Entramos en la llamada Semana Santa, esa época en la que el 80% de los españoles, según datos de la Conferencia Episcopal Española (CEE), rememorará la pasión y muerte de Dios Hijo, y otro 80 % de españoles, según las autoridades de estadística, del Ministerio encargado del Turismo y de las consejerías de turismo de las Comunidades Autónomas, se dedicará al asueto y expansión en los lugares propios para ello, playas, montañas, parques naturales, etc. Dado que se trata de dos conjuntos disjuntos, que son aquellos cuya intersección es el conjunto vacío, o traducido al romance, que no presentan elmentos comunes,y es que difícilmente va a rememorar uno la flagelación del mesias, mientras se remoja las partes pudendas, en cualquier urbanizada playa de nuestro bien contaminado litoral, hemos de convenir que las matemáticas no siempre son una ciencia exacta. Puesto que si a un 80% le añadimos el 80% nos da una cifra algorítmicamente esquizofrénica, eso sin tener en cuenta que somos, aproximadamente un 20%, datos de mi mismo, aquellos que, a pesar de las incontables bonanzas de nuestra situación macroeconómica, y debido a que fundamentalmente, cada dos por tres, nos sube el recibo de la hipoteca, los que nos quedamos en nuestro lugar de residencia. Esta aparente incoherencia de las cifras queda plenamente ratificada por la Dirección General de Tráfico (DGT), cuando nos comunica que en los días señalados para la salida y , sobre todo, para la entrada, la ocupación de nuestras autopistas, gratuitas o de peaje, autovias, carreteras, principales y secundarias, caminos vecinales, forestales y aún los sólo aptos para semovientes caprinos, se encuentran al 200% de ocupación, pregúntandose la propia DGT, de dónde ha salido tanto vehículo a motor, dado que tenemos unos precios de los carburantes absolutamente estratósfericos y las economías familiares están más exhaustas que las arcas municipales de Marbella. Se trata de un misterio que el colectivo de los "orantes" ha decidido resolver a la luz de la fe, como la Virginidad de la Madre de Dios, o la Santísima Trinidad, sin complicarse demasiado la vida.
Podría pensarse que de estos dos colectivos que abandonan sus lugares habituales de residencia, son los primeros, los que se dedican a la oración y la penitencia, los que peor lo pasan, a base de azotarse hasta producirse sangre, caminar descalzos con grilletes en los tobillos, soportar pesos más que considerables para hacer procesionar sus imagenes, quemarse las manos con la cera derretida de los cirios que portan o hacerse polvo los nudillos a base de aporrear sin cesar un tambor, con el consiguiente dolor de cabeza añadido. Pero no, estos son los que mejor se lo pasan, y no entro a valorar si se trata de una parafilia, disfrutan como pirañas en un bidé causándose atroces dolores, porque esos sufrimientos, dicen ellos, les sirven para acercarse a Dios, que debe ser un residente de cuarto año, de guardia en Urgencias de Puerta de Hierro, digo yo. Pero es que además, en sus rezos y preces piden insistentemente, que al otro colectivo, el de los frívolos vacacionales, les sacan las cosas violentamente torcidas y ¡a fe que casi siempre lo consiguen!. Suelen utilizar para ello un elemento llamado climatología. Y así lo que iban a ser unos plácidos días de descanso tumbados al sol, con los inocentes niños correteando libres por la playa, jugando con su cubo y su pala, con incluso alguna que otra breve introducción en las aguas, y como no, la contemplación de jóvenes cuerpos femeninos, o masculinos dependiendo de los gustos de cada cual, levemente cubiertos por minúsculos accesorios para el baño, ese maravilloso cuadro, por mor de un tiempo adverso, se torna en interminables sesiones de apartamento, con unos niños vociferantes y nerviosos al no tener a mano su videoconsola favorita, mientras la luvia repiquetea en los cristales, como en el poema de Machado. ¿Y la añorada paella en la playa?. Se torna en un arroz pasado, con unos cangrejos enanos, y unas gambas hediondas, pagado todo, eso si, a precio de degustación en Arzac. Por no hablar de las noches de intenso frio y humedad, ya que el apartamento ni tiene calefacción ni nada parecido, y tú lógicamente no te has llevado ni mantas ni edredones. A todo esto tu pareja, con un cabreo análogo al tuyo no deja de recriminarte, como sí tu, y no los que han rezado al moribundo Todopoderoso, fueras el responsable de tan desesperante situación.Y el domingo, día del deseado regreso, se levantan las nubes y una luminosa mañana presagia los dias de bonanza que se avecinan y que vosotros no disfrutareis. Y entonces sollozas y blasfemas largamente contra Dios, su Purísima Madre y toda la Corte Celestial de Ángeles, Arcangeles, Serafines, Querubines, Potestades, Tronos y Santos, y encima caes en Pecado Mortal. Así que si tuvieras un accidente mortal en el tremendo atasco que te espera, acompañado de los gritos de los niños y las protestas de tu pareja, irías derechito al infierno que debe ser algo parecido a los cuatro días que has pasado de "asueto" solo que eternamente.
La conclusión puede parecer obvia, lo mejor quedarte en casita, pero es falsa, porque esa inmensa cantidad de amantes de los atascos y embotellamientos, que van a atiborrar playas y procesiones indistintamente suelen tener, no sólo plantas que regar, perros que pasear, pájaros que limpiar o gatos que alimentar, suelen tener ademas parientes, que casualmente tambien son parientes tuyos, que necesitan cuidados, bien por su edad, bien por su estado de salud. ¿Con quién, sino contigo, se van a quedar los padres, o los suegros o la tía Eduvigis, o el tio Crescencio? Al fin y al cabo, te dicen, si es que te lo dicen, que a veces se van directamente y no te dicen nada, al fin y al cabo tu no vas a hacer nada. Como si poder estar en casa como a uno le de la gana, poner el programa de TV que uno quiera, o mejor no poner ninguno, comer la guarrería que te apetezca, en definitiva hacer durante cuatro dias lo que te salga de los ..... no fuera una actividad extraordinariamente placentera, que la presencia de alguien externo, los que para ti son tus padres, para tu pareja son los suegros, y viceversa, inevitablemente coarta.
Los caminos del Señor son inexcrutables, y desde luego, si Dios omnipotente creó la Semana Santa para mortificarnos fue una de sus creaciones más perfectas. Llega uno a añorar la Semana Santa de la adolescencia cuando la radio emitía música sacra, la televisión, cadena única, los Oficios, los cines programaban, Quo Vadis, la Túnica Sagrada o Barrabás, la película que empieza donde las demás terminan, pero nosotros estabamos todo el día en la calle jugando interminables partidos de fútbol.
O Tempora, O Mores!
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Hace 2 semanas
2 comentarios:
Sensacional descripción, como siempre. Eres mi héroe.
Y el mío
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