martes, 16 de febrero de 2010

Católicos: Indignos y Mezquinos

Tengo que comenzar aclarando que el titular no quiere caracterizar a todos los católicos, ni siquiera a la mayoría, a la que supongo gente normal y respetable, con sus virtudes y sus defectos, cada uno de ellos las suyos. Como yo mismo. Como cualquiera.
Me gustaría aclarar también que yo, individualmente como persona y colectivamente como comunista organizado, nunca he sido partidario de la violencia gratuita, ¡ojo! gratuita. Ni de la violencia ciega, ¡cuidado! ciega. Ni de la violencia inútil, ¡atención! inútil. Se deduce que nunca me han hecho gracia, incluso me han molestado, determinados hechos acaecidos durante la guerra civil española, esa que en tiempos llamamos nacional-revolucionaria, con una terminología que hoy, al menos a mí, llama la atención. Tengo conocimiento, exageraciones, que hubo muchas, a parte de que se fusilaron imágenes de Cristos y Vírgenes, algunas de ellas de indudable valor artístico, lo cual agrava la pena, se quemaron iglesias y conventos, ¿porqué? ¿para qué?, y lo que es peor, en ocasiones, se llegó a la violencia física, incluso a dar muerte, a personas cuyo único "delito probado" fue el de ser católicos practicantes. Quede para mi descargo, como militante comunista que soy asumo la historia de mi Partido, con sus luces y sus sombras, que nadie podrá probar que ni el PCE ni la JSU, como organizaciones propiamente dichas, ni las unidades militares, las encargadas del orden público o las directamente relacionadas con la inteligencia civil o militar, en las que tuvieran hegemonía o influencia, participaran en tales desmanes. Es más trataron de impedirlas a toda costa.
Sin buscar justificaciones, porque no pueden existir, uno siente la tentación de buscar explicaciones. ¿Porqué tanto odio? ¿Porqué las ansias de libertad y justicia del pueblo español han acabado, indefectiblemente, con algún convento, o alguna iglesia echando humo? El hecho de que la jerarquía católica, y me refiero a la católica porque es la que tiene influencia en España, haya apoyado siempre a las posturas políticas más reaccionarias y a las clases sociales más poderosas puede explicar el hecho en parte. El tópico del cura orondo zampando glotonamente chocolate con picatostes en casa del señor marqués, es eso, un tópico. Pero los tópicos no nacen porque sí, no son el efecto de una campaña orquestada, responden a una realidad. Con todo, esa parcialidad manifiesta no explicaría el odio, la animadversión que puede llegar a provocar todo lo que huela a incienso, tiene que haber algo más y lo hay, lo ha habido a lo largo de la historia de España, la reciente y la más remota.
En estos días, los comunistas y muchos que no lo son, estamos homenajeando al poeta, camarada, Marcos Ana en su nonágesimo aniversario. Tuve ocasión de charlar brevemente con él en el XVIII Congreso del PCE, al que ambos fuimos invitados, él con muchos más méritos que yo. Tuve ocasión de transmitirle mi más profunda admiración, aunque le oculté, francamente no creo que le importara demasiado, que no siempre, dentro del Partido, hemos compartido las mismas posiciones políticas. El grupo de comunicación, confesadamente católico, apostólico romano, Intereconomía, a través de la versión digital de su publicación Alba ha lanzado una campaña, plena de mentiras. Una campaña indigna y mezquina, de ahí el título de la entrada. Este grupo mediático, que cuenta entre sus colaboradores a personajes como Alejo, antes Aleix,Vidal-Quadras o el delicuente Mario Conde junto a amargados y desnortados personajes procedentes de la izquierda como Pablo Castellanos, ¡que pena! tanta ética arrojada al estercolero, o la ex-ministra Cristina Alberdi, mantiene una continua campaña de incitación al odio más profundo, saca la peor de las versiones del catolicismo intransigente, y acaba de explicar, nunca justificar, el odio que puede llegar a generar una religión que, supuestamente, predica amor y concordia. No seré yo quien invite a salir corriendo detrás de curas y monjas, ni es mi estilo, prefiero mil veces el combate dialéctico, ni valdría más que para crear mártires, una figura muy de su gusto, donde solo hay basura y miseria moral, ni serviría para nada. Pero, a veces, lo reconozco, tengo que reprimir las ganas.
Y si alguien se pregunta porqué leo esas páginas, porqué sigo esas tertulias, porqué escucho, entre otros, a Jiménez Losantos, César Vidal o Gabriel Albiac no tengo inconveniente en responder: Me mantienen alerta y en tensión.

2 comentarios:

Gracchus Babeuf dijo...

Yo los leo porque creo mi obligación saber por dónde va el enemigo.

¿Nunca se preguntaron los curas por qué al pueblo le dió por quemar iglesias? No quemaron farmacias, ni mercerías. Cuando saltó la chispa, un pueblo mayoritariamente analfabeto no tuvo problema en identificar a su enemigo.

Un Oyente de Federico dijo...

El anticlericalismo, mejor definido como “anticatolicismo” tiene su origen en la religión masónica y más en concreto en su secta “Gran Oriente Francés” que era la que profesaban los padres de la Ilustración y la Enciclopedia.
En sus objetivos fundacionales está el exterminio de la Iglesia Católica —de ninguna otra—. Durante la Revolución francesa, exterminaron 1/3 del clero francés.

Esta era la misma secta masónica en la que militaban los masones españoles.
En 1931 en España había poco más de 5000 masones, pero con tal poder que el 40% del parlamento republicano estaba ocupado por ellos.
En sus logias nació el ilustrado deporte republicano de quemar escuelas, hospitales, conventos e iglesias católicas. Ellos fueron los instigadores.

La influencia masónica, sobre todo, era evidente en el anarquismo y socialismo pero parece que no consiguieron infiltrarse con éxito entre los comunistas.


A pesar de eso, los comunistas no están libres de culpa en ese genocidio.

Los 400 niños enterrados en las fosas comunes de Paracuellos y san Fernando, no tenían más delito, para merecer ser fusilados, que ir a colegios católicos o ser hijos de católicos.

La Pasionaria en 1936 en un mitin en Las Ventas, repitiendo la consigna de Lerroux en 1906, inducía a violar monjas:
“Id hacia esas monjas que se llaman Madres y hacedlas madres de verdad”


Marcos Ana pertenecía a una casta que hizo buenos a los inquisidores, los “comisarios políticos”
Con el agravante de que además de comisario político, su misión fue la de reclutar niños para luchar en el frente. Para un bando que fusiló por deserción a niños que huían del frente aterrados.


Todo lo cual, no debería estar olvidado, pero si superado como pretendía el acuerdo del 78 y no lastrar con esa carga a generaciones que como la suya y la mía, nada tuvieron que ver con aquellos sucesos.