Hace dos años, ¡que barbaridad , dos años! publiqué una entrada recordando la muerte de Buenaventura Durruti . Es para mí mucho más importante recordar el ejemplo de un revolucionario que la muerte de los dos tipejos enterrados en la faraónica tumba de Cuelgamuros, construcción que en mi humilde opinión debería ser demolida. Demolición, y ahí se muestra mi talante conciliador, que debería producirse cuando estuviera vacio. Incluso, y es que el buen rollo me invade, no me importaría que de forma previa se hiciera cargo de la carroña que pudiere haber en las tumbas la familia de los dos individuos cuyos retratos, durante años, han escoltado a un Cristo crucificado en toda clase de despachos oficiales desmintiendo la tradición que decía que uno de los dos ladrones que acompañaron a nuestro señor en el Gólgota, San Dimas, era bueno. Ninguno de estos dos fue bueno, ni siquiera cuando fueron niños, momento en el que fueron, no angélicas criaturas, sino satánicos cachorros del mal.
En noviembre, mes importante para los que aspiramos a ser algún día considerados como revolucionarios, comenzó a escribirse una de las páginas más gloriosas de la historia del movimiento revolucionario, e incluso de la HISTORIA, con mayúsculas y sin apellidos, la batalla conocida como DEFENSA DE MADRID. Cuando otros, y yo no lo critico, exhiben banderas y reescriben la historia para justificar lo , a veces, injustificable, yo con legítimo orgullo exhibo mi condición de madrileño, como aquellos madrileños que, habiendo nacido en Madrid o no, habiendo nacido en España o no, escribieron durante tres años, hasta que unos golpistas cometieran traición, la epopeya de resistir el asedio del fascismo.
Durante los cuarenta años que duró la dictadura, nos dijeron que fue la propia República la que provoco el golpe de los militares patriotas. Una dictadura, todo hay que decirlo, que contaba con la mirada benevolente de las democracias occidentales y el apoyo decidido de la administración USA, tanto demócratas como republicanos, igual de Dwight Ike Eisenhower o del mal encarado Richard M. Nixon como del liberal John F. Kennedy que mientras gritaba a los cuatro vientos que él era berlinés intentaba desembarcar en Cuba o desembarcaba en Vietnam.
La transición, a la que deberíamos rebautizar como Rendición, nos trajo un lenguaje equidistante, políticamente correcto, según el cual todos fueron responsables. Nada más lejos de la realidad, es cierto que la República, como institución, cometió muchos errores, el primero de ellos no saber defenderse. Si el 10 de agosto de 1932, la sanjurjada, se hubiera aplicado la ley entonces vigente con todas sus consecuencias es posible que los golpistas se lo hubieran pensado un poco más el 18 de julio de 1936. Porque... cuando la ralea que pretende justificar, desde posiciones pretendidamente progresistas, la existencia de una arcaica forma política, antagónica a la democracia llamada monarquía monta la batahola mediática de los errores repúblicanos, organiza la orquestada barahunda para repartir responsabilidades intentando poner en el mismo plano a agresores y agredidos ¿a que se están refiriendo? Porque si refieren al retraso con que la República abordó la reforma agraria y que propició incidentes como del de Casas Viejas podemos estar de acuerdo. Nunca lo estaremos si hablamos de el legítimo levantamiento de 1934 contra el intento de desmontar la República desde las instituciones tras el triunfo de la extrema derecha clerical de Gil Robles . No lo estaremos tampoco si consideramos un error que desde el triunfo del Frente Popular ,constituido en gran medida por la necesidad, apuntada en el VII Congreso de la Komintern, de encontrar puntos de encuentro con los partidos políticos de la burguesía progresista para detener el avance del fascismo, se expropiaran más de 200.000 Ha y se asentaran más de 70.000 campesinos, que se crearan más de 7.000 escuelas. Contra eso es contra lo que se levantaron los fascistas españoles, amparados por los fascistas extranjeros, mientras que Ambrogio Damiano Achille Ratti , más conocido como Pio XI que ya había firmado en 1933 un tratado con el III Reich asegurando los derechos de la Iglesia Católica alemana y anteriormente el tratado lateranense con Benito Mussolini, desde la radio ofrecia 500 días de indulgencia por cada rojo abatido. Sus epígonos, hoy, claman por las calles berreando ¡Sí a la Vida! ¡No al aborto!
Nunca fue una guerra fratricida, una guerra entre hermanos, por más de que hubiera españoles en ambos bandos, y en muchas familias, mi padre y su hermano sin ir más lejos, hubiera hermanos en ambos bandos. Fue una guerra de clase, de explotadores contra explotados. Y si hubo trabajadores en el bando rebelde, que los hubo, fue, esencialmente por la rapidez con la que trinfó la rebelión allí donde residían.
Nunca el franquismo tuvo legitimidad, como no la tiene su régimen heredero, la monarquía, por más que intententen hacernos comulgar con traidoras transiciones
Nunca fue una guerra fratricida, una guerra entre hermanos, por más de que hubiera españoles en ambos bandos, y en muchas familias, mi padre y su hermano sin ir más lejos, hubiera hermanos en ambos bandos. Fue una guerra de clase, de explotadores contra explotados. Y si hubo trabajadores en el bando rebelde, que los hubo, fue, esencialmente por la rapidez con la que trinfó la rebelión allí donde residían.
Nunca el franquismo tuvo legitimidad, como no la tiene su régimen heredero, la monarquía, por más que intententen hacernos comulgar con traidoras transiciones
4 comentarios:
Me parece muy interesante su comentario sobre los días de indulgencia por cada rojo abatido. ¿De dónde viene su información? Es extremadamente sugerente, si la pudiéramos documentar. Un saludo.
Espero sus noticias. Gracias.
Me pide usted mucho, es una documentación casi imposible, desde el punto de que la propia iglesia católica niega, ahora, el haber dado el carácter de Cruzada a la guerra civil española. Yo el detalle lo he sacado de unas cintas magnetofónicas(LA LARGA NOCHE DEL FASCISMO, 2 casettes) que en su día, hace mucho, compré en la Fiesta del PCE, y en el que aparece una especie de dramatización llamada: Las cuentas del buen fascista escrita por Antonio Aparicio y en la que, el fascista, justifica la entrega de sus bienes al igual que el cura ha entregado toda la recaudación del templo y el santo Padre, por radio, ha prometido 500 días de indulgencias por cada rojo. Tengo el corte digitalizado y si me das un dirección de correo electrónico te lo puedo hacer llegar. En cualquier caso su rigurosidad, desde el punto de vista histórica, es discutible, aunque entra dentro de los parámetros de actuación de Pio XI, un fascista convencido, que supo dar un viraje a tiempo, y a quien, la Iglesia Católica actual pretende reinventar como un opositor al nazismo, algo que nunca fue.
Y ¿ha contado usted cuantas plaquitas de Caidos por la patria hay en las Iglesias españolas? ¿y cuantos símbolos fascistas siguen en las barriadas de la época franquista? ¿y en cuarteles la de símbolos que todavía no se han quitado? ¿y la de escudos con águilas que siguen en pie?
Dios nos coja confesados.
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