Tenía yo una cierta prevención por la llegada a mi casa de un minino, sobre todo por la reacción que pudiera tener Lenin , el perro labrador, amo y señor de mi casa sobre la que lo único que no tiene son obligaciones hipotecarias. Harto de ver en miles de documentales, ¿O es el mismo documental emitido miles de veces?, lo mal que se llevan en el Serengueti las hienas y los leones, y después de haber visto, en la tierna infancia de mi hijo, tres mil seis veces el Rey León, uno estaba convencido de que perros y gatos tienen que llevarse esencialmente mal, y que el dicho de se llevan como el perro y el gato, está históricamente justificado. La entrada en casa de Calcetines, el nombre no es muy original, pero es un nombre de consenso familiar, que además me sirve para homenajear a un personaje, Maricarmen Cañizares, por el que tengo absoluta debilidad, pareció en principió avalar mi tesis inicial, en cuanto Lenin vió en mis manos al cachorrito felino intentó por todos los medios darle los lametazos de ordenanza, algo que produjo una notable reacción de pánico en Calce, su nombre definitivo, que arqueó el lomo y clavó sus uñas en mi espalda causándome no poco dolor, instalamos al gato en el garaje, al que el perro no puede acceder, y decidimos abordar otra estrategia, que no fue otra que facilitarles un encuentro, sin nuestra presencia, en un espacio neutral y amplio, el jardín, lugar en el que, si las cosas iban mal, Calce, en principio el más débil, tenía suficientes recursos para resguardarse. La estrategia ha sido un completo éxito, y a día de hoy, después de haber pasado una temporada oliéndose, comparten lugares comunes, e incluso podrían llegar a dormir juntos, sino fuera por incompatibilidad horaria, Calce gusta más de dormir de día, mientras que Lenin prefiere la noche para descansar. Hemos tenido, eso sí, que hacer algunos ajustes con la comida, el pienso del perro es poco nutritivo para el gato, y el del gato es demasiado fuerte para el hígado del perro. En resumen, lo ideal es que cada uno se coma su pienso. La solución nos la dió Lenin cuando dejó que Calce comiera de su plato sin rechistar y acontinuación comió él hasta terminar el plato, y es que las dos especies tienen formas de comer completamente distintas, mientras que el gato come exclusivamente lo que necesita, el perro come mientras haya comida, aunque no tenga hambre, recuerdo genético de cuando en la naturaleza pasaban días sin encontrar alimento, y que hace que los lobos cuando irrumpen en un rebaño matan a todas las ovejas que pueden, o los zorros a las gallinas, con el ánimo de volver luego a llevarse las que han dejado. Así pués la solución es sencilla , come primero el gato, sin que el perro le moleste y a continuación lo hace el gato. Jamás había vivido un gato con nosotros, considerarse dueño de un gato puede ser algo pretencioso, de manera que tenía fuertemente implantados una serie de tópicos, algunos de los cuales se han cumplido, y otros no.
El primero en no cumplirse es el ya relatado, la supuesta enemistad entre felinos y cánidos no se ha dado en nuestro caso, en el que no sólo no hay tal enemistad, sino que además hay complicidad y juegos en común.
Si se se ha cumplido, sin embargo, la aversión de los gatos al medio húmedo, incluso los amorosos lametones de Lenin no acaban de satisfacerle demasiado.
También se cumple el amor por el pescado en cualquiera de sus variedades: fresco, congelado o en conserva, algo que deberían hacer algunos humanos que conozco, para los que comer pescado es algo tan prohibido como el cerdo para los musulmanes o la vaca para los hindúes.
En cuanto a su supuesta independencia, en nuestro caso es relativa, a Calce no le gusta nada quedarse sólo y le encanta que le rasquen la tripa, lo cual genera algún tipo de pelusilla en el chucho.
Se queda extasiado mirando los canarios Anselmo, Eusebia, Procopio y Nicasia, como Silvestre a Piolín, con ojos golositos, hay que tener cuidado de que no se quede sólo en el lugar donde están los pájaros, por aquello de que Quien elimina la ocasión elimina el peligro, tiene, en cambio una extraña actitud con Wamba, la cobaya, que no deja de ser una rata aunque con un tamaño considerable.
No tienen, los gatos, ni el ánimo ni la voluntad, de aprender depende que cosas. Con Lenin , e igualmente anteriores perros que han vivido en casa, fue sencillo hacerle comprender, dos collejas en el hocico sirvieron, que la mesa es patrimonio de los humanos, sobre todo a la hora de las comidas, y que no debe ni siquiera asomarse a los platos, con Calcetines intuimos que va a ser más difícil.
En resumen, reina en nuestra casa, una razonable cordialidad entre los que convivimos en ella, perturbada de vez en cuando con el descubrimiento de un nuevo desconchón en alguna pared, o la desaparición, sin ser el periodo natural oportuno, de hojas en algunas plantas, también el riego por goteo del jardín ha sufrido las consecuencias de la curiosidad de alguno de los componentes de tan biodiversa familia, pero es algo que suele subsanarse con un simple blasfemia arrojada a pulmón libre y garganta abierta, que tiende a recordar la pasión del santo de Asís por los animales o el patronazgo de los mismos por parte de san Antón, el recurso al claustro completo de la corte celestial, o al mismísimo triunvirato hacedor de mundos, en sus versiones: barbuda con ojo en triangulo, filial haciendo gimnasia o colombófila con deposiciones ardientes, solo suele reservarse cuando la magnitud de la catástrofre doméstica es suficientemente importante: Desencuaderne y destrozo de algún libro, intento de deglución y rayado de algún disco , desmembramiento de algun mando a distancia, etc....Esta tranquilidad, siempre relativa, y amor por el sosiego, quizás debieran practicarla los padres de la patria , ¿quiénes serán las madres?, sobre todo en las sesiones de los miércoles, las de control al gobierno, claro que convivir con individuos como el ¿señor? Martínez Pujalte, tiene que ser más dificil que hacerlo con un cocodrilo del Nilo o un dragón de Comodo, que tienen bastante más educación, que el manifiestamente mejorable Martínez el Facha.
Mis padres jamás me dejaron tener animales en casa, que curioso.
Iluminación de la vivienda con lámparas de techo blancas
-
Las lámparas de techo blancas son un elemento clave tanto en la decoración
como en la iluminación de una vivienda. Su simplicidad y versatilidad las
conv...
Hace 2 semanas
8 comentarios:
Ja,ja, Bolche. Deberían aprender de tu casa los de la ONU, el parlamento boliviano o el de aquí sin ir más lejos. No conozco a Calce, pero sí a Lenin (para mí será por siempre Benedictus, ya lo sabes)y parece que ha cedido sin mayores problemas una parte de su parcela de poder en el Palacio de Invierno.
¿Habéis castrado a Calcetines o tenéis idea de hacerlo? Dependiendo de eso también su comportamiento variará.
Yo si que creo que es cierto que los gatos tengan unas cuantas vidas: mi madre tenía uno que tenía por deporte caerse del tejado y hasta la quinta no se despanzurró.
Por cierto, deberías hacerte ver lo de la reacción compulsiva a la negativa paterna relativa a tenencia, uso y disfrute de bichos varios. Salud y mucho Wiskass.
Le comunico, don Javier, que su gato está, por lo que intuyo, en plena fase de aposentamiento en el espacio. Al ser gato (no gata), aunque pequeño, será razonable y compartirá el espacio imprescindible con Lenin, al notar la diferencia de tamaño. Si hubiera sido una gata, directamente habría logrado que el perro se construyera un refugio en un rincón y que no saliera de él sin antes haber elevado un suplicatorio con las pólizas de rigor incluidas.
Los gatos son seres bastante inteligentes, en contra de lo que aseguran algunos zoólogos. Calculan sus probabilidades y actúan en consecuencia, cosa que algunos humanos deberían hacer con más frecuencia, empezando por mí mismo. Si Calce entiende que de un continuo pelear por el territorio, lo único que se va a derivar es una constante carrera suya hacia algún árbol, con escalada rápida incluida, lo más normal es que pase de ello si a cambio puede obtener razonable comodidad.
Otra cosa es lo de subirse a la mesa. Se bajará cuando usted se lo indique abruptamente, la cara amoratada y los ojos saliéndose de sus órbitas. Pero lo hará displicentemente y como sin prestarle demasiada atención. Los gatos siempre consiguen que uno piense que todo lo hacen por una mezcla de buena educación innata y grandes dosis de caridad cristiana. Y si le sale como mi Trotski, prepárese a pagarle la carrera y a comprarle, de mayor, el batín, las gafas y el sillón de orejas. ¡Cómo son...!
¡Ah! Y no crea que no me he dado cuenta de la sutil alusión a un servidor y a Bakunin (con quien ayer estuve viendo "El Florido Pensil") con eso del pescado. Sepa usted que me mantengo en mis más acendradas costumbres y sin probar el pescado, la verdura y la fruta, productos todos ellos en relación con los cuales la Organización Mundial de la Salud ya ha avisado que todas las personas que los comen, se mueren.
Curiosamente, este verano, en Finisterre, me he enterado de que la lubina de 7 kilos a la parrila en un sitio llamado "Tira do cordel" ha sido descatalogada como pescado e incluida en la lista de productos cárnicos.
¡Qué cosas...!
Los gatos son más que inteligentes, siempre hará lo que quiera, no lo dudes... y cuando pienses que hace algo porque tu se lo exiges... vas de lado: lo hace porque le interesa...
Querrá mimos cuando le apetezcan y te dejará más solo que la una cuando los quieras tu y el pase de ti...
Se hará dueño de los mejores lugares cuando tu no estés y cuando estés... es posible que tambien.
A pesar de ese cierto egoismo, que solo es independencia, adoro a los gatos, con los que disfruté buena parte de mi infancia.
En cuanto a los perros, solo tuve uno, al que quise como si fuera un hijo más... por la guerra que daba y la cantidad de tiempo que me requirió...
En su aprendizaje, se merendó mis gafas, media biografía de Marilyn Monroe, todas las plantas de la casa, varios calcetines, los tiradores de cuero de la cama de mi hijo, incontables filetes que desaparecían de la mesada de la cocina cuando me daba la vuelta un segundo... se acomodaba en el mejor rincón del sofá, y cuando me quedaba dormida, se subía a la cama y se apoyaba en mis piernas, empujándome hasta casi tirarme...
Fue un bóxer de libro, el más cariñoso, inteligente y amoroso de los perros...
No quiero tener más animales conmigo... porque nunca superaré sus pérdidas...
Don Javier; a mí los gatos me han parecido siempre más de fascinantes que los perros. Son como una especie de tigre en miniatura.
Al perro lo tenemos; el gato nos tiene a nosotros. Aquí está la diferencia. Nosotros somos una posesión de nuestro gato. Que duda cabe que hace lo que se le antoja. Se subirá a la mesa siempre que quiera. Utilice una terapia conductista para inculcarle que eso tiene más riesgos que recompensas.
Ya verá cuando le pase su áspera lengua de lija por su mano o cara; no crea (que también) que es afecto, sino sobre todo marcar el territorio.
Si se porta bien: Quesitos del Caserío (del único que se fian) y foie-gras del barato (Pamplonica); el higado graso déjelo para nosotros; que alguna recompensa hemos de tener por soportar a estos bribones.
Bueno, en nuestro pequeño zoologico reina la armonia, porque nosotros somos una familia armoniosa. Como dice Javier el no disfruto de la compañia de animales en su niñez, sin embargo mi casa era el arca de Noe, mi padre catolico practicante a su manera, no iba a misa pero si a charlar con los curas, se consideraba franciscano en el sentido mas amplio de la expresion, para desespero de mi madre, igual daba la nomina, en aquella epoca se cobraba en metalico, a un pobre que se encontraba, que recogia al bicho mas harapiento de la calle, en un piso llegamos a tener: perro, gato, tortuga, canarios, gusanos, pollos, pavos, erizos, lagartijas, ranas y sapos, y un bebe burrito que compro mi padre por 25 ptas., a unos gitanos, porque lo iban a abandonar para que no estropease a la burra amamantando, recuerdo a mi madre en un estado de farfullo permanente, con escoba y balleta, no existia la fregona, en ristr todo el dia; in al cuarto de banño era una odisea, primero habia que encerrar en la bañera diversos bichos y despues hacer lo que fuera, o bien llenar unos cubos y ducharte asaltado por alguna rana limpia; de vez en cuando se oian alaridos humanos y otras veces gemidos bicheros.
De todo ello yo saque una conclusion que todavia hoy me acompaña, y es que los animales si les respetas y eres armonioso con su entorno, te dan cariño sin pedir nada a cambio, y cuando nos quejamos de sus travesuras infantiles, no recordamos que estamos pretendiendo humanizarlos, cuando les hemos quitado su entorno, y lo que es peor su herencia genetica. Despues de esto estoy intentando convencer a mi marido para que me compre un "Troton", ya que la hipoteca no sabemos como la vamos a pagar, pues disfrutar de un caballito enano, que no pony, que cuesta menos que un perro, y dado que vivimos en el campo en vias pecuarias ir a hacer la compra con mi carrito y a velocidad natural, el veterinario me ha prometido que me acompaña, pero Javier no quiere, tendre que seguir insistiendo, si lo consigo lo comunicare y haremos la fiesta de la naturaleza.
Ja,ja Osaposa. Veo que conservas tu heredado espíritu franciscano intacto, en el sentido más amplio del término. Menos mal. Un abrazo
Y los yogures, Blanca, se te ha olvidado contar cómo le gustaban... y el jamón de york ... ¿habéis visto alguna vez levitar a un perro?
Amigo Bolche, los gatos son seres superiores. Son muy limpios, tienen inteligencia, astucia y, sobre todo, libertad. Eso sí, son más egoistas, buscan siempre su bienestar y son menos fieles que los perros. Misha que es una gata siamesa que ya he sacado en alguna entrada, es completamente salvaje. Viene cuando quiere, te busca sólo si te necesita, pero sin embargo tiene una autonomía y libertad que no suelen tener los perros.
Tuve una perra que desgraciadamente la pilló el tren de Arganda, esa es otra historia. Era preciosa, buena y fiel, pero no tenía esa libertad que tanto disfruto al ver a Misha. Como dice Dardo el gato nos tiene a nosotros.
Salud y República
Publicar un comentario