miércoles, 13 de mayo de 2009

Ejército profesional, Servicio Militar y Leyendas Urbanas

La entrada en la que el amigo Yassin expresa sus dudas, casi mejor diríamos su perplejidad, sobre la existencia de nazis dentro del ejército español, me hace recordar mi posición sobre el servicio militar obligatorio y el ejército profesional. Y adelanto que mi posición no fue muy popular en su momento entre una izquierda que reclamaba el pacifismo como una de sus señas de identidad, una seña de identidad que, a fuer de sincero, tengo que manifestar a mi me identifica poco.
Me emocioné con la entrada en Saigón de los guerrilleros del Vietcong, proclamando la República Socialista de Vietnam .







Tampoco fui un observador imparcial cuando los sandinistas del FSLN entraron en Managua consiguiendo que Nicaragua dejara de ser la finca privada de la familia Somoza.














Era muy niño cuando los barbudos del Movimiento 26 de Julio entraron en La Habana








Y desde luego no había nacido cuando las tropas del Ejército Rojo instalaron en lo más alto del Reichstag la bandera roja con la hoz y el martillo.













Y me emociono al contemplar las imagenes de estos eventos que tantísima trascendencia han tenido en la historia.
Nunca he intentando engañar a nadie, he prestado poca atención a cualesquiera de las manifestaciones que haya podido tener el movimiento pacifista, desde la no violencia del Mahatma Ghandi hasta las collares de flores y el peace and love de los hippies californianos (o de donde sean). Nunca me he puesto al cuello colgando de una cadena con el tradicional símbolo pacifista. Por más que pueda tener el mayor de los respetos y la mayor de las simpatías por quienes tienen esta filosofía vital, no comparto sus principios, y si hay algo del cristianismo que, filosóficamente, me aleja de él es aquello de "Bienaventurados los mansos porque ellos recibirán la tierra por heredad”
Es más, cuando llegado el momento, tuve que incorporarme al ejército, hice todo lo posible por aprender lo que hubiera de útil en la instrucción militar, por si acaso me pudiera servir en algún momento. No ha sido el caso, algunos diran que afortunadamente y otros lo contrario. En alguno de los dos colectivos no creo que sea demasiado difícil ubicarme.
En aquellos tiempos, finales de los setenta, con Franco recien sepultado en Cuelgamuros, la objeción de conciencia militar era algo residual, circunscrito casi exclusivamente a los testigos de Jeovah, una extravagante secta cristiana que, entre otras incongruencias, proclama la prohibición divina de las transfusiones de sangre.
Podría entrar en el incuestionable hecho de que la leva masiva, el ejército como pueblo en armas, es una conquista revolucionaria, y de le revolución francesa sin ir más lejos, como contraposición al ejército mercenario dirigido por aristócratas propio del feudalismo medieval. Pero tampoco voy a considerar como progresista cambiar el servicio militar obligatorio por un ejército netamente profesional, sencillamente no lo es, y no lo es desde una óptica simplemente pacifista desde la que el único progreso consistiría en el desarme unilateral.
En este contexto, el asesinato, hace ya dos años, del joven antifascista Carlos Javier Palomino, asesinato, cuyas imagenes captadas por cámaras de seguridad estamos viendo en estos días, perpetrado por un neonazi militar, o ex-militar, profesional parece algo terriblemente lógico, escalofriantemente normal. Es en ese tipo de ejército, el mercenario, donde tiene cabida esa clase de lumpen que tiene en la violencia su leiv motiv existencial. En su momento manifesté, a quien quiso escucharme, mi oposición a la creación de un ejército profesional, y no me granjeó demasiadas simpatías. Hoy no he modificado demasiado mi posición.
¿Qué hubiera pasado el 23-F-81 con un ejército profesional?

7 comentarios:

Javi dijo...

Hacía yo una reflexión sobre esto hace no tanto:

Pocas cosas me resultan tan impostadas como un heredero del bolchevismo declarándose antimilitarista. Creo que los sectores mayoritarios de la izquierda radical viven una gran contradicción en materia militar: se dicen antimilitaristas a la vez que apoyan, por ejemplo, el uso ético de la violencia defensiva que harían las fuerzas armadas de un país que ha sido agredido por un interés imperialista, o el papel del ejército en la defensa de un país socialista contra el enemigo exterior.
Es decir, que esas personas no son realmente contrarias al ejército, sino al papel que juegan las fuerzas armadas en la defensa del sistema político hegemónico actual o, en definitiva, a lo que se oponen es al imperialismo y al capitalismo. A poco que se hurga se descubre que no ven al ejército como un mal en sí mismo.

Probablemente esta contradicción nace con la caída del bloque soviético y con la aceptación acrítica de postulados provenientes del pacifismo gandhiano por parte de los socialistas desencantados con las experiencias del que fuera llamado “socialismo real”.

El pacifismo gandhiano (“Dejen las armas, por cuanto éstas no van a servir para salvarles a ustedes ni a la humanidad. Deben invitar a Hitler y Mussolini a que tomen todo lo que quieran…pero siempre rehúsen rendirles obediencia”) dejó de ser en occidente patrimonio casi exclusivo del movimiento hippie y fue adoptado por el discurso hacia fuera de los partidos de la izquierda radical como método de lavado de cara de los postulados relativos a la violencia, los cuales se consideró que habían quedado desfasados.

La reivindicación del desarme a gran escala y del uso defensivo de la fuerza armada (demandas propias de la vieja izquierda) fue sustituida por una "no violencia" muy poco concreta (difícilmente conciliable con los postulados la izquierda clásica).

Ahora que ya ha pasado el tiempo suficiente como para haber superado los complejos derivados del hundimiento del “campo soviético”, y al calor de la refundación teórica de la izquierda radical que parece estar dándose bajo la denominación de “socialismo del siglo XXI”, ¿no crees que deberíamos retomar una teoría del uso ético de la violencia y abandonar las contradicciones hipócritas en éste terreno? ¿o será que tenía razón el chaval ese de Nuevas Generaciones de Madrid que decía que los de izquierdas éramos, aunque fuésemos jóvenes, unos carcas? ¿me habré quedando antiguo? ¿tú que opinas?

J. G Centeno dijo...

" ¿no crees que deberíamos retomar una teoría del uso ético de la violencia y abandonar las contradicciones hipócritas en éste terreno?"
Eso es precisa y efectivamete lo que creo, y me compro tu análisis porque me gusta y lo comparto.

Anónimo dijo...

creía que era el único que pensaba este tipo de cosas... claro que yo me libré de la mili por inútil ;-P
no es lo mismo teorizar sobre el tema que aguantar al Sargento Ramirez del Ejercito Español "se me cuadren coño!!! sus arresto hasta que las ranas crien pelo cagoenmimadre".

Javi dijo...

Hombre, el tema de la mili es más complicado que el de "antimilitarismo sí o no".

Personalmente creo que el movimiento anti-mili estuvo de puta madre, un Estado que no protege a los trabajadores no tiene porqué ser protegido por los trabajadores.

Lo que pudo ser una conquista de los de abajo en su día (el hecho de que las masas formaran el ejército) hoy en día puede haber perdido su sentido y necesitar superarlo y llegar a un ejército profesional pero al servicio de los intereses de los trabajadores (también la democracia formal que vivimos fue una conquista de los de abajo, pero hay que superarla).

Otra cosa es que del "mili kaka" pasemos a "todo uso de la fuerza es kaka", que es con lo que no estoy nada de acuerdo (porque creo que lo que en lo que se debe hacer hincapié es en el desarme a nivel mundial y en el uso defensivo de la fuerza militar)

Anónimo dijo...

¿Qué hubiera pasado el 23-F-81 con un ejército profesional?

pues lo mismo. No tengo noticia de que ningún mozo de remplazo se jugara el tipo enfrentándose a los mandos (esos sí profesionales ayer igual que hoy) que les ordenaban.

surco dijo...

Pues mire, dos cosas. yo en su día me hice objetor con la intención de declararme insumiso cuando me llamaran a hacer la pss. Posteriormente no me llamaron por exceso de cupo.

Poco después y por ciercustancias de la vida tuve que comer con un coronel del ejército. ( agradable, el tío, hay que se sinceros). Y me hizo una defensa de la supresión del servicio militar que me dejó acojonado.

Para entonces yo ya sabía que la mili fue un derecho conseguido por el ciudadano en Grecia ( hoplitas), en detrimento de los profesionales de la guerra, pero pensaba que los tiempos habían cambiado.

Conclusón: espero que no nos tengamos que arrepentir nunca.

Ni por favor ni ostias dijo...

En mi opinión, creo que se está confundiendo antimilitarismo con pacifismo. El antimilitarismo -como es obvio- se opone al militarismo, es decir, a la dependencia del Estado de la preparación para la guerra, no al uso legítimo de la fuerza. Yo estoy a favor de un ejército popular que no tiene por qué ser permanente, sino que podría estar compuesto de unas reducidas unidades profesionales a las que, en caso necesario, se unirían todos (y todas) los ciudadanos de una cierta edad, que deberían recibir la instruncción necesaria. Su carácter debería ser defensivo (tanto frente a ejércitos extranjeros como frente a golpes contrarrevolucionarios). También podría coordinar la llegada de voluntarios para la defensa de pueblos hermanos(por ejemplo: en caso de la invasión de Cuba o Venezuela por los marines)