Soy madrileño, madridista y comunista. Me siento orgulloso de serlo, y mi personalidad sería difícilmente comprensible, y en cualquier caso no es fácil, sin contemplar estas tres condiciones.
El ser comunista es una opción ideológica de combate, de busqueda de una sociedad mejor, es una manifestación de responsabilidad: no me basta con descalificar esta sociedad capitalista, tengo que tener, necesito para moverme, una alternativa, y necesito que sea posible; el asalto al Palacio de Invierno, la Larga Marcha, los barbudos entrando en La Habana o la guerra de Vietnam, me dicen que tomar el poder es posible, más allá de los obstáculos, más o menos sutiles, más o menos ocultos, que nos ponga el enemigo de clase, y la parodia que es este sistema disfrazado de democracia que padecemos, "el peor si exceptuamos todos los demás" nos repiten machaconamente intentando llegar a convencernos, no es el menor de ellos. El como gestionar ese poder una vez tomado es otra cuestión. Creo haber tomado nota de errores cometidos, aunque se me escapen algunos.
El ser madridista es casi una conclusión estética de lo anterior, podría ser perfectamente del Barça, el Milan o el Manchester United, pero nunca seguidor de un equipo que haya interiorizado la derrota como un valor, disfrazándola de solidaridad con los perdedores desheredados del mundo. Toda mi solidaridad combatiente y militante con los pobres y desheredados del mundo, pero sólo con aquellos que quieren, sin importar medios, dejar de serlo. Tengo muchísimas diferencias con el pensmiento cristiano básico, aún sin contaminar por la estructura llamada Iglesia Católica, pero aquello de Bienaventurados los mansos porque ellos poseerán la tierra consigue sacarme de mis casillas.
Y madrileño soy porque lo siento. Como lo sentía mi padre que había nacido en Fuentemolinos, Burgos. Y me siento profundamente madrileño, madrileño de mi Alpedrete, por más que Esperanza Aguirre y María Casado, mi alcaldesa, intenten que me avergüence de ello.
Hemos pasado por una fiestas caracterizadas por la elegancia social del regalo. Para quien me conoce en mi triple vertiente ya comentada, el regalarme es fácil, bastan libros o música (los mecanismos electrónicos tambien me apasionan) para que sea feliz como una perdiz. Y he comenzado a leer uno de mis regalos, Madrid bajo la dictadura (1947-1959) de Pedro Montoliú y me está enganchando, y está creciendo mi orgullo de madrileño.
Fue Madrid, capital de la República, una de las ciudades, y con ella sus ciudadanos, que sufrió con más inquina la represión franquista. No fue ajeno a este furor represivo, el hecho incontestable de que Madrid, los madrileños hubieran nacido donde hubieran nacido, resistieron como nadie, durante tres años, el asedio del fascismo. Y solo merced a una infame traición, en la que, desde luego, no participaron los comunistas, pudo Franco con sus moros, falangistas y requetés pisar suelo madrileño. Y desde luego no fue Madrid una ciudad que gustara al dictadorzuelo de origen gallego. De hecho barajó la posibilidad de retirarle la capitalidad. Nunca el carácter madrileño, alegre y abierto, casó bien con la tristeza cruel del Caudillo de voz atiplada. ¿Alguien puede imaginárselo en Pasapoga? Imposible. Ni siquiera es posible imaginarlo echando un polvo con la Collares enredándose en los ídem.
Con todo contiuaron los madrileños resistiendo. Y ahí va un dato, para mí hasta ahora desconocido, lo he sabido por el libro a que hago referencia líneas arriba. Referéndum, Ley de Sucesión, 1947. Porcentaje de votos afirmativos en el conjunto de España: 92%. Porcentaje en Madrid:60 %.
No todos pueden decir lo mismo.
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Hace 3 semanas
2 comentarios:
Bonita entrada. Yo coincido en lo de madridista, es el único rago de irracionalidad que me permito, sufrir y disfrutar por lo que hacen unos tipos con una camiseta blanca.
No me considero comunista dado que no tengo una formación teórica suficiente como para catalogarme de tal manera, pero si me puedo catalogar de comunistofilo por los mismos motivos por los que argumentaba una oradora en la última fiesta del PCE citando de otro alguien que no recurdo: siempre que hay una causa que defender he encontrado a los comunistas en el lado correcto de la lucha.
Soy nacido en Madrid y transplantado a Guadalajara, provincia que cada vez disfruto más por sus amplios espacios casi despoblados y su belleza natural más simple, pobre y auténtica que espectacular. Lo que no quita mi admiración por los que desde Madrid defendieron la causa de la libertad con mucho más ahínco de lo que muchos estúpidos nacionalistoides en las periferias pueden llegar a entender.
Antología del disparate
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