jueves, 15 de septiembre de 2011

A vueltas con las primarias

Hace aproximadamente un año mi inquilino habitual, el espía otomano, hacía referencia a las retitencias que me planteaban procesos como los llamados de primarias. A día de hoy ya no son reticencias, son radicales discrepancias. Los procesos de primarias , aquellos por los que las formaciones políticas eligen a los candidatos que van a presentar a los procesos electorales, distan mucho de ser útiles y son escasamente democráticos porque no todos los candidatos parten en igual de condiciones, siempre hay alguno más conocido, o mejor tratado por la prensa, o más del agrado del aparato, cuando no ha salido directamente de este. Si este tipo de procesos tiene algún sentido, lo tiene sólo, cuando el enfrentamiento entre diversas concepciones dentro de la organización es insuperable y el acuerdo imposible, e incluso en ese caso hay que asumir que el proceso va a producir divisiones y desgarros. De hecho, y no solo refiriéndonos a procesos de elección de candidatos, el recurso a las votaciones en los órganos colegiados de dirección de las organizaciones es, en gran medida ajeno a la tradición de la izquierda. Las organizaciones de izquierda son, o deben ser, esencialmente dialécticas, de manera que la síntesis entre la hipótesis y la antítesis es la que debe marcar las conclusiones definitivas de un debate. Y esto no sólo vale para las organizaciones declaradas como marxistas, y por tanto con el materialismo dialéctico como principal instrumento de análisis y elaboración. La anarcosindicalista CNT de principios del pasado siglo, rehuía las votaciones como método de cerrar los debates y discrepancias, porque una votación, argumentaban, va a producir una mayoría triunfante y una minoría derrotada, va a reproducir, en definitiva, un esquema parlamentario con una posible fractura. Resumiendo contraponer las organizaciones políticas que utilizan primarias a las que no lo son, asumiendo que aquellas son mas democráticas que estas, es falso y falaz. Valgan como ejemplo los partidos mayoritarios estadounidenses, el Demócrata y el Republicano. Ningún ciudadano de ese pais, USA, podría aspirar a ser candidato a nada sin el apoyo del correspondiente aparato, que es la instancia que, en último extremo, ha de buscar y conseguir los cuantiosísimos fondos necesarios para afrontar una campaña con garantías.
IUCM va a completar la lista que encabezará Cayo Lara, elegido por mayoría abrumadora por el Consejo Político Federal sin recurrir a ningún otro mecanismo que no sea el marcado por unos estatutos aprobados por la VIII Asamblea Regional. Y ello no la convierte en una organización menos democrática que otras que puedan optar por otra manera de escoger los candidatos. Mas bién todo lo contrario. Lo que va a hacer IUCM, si todo va como está previsto, es utilizar los mecanismos que sus afiliados aprobaron en un proceso congresual, aunque en el caso de Izquierda Unida sea más propio hablar de proceso asambleario, ya que el equivalente al clásico congreso es nuestra Asamblea. Nadie, absolutamente nadie, está éticamente legitimado para dar lecciones de democracia interna a Izquierda Unida.
Para mí, si se confirma, será estupenda noticia que en IUCM seamos capaces capaces de elaborar una lista con la que estemos cómodos todos los afiliados. Sería, a mi juicio, una prueba de madurez. Abogo por ello.

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