Nunca he ocultado que un servidor ha tenido un pasado, que podríamos calificar de, turbulento. No he sido precisamente un buen chico, si entendemos por buen chico aquel que, más o menos, sigue unas reglas que se han establecido para que podamos soportarnos unos a otros. No conviene, para respetar esas reglas, que uno pierda el control de la situación, y para no perder el control de la situación tiende a ser imprescindible que uno no pierda el control de si mismo, y hay sustancias, algunas legales, que interaccionan de forma negativa con algunos neurotransmisores , de manera que comportamientos, consciente o inconscientemente, reprimidos, se desinhiben, en principio, temporalmente y dan lugar a situaciones a veces simpáticas, e incluso divertidas, y otras veces peligrosas, e incluso muy peligrosas.
Mi anecdotario está repleto de situaciones aparentemente divertidas, algunas de ellas rutinarias. Por ejemplo mi obsesión dominical por ser yo quien iba a comprar el pan, levantándome razonablemente pronto pese haber llegado a casa bien entrada la madrugada, ante la mirada atónita, cada vez menos, de mi madre. ¿Era, acaso, yo, los domingos, mejor hijo que el resto de los días de la semana? Ni mucho menos, yo trataba de buscar por mi barrio el lugar donde la noche anterior, más bien la madrugada, había dejado el coche, un R-8 azul que antes había sido de mi hermano. Lo buscaba haciendo círculos, primero por la calle de Canarias, mi calle, seguía por batalla del Salado, calle de Tarragona, glorieta Luca de Tena, Paseo de las Delicias, Palos de Moguer,..etc, hasta que aparecía, casi siempre con las ventanillas bajadas y, en no pocas ocasiones, con las luces o la radio puestas, lo que hacia que tuviera un notable gasto extra en consumo de baterías. En una ocasión la busqueda fué infructuosa y no se me ocurrió otra brillante idea, hay que tener en cuenta las pocas horas transcurridas desde que había llegado a casa y también que nada más poner el pie en la calle me había desayunado un carajillo en el bar de la esquina, que la de acercarme a la comisaría de la calle de la Escuadra para denunciar el robo del coche. A los dos días me citaron en dicha comisaría, y el funcionario que me recibió, en un tono que comenzó siendo irónico y terminó siendo francamente amenazante, se felicitó, y me felicitó de paso, porque hubiera unos ladrones tan detallistas y profesionales que habían conseguido arrancar y mover el coche, sin llaves,que estaban en mi poder y sin hacer la maniobra conocida como puente, y además habían conseguido estacionarlo, impecablemente, sin desbloquear el clausor. No era la primera vez que pisaba una comisaría, para algo que no fuera la renovación del DNI, pero fue una de las veces, y sin que mediara agresión física, que peor lo he pasado. Tampoco fue anécdota menor el día que me presenté a trabajar con bufanda, gorra y bandera madridistas, la noche anterior se había producido una de aquellas épicas remontadas europeas, creo que contra el Anderlecht. No fue lo malo el estado, lamentable, en que llegué. Lo malo fue que en su despacho me esperaba mi jefe de entonces, junto con unos técnicos del Ministerio de Industria, para revisar unas cifras de la Encuesta Industrial, creo que de 1981, que ibamos a publicar en breve. Me deshice de toda la parafernalia, metí la cabeza debajo del grifo del agua fría del lavabo, y aguanté cinco horas de reunión, con éxito, mi jefe nunca se enteró de lo ocurrido aunque se extrañó de mi palidez y mis sudores, en unos de los peores días de mi vida, todavía recuerdo el ir y venir de nauseas . En otra ocasión en el Bar Mariano de la calle Mesón de Paredes, a un legionario, vestido de legionario, y visiblemente afectado por el consumo de algo por determinar, le dije, a grandes voces que la legión era un nido de sinvergüenzas, chulos y delincuentes , que su valor estaba por ver, que el tatuaje amor de madre debía referirse a alguna buscona y que eran novios de la muerte porque era la única que les aguantaba. La que se lió fue de órdago, afortunadamente vivía sólo, en Villalba, y nadie, que no fuera pasajero del tren de cercanías, vió como llegué a casa, con más morados que una procesión sevillana, y la ropa hecha jirones. Y hablando de trenes, en más de una ocasión me quedé dormido, despertándome en Las Zorreras o San Yago, pero el colmo de los colmos ocurrió el día, o mejor la noche, en que era el último tren, y el revisor me despertó en El Escorial. El paseito hasta Villalba fue memorable, llegué como una rosa, aunque absolutamente cansado. Mientras escribo acuden a mi memoria multitud de incidentes, casi todos desagradables, casi todos con innumerables riesgos para mí. Uno de los días más felices de mi vida, sino el más feliz, fue hace ya muchos años, casi he perdido la cuenta, cuando decidí terminar con este tipo de vida porque de lo contrario ese tipo de vida iba a acabar conmigo. Hoy no tengo más que agradecimiento para aquellos que me ayudaron, a mí y a los que me quieren para los cuales me había convertido en una fuente de problemas y preocupaciones. Eso sí, nunca que me metí problemas y peleas, muchas veces, responsabilicé a persecución política alguna. Ningún máximo responsable político salió a defenderme. Quizás porque nunca presenté un telediario, aunque fuera de mínima audiencia. Y de haberlo presentado, nunca, ni borracho, ni colocado, ni sereno hubiera dicho las barbaridades que han dicho otros.
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Hace 2 semanas
6 comentarios:
Entrañable, sin comentarios.
Entrañable, sin comentarios.
Hablamos justamente lo mismo el pasado jueves y ahora parece que se confirman mis sospechas.
Salud camarada!
Dime por favor que el legionario también cobró algo. Miénteme, dime que le diste de lo lindo......Bueno, en cualquier caso, siempre nos quedará Stalingrado.
Ahora en serio. Llevo tiempo deseando hacer un viaje a Stalingrado con camaradas. Como deseo no pasarlo mal insisto en lo de camaradas. Sólo camaradas; lo que no significa que sean de un determinado partido. Si va gente de relleno me quedo y sigo con mis libros y mis videos.
Tal vez desde esta página pueda alguien informarme.
Un saludo fraternal desde Tenerife.
Aclaro: rocasum y Juan Ramón es la misma persona. Ignoro por qué una vez salió mi nombre y otra mi nik (¿se dice así?).
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