Tras los resultados de las europeas, y el indudable éxito de PODEMOS, que, al menos aparentemente, ha utilizado este sistema para confeccionar su lista, desde sectores que pretenden, y puede que en parte consigan, analizar el resultado, para mi no del todo satisfactorio, de Izquierda Unida, han vuelto a poner en primer plano la necesidad de elecciones primarias abiertas para conseguir avanzar electoralmente. Incluso Inés Sabanes, en la primera tertulia post electoral que celebró La Sexta, llegó a afirmar que de el resultado de estas elecciones podía concluirse que aquellos que no adoptasen este método, las primarias abiertas, estaban condenados al fracaso, afirmación, a mi juicio, algo aventurada. Por mi parte he recuperado una sanísima costumbre que hacía tiempo no practicaba, polemizar con Antonio, mi amigo del alma, en esta ocasión atravesando su Rubicón . Como le conozco desde hace muchos años, quizás demasiados, y conozco el grado de sacrificio y entrega que le ha supuesto su militancia de muchos años no puedo utilizar con él, el argumento, quizás válido para otros, de que limitar la participación militante a votar por Internet, que ha sido el método de PODEMOS, diseña una militancia muy cómoda en el que la elaboracíón colectiva queda en manos de muy pocos. Es fácil, y además no compromete a nada, leer con atención lo que propone cada candidato, valorarlo y analizarlo, para a continuación, pulsar una tecla. Y eso en un hipótetico caso ideal de que el votante se lea lo propuesto por cada cual. Todo ello suponiendo, que es mucho suponer, que los internautas votantes estén identificados, al menos en líneas generales, con las líneas, perdón por la redundancia, maestras de la organización en cuestión, líneas, y más que redundancia es contumacia, que habrán siod elaboradas por no sabemos quien, mejor dicho si sabemos quien, lo que no sabemos es elegido como.
A día de hoy, ser militante de un partido, como el PCE, de un movimiento sociopolítico como IU o de un sindicato como CCOO está seriamente criminalizado, es decir, el que esto escribe se siente tres veces criminal, sin saber muy bien porqué. O peor, sí que lo sé. Hasta el punto de que hay compañeros y camaradas que cuando participan o trabajan en esta o aquella instancia unitaria no voy a decir que ocultan, que algunos casos se da o se ha dado, su condición militante pero si no hay que expresarla, mejor. Algunos, y no es mi caso porque allí donde esté y donde se esté haciendo política dejo clara mi militancia, parecen estar sufriendo una segunda clandestinidad. Y los que sufrimos la primera no vamos a dejar que se nos condene a esta segunda. El lenguaje es difícilmente neutro y en política nunca, y cuando se está criminalizando a los partidos de la casta de forma indirecta, o a veces directamente, se criminaliza una determinada forma de hacer política. Puede, yo no lo sé, que en el emisor del mensaje no esté esa intención, de hecho suele relacionar siempre la casta con el bipartidismo. Pero no es lo mismo la intención del emisor, que voy a suponer buena, que la percepción del receptor, y, en este caso, la percepción del receptor es contundente: Todos son iguales, la política es basura, corrupción es sinónimo de partido político, de cualquier partido político, y eso es, radicalmente, injusto. No cabe duda de que en mí pesa mi propia tradición política, he militado siempre en lo que podríamos llamar, de vez en cuando no está mal emplear eufemismos, partidos herederos de la III Internacional, más que nada porque rechazo, por superficial y acientífico el término estalinismo. Me siento cómodo con una metodología que permita, desde las organizaciones de base, hoy Asambleas o Agrupaciones, ayer Células, ir elegiendo a los compañeros y camaradas más capaces, o con más capacidad de trabajo o sacrificio, que van a ir conformando los sucesivos órganos colegiados que van a acometer, cada uno en su nivel, la dirección de la organización, incluyendo la elección de los más adecuados para acceder a cargos institucionales, y si de ahí alguien deduce que tampoco me gustan las primarias sin participación externa, ha acertado. Resumiendo yo, libremente y sin imposición de nadie, prefiero el modelo organizativo que hoy tiene, por ejemplo IU, y lo prefiero hoy, que puedo ser considerado un cuadro, y lo he estado prefierendo los muchos, muchísimos, años que he sido un militante de base. Y todo ello reconociendo que no se trata de un modelo idílico o ideal, está cargado de dificultades determinadas, en gran medida, por la condición humana. Se tiende a generar una superestructura, que vulgarmente conocemos como aparato que tiende a perpetuarse, y puede a llegar a esclerotizar la organización, y conseguir evitar esta esclerotización no es tarea fácil. Con todo, hasta la fecha, y en lo que yo conozco, todo tipo de organización acaba generando esa superestructura aparatera.
Pero que yo prefiera mi forma de organización, que es mia y de muchos compañeros y camaradas, no deslegitima otras formas de organización, ni mucho menos. He expuesto los problemas que, a mi juicio, genera ese modelo organizativo, pero sería injusto y sectario sino renocociera, y las tiene, sus ventajas, la más obvia de todas ellas es que permite participar, aunque sea modestamente, a gente que, de otra manera, dificilmente participaría. Y ese dato es importante, porque puede que sea injusto, a mi me lo parece, que todos, indpendientemente de nuestro compromiso, tengamos el mismo peso a la hora de elegir a nuestros dirigentes y candidatos, y otra cosa es que se ignoren sus opiniones. En lo que a IU Alpedrete respecta convocamos como abiertas, absolutamente todas nuestras reuniones, incluidas aquellas que tienen como objetivo la elección de candidatos y si bien la lista es elegida por los afiliados, las opiniones de los que no lo son son tenidas en cuenta. Claro que se trata de una organización, la de Alpedrete, pequeña que puede permitirse "lujos" participativos que otras no pueden.
En cualquier caso, es mi opinión, se trata de formas de organizarse diferente que, en futuro, si es que hay un futuro de confluencia, deberán respetarse mutuamente no tratando unos de imponer su modelo a otros, por más que a cada uno, nuestro modelo, nos parezca mejor.
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