Durante mucho tiempo los afiliados y simpatizantes de Izquierda Unida tuvimos que soportar una campaña de descrédito perfectamente orquestada desde la calle Ferraz con amplificador de lujo, el mayor grupo mediático español: El Grupo PRISA. Según los editoriales de este grupo, tanto en el diario EL PAIS como en la cadena SER, Izquierda Unida había llegado a acuerdos con el Partido Popular con el objetivo de desalojar de La Moncloa a Felipe González a la sazón Presidente del Gobierno y Secretario General del PSOE. Como pruebas irrefutables, según estos medios de comunicación, una fotografía de Julio Anguita coordinador general, en aquella época, de Izquierda Unida tomando café, creo recordar que en la cafetería del Congreso de los Diputados a la vista de todo el mundo, con el presidente del entonces principal grupo de la oposición, el Partido Popular, José María Aznar y también la resistencia, mil veces expresada, de nuestro coordinador de llegar a acuerdos que no tuvieran una base programática de izquierdas, el injustamente satirizado: Programa, Programa, Programa. Ese inexistente acuerdo fue, poco ingeniosamente, bautizado como la pinza. De nada sirvió exhibir la tozudez de los datos, escribió José Ortega y Gasset que: el español es el único capaz de discutir un dato. Durante aquel periodo parlamentario, 1993-1996, el Grupo Parlamentario de Izquierda Unida apoyó cuantas medidas propuso el gobierno de carácter, mínimamente, progresista y se opuso, como es natural a las que consideró lesivas para los trabajadores. Para aprobar estas últimas el gobierno de Felipe González no dudó en buscar y recibir apoyos de la derecha nacionalista, tan reaccionaria como el Partido Popular sin que nadie hablara de pinza de ningún tipo. Tuvo éxito la máxima goebbelsiana de que una mentira repetida suficientemente acaba pareciendo verdad, y aún hoy, incluso militantes de Izquierda Unida han interiorizado que aquello fue cierto, que la pinza existió. Izquierda Unida apoyó entonces, es cierto, que se investigara el gravísimo episodio de terrorismo de Estado que supuso el caso GAL. En las mismas circunstancias hoy haría, espero, lo mismo.
Hoy, en el Congreso de los Diputados se ha escenificado una pinza infame, y nadie hablara de pinza y sí de responsabilidad. Podría, y ganas no me faltan, enumerar las veces que el PSOE ha traicionado a los trabajadores por acción u omisión. No lo voy a hacer, no merece la pena. La socialdemocracia, esa paparrucha que ellos llaman socialismo democrático, nunca fue propiamente socialista, sino remendadora y adecentadora del capitalismo, ahora ni siquiera es democrática, ¡ojo! siguiendo los párametros y reglas del sistema político que sufrimos, que dista mucho de ser verdaderamente democrático. Hoy el debate, que a veces mantenemos con intensidad, sobre si el PSOE es un partido de izquierdas o no, ha perdido toda relevancia. Objetivamente, el PSOE es un enemigo de los trabajadores de este país. Y a mí personalmente entrar en el futurible de "con el PP va a ser peor" hace tiempo que dejo de interesarme porque seamos sinceros: ¿Peor? ¡Imposible!
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