Con el ánimo más calmado una vez que e
x abundantia cordis, es loquitur me dispongo a continuar la semblanza de mi
alcalda sin la cual el episodio del desalojo, que responde a la máxima
oderint, dum metuant, no tendría una explicación mínimamente plausible. Creo que ha quedado claro, y si no está claro nunca será porque yo no lo haya explicado al menos entre líneas, dado que para mis muy inteligentes seguidores considero innecesario el
de verbo ad verbum, puesto que i
ntelligenti pauca, que tanto la
alcalda de Alpedrete como los votantes, afiliados y concejales que sostienen su poder son netamente
franquistas, porque
franquista es su comportamiento. Sin embargo si uno se lo dice con descarnada claridad, con inusitada rapidez, casi como ofendiéndose, lo negaran con vehemencia, con argumentos variopintos, que van desde que "nacieron después de la muerte de Franco", los más jóvenes, a "todos los políticos son iguales", aquellos que por su edad bien pudieron oponerse al franquismo, siquiera simbólicamente y permanecieron cómodamente callados. Puede que les ocurra como al personaje de la obra de
Molière El burgués gentilhombre que sin saberlo 'hablan en prosa', y en consecuencia repiten algunos de los comportamientos del satirizado burgués. La obra narra las ridículas actuaciones de
M. Jourdain, rico burgués con deseos de ascender en la rígida escala social del siglo XVII en Francia, que se sorprende cuando su 'maestro de Filosofía' le hace ver que habla en prosa.
M. Jourdain descubre que después de más de 40 años, cuando dice:
'Nicole, tráeme las pantuflas y el gorro de dormir', está hablando en prosa. Ante este descubrimiento, se siente
'el más agradecido del mundo' con su maestro por habérselo enseñado. Sin embargo los
peperos, sea cual sea su vinculación, bien a través del voto, de la ficha de afiliación u ocupando un cargo institucional, no se sienten para nada agradecidos, cuando uno de forma razonada y con pulcra educación les informa, porque
enseñar al que no sabe no deja de ser una obra de misericordia, y uno, últimamente está muy pío (sector
barojiano , nada que ver con otros impíos píos). Este tipo de comportamiento lleva a un peculiar sometimiento a las leyes conocido popularmente como
ley del embudo y que en esencia consiste en aplicar de las leyes aquello que me beneficia para, sin embargo, ignorar olímpicamente lo que pudiera no gustarme. De manera que como el Reglamento me permite intervenir al final sin derecho a réplica lo aplico sin pudor, sin embargo si la ley me obliga a facilitar a la oposición los medios necesarios para ejercer su labor no lo cumplo porque se han portado mal, y en el próximo capítulo desvelaré porque nos hemos portado mal.
2 comentarios:
No pretendo ser pelota, pero su comparación es muy brillante. Si El personaje de Molière "hablaba en prosa sin saberlo", los peperos son franquistas sin saberlo. Sencillamente el franquismo era un periodo de extraordinaria placidez, sin que vinieran extraños bolcheviques a perturbarlo.
Mi perro no sabe que es un perro. Los peperos no saben que son franquistas.
Bien por la entrada de Bolche (latines incluídos) y por el comentario de Monsieur Babeuf.
Con decirles que yo ni siquiera sé que soy una condesa... jejejeje
Besos
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