lunes, 19 de julio de 2010

II Congreso de la Komintern




No está de más, de vez en cuando y sin ánimo de caer en esa excesiva erudición que puede confundirse con un cierto cretinismo de sabihondo, darse un paseo por nuestra historia, la del movimiento obrero y comunista. En muchas ocasiones, más de las deseables, uno se encuentra con honestos camaradas que no dudan en definirse como marxistas, o incluso marxistas-leninistas, incapaces de utilizar un análisis desde la perspectiva de la lucha de clases. Algunos de ellos ni siquiera se han acercado a leer, e intentar comprender, lo más basico de la literatura marxista, empezando por El Manifiesto Comunista. Otros han hecho el primer esfuerzo, la lectura, pero han quedado a medias en el segundo, la comprensión. Suelen ser camaradas muy válidos, con una alta capacidad de trabajo militante, y en general, esa dedicación al trabajo cotidiano, a lo concreto, es la que les impide tomar unos momentos para la reflexión y el análisis sosegado. Por eso, no está de más, de vez en cuando, darse un paseo por nuestra historia. Y una parte importante de nuestra historia, para lo bueno y para lo malo, la constituye la Komintern, abreviatura en ruso de la Internacional Comunista (Коммунистический Интернационал), tambien conocida como III Internacional , diferenciándose de la organización que quedó agrupando a los grupos socialistas y socialdemócratas que no fueron capaces de romper con sus correspondientes burguesías nacionales en la guerra imperialista europea (1914-1918) o no apoyaron la llegada al poder de los obreros rusos dirigidos por los bolcheviques, y que pasó a ser conocida como II Internacional, o incluso segunda y media, tal y como se conoció a la fusión de la segunda con la Unión de Partidos Socialistas para la Acción Internacional (UPSAI), también conocida como Internacional de Viena, que, entre 1921 y 1923, y con Friedrich Adler al frente, intento hacer evolucionar hacia la izquierda a los socialdemocrátas. La fusión de ambas organizaciones, con el nombre de Internacional Obrera y Socialista, funcionó hasta el comienzo de la II guerra mundial, siempre con Adler al frente. Su reconstrucción, tras la guerra, dio lugar en 1951 a la Internacional Socialista , una curiosa organización en la que junto al Frente Sandinista nicaragüense, el FRELIMO mozambiqueño o el SWAPO namibio, entre otros muchos movimientos de liberación nacional podemos encontrar a un partido tradicionalmente entusiasta con el genocidio palestino como es el Partido Laborista Israelí. Una muestra de la indefinición ideológica en la que se mueve esta organización supuestamente socialista.
Pero no es, este diecinueve de julio, del triste papel de los socialdemócratas del que queremos hablar. El 19 de julio de 1920 y hasta el 7 de agosto se reúne el II Congreso Mundial de la Internacional Comunista . Un Congreso con especial relevancia ya que de el van a salir las famosas 21 Condiciones a las que se van a agarrar los sectores más reformistas y burgueses del socialismo español, encabezados por Fernando de los Ríos, para justificar la no adhesión a la III Internacional. Las 21 condiciones fueron:

1. Toda la actividad de propaganda y agitación debe ser de naturaleza auténticamente comunista y conforme al programa y a las decisiones de la Internacional Comunista. Toda la prensa de partido debe estar bajo la dirección de comunistas de mucha confianza que hayan dado prueba de devoción a la causa del proletariado. La dictadura del proletariado no debe ser considerada simplemente como una fórmula de uso corriente para repetirla mecánicamente, hay que propugnarla de un modo que haga comprensible su necesidad a cualquier obrero u obrera común, a cualquier soldado o campesino, partiendo de los hechos de sus vidas cotidianas, los cuales nos tienen que servir continuamente como argumento en nuestra prensa.
Los periódicos y demás publicaciones, así como todas las editoriales del partido, deben estar completamente subordinadas al
presidium del partido, independientemente del hecho de que en un momento dado el partido sea legal o clandestino. No se puede permitir que las editoriales abusen de independencia y desarrollen una línea política que no esté en absoluta armonía con la línea política del partido.
En los artículos de la prensa, en las asambleas públicas, en los sindicatos y en las cooperativas, donde quiera que los adherentes a la
Internacional Comunista estén presentes, es necesario denunciar, sistemática e implacablemente, no sólo a la burguesía, sino también a sus servidores, los reformistas de cualquier tipo.

2. Cualquier organización que quiera adherirse a la
Internacional Comunista debe quitar por norma a reformistas y centristas de todos los cargos de responsabilidad dentro del movimiento obrero (organizaciones de partido, comités de redacción, sindicatos, grupos parlamentarios, cooperativas, órganos de gobierno locales, etc.) y sustituirlos con comunistas probados, incluso aunque, sobre todo al inicio, sea necesario sustituir oportunistas "expertos" por simples trabajadores de base.

3. En casi todos los países de Europa y América la lucha de clase está entrando en la fase de la guerra civil. En esta situación
los comunistas no pueden de ninguna manera depender de la legalidad burguesa. Estos están obligados a crear por todas partes una organización clandestina paralela que en el momento decisivo ayudará al partido a cumplir su deber con la revolución. En todos los países en los que los comunistas no están en condiciones de operar legalmente, a causa del estado de sitio o de leyes de excepción, es absolutamente necesario combinar la actividad legal con la clandestina.

4. Dentro del deber de divulgar las ideas comunistas merece mención especifica el
desempeño de dicho deber en el ejército, con una actividad de propaganda sistemática y enérgica. Allí donde tal labor de agitación se vea impedida por las leyes de excepción, hay que llevarla a cabo clandestinamente. El rechazo a desempeñar semejante tarea equivaldría a repudiar el deber revolucionario y es incompatible con la pertenencia a la Internacional Comunista.

5. Es necesario hacer un trabajo de agitación sistemático y programado en el campo. La clase obrera no puede consolidar su victoria si no se asegura, por medio de su propia línea política, el apoyo del proletariado rural y de al menos una parte de los campesinos más pobres, así como la neutralidad de parte de la población rural restante. Actualmente la actividad comunista en las zonas rurales está adquiriendo una importancia de primer orden. Es necesario llevarla a cabo principalmente con la ayuda de los trabajadores comunistas de la ciudad y del campo que tengan relación estrecha con éste. El descuidar este trabajo o abandonarlo en las manos de los nada fiables semireformistas equivale a renunciar a la revolución proletaria.

6. Todo partido que quiera pertenecer a la
Internacional Comunista tiene la obligación de desenmascarar no solamente al socialpatriotismo declarado, sino también la falsedad y la hipocresía del socialpacifismo, de hacer ver sistemáticamente a los trabajadores que sin el abatimiento revolucionario del capitalismo ninguna corte internacional de arbitraje, ningún acuerdo para la limitación de armamento, ninguna reorganización "democrática" de la Sociedad de las Naciones, podrá impedir nuevas guerras imperialistas.

7. Los partidos que quieran adherirse a la
Internacional Comunista tienen la obligación de reconocer la necesidad de una ruptura completa y absoluta con el reformismo y con la línea política de "centro", y de propugnar todo lo que se pueda esta ruptura entre los propios miembros. Sin esto no es posible ninguna línea política coherentemente comunista.
La
Internacional Comunista exige rotunda y categóricamente que tal ruptura se produzca lo antes posible. La Internacional Comunista no puede permitir que oportunistas tristemente famosos como Turati, Modigliani, Kautsky, Hilferding, Hillquit, Longuet, MacDonald, etc., tengan el derecho de pasar por miembros de la Internacional Comunista. Esto no podría dejar de llevar a la Internacional Comunista a un estado de ruina similar al de la Segunda Internacional.

8. Los partidos comunistas de países en los que la burguesía está en posesión de colonias y oprime otras naciones es necesario que tengan una actitud particularmente explícita y clara sobre la cuestión de las colonias y los pueblos oprimidos. Todo partido que quiera formar parte de la
Internacional Comunista tiene la obligación de desenmascarar los trucos y engaños de sus "propios" imperialistas en las colonias, de apoyar no solo de palabra sino con hechos todo movimiento de liberación en las colonias, de pedir que los imperialistas de su país sean expulsados de tales colonias, de infundir en los trabajadores de su propio país una actitud de verdadera fraternidad con los trabajadores de las colonias y los pueblos oprimidos, y de hacer sistemáticamente una labor de propaganda entre las tropas de su propio país para que no colaboren con la opresión de los pueblos coloniales.

9.Todo partido que quiera pertenecer a la
Internacional Comunista debe desarrollar una actividad sistemática y duradera en los sindicatos, en los consejos obreros y en los comités de empresa, en las cooperativas y en las otras organizaciones de masa de trabajadores. Se necesita constituir dentro de dichas organizaciones células comunistas que por medio de un trabajo constante e infatigable conquisten para la causa del comunismo a los sindicatos, etc. En su labor cotidiana las células tienen que dar a conocer en todas partes las traiciones de los socialpatriotas y la irresolución de los centristas. Las células comunistas deben estar completamente subordinadas al conjunto del partido.

10. Todo partido que pertenezca a la
Internacional Comunista tiene la obligación de entablar una lucha inexorable contra la "Internacional" de Ámsterdam de sindicatos amarillos. Debe difundir con todo vigor entre los sindicalistas la necesidad de una ruptura con la Internacional amarilla de Ámsterdam. Debe hacer todo lo posible por apoyar a la Asociación internacional de sindicatos rojos, asociada a la Internacional Comunista, actualmente en vía de formación.

11. Los partidos que quieran adherirse a la
Internacional Comunista tienen la obligación de someter a revisión los componentes de sus grupos parlamentarios y destituir a todos los elementos desleales, de hacer que tales grupos estén subordinados al presidium del partido no solo de palabra sino en los hechos, exigiendo que cada parlamentario individual comunista subordine toda su actividad a los intereses de una propaganda y una agitación auténticamente revolucionarias.

12. Los partidos que pertenezcan a la
Internacional Comunista deben basarse en el principio del centralismo democrático. En el momento actual de dura guerra civil el Partido comunista sólo podrá realizar su cometido si su organización está lo más centralizada posible, si se impone dentro de ella una disciplina férrea y si el centro dirigente del partido, apoyado en la confianza de sus miembros, tiene fuerza y autoridad y se le dota de los más amplios poderes.

13. Los partidos comunistas de los países en los que los comunistas operan en la legalidad de vez en cuando
deben emprender un trabajo de depuración (reinscripción) entre los miembros del partido para desembarazarse de todos los elementos pequeños burgueses que se hayan infiltrado.

14. Todo partido que quiera adherirse a la
Internacional Comunista tiene la obligación de apoyar incondicionalmente todas las repúblicas soviéticas en la lucha contra las fuerzas contrarrevolucionarias. Los partidos comunistas deben llevar a cabo una propaganda explícita para impedir el envío de municiones a los enemigos de las repúblicas soviéticas; además deben realizar una labor de propaganda, con todos los medios, tanto legales como ilegales, entre las tropas enviadas a sofocar las repúblicas obreras.

15. Los partidos que todavía mantienen los viejos programas socialdemócratas tienen la obligación de someterlos a revisión lo antes posible, y de redactar, teniendo en cuenta las condiciones particulares de su país, un nuevo programa comunista que esté en conformidad con las decisiones de la
Internacional Comunista.
Como norma el programa de cada partido perteneciente a la
Internacional Comunista debe ser ratificado por un congreso regular de la Internacional Comunista o por el Comité Ejecutivo. Si el programa de un partido no obtuviese la ratificación del Comité Ejecutivo de la Internacional Comunista, el partido en cuestión tiene el derecho de apelar al congreso de la Internacional Comunista.

16. Todas las decisiones de los congresos de la
Internacional Comunista, así como las decisiones de su Comité Ejecutivo, son vinculantes para todos los partidos pertenecientes a la Internacional Comunista. La Internacional Comunista, que opera en una situación de dura guerra civil, debe tener una estructura mucho más centralizada que la de la Segunda Internacional. Naturalmente la Internacional Comunista y su Comité Ejecutivo deben tener en cuenta en todas sus actividades la diversidad de situaciones en las que se encuentra cada partido para luchar y actuar, y deben tomar decisiones vinculantes para todos únicamente cuando tales decisiones sean posibles.

17. En este sentido, todos los partidos que quieran adherirse a la
Internacional Comunista deben cambiar de nombre. Todo partido que quiera pertenecer a la Internacional Comunista debe llamarse: Partido Comunista de tal o cual país (sección de la Internacional Comunista). El hecho del nombre no es solamente una cuestión formal, sino una cuestión exquisitamente política y de gran importancia. La Internacional Comunista ha declarado la guerra a todo el mundo burgués y a todos los partidos de la socialdemocracia amarilla. La diferencia entre los partidos comunistas y los viejos partidos "socialdemócratas" o "socialistas" oficiales, que han traicionado la bandera de la clase obrera, debe hacerse comprensible para cualquier simple trabajador.

18. Todos los principales órganos de prensa de partido de todos los países tienen la obligación de publicar todos los documentos oficiales importantes del
Comité Ejecutivo de la Internacional Comunista.

19. Todos los partidos pertenecientes a la
Internacional Comunista y los que han hecho la petición de admisión tienen la obligación de convocar lo antes posible, y en cualquier caso dentro de los cuatro meses siguientes al segundo congreso de la Internacional Comunista, un congreso extraordinario para examinar todas estas condiciones de admisión. Por este motivo todas las centrales de partido deben comprobar que las decisiones del segundo congreso de la Internacional Comunista han sido comunicadas a todas las organizaciones locales.

20. Los partidos que ahora quieren entrar en la
Internacional Comunista, pero que no han cambiado todavía radicalmente su vieja estrategia, antes de entrar en la Internacional Comunista deben hacer que su comité central y todos los organismos dirigentes centrales estén compuestos por no menos de dos tercios de compañeros que ya antes del segundo congreso propugnaran públicamente e inequívocamente la entrada de su partido en la Internacional Comunista. Se pueden hacer excepciones con el consenso del Comité Ejecutivo de la Internacional Comunista. El Comité Ejecutivo de la Internacional Comunista también tiene el derecho de hacer excepciones en el caso de los representantes centristas mencionados en el párrafo 7.

21. Los miembros del partido que rechacen como principio las condiciones y tesis elaboradas por la
Internacional Comunista deben ser expulsados del partido.
Lo mismo es válido en especial para los delegados a los congresos extraordinarios.


Pretender, exactamente noventa años despues, aplicar la literalidad de estas condiciones de ingreso, sería políticamente absurdo, y además ajeno a los análisis marxistas. En estos momentos no hay un naciente poder soviético en peligro, y en gran medida esas condiciones, que hoy calificaríamos como cohesionadoras buscaban defender ese poder revolucionario, la primera revolución en la que la clase obrera, como fuerza hegemónica, se hace con los resortes efectivos del poder en todos los sentidos. Hoy ese poder no existe en Europa. Y ese poder se derrumbó, probablemente debido a grandes errores, pero, sin duda y es, a mi juicio, lamentable, con la complacencia, cuando no abierta colaboración de cierta izquierda un tanto deslumbrada por las libertades formales del sistema económico capitalista. Y no me estoy refiriendo, solo, a los socialdemócratas, con los que estas 21 condiciones pretende fijar unas nítidas fronteras, las que separan a los revolucionarios de los vulgares reformistas, entre los que entrarían como miembros de pleno derecho los padres del eurocomunismo. Ya en los años veinte del siglo pasado estos progresistas de mesa camilla y té de las cinco habían abrazado la fe en el capitalismo, al ser este el sistema que les permitía mantener esas libertades formales, tras las que se esconden la desigualdad, la insolidaridad y la injusticia. El argumento principal del ya citado Fernando de los Rios en su panfleto Mi Viaje a la Rusia Soviética, es una continua confrontación entre los valores individualistas burgueses que emanan de la Revolución Francesa, valores traicionados, según él, por el mismísimo Robespierre y el marxismo que inspira la revolución de Octubre en Rusia, miembro al mismo tiempo del PSOE, entonces un partido definido como marxista y revolucionario, y de la masoneria, tiene más peso esta segunda adscripción que la primera y tomando como arranque un párrafo del prólogo del propio Karl Marx al primer tomo de El Capital:

Dada mi concepción, según la cual la evolución de la formación económica de la sociedad es considerada como un proceso de la historia natural,no puedo hacer al individuo responsable de situaciones de las que él es un producto social, aun cuando se eleva subjetivamente sobre ellas

Y desde ahí, aunque todo el panfleto es un recurrente vuelo sobre el mismo argumento, proclama la superioridad de las libertades individuales:

¡no puedo hacer al individuo responsable de situaciones de las que él es un producto social!
Y ¿cómo puede dejarse a salvo el individuo, sino reconociéndole un valor de esencia,un valor en sí que necesitará ser traducido en el reconocimiento de su derecho inmanente, y, por tanto, de su derecho al amparo contra la arbitrariedad de la autoridad? Robespierre también llegó a decir:
Il n'y a de citoyens das la République, que les républicains....Pero esto engendró el terror....Mas el terror no crea ni consolida, sino, a lo sumo, paraliza; y esta actitud del ánimo es la negación de aquella ansia creadora y ambición de poderío espiritual que es cualitativa de toda gran revolución.
¡Acabáramos!, este era, y en muchos casos es, el argumento principal de la socialdemocracia para oponerse a la Revolución Bolchevique, su falta de carácter espiritual, la imposición dictatorial sobre las antiguas clases dirigentes. Pero desenmascarar a estos progresistas de salón que pretenden, como hizo el Espíritu Santo con la Vírgen María, actuar sin dejar mácula en el proceso revolucionario, es razonablemente sencillo, basta recordar que un poco menos de espiritualidad y un poco más de firmeza, con los que, en algunos casos abiertamente, conspiraban contra la República Española, probablemente, hubiera ahorrado años de dictadura fascista. Más difícil, casi imposible, fue, y aun lo es, confrontar con aquellos que desde posturas, en principio, más a la izquierda se colocaron en posturas, abiertamente antisoviéticas. Y es más difícil porque algunos de los argumentos estaban basados en elementos objetivos incontestables. Pero convendría hacer algunas precisiones, al menos, cronológicas. Cuando se celebra este Segundo Congreso de la Komintern, 1920 el máximo dirigente de la misma era Grigori Zinoviev, Lev Davidovich Bronstein (Trotsky) era Comisario de Guerra, de hecho lo fue hasta 1925 y Vladimir Ilich Ulianov (Lenin), era presidente del Consejo de Comisarios del Pueblo, con, aparentemente, buena salud.
La aparición, como dirigente de primera fila, de Jossif Vissariónovich Dzhugashvili (Stalin) es posterior a este congreso. La principal crítica que se le puede hacer, a Stalin ,la sustitución de la democracia socialista, que poco, o nada, tiene que ver con la democracia burguesa, por la voluntad personal del principal dirigente, el comunmente llamado Culto a la Personalidad, no responde, al menos en la letra, a las 21 condiciones de ingreso en la Komintern por más que haya quien quiera ligar ambos fenómenos. En todo caso jamás se debió combatir al llamado estalinismo, fenómeno inexistente como doctrina o ideología política, desde posiciones coincidentes con las reformistas socialdemocrátas. Y el apoyo y solidaridad con la política internacional de la URSS debió ser sólido, sin embargo fue acusada, la URSS, de socialimperialista e incluso de socialfascista. Hoy, sin nostalgia por la, hoy, probablemente, inviable, Komintern, y asumiendo, analizando y procurando no repetir, los muchos errores de la URSS, puedo, sin vergüenza de ningun tipo, recordar como siempre he estado del lado de la URSS y sus aliados. Y para nada me arrepiento.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Qué vida más difícil tiene usted que llevar en el PCE, señor Centeno, salvo que le miren como a un bicho raro sin más. Mi solidaridad, mi respeto y mi apoyo cuando vayan llegando duras. Lo de mi camaradería será en el Partido, cuando lo tengamos.

J. G Centeno dijo...

Pues no se crea camarada, me atrevo a llamarle camarada, mis posiciones políticas, un tanto ortodoxas si se quiere, no serán, creo yo, mal recibidas cuando, y ese es el problema, se debata sobre estas cuestiones. Mi reciente llegada a la máxima dirección del PCM (Comisión permanente del Comité Ejecutivo) parece avalarlo.Y una precisión, el Partido que aspiramos a reconstruir, y que tiene poco que ver con la herencia que nos dejo Santiago Carrillo, no vendrá por santo advenimiento, es un trabajo en el que todos somos necesarios, aunque nadie imprescindible. También usted es necesario camarada 6pesetas.

Anónimo dijo...

Ya llegan las vacaciones (de las de verdad, sin ordenador). Después del verano espero dejar de darle la lata vía blog. Siga en lo suyo, por favor, que parece ir en la dirección correcta. Otros lo intentaremos en otros ámbitos. Me parece que la cosa ya corre prisa.

Gracias por soportarme, camarada J.Gª Centeno. Salud, República y paciencia para aguantar a o melhor treinador do mundo del mejor equipo del mundo que a lo que parece nos ha salido en exceso beato (bendito).

No me lo puedo callar: ¿por qué continúa el PCE con las "herramientas modernas carrillistas"?. El anagrama (he tenido que ir a leer los Estatutos del PCE porque yo lo iba a llamar logotipo) da un cante a eurocomunismo, reformismo y así que espatarra.