jueves, 1 de septiembre de 2011

Septiembre

Quiero empezar septiembre con un soneto

Cerrar podrá mis ojos la postrera
Sombra que me llevare el blanco día,
Y podrá desatar esta alma mía
Hora a su afán ansioso lisonjera;

Mas no, de esotra parte, en la ribera,
Dejará la memoria, en donde ardía:
Nadar sabe mi llama el agua fría,
Y perder el respeto a ley severa.

Alma a quien todo un dios prisión ha sido,
Venas que humor a tanto fuego han dado,
Medulas que han gloriosamente ardido:

Su cuerpo dejará no su cuidado;
Serán ceniza, mas tendrá sentido;
Polvo serán, mas polvo enamorado.

Mis amables seguidores enseguida habrán reconocido a Francisco de Quevedo y su Amor constante más allá de la muerte

Y puestos a sonetear y sin tener en cuenta que no conozco Roma

Roma te acecha, Roma te procura,
a cada instante te demanda Roma,
Roma te tiene ya, Roma te toma
preso de su dorada dentadura.
Quieres huir, y Roma te tritura,
no ser, para que Roma no te coma,
pero Roma te traga, te enmaroma
y hunde en su poderosa arquitectura.
¿Qué hacer, qué hacer, oh Roma, en tal estado,
ingerido por ti, desesperado,
nula la lengua, nulo el movimiento?
Si tanta admiración por tanto arte
le sirve a Roma para devorarte,
pasa por Roma como pasa el viento.

Inmenso Alberti

Y termino:

Que la vida iba en serio
uno lo empieza a comprender más tarde
-como todos los jóvenes, yo vine
a llevarme la vida por delante.

Dejar huella quería
y marcharme entre aplausos
-envejecer, morir, eran tan sólo
las dimensiones del teatro.

Pero ha pasado el tiempo
y la verdad desagradable asoma:
envejecer, morir,
es el único argumento de la obra.


Como Gil de Biedma yo tampoco volveré a ser joven.
Es Septiembre, mi parra virgen anrojece sus hojas anunciando el otoño. Me siento más viejo y me jode.

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