martes, 18 de septiembre de 2018

El Presidente

En España, sabido es, el Presidente no es el Jefe del Estado, cargo que ostenta, o mejor detenta, el Rey Felipe VI de manera vitalicia hasta que él mismo, acaso forzado por sus circunstancias, decida dimitir, dicho en terminología monárquica abdicar, para ser emérito.
De hecho, cuando se celebran elecciones generales los que participamos no elegimos ni al Presidente, ni al Jefe del Estado, al que no elegimos nunca, sino a unos señores y señoras que configuran el Poder Legislativo, es decir que tienen como misión elaborar leyes, aunque también son los que dan conformidad, o no, al señor o señora, que propone el Jefe del Estado. De manera que, aunque no se ha dado nunca el caso, pudiera ocurrir que el Jefe del Estado propusiera al Poder Legislativo candidatos sin posibilidades de ser elegidos. No se preocupen, no va a ocurrir, al menos mientras las mayorías parlamentarias electas no cuestionen radicalmente el sistema, el Jefe del Estado, a no ser que pierda el oremus y a día de hoy parece un tipo bastante equilibrado, no va a abrir una crisis institucional que podría llegar a costarle el sitio. Obviamente estamos en otro contexto, pero su bisabuelo, Alfonso XIII, se saltó las normas entregándole el poder a un militar, y a la postre le costó el puesto.
Sin embargo una vez electo, bien porque el poder legislativo ha ratificado la propuesta del Jefe del Estado, bien porque ese mismo poder legislativo ha aprobado una moción de censura que le incorporaba a él como candidato (aquí el Jefe del Estado no participa), el Presidente, con sus ministros, que él nombra, adquiere notable Poder.
Cuando la mayoría del grupo parlamentario socialista y la mayoría de la dirección del PSOE decidieron, literalmente acojonados ante la posibilidad de que una nueva convocatoria electoral les vapuleara aún más, cargarse a su propio Secretario General para regalarle el poder al Presidente del PP, nos vendieron el escenario de que la debilidad parlamentaria del gobierno iba a propiciar que, en la práctica, iba a ser el Parlamento el que gobernara.
Quizás una buena película de 1970 dirigida por Ken Hughes, 
                                                                       Cromwell 
les ha conducido ha engaño. La película nos cuenta lo ocurrido en la Inglaterra del siglo XVII, cuando Oliver Cromwell , en nombre del Parlamento y apoyado por él, depone primero y ejecuta después (única vez en que un rey es ejecutado en Inglaterra) a Carlos I. En la práctica nunca gobernó el Parlamento como tal sino que fue el propio Cromwell el que gobernó la efímera República. En cualquier caso ni estamos en el siglo XVII, ni estamos en Inglaterra, aquí pronto pudimos comprobar que las posibilidades de que el gobierno, amparándose en posibles incumplimientos de una ley superior como son los Presupuestos Generales del Estado, vete cualquier iniciativa legislativa parlamentaria son casi absolutas. En una situación de minoría parlamentaria un gobierno puede tener dificultades a la hora de llevar adelante sus iniciativas, pero no tiene, prácticamente, ninguna a la hora de impedir las que no son suyas. Cuando los Audax, Ditalco y Minuro del Secretario General del PSOE se dieron cuenta fue tarde y el "Roma traditoribus non  praemiatinexorable.
Pero tomó nota, y de que manera, el defenestrado, y aprovechando, muy eficientemente, el notable grado de estupefacción de una considerable parte de la militancia del PSOE noqueada por la imagen de unos diputados socialistas absteniéndose para facilitar el acceso al gobierno del PP, por la misma ventana que le habían hecho saltar trepó, reconquistó la secretaría general y se puso a trabajar para conquistar la Presidencia del Gobierno. Y llevó adelante, sin demasiadas resistencias pues ahora los noqueados son los que antes le tiraron por el balcón, lo que ya había intentado cuando hizo bandera del No es No, poner de acuerdo para echar al PP a todos aquellos que no quieren que el PP gobierne, que son la mayoría de los diputados y diputadas españoles representando a una  mayoría significativa de españoles y españolas, que preferimos cualquier cosa, la que sea, al PP, y a su regenerador socio ejerciente de pulcro pagafantas.
En la entrada anterior ya me consideré, por mi formación académica, incapaz de juzgar la calidad de la tesis doctoral del Presidente de Gobierno, aunque mi intuición señala que puede no ser especialmente brillante, pero lo que si creo tener es una cierta experiencia a la hora de catalogar actores políticos y me atrevo a calificar al Presidente como un sujeto listo, e incluso muy listo. Puede que con menos experiencia que yo, pero sin duda con más frescura e intuición mi hijo Álvaro definió al Presidente como la única persona que creía en ...el Presidente. Porque además de listo, y la listeza no tiene que ir de la mano de la inteligencia, sin duda es tenaz. No sé si es de izquierdas o derechas, creo que no lo sabe ni él, pero eso es normal tratándose de un dirigente del PSOE, que no es lo mismo que un dirigente socialista, pero ha demostrado cintura a la hora de sacar frutos de unos resultados electorales muy malos.
Ha conseguido el Presidente que su partido, desnortado como hace años que lo está la socialdemocracia europea, frene su caída libre, ha conseguido, igualmente, frenar la resistible ascensión del Arturo Ui barcelonés, y a lo que queda de izquierda transformadora, que más o menos viene a estar parlamentariamente representada por UnidosPodemos, Compromís y Las Mareas les deja la nada sencilla tarea de elaborar una estrategia factible y creíble para que esa parte de su electorado que tras el 15M abandonó el voto útil socialista no retorne a sus orígenes.
De esto último escribiré próximamente

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