viernes, 29 de agosto de 2008

Cap. 9 El paraguas de Edimburgo, volvemos a casa

No me he equivocado, confundiéndome con la película de Jacques Demy, en la que siendo un mocoso me enamoré por primera vez de Catherine Deneuve , a lo largo de mi vida me habré enamorado de ella unas ocho o diez veces pero siempre fue conmigo fría y distante llegando a preferir a tipejos como Roger Vadim (el tipo que más odio del mundo, sin discusión, la Bardot ,la Deneuve y la Fonda ¡hay que joderse!) o Marcello Mastroianni (del mindundi con el que estuvo casado no recuerdo ni el nombre). Pero no estamos ahora, igual algún día os cuento algo sobre los mitos eróticos de mi infancia o adolescencia) en esos temas, ni adolescencia, ni cine. Estamos en Edimburgo, y como intenté reflejar en el capítulo anterior pasándolo francamente bien, después de haber tenido algún que otro contratiempo de índole casi anecdótica. Y no sólo porque disfruté de los encantos de la ciudad y sus habitantes, claramente diferentes de los londinenses, sin tener nada que reprochar a estos ciudadanos, sino porque también disfruté de mi familia, algo que, por razones fácilmente imaginables, es más difícil de conseguir en la rutina diaria. Así pues pasaron los dias, que se hicieron cortos, y tuvimos que comenzar el camino de vuelta, es decir el tour de force que había de conducirnos a Bretaña, al mundo civilizado. Y después de despedirnos de nuestros hospederos, de volver a Edimburgo, que volveremos, y si podemos, es más que probable que repitamos alojamiento, volvimos a nuestra primera residencia en Escocia, el aeropuerto, y como en este aeropuerto, en general en cualquier aeropuerto, puede pasar de todo creíamos llevar todo previsto, con el trinitrotolueno que yo utilizo como aftershave y el tytadine que utiliza Olga como desmaquillador, debidamente empaquetados en bolsas herméticas, y además, por si acaso ,lo incluímos en el equipaje a facturar, de manera que si estallaran, algo difícil porque los detonadores camuflados como cargadores de móvil los llevabamos encima, lo harían en la bodega del avión con lo cual los cadáveres serían mucho más reconocibles, ¡donde va a parar!, y el triste, penoso, lamentable y repugnante espectáculo que nos han ofrecido los medios de comunicación escritos y audiovisuales , incluidos los llamados "serios", despues de la reciente tragedia de la T4 de Barajas tendría que mitigarse un poco, aunque... ¡habría que verlo!. Una vez efectuado el cheking y facturados los bultos gordos nos dispusimos, con sonrisa suficiente, a traspasar el control de entrada y...Para empezar la imbécil que miró si el careto que figuraba en el pasaporte concordaba con el que llevabamos correctamente colocados sobre los hombros, nos hizo quitarnos los zapatos, no sólo a nosostros sino everybody, algo que hoy sé que es ilegal y que afortunadamente no sabía entonces, porque de saberlo la nueva actuación del cónsul de España hubiera sido para sacarme de la Royal jail of Scotland , como llevábamos los explosivos facturados pasamos, descalzos pero pasamos, Álvaro y yo, sin embargo Olga fue retenida porque...¡el paraguas no tenía las medidas reglamentarias! Para cargarse de razón la uniformada estúpida nos mostró una buena cantidad de paraguas, que sin duda aspiraban a vender en el mercado negro como sofisticadas armas de ataque, a pesar de lo cual, y en una arbitraria decisión del COI, el paraguas no ha sido incluido junto al florete, la espada y el sable como especialidad de esgrima para Londres 2012, ya que para PEKIN 2008 ( y pongo PEKIN por que me sale de mis santos cojones) es demasiado tarde. Por más que lo intento mi calenturienta, a veces, imaginación no consigue construir en la mente el videoclip que representaría un comando feyadin, formado por una pareja corta estatura, entrada en años y en kilos, que acompañada por un preadolescente con brackets y granos, intenta secuestrar un avión a paraguazos, para instalar en él una bomba compuesta por Gel de baño accionada por el cordón de un zapato. La cara de mi socia era un poema, yo que la conozco bien, en aquel momento no me habría atrevido a dirigirle la palabra ni para decirle lo guapa que estaba. Le preguntó al vejestorio que guardaba los paraguas requisados, si podría un vez facturado el equipaje gordo, facturar también el paraguas y el carcamal, triste destino el suyo: a su provecta edad en lugar de haber alcanzado un merecido retiro se encontraba en el turno de las cuatro y media de la mañana requisando paraguas, respondió que sí, en vista de lo cual mi socia regresó a facturación, donde le dijeron que sí, pero como equipaje suplementario al precio de 20 £. Volvió y consiguió hacer corro, porque a la vista de todo el mundo y mientras en correcto inglés se acordaba de los ancestros del personal del aeropuerto destrozó con un refinamiento propio de Fu-Manchú el paraguas que con tanta ilusión había comprado. Había sido aquella una compra sentimental que la había transportado a los tiempos en los que, algo más joven, había vivido en Edimburgo.
A partir de ahí, comenzo nuestra carrera contra reloj. El avión nos depositó en Gatwick a las ocho en punto de la mañana, de manera que a las ocho y diez estabamos en la cinta de equipajes, y los nuestros, sin paraguas, salieron los primeros. La primera etapa del viaje había transcurrido conforme al mejor de los horarios previstos, algo que yo no tenía muy claro después de haber visto la cara del piloto, con naricilla roja y una pinta sospechosa de que automóviles, al menos, no debería manejar. Además antes de despegar tenían la cabina abierta, y yo observaba que tanto el sobrecargo como una azafata intentaban que se encendiera una luz que no lo hacía, y que no sé si se terminó encendiendo porque cerraron la antecabina (no sé si llama así) donde se encontraba el citado panel de luces y se pusieron a hacer las estupideces gestuales de rigor antes de despegar.
Una vez en Gatwick, con el equipaje recogido( salió el primerito) y tras esperar aproximadamente diez minutos, hicimos nuestra segunda etapa, en taxi. Como el taxi driver , a través del espejo retrovisor, veía mi cara de preocupación, estábamos en los momentos críticos (alguien con escaso dominio del español diría álgidos) , nos preguntó a la hora que salía nuestro tren (gesto de amabilidad impropio de un londinense de pura cepa) y al contestarle que que a las 10:06 dijo que no habría problemas, y efectivamente no los hubo porque antes de las 9:30 estábamos en London Paddington, claro que antes de tomar el tren teníamos que sacar el billete de Álvaro, los nuestros los habíamos sacado de ida y vuelta en Plymouth, y había una cierta cola, no sabíamos, nos enteramos ya en marcha, que al tratarse de billetes sin reserva, lo que hizo que el viaje lo hicieramos separados, los podíamos haber adquirido, sin recargo, en el mismo tren.
El tren de vuelta, repitió los paisajes del tren de ida, pero a diferencia de aquel tuvo el detalle no acumular retraso alguno. Para que el viaje no fuese excesivamente monótono, la divina providencia, recuérdese que estaba en Inglaterra y allí soy ferviente anglicano, nos surtió de unos más que maleducados, impresentables , naughty children, que pedían a gritos que alguien, preferiblemente sus padres o tutores, le aplicaran la famosa, pero me temo que en desuso en cuanto a niños se refiere, disciplina inglesa en cualquiera de las modalidades de soplamocos, sopapo, sornavirón o más escuetamente un par de hostias bien dás. Pensé, en hacer voluntariamente tan agradable tarea pero o bien un sexto sentido, o directamente el sentido común hizo que, para evitar más lios, me lo acabara tomando con paciencia.
Llegamos a Plymouth a las 13:10, cumpliendo rigurosamente el horario previsto, todo parecía indicar que nada podía interponerse en nuestro camino. De nuevo un taxi, este de los de 6 £ nos depositó en la términal de Brittany Ferries. Pudimos, con toda tranquilidad, sacar nuestra tarjeta de embarque y comer antes de embarcar, algo que hicimos con toda tranquilidad porque a diferencia del avión, al barco puedes acceder si quieres con un AK-47, acrónimo de Avtomat Kalashnikov modelo 1947 (del ruso Автомат Калашникова образца 1947 года), que absolutamente nadie va a decirte nada. Mucho más cómodo, además de más romántico, ser pirata de barco que de avión. Además el pirata de barco tiene grandes posibilidades de sobrevivir si la cosa se pone chunga. Una vez dentro del barco e instalados, mis socios no, pero yo sí, me fui a cubierta y desde allí contemplé el desatraque y la salida del puerto, algo que no había visto nunca porque el viaje de ida fue de noche y no era plan, y despues me retiré a mis aposentos donde, por fin, desacansé tranquilo. A las 22:00 atracamos en Roscoff donde nos esperaban nuestros queridos amigos Raymond y Marie Christine, cuando vimos sus caras supimos que habíamos vuelto al siglo XXI, estábamos en Europa, en nuestra civilización.

5 comentarios:

Blanca dijo...

Lo nuestro en el aeropuerto escocés fue de infarto.

Cuando estábamos facturando, el empleado nos decía guachi-guachi y no entendíamos nada, a pesar de que mi marido sabe inglés, pero debe ser inglés de Arkansas. El caso es que como no entendíamos lo que nos preguntaba, no le podíamos contestar. Alzó el teléfono, habló con alguien y al segundo un señor uniformado agarró nuestras maletas, las puso en un carro y nos dijo "follow me"... ni decir el susto, porque Ché Julio recordó las Malvinas y como el empleado borde de facturación había empezado las preguntas tras ver el pasaporte, dijo: "me van a hacer pagar aquel esperpento de los milicos..."

Seguimos nuestras maletas, que entraron directamente en la garita de la policía... yo estaba al borde de la gastroenteritis... cuando vi que las volvían a pasar por cuadragésima vez por el escaner... pensando... "si estuviera aquí Wellintong, seguro que no nos hacían ésto..." Una vez escaneadas, les pusieron un papel, volvieron a montarlas en el carrito y, aunque yo pregunté varias veces el por qué de la cosa, el poli ni me miró y acompañadas del hombre que las había llevado a la poli, nos las depositaron en el mostrador de facturación.

Como no salíamos de nuestro asombro (ni se nos había pasado el susto, todo hay que decirlo) preguntamos al amable "maletero" el por qué del paseo y nos dijo que es que no habíamos contestado a las preguntas que el empleado de facturación nos había hecho, que básicamente eran si llevábamos algo que explotara en el equipaje... ¡hay que joderse!... y éramos sospechosos, yo por ser morena y bajita (me faltaba el velo...) y mi marido por ser de un país que había declarado la guerra a su graciosa majestad, aunque todos sabemos que la gracia no es un atributo que la naturaleza le haya dado...

Zapatos, cacheos, apertura de todo tipo de bolsos y bolsillos, ¡¡¡foto!!! en solitario o familiar... enfín, da gusto ir volando a Gran Bretaña...

animalpolítico dijo...

Querido Bolche, me lo he pasado bomba (con perdón) con tus aventuras, con su buena dosis de una muy civilizada sorna característica.

¡Lo que hacemos los animales de la polis para descansar...!

Osaposa dijo...

Bueno colegas, si habéis llegado hasta aquí, os merecéis un premio, después de esto le voy a proponer a mi amado esposo, que se dedique a los libros de viajes, que seguro que le pagan, mas que en su trabajo.

Bien como decía Blanca en el capitulo anterior, cuando estuve por primera vez en Edimburgo, disfrute de los pub's, de sus reuniones familiares al caer la tarde y hacer música con todo lo que tenían a mano, de los cubatas al atardecer frente a la Silla de Arturo (que por cierto a pesar de que según la leyenda, en los días claros se ve Camelot, es un camelo, pues son raros los días claros, y como ya dije yo disfrute de uno y me queme, pero no vi Camelot), por el contrario que Blanca, disfrute mucho en las iglesias católicas y anglicanas, pues en ambas y por distritos los sábados, creo recordar, en las naves centrales se montaban unos saraos, que ya quisiéramos nosotros tener algo parecido, con la filosofía que tienen ellos, que es disfrutar, hacer ejercicio y eliminar toxinas, el sarao consiste en despejar la nave central, poner una tarima en el altar donde se colocan los músicos y el maestro de ceremonias, el cual indica lo que hay que hacer en cada ¡¡¡BAILE!!!, todos tradicionales y antiguos, la gente va en grupos de amigos o en familia y clanes con sus kilt's, y puede sacar a bailar cualquiera, fuera de la iglesia se monta un chiringuito con comida y bebida, pero sin alcohol, no por cuestión eclesiástica, es mas bien para que nadie monte broncas, y como si de un juego gimnástico se tratase, todo el mundo bailando hasta caer agotado; evidentemente duermes tarde, pero como los Ángeles, eliminas toxinas, con congratulas con el mundo, haces amigos, aprendes bailes desde la edad media, te ríes a rabiar y aprendes que a semejantes sitios hay que ir arregla, pero informal, yo el primer día fui con unos tacones de 10 cm., mis pies al acabar me colgaban de las orejas.

Sobre lo del aeropuerto, hay mucho que contar. Yo aquélla primera vez que fui, me pillo en época de elecciones y por la técnica del tresbolillo, me pararon en España, me llevaron al cuartelillo del lugar, me metieron en un cuarto y empezaron un interrogatorio, mirando mi documentación, que era mucha, pues me trasladaba con un permiso hospitalario, con una leucemia y un alijo de medicamentos, con la orden de a los dos o tres días de llegar a Edimburgo presentarme en el hospital correspondien. Pensé esto es que los perros han olido la medicación y piensan que llevo coca; yo moza inocente cuando la Guardia Civil me pregunto que a que me dedicaba, les conteste que era bibliotecaria-documentalista del CSIC, con mucha sorna me dijeron "a trabaja en información del CESID", imbecil de mí explicándoles las diferencias entre CSIC y CESID, total que después de mirarlo todo, reírse de mí, revisar todo el equipaje, y lo peor paralizar la salida del avión, cuando por fin me llevaron a la escalerilla y subí, todo el mundo me miraba con cara recriminatoria por la demora que les había provocado, y con cara de "seguro que por lo menos llevaba droga"; mientras yo con los nervios desechos, un sueño del carajal, pues la noñe anterior había trasnochado lo mío y agotado alguna que otra bodega con los amigos, ya que me largaba para 6 meses, después de las inútiles explicaciones por si te caes, en aquella maravillosa época Iberia te daba gratis un zumito, que yo agradecí, y sin haberme mareado en ninguna ocasión, en aquella lo logre, no era la única, pues aunque yo no lo notase, según la compañera de al lado, una adolescente que se trasladaba a Londres con su hermana, el avión parecía una noria, total, la entrada a los lavabos, mas bien vomitorios era dificultosa, pues estábamos en cola con bolsa.

Cuando me baje con la adolescente que al contrario del resto del pasaje, me había tomado cariño y estaba muy preocupada pues mi cara debía de ser cadavérica, me dijo que fuera con ella, pues su hermana nos ayudaría a hacer mi transito de Internacional (no pertenecíamos a la CEE) a nacional, para lo que había sido precavida, no como en esta ocasión, y menos mal, pues nada mas salir de recoger las maletas me esperaban los homónimos Guardias Civiles británicos, para llevarme de nuevo a un cuarto con una matrona, que me pareció la esposa del ogro de las siete hijas que las metió en siete botijas su madre, ya que el padre comía carne humana, y no conforme con repetirme todas las preguntas, me desnudaron y me reconocieron, bastante peor que la visita al ginecólogo, era mi 4 viaje fuera de España, pero pensaba que nunca más.

Parece ser que cuando te paran los Guardias en tu país o en otro, a los colegas del destino al que vas les avisan y les envían tu foto, de tal manera que cuando llegas a ese país sufres el mismo proceso pero en peor, como aquello de "a mas, a mas" que dicen los catalanes. Total que otra vez retrasaron el avión de destino a Edimburgo, con lo cual subí todavía mucho más asustada, humillada, a punto del llanto, y con mis leucocitos descojonandose por mis venas y medula.

Pero de repente todo cambio, yo había viajado a Londres con Iberia, pero de Londres a Edimburgo me trasladaba con la Caledonian, hoy no sé si existe, y un amable auxiliar de vuelo me ofreció una copa de Champán y bombones y me dijo "bien venida a Caledonian"

De este episodio es de lo que yo ya conocía al Cónsul, y por lo que era invitada por su esposa a las reuniones hispanas mensuales, no me permitieron votar los españoles, a pesar de ponerme en contacto para saber que había pasado con mi preparador de oposiciones, en aquella época Letrado Mayor del Congreso de los Diputados, que fue por lo que me entere de la dicho muestra aleatoria de paro a quien me gusta y con quien me puedo divertir.

Después de todo esto al bajar y ver la cara hipócrita de mi amiga alemana Silvia, me eche en sus brazos a punto del llanto, ella y su compañero escocés, me tranquilizaron, me protegieron, incluso me buscaron novio, y a partir de entonces, a pesar de mis visitas a hospital, con sus pruebas y medicamentos, todos los médicos del mundo son iguales, te joden vivo a pruebas incruentas, te meten un miedo terrorífico, y te inflan a medicación, y tu lo vas soportando como puedes, algunos ya sabéis que sigo en las mismas circunstancias hospitalarias, después de mi marido mis mejores amantes son los médicos de toda calaña sexual.

En el vuelo a Londres en este viaje, también se pasaron siete pueblos, me volvieron a quitar las botas, hay dos cosas que odio físicamente, andar descalza y que me den azotes en el culo, por esto ultimo casi me juego la carrera universitaria, lo dejo para otro episodio, me obligaron a quitarme el cinturón, el forro polar, y si no llega a ser por mi hijo que me estaba mirando con un susto tremendo, me hubiera desnudado por completo, harta ya de tanta estupidez, como ya sabéis partí el paraguas, para algo me tiene que haber servido que mi hermano se haya tirado 20 años en la terminal de carga de Barajas, se perfectamente que todo eso se lo reparten, después de que los jefecillos hayan elegido, le dije al jefe que evidentemente me había dicho que "ya es suficiente", que esperaba que en sus visitas al sol de España le trataran con la misma amabilidad, por no decirle algo más gordo y no tener que volver a llamar al consulado y crear un conflicto diplomático; por eso al llegar a nuestra amada Bretaña y ver a nuestros amigos, me eche en sus brazos como si fuera su hijita cuando en realidad somos de la misma edad.

A estas horas de la noche, solo Republiquita

Antonio Flórez dijo...

Hilarante relato, don Javier. Me adhiero a cuantos improperios se le han ocurrido a usted ante las distintas vicisitudes, pero debo corregirle respecto al culto alegato en contra del uso del adjetivo álgido que hace usted.

Hete aquí que los académicos de la lengua, en cobarde y vergonzosa retirada ante el empuje del enemigo (que cada cual ponga cara a ese enemigo), decidieron en uno de sus últimos cónclaves dar carta de naturaleza al uso del adjetivo en cuestión significando aquello que la mayoría del personal cree que significa, aunque signifique exactamente lo contrario. No sé por qué no admiten también la acepción de "hijoputa" o de "cabrón" como sinónimo de "majete y listillo" que tanto usamos los españoles.

En cuanto a doña Osaposa, conociéndola me asombra que se contuviese lo suficiente para no provocar el incidente diplomático al que ella misma hace referencia. Sin embargo, doña Osaposa, debe usted desengañarse: con este Gobierno no habríamos tenido incidente alguno, porque usted se habría pasado en la cárcel inglesa lo que fuera menester y aquí paz y después gloria, que decía mi madre.

Bienvenidos y un saludo.

J. G Centeno dijo...

Puede que tenga razón don AF parapetado tras su Rubicón, es más la tiene, álgido ha sido admitido, por los venerables carcamales que ni fijan ni limpian ni dan ninguna clase de esplendor, con el sentido contrario al que marca su etimología que no sería otro que acompañado de frio polar. Pero que esos venerables inútiles que también admiten sicología por psicología o setiembre por septiembre, digan lo que quieran el idioma afortunadamente no lo hacen ni Luis María Anson ni Juan Luis Cebrián, por poner a dos de sus más ilustres indocumentados.