No fueron demasiadas las veces que la República Romana fue derrotada militarmente, incluso la exitosa incursión del púnico Anibal, con sus victorias de Tesino, Trebia, Trasimeno y Cannas, en la mismísima Península Itálica, terminó con la definitiva derrota de Zama, en el norte de África a manos de Publio Cornelio Escipión El Africano.Una de estas contadas ocasiones en las que Roma fue derrotada (además de batalla de Gergovia siempre en el corazón de nuestros héroes galos: Astérix, Obélix y los demás) fue en la batalla de las Horcas Caudinas en la que los Samnitas comandados por Cayo Poncio derrotaron a los consules Espurio Postumio Albino y Tito Veturio Calvino. Estaban en juego las ciudades fronterizas a Roma. Contra lo acostumbrado en las batallas de la época, en las que generalmente había un notable abuso de casquería y una más que respetable mortandad, aquella batalla no presentó demasiadas bajas pero sí un gran número de prisioneros. ¿Que hacer con ellos? Se plantearon dos posibilidades aparentemente contradictorias. Una era liberarlos inmediatamente y mandarlos a Roma, con el fin de obtener su amistad. La otra era ejecutarlos, quedando de esa manera una Roma débil para mucho tiempo. En la duda, Cayo Poncio diseñó una Tercera Vía que a la postre se mostró como la peor de las soluciones posibles: ponerlos en libertad, pero bajo unas condiciones de rendición humillantes. Desarmados, y vestidos únicamente con una túnica, fueron obligados a pasar,de uno en uno, obligadamente inclinados, bajo una lanza horizontal dispuesta sobre dos verticales. Quedó para la posteridad aquel acto como sinónimo de extrema humillación con la denominación: Pasar por las horcas caudinas. Cinco años después los romanos se tomaron cumplida revancha.
Algo parecido a esa humillación van a tener que pasar por la calle Ferraz, sede federal del PSOE, aquellos dirigentes regionales (barones), diputados (más de uno) y miembros de la Ejecutiva Federal (que tambien los hay) que se han mostrado poco favorables, cuando no abiertamente contrarios, a la barbaridad que rompe el teórico consenso (aunque fuera un consenso lastrado por la amenaza de los poderes fácticos) que dió lugar a la Constitución de 1978. Para muchos socialistas que, a pesar de militar en ese vertedero ideológico llamado PSOE, siguen sintiendóse de izquierdas, quizás porque creen militar, o estar afiliados, al partido que fundara Pablo Iglesias, hoy va a ser un día que va a poner a prueba sus tragaderas. Si les quedara un gramo de dignidad, si su autoestima fuera mayor que la remuneración apesebrada que reciben, hoy, aún quedándose en minoría, se rebelarían en alguna de las reuniones a las que han sido convocados en el día de hoy. No lo harán. Con la actitud de borregos camino del matadero que les ha caracterizado hace ya mucho tiempo, pasaran, una vez más, por las horcas caudinas.
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