frascos, y tampoco pasó el control, porque tenía que ir cada frasco en una bolsa y no todos juntos. Con extraordinaria dignidad, en un más que correcto castellano, aunque con la voz un tanto alterada, mi adorada socia informó al asombrado y flemático responsable de seguridad británico, que no era ni un ápice menos analfabeto funcional que sus colegas españoles, aunque estos tenían la dignidad de ponerse triconio para taparse los idem, y que podía meterse los frascos, con o sin bolsa, por el conducto recto-anal. El vuelo salió puntual a las 6:30, y antes de que el aparato alcanzara la velocidad de despegue yo ya estaba dormido, pero me despertaron para el breakfast que no perdoné. Opté por el té en lugar del café en presunción de que este sería malísimo. A la vuelta opté por el café, y efectivamente era malísimo pero me alegré de no haber pedido té. A las ocho menos diez aterrizamos en el aeropuerto de Edimburgo.

3 comentarios:

Gracchus Babeuf dijo...

Siga contando, que me tiene en ascuas.

kargerm dijo...

Respecto a la tumba de Marx:
Yo fui el año pasado, y si, el sitio está alejado de la mano de Dios, pero bueno, con el mapa logramos llegar. Simplemente tenías que ir a la parada de metro Archway, y de ahí queda al lado(eso si, andando por unas cuestas que su puta madre). Queda en la parte Este del cementerio, la pobre vamos, creo que pagamos 2 libras en plan bono ayuda, y bueno dentro, aún tuvimos que preguntar donde estaba porque no había nada señalizado. La tumba queda exactamente aquí, aunque hay un árbol estorbando:

http://maps.google.com/maps?f=q&hl=es&geocode=&sll=51.5535,-0.099585&sspn=0.006271,0.018797&ie=UTF8&ll=51.566225,-0.143788&spn=0.000784,0.00235&t=h&z=19

J. G Centeno dijo...

Gracias por la ubicación apunto en todas mis agencias las coordenadas exactas y en la próxima visita no se me escapa