lunes, 4 de enero de 2010

Propósito de Enmienda

Una de las condiciones imprescindibles para conseguir que se nos perdonen los pecados , utilizando el macanismo ritual de la Confesión, es tener propósito de enmienda, tan importante, o más, como decirle, sin omitir ninguno, los pecados al confesor y cumplir, de forma estricta, la penitencia que éste nos imponga. Naturalmente, de forma previa, debemos haber hecho un completo examen de conciencia, seleccionando aquellos aspectos que, por su esencia, nos producen un dolor de corazón apreciable. Expresado así el mecanismo parece sencillo, y ser católico un auténtico chollo, pues bastaría, justo antes de estirar la pata, con cumplir con este trámite para asegurarse la salvación la eterna, no sé, en estos momentos, si con el trámite del Purgatorio, puesto que la existencia del mismo está muy relacionada con el sumo pontífice de turno, y no tengo constancia, y tampoco me preocupa en demasía, si Ratzinger, es purgatorista o no. Sin embargo no son pocos los católicos firmemente practicantes, para los que el trámite del propósito de enmienda se convierte en un obstáculo casi insalvable para depende que cosas. Tengo un excelente amigo que se encuentra en tan desdichada situación, al serle de todo punto de vista imposible, intentar enmendar, de hecho ni siquiera lo intenta, el rechazo visceral, si se quiere irracional, que le provoca su suegra, por más que sea la encantadora abuelita de sus hijos. Si ya le es complicado el utilizar este mecanismo ritual para hacerse perdonar los pecados, el pensar utilizar uno que le sustituya, como es la contrición perfecta, está fuera de toda consideración. Si le es imposible proponerse enmendar su conducta en relación a su suegra, el pensar en un arrepentimiento espontáneo por el mero hecho de ser consciente de que esa conducta ha ofendido a Dios, es entrar en el terreno de la ciencia-ficción. Para estos casos desesperados y con el inconfesable objetivo de impedir que el infierno termine petao, utilizando una especie de germanía muy del gusto de mi hijo y sus cómplices en el maltrato de la lengua española, se ha habilitado el mecanismo de la contrición imperfecta o atrición, que resumiendo viene a decir que uno se arrepiente, pero no por haber ofendido a Dios que sería lo chachipén, sino por el temor, el miedo, el pánico, valga decir el acojono, que provocan las anunciadas penas del infierno, que no son pocas, aunque nadie acaba de conseguir describirlas con fidelidad.
Los bautizados, cristianos para siempre al estar marcados por un sacramento que imprime carácter, y ¡menudo carácter!, aunque, como es mi caso, haga mucho tiempo que hemos perdido toda clase de fe en seres superiores de clase alguna, si exceptuamos al incontingente Florentino Pérez, debemos estar impregnados hasta el fondo de esa necesidad, que se pone de manifiesto de forma imperativa cada vez que comienza un año. Yo no voy a ser menos y tengo también mis propósitos de enmienda:
Propósito de Enmienda nº 1: Este año ni siquiera voy a plantearme nada con el ligero sobrepeso, apenas treinta kilillos de nada, con el que convivo. No me interesa, para nada, la práctica de deporte alguno, es algo incómodo, cansa de forma notoria, y provoca sudores lo que a su vez produce una exhalación de olores poco agradables, además, en mi caso, la competición, y no me entra en la cabeza un deporte no competitivo, ocasiona un rosario de derrotas que terminan por socavar mi autoestima. No han de verme por los caminos y veredas de mi sierra del Guadarrama corriendo, como un idiota, para llegar al mismo sitio, mi casa, del que había salido. Por otra parte, y sin intentar, ni mucho menos, ninguna clase de suicidio gastronómico, voy a prescindir de cualquier tipo de obsesión por lo que como cada día.
Propósito de Enmienda nº 2: Renuncio, desde ahora y para siempre, a discutir más con supuestos progres que han hecho del antimadridismo su seña de identidad. Que sigan en su error. Si siguen sin comprender que la malsana identificación con los perdedores es un síntoma de infantilismo pequeño-burgués propio del, más que obsoleto, romanticismo del XIX, allá ellos, he perdido toda esperanza en que adquieran algo de sentido común.
Propósito de Enmienda nº 3: Igualmente, y en los mismos términos que en el propósito anterior, renuncio a discutir con supuestos progres que, tras denostar, generalmente sin argumentos, y recitando, como loros, tres o cuatro recetas de manual, a la Iglesia Católica expresan cierta simpatía por islámistas o budistas, sempiternos recitantes de mantras sin sentido, o seguidores de los caballeros Jedi o del espagueti volador. No es mejor, ni peor, Ratzinger, que el Dalai Lama o el ayatollah Alí Jamenei. Si acaso son, los tres, unos embaucadores de cuidado. Si uno ha descartado las enseñanzas de la Iglesia Católica, que al fin y al cabo es la verdadera, no va a preocuparse con otras inverosimilidades.
Propósito de Enmienda nº 4: Una renuncia más, casi un desistimiento. No me habeis convencido pero estoy cansado. Para vosotros, ¡Oh insignes demócratas!, la perra gorda, la chica y el real de vellón. El pulpo es animal de compañia y esto que tenemos es democracia. Es más es la única posible porque tiene partidos, numerosos, muy numerosos, y elecciones, cada dos por tres. Que los ciudadanos no pintemos una mierda tiene escasa importancia. Aprovecho esta renuncia para desmarcarme. En esas condiciones, ni soy demócrata, ni puta falta que me hace.
Excepto el primero que, intuyo, me va a ser fácil de conseguir, con los otros preveo dificultades. Haré lo que pueda.

2 comentarios:

RGAlmazán dijo...

Oiga D. Bolche, usted es un irredento y hace bien en prescindir de discutir con progres porque no le harán caso, es usted demasiado bolchevique y eso, le guste o no, hoy está agotado.
De todas formas, hace usted bien en persistir en su contumacia y mantenerse en sus trece, así demuestra su inmovilismo, lo que hoy en día es una virtud.
Y para lo del purgatorio, lea usted el Ripalda que es el que hoy está en vigor.

Salud y República

J. G Centeno dijo...

Me llena de orgullo y satisfacción, como diría el otro, que los progres no me hagan caso, no lo pretendo. Pero no se apunte usted querido kabileño a lo que no es, tiene usted poco de progre, más allá de su incomprensible adscripción futbolera.