miércoles, 27 de agosto de 2008

Cap 7. De estaciones y aeropuertos (II)

Tengo que comenzar necesariamente lanzando un exabrupto escatológico hacia los ángeles custodios de los mecanismos cibernéticos que gobiernan nuestra existencia, dado que la entrada que escribí ayer, 26 de agosto, fue abruptamente destrozada por alguno de los intermediarios que escapan a mi control, primero tuvo, quien fuera, que no lo sé y además me importa un bledo, la desfatachez de publicar sólo el título, a pesar del engañoso rótulo "Su entrada ha sido correctamente publicada en el blog", ¡Mentira!, porqué además, todo lo que había escrito, y era una entrada de los que incluso yo puede calificar como un poco larga, ha desaparecido misteriosamente, también a pesar de haber puesto el diabólico maquinismo en repetidas ocasiones la leyenda: "Borrador guardado automáticamente a las...". ¡Más mentiras!.
Tras este desahogo, a lo mio: Creo que nos habíamos quedado ya aterrizados en el aeropuerto de Edimburgo, con la natural dosis de cansancio producida por una noche que bien podríamos calificar como toledana, término que un servidor pasará, consuetudinariamente, a trocar en lothiana (Lothian es el nombre de la región escocesa donde se ubica Edimburgo) y a lo largo de este capítulo sabremos el porqué del cambio.
Tras recuperar el equipaje, una de las pocas peripicias que no nos han acaecido ha sido la perder el equipaje, indagamos, más bien indagaron los miembros de la expedición que hablan inglés de acuerdo con las normas gramaticales, sabido es que el mio se parece más bien al que utilizaban Tatanka Iyotakey y Tashúnka Uitko en sus conversaciones con George A. Custer, pues bien indagaron en un mostrador en el que ponía TAXI , cual era el precio de un taxi hasta la ciudad, y más concretamente al 40 Calton Road donde, según los papeles de la reserva, se encontraba nuestro alojamiento. Como el precio parecía razonable y acorde con nuestro magro monedero, recordemos que la resolución de nuestra quiebra económica era cosa de poco tiempo, optamos por ese medio de transporte. De camino nos percatamos que en el papel de la reserva ponía también que la entrada en el apartamento era a las 15:00, algo que chocaba con nuestra necesidad de adoptar la posición de decúbito (supino, prono o delao) encima de algo blando, pero supusimos que explicando nuestra situación conseguiríamos un adelanto en la hora de entrada. Durante el trayecto el taxi driver , al oirnos, dedujo nuestra procedencia remota, para manifestar que conocía España y que Benidorm le parecía beautiful, nosotros le contestamos que a nosotros también nos parecía precioso, al fin y al cabo no era cuestión el desilusionar al primer lothiano con el que hablabamos, además sus razones tendría, todas respetables, para encontrar alguna gracia a semejante bodrio. Cuando llegamos al target ...¡Oh!, desilusión. El edificio que albergaba el número 40 de la citada calle, era un edificio más de ella, como sus paredaños del 38 o del 42, nada parecía señalar que aquello era algo relacionado con un alojamiento. Sumidos estabamos en un sentimiento mezcla de cansancio y angustia, estupefactos por la situación cuando del edificio salió un ciudadano que, como es lógico, fue inmediatamente interrogado. Efectivamente el lugar era el adecuado, lo que no era adecuado era haber ido directamente allí, puesto que la oficina que hacia de las veces de recepción y donde estaba la oficina de la empresa en cuestión estaba en Queen Street , "Street that was enough far from here" (luego podríamos comprobar que no era para tanto) y que era allí donde debíamos dirigirnos, algo impensable con todos los bártulos a cuestas, de manera que mientras Olga se ponía en contacto, teníamos el teléfono, con la empresa alquiladora, Álvaro y yo partimos a buscar el lugar (sin tener una idea muy clara de hacia donde teníamos que ir), tiramos hacia abajo y nos domos de bruces con el Scotch Parliament y allí una amabílisima policewomen nos hizo, a bolígrafo, un pequeño croquis de como llegar a la calle en cuestión. De todas formas, estabamos en una calle con abundantes comercios dedicados al turismo (luego supimos que estabamos al final de la Royal Mile) y en uno de ellos compramos un pequeño plano, trás tomanos un café en un Starbucks, la franquicia preferida de mi hijo, volvimos a nuestro improvisado campamento urbano, y mientras decidámos que hacer de forma inmediata, una pareja salió del edificio, como me pareció que tenían una cara inequívocamente española, les abordé directamente en español, y acerté, eran de Barcelona, y además iban hacia Queen Street a devolver la llave, ya que era su último día en Edimburgo. Por el camino, que era de unos 700 u 800 metros, repetimos los tópicos usuales siempre que se encuentran alguien de Madrid con alguien de Barcelona: Que si me gusta mucho Barcelona (el de Madrid) , ¡Hay que ver los museos que tiene Madrid! (El de Barcelona), pero no hay quien viva en ella (ambos)...etc. Cuando por fin llegamos al lugar y contamos nuestra penosa historia, la chica que estaba allí nos miro con cara de "habla cucurucho que no te escucho", limitándose a responder que la entrada era a las 15:00 y ella no tenía autoridad suficiente como para modificar esa situación, por más que repetimos la cantinela de "we go more than thirty hours without sleeping" su respuesta fue siempre "I am not authorized". Y cuando, visiblemente alterados y molestos, sobre todo yo, preguntamos cuando iba a haber "someone with more authority" la respuesta fue escueta "later". Estaba claro que de esa especie de scotch sheep poco, o nada, ibamos a obtener de manera que regresamos a nuestro campamento, más que nada para que la tercera miembra de la expedición pudiera irse a tomar al menos un cafelito. Por lo menos en el saco de aspectos positivos podíamos incluir dos cosas, la primera lo bien que se desenvuelve mi hijo en inglés, y la segunda que yo mismo hablo más inglés del que creo, sobre todo cuando estoy cabreado. A eso de las 13 horas, bastante hartos de estar allí , Olga y Álvaro (que se chupó todas las idas y venidas) volvieron a Queen Street, para ver si ya había alguien con capacidad para autorizar nuestra prematura entrada, a estas alturas ya no era tan prematura. Volvieron muy pronto y con malas noticias, no sólo no nos adelantaban la entrada sino que además habían discutido con el boss. Estaba claro que los miembros de aquella empresa (posteriormente decidiríamos que eran ingleses y no escoceses) no nos caían nada bien, pero nosotros a ellos tampoco, y desgraciadamente eran ellos los que tenían la sarten por el mango (...y el mango también) , y eso sin conocer nuestra situación económica. Volvimos, esta vez Álvaro y yo, al lugar en cuestión, y de camino visitamos la catedral católica, no con ningún ánimo espiritual, sino simplemente para hacer tiempo, y a las 3 pm, con puntualidad absoluta, hicimos, de nuevo, entrada en el lugar. El jefecillo puso cara de "afresh here these Spanish", incluso creo que lo dijo, o sino algo similar. Intenté no excitarme y para evitar equívocos, le pedí a mi hijo que ejerciera de traductor homologado, para decirle : "Vamos a creer que lo ocurrido no ha pasado y empecemos desde el principio como personas educadas que somos" Aparentemente asintió y puso sobre el mostrador los papeles correspondientes, junto con la tarjeta magnética de entrada al apartamento, al tiempo que pedía el abono íntegro del alojamiento, algo que no me sorprendió en absoluto, puesto que en Londres también nos cobraron por adelantado, supongo que por el hecho de no llevar credit card, de manera que tenía preparada la respuesta, y de nuevo promedio de mi vástago, le respondí que era impsoble en ese momento, que esperara un par de días, a lo sumo tres (íbamos a estar la semana completa), y hasta entonces, como garantía, le dejabamos nuestros pasaportes. No debía ser una práctica tan inhabitual como parece puesto que el compañero del jefecillo hizo ademan de recoger los pasaportes que yo le acercaba con la mano extendida. En ese momento al muy hijoputa se le iluminó el rostro, apartó la mano de su compañero al que dijo : "To these not, never". Era consciente de que él, o mejor su empresa, perdía 528£ pero la putada que nos hacía a nosotros era de libro, tirados en Edimburgo y sin dinero.
Mientras volvíamos a nuestro tenderete, me dió por reflexionar, algo muy conveniente cuando está en una difícil situación, evitando lo más fácil: buscar culpables, de manera que decidí que el culpable último estaba claro, era el mamón con el que acababa de discutir, y los culpables remotos o eramos los dos adultos de la expedición o no lo eramos ninguno de los dos y así se lo transmití a mi hijo, que inmediatamente, su comportamiento durante este viaje ha sido excelente, decidio sumarse al grupo de los culpables si es que los había. En medio de la reflexión me vino a la cabeza la oración, con la que suelen terminar todas las reuniones de A.A :
Señor, Concédeme:
Serenidad para aceptar las cosas que no puedo cambiar,
Valor para cambiar aquellas que sí puedo y
Sabiduría para reconocer la diferencia.
Más claro el agua. Lo primero que hicimos fue cambiar de ubicación para poder pensar con una relativa calma, y como teníamos al lado la estación de ferrocarril de Edimburgo , Haymarket, ahí por lo menos tres individuos con maletas podrían pasar desapercibidos. Tras intentar, en un establecimiento de la misma estación, encontrar un alojamiento bajo nuestras condiciones, ya suficientemente explicadas, pensamos en la posibilidad de vender o devolver nuestro billete de vuelta, con lo que obtuvieramos podríamos alojarnos un par de días, y la vuelta podríamos hacerla en tren o autobús, sensiblemente más barato. Como es imposible, estadísticamente hablando, que absolutamente todo salga mal, en la estación de ferrocarril encontramos un servicio de autobuses que por 8 £ nos depositaba a los tres, y nuestro voluminoso equipaje, que no se olvide nunca, en el aeropuerto de Edimburgo (EDI en la codificación aeroportuaria). Antes de montarnos le preguntamos al bus driver si el aeropuerto cerraba por la noche, y al decirnos que no hasta nos sentimos felices. Nos ubicamos, pues, en el aeropuerto

El cambio de billetes fue imposible, se trataba de una tarifa de sábado a sábado que no admitía devolución.Despues de comer algo (desde el breakfast del avión no habíamos metido nada sólido en el cuerpo) decidimos relajarnos hasta el día siguiente con la mínima esperanza de que, a pesar de ser domingo, santa Nómina, hiciera su beneficiosa aparición. Así transcurrió nuestro 26 de julio, fecha que difícilmente olvidaré, y no solo por ser significativa en el calendario revolucionario internacional, cumpliéndose el quincuagésimo quinto aniversario del asalto a los cuarteles de Moncada, en Santiago de Cuba y Carlos Manuel Céspedes en Bayamo por parte de Fidel Castro y Abel Santamaría al frente de un grupo de revolucionarios, Fidel es hecho prisionero en su juicio proclamará:Primero se hundirá esta isla en el mar antes de que consintamos en ser esclavos de nadie…Abel Santamaría fue torturado arrancándole los ojos (algo que no debe saber la gusanera de Miami ¿ o si?). Tras una pésima noche lleegamos al domingo, en el que evidentemente no habíamos cobrado, dia del señor, y a parte de cambiarnos de sitio de vez en cuando con el fin de no dar el cante, tuvimos que inventarnos multitud de actividades, la más importante fue la de la localización de enchufes donde cargar nuestros teléfonos móviles y las PSP. A pesar de localizar todos los enchufes del aeropuerto , teníamos que cargar los artefactos de uno en uno ya que solo disponíamos de un adaptador a las particulares tomas de corriente británicas, eso hizo que casi siempre uno de nosotros (Álvaro o yo ) estuvieramos con un cachivache al lado de un enchufe, lo que produjo algun que otro mosqueo entre el personal del aeropuerto, como creo que acabó mosqueado el empleado calvo de la oficina de cambio de moneda, frente a la que estuvimos acampados en alguna ocasión, y al que pusimos de nombre McFlanaghan , porque cada vez que salía de su garita ibamos tras él suponiendo que se dirigía al sotano donde guardaría los billetes en la caja fuerte. Otra actividad importante fueron los juegos, resucitamos los más clásicos en papel, cuadritos, barquitos, tres en raya, etc.. e incluso enseñé a mi hijo a jugar los chinos, juego que le puede venir muy bien en el futuro. Incluso inventamos alguno como jugar a los retrasos de reglas muy sencillas: Consistía en escoger del panel de arrivals ( o en el de departures) dos vuelos con llegada prevista a la misma hora ( o con salida a la misma hora), cada uno apadrinaba uno, por orden establecido por una partida previa de piedra, papel o tijera, y el primero que llegara a poner baggage in the hall se consideraba ganador ( en el caso departures el vuelo debía desaparecer del panel, pero no por un cancelled que significaba la inmediata pérdida del juego). Jugamos varios partidos al mejor de tres sets, el juego era entretenido pero dabamos un poco la nota al vitorear, por ejemplo, un delayed en el vuelo del otro, algo que es posible que no gustara demasiado a los que esperaban la llegada de ese vuelo.Por la noche estabamos ya machacados, y al menos esa noche (la tercera de aeropuerto) yo dormí razonablemente bien. Amaneció el lunes y seguíamos sin cobrar, esperamos hasta las doce del mediodía y tampoco. La situación comenzaba a mostrarse insostenible un día más sin asearnos, sin descansar mínimamente cómodos, y se quebraría nuestro, hasta ese momento, inquebrantable espíritu. Decidimos entonces recurrir al consulado español en Edimburgo, Álvaro consiguió el teléfono y la dirección y Olga llamó, lo mio y el teléfono es una relación poco amigable. Tras una cariñosa reprimenda por no haber llamado antes, la socia se acercó hasta el consulado, aún nos quedaba suficente para un billete de autobús, y allí nos adelantaron dinero, que luego hay que devolver en la delegación de hacienda de aquí, no mucho, pero si el suficiente para alojarnos y vivir un par de días. A la socia la devolvió al aeropuerto un coche del Cuerpo Diplomático, y en el mismo aeropuerto conseguimos alojamiento en la modalidad Bed and Breakfast:

Por fín conseguimos descansar, y ducharnos

3 comentarios:

Gracchus Babeuf dijo...

El viaje al centro de la tierra es un paseo. Ulises se tomo un fin de semana en dar la vuelta a la manzana. Mao dió dos o tres pasos en la Gran Marcha. Lo suyo sí que es una odisea.

Todos estamos ansiosos de más.

Osaposa dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Osaposa dijo...

Pues si en nuestra odisea, se aunaron todos los trols, brujos negros, y demás menudencias y menudillos, para poder comprobar que nuestra voluntad cuando quemes es inquebrantable.
Yo fui realmente la culpable de la situación, me deje los euros en España, a continuación la primera en tener la bronca con el jovencito rubiales (él más británico de todos ellos), cuando les pedí por favor que hicieran una excepción dada la situación de agotamiento en la que estábamos, y comenzó a alzarme la voz diciendo · es bastante, es bastante, es bastante", cada vez subiendo mas el tono, fue la primera palabra que comprendí cuando fui a estudiar a Edimburgo, y con la que comprobé lo paupérrimo del idioma, porque para los españoles, es bastante o suficiente, no tiene un significado grosero, mientras que en la Islas Británicas, significa desde dar las gracias por la cantidad de café que te han puesto hasta váyase Ud., a tomar por donde amargan los pepinos. Yo trabajo cara al publico y suelo tener bastante cancha, y muy asumido eso de que al cliente hay que mimarle, cuando empezó a tratarme de semejante manera, mi hijo que me conoce bien y que me ha visto llamar a un policía local, chulo, jilipoyas, machista y prepotente, y por ultimo bloquearles el coche para que no pudieran moverse, pues Bien Álvaro sabiendo estas cosas, me pidió por favor que le dejara hablar a el, y el niñato de los... siguió con la misma cantinela pero en peor tono, dado que era un mocoso,
Yo salí de la oficina controlándome, por estar en un país que no era el mío, si llega a ser este todavía estamos en los juzgados, y nos hemos dado algunos mandobles, no soporto el machismo, ni el clasismo ni el despotismo ilustrado, y mucha menos que a mi hijo de mis entre telas le hablen de semejante manera, con lo cual ya sabia que en ningún momento y bajo ningún concepto nos darían el apartamento. Agotada y con os nervios hechos polvo, aparentando toda la tranquilidad de que fui capaz, pues mis hombres incluidos perro, gato y pájaros, cuando me ven decaída se van abajo, decidí que la única solución era cambiar el billete y volver a Bretaña, donde no tendríamos problemas, pero como comenta Bolche fue imposible, por lo que la única solución era esperar en el aeropuerto, en el que estábamos bastantes personas para nuestro asombro, hasta cobrar o que se acabase el dinero.
Por una parte tenia ganas de poner tierra de por medio, pero por otra me daba muchísima pena no poder enseñarles mi adorado Edimburgo, donde había pasado unos meses maravillosos en plena transición española, donde había descubierto un mundo de confortabilidad anímica para mi desconocido, pero como decía al principio la maldita globalización, todo lo destruye.
No fue mi hijo el que consiguió el teléfono, que me lo mando una compañera de trabajo, lo que localizo Álvaro fue la dirección. Era el mismo Cónsul desde hacia 30 años, por lo que además de ser amabilísimo yo al el no le conocía personalmente, pero si a su mujer, que tenia la costumbre de hacer reuniones con los estudiantes de habla hispana, una vez al mes para que no nos sintiéramos tan solos, todo el equipo me trato con la misma cordialidad, y me reconoció que tampoco ellos habían cobrado, y que a esas alturas de mes su situación era casi como la nuestra, porque cada vez que venían a España, veían que la situación aquí era peor; total una vez firmados los papeles el chofer me devolvio al Aeropuerto, donde comprobamos que ese dia nos pedian más dinero que el dia anterior y fue cuando mi marido sabiamente decidio buscar alojamiento, fuimos los interpretes y mi hijo con claridad meridiana, a la Srta., que nos atendia le dijo que solo podiamos pagar como maximo 100 libras al dia, que nos buscase alojamiento, a la tercera llamada lo consiguio, y yo volvi a reconciliarme con Edimburgo, pues lo primero que me dijeron era que no hacia falta que pagaramos ese dia, y podia cumplir mi deseo de que conocieran una ciudad tan maravillosa con Edimburgo, donde por fin disfrutamos como enanos y pudimos hacer una vida normal.
Lo más reconfortante de todo esto es ver como somos una familia unida en todo momento, ver como nuestro hijo va asumiendo todas nuestras enseñanzas vitales, ya que paso su angustia considerable en muchos momentos pero supo mantener el tipo, como vive las situaciones negativas intentando sacar lo mas positivo y aprendiendo de todo, y por supuesto que el esfuerzo económico que hacemos todos los años en su ingles esta dando el fruto que corresponde.
Por ultimo informaros a todos, que bolche no lo sabe, pero ya he puesto la queja correspondiente en el lugar correspondiente.

Hasta mañana colegas, pues a este Bolche no le cojo ni queriendo
29 de agosto de 2008 0:54