En el, magníficamente escrito, libelo anticomunista "Autobiografía de Federico Sánchez" el excelente escritor y mediocre ex-ministro Jorge Semprún Maura, acusa al ex-secretario general del PCE Santiago Carrillo Solares de tener una acusada desmemoria histórica, de acordarse sólo de lo que le interesa, e incluso aquello que le interesa lo deforma para adecuarlo a su gusto, en beneficio de su aureola como reformador del PCE, como reconductor del Partido por la senda de la democracia formal, deshaciéndose de viejos principios que pesaban demasiado en las alforjas para el papel que esperaba al Partido, un papel análogo al que tenían en Francia el PCF y en Italia el PCI. Le acusa, Jorge Semprún en su libelo, ganador con todo merecimiento del Premio Planeta, de defender los mismos postulados que en su día defendieron Federico Sánchez y Fernando Claudín en el Comité Ejecutivo del PCE, y por lo que fueron expulsados, y que defendieron en le PSUC Joan Comorera y Francesc Vicens, siendo igualmente expulsados acusados de
titoistas. Que fueron expulsados es un hecho, que la expulsión fue justa es algo que digo yo, y no lo digo porque sí, lo digo porque la política que , unilateralmente comenzaron a aplicar estos camaradas, era radicalmente contraria a la aprobada por el VI Congreso del PCE, y ratificada por el VII( aunque este de hecho fue un Congreso fantasma). Ahora que se han cumplido los treinta años de que el ministerio del interior diera el visto bueno a los estatutos que presentó el PCE, hablar de legalización del PCE es algo que todavía me cuesta, el inefable Don Santigo hace un repaso de la época y vuelve a desmemoriarse de un montón de sucesos que jalonaron la historia del Partido a lo largo de los años 60 y 70 y que le condujeron a una situación, hoy creo que afortunadamente superada, que le colocó al borde de su desaparición. Se desmemoria Don Santiago, de la crisis que sufrió el Partido a raiz de la intervención de las tropas del pacto de Varsovia en Checoslovaquia en 1968. No voy a entrar aquí, y no porque evite la discusión sino porque no es de eso de lo que quiero hablar ahora, de la oportunidad ni de la legitimidad de aquella acción, sino de la actitud de Don Santiago Carrillo. Al hilo de lo que hacen los que empiezan a convertirse en sus referentes, el PCF y el PCI, Santiago Carrillo emite un comunicado
del Comité Central condenando la
invasión. Pero con una diferencia con sus amigos Georges Marchais y Enrico Berlinguer, mientras aquellos reunieron a sus respectivos comités centrales, Santiago Carrillo se reunió consigo mismo y si acaso con algún reducido grupo de fieles camaradas, ni siquiera con el Comité Ejecutivo o el Secretariado, es decir Santiago Carrillo actuó unilateralmente, lo mismo que habían hecho, no muchos años antes, Fernando Claudín y Federico Sánchez, que con razón se queja en el libro escrito por Jorge Semprún. Puede argumentarse que las condiciones de clandestinidad no eran las más idóneas para abrir un debate a fondo, pero acaso ¿no conocía el secretario general del Partido cual era el sentir general de los militantes? ¿Y si no lo conocía porque toma este camino?. Una vez la decisión tomada se abre un turbulento proceso de discusión en el Partido, con lo que supone de hándicap para la
cultura de disciplina de los militantes del PCE el creer que ha sido el conjunto del Comité Central el que ha tomado la decisión, y no un reducido número de dirigentes. Un torrente de expulsiones siguió a aquello, un grupo de miembros del Comité Central, Agustín Gómez, Álvaro Galiana,Juan Ámbou, José María Galán y otros que ahora no recuerdo, encabezados por el propio Secretario de Organización del Partido, Eduardo García, pidieron de forma estatutaria, exigieron, la convocatoria del VIII Congreso, y la respuesta del grupo dirigente fue fulminante expulsión fulminante acusándoles de estar al servicio de la Unión Soviética, a este grupo que terminó convocando el VIII Congreso y tres años más tarde el IX ,posteriormente se unió temporalmente Enrique Líster que luego por libre fundaría el PCOE. Todo esto fue el inició del lento goteo de camaradas que iban abandonando el Partido, bien porque se iban integrando en los reducidos grupos que se iban formando, bien porque eran expulsados. Sin embargo el Partido creció numéricamente, y mucho, al poder integrarse en él cualquiera que tuviera ansias de combatir al franquismo. Esta debilidad ideológica, esta falta de firmeza de principios, posibilitó el triunfo con facilidad de toda clase de ideas reformistas y revisionistas. Esta evolución culminó en el
Corpus ideólogico llamado Eurocomunismo, una especie de versión mediterránea de la posteriormente llamada
perestroika de Gorbachov, y si esta acabó con la URSS, aquel terminó con el PCI y estuvo a punto de hacerlo con el PCF y el PCE. Y su corolario fue la patética foto con la bandera monárquica. La memoria de Don Santiago tiende, en esto, a ser olvidadiza, interesadamente olvidadiza. El resto es archisabido, todo este proceso de "socialdemocratización" del PCE sirvió para que un partido reinventado a base de talonario, el PSOE, capitalizara los beneficios. Es este un triste papel Don Santiago, y no el que, sin pruebas, le adjudican en Paracuellos.
3 comentarios:
Repite usted siete veces la palabra expulsión en un post donde el Pce aparece nueve veces.
Me parece sintomático de una historia dedicada a restar y no a sumar. Quizá sea un problema crónico en la izquierda, que al final siempre acabamos escindiéndonos en grupúsculos cada vez más pequeños y dejando a gente en el camino, aburrida de tanto mirarnos al ombligo.
Una de las cosas que más creo que nos honran a los troskos españoles que en su día fuimos, fue haber hecho una campaña pública bastante sonada por todo el país idiendo la libertad para Carrillo cuando fue detenido "en broma" por la policía con su peluca y todo.
Fue una de esas cosas que nos planteábamos en la LCR acerca del juego limpio dentro del campo de la izquierda, incluyendo en ella hasta a los estalinistas, que ya era decir... También nos planteábamos no tapar carteles electorales a la UCD, por aquello de respetar la libertad de expresión, incluso para la derecha (no para los fachas, que era distinto).
En ese contexto, las memorias de Carrillo me parecen lo que el señor García Centeno dice: una excusa para dejarse en buen lugar a sí mismo.
Dicho lo cual, don Javier le aviso de que tiene usted un pasalabola en mi blog (también le llaman "meme").
He estado buscando, y no he encontrado, pero encontraré, un artículo mio, firmado como Paco Blanco (era el que utilizaba cuando escribía en clandestinidad), no recuerdo bien si en Mundo Obrero (con título en rojo) o en Estrella Roja ( el periódico de la JCE VIII-IX) en el que "demuestro" que le desviacionismo revisionista de Santiago de Carrillo no es más que una forma de trotsquismo. Yo tenía alrededor de 17 años. Si lo encuentro se lo mando D.Antonio, para que de una vez por todas se de cuenta de que:
1º) El estalinismo no existe, existió Stalin.
2º) Usted ha sido Carrillista sin saberlo, mala suerte.
3º) Le salva a usted que es madridista y eso le amnistía todas sus desviaciones ideológicas.
Publicar un comentario