Tras el breve esbozo que ha hecho de mí el dueño del lugar, más de uno habrá sacado conclusiones equivocadas ó erróneas. No soy un sanguinario y torvo oriental que busca incansablemente el socavar los principios de la sociedad occidental. Aunque algunos de ellos me choquen, otros me parecen curiosos e incluso divertidos, entre ellos su particular afición a lo que llaman deporte, afición que se centra, básicamente, en la contemplación del esfuerzo físico que hacen otros. No voy a hablar de fútbol, ese entrenimiento que ha conseguido encontrar utilidad para su bandera, más allá de su uso en movilizaciones en favor de la vida, concebida esta como una potestad única y exlusiva de Dios Todopoderoso o de los valores de la familia tradicional lo cual implica negar el intrínseco carácter de familia a la que no es al modo tradicional, empezando por las que están compuestas por parejas del mismo sexo. El fútbol es territorio exclusivo del dueño de este lugar, y en estos momentos está sumido en sesudos, e interesados, análisis que corroborarán su tesis principal, sea cual sea el resultado del próximo domingo. Voy a intentar expresarme sobre un deporte tan susceptible de ser sillonboleado como el fútbol, el ciclismo. Aunque su hora de emisión tradicional, justo después de una nada frugal colación, lo convierte a veces en un potente narcótico. Y estamos en pleno Tour de Francia .
Parte este deporte, fundamentalmente el lo que se refiere a las denominadas Vueltas de una inexactitud manifiesta. Ni el Tour da una vuelta a Francia, ni el Giro a Italia, ni la Vuelta Ciclista a España hace lo propio con la península ibérica excluido Portugal. Se trata de una denominación un tanto simbólica que ni siquiera respeta el ámbito geográfico de forma estricta. Este año la prueba francesa ha empezado en Holanda para continuar en Bélgica, pero podría haber empezado en el Quebec canadiense, idea que no hubiera disgustado al, por muchos, añorado general Charles de Gaulle , añoranza que se justifica simplemente observando los modos y maneras del actual presidente de la República. Hubiera sido curioso, de haberse ajustado rigurosamente a su denominación, seguir una Vuelta Ciclista a la Unión Soviética respetando, por supuesto, el calendario de tres semanas. Estoy convencido de que las etapas, con recorridos superiores a los mil kilómetros para respetar el calendario, solo estarían al alcance de gloriosos atletas forjados en la disciplina socialista. Los ciclistas capitalistas poco tendrían que hacer debido a su escasa motivación, al fin y al cabo pedalean por dinero.
Dicen, y debe ser verdad, que el Tour, es la más importante de las carreras por etapas, algo así como un oficioso campeonato del mundo de la especialidad. Y el máximo favorito es un español, Alberto Contador, por más que haya tenido un principio un tanto decepcionante, no en el terreno estrictamente deportivo, sino con su actitud. En una etapa, puede que la del lunes, tras una caida que, en la práctica, eliminaba a varios de sus más directos rivales, en una incomprensible decisión, ordenó, parece ser que tiene autoridad moral para hacerlo, parar el pelotón para que pudieran incorporarse los damnificados. Incomprensible para un profesional. Espero que haya aprendido la lección, porque al día siguiente, uno de sus indultados Andy Schleck le atacó, metíendole más de un minuto de diferencia. Si no se asume que lo importante es ganar y que el como es secundario, poco porvenir le espera la de Pinto. Espero seguir dando mis impresiones sobre este evento.
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Hace 2 semanas
2 comentarios:
Cuando el Tour era el Tour y primero en la radio (cuando la Ser era la Ser y Radio Madrid uno más de la familia) y en la tele (en TV2) a partir de las cuatro de la tarde, antes si a un ciclista español le iba bien y podía quedar entre los tres primeros de la clasificación general o ganar una etapa de montaña, éramos capaces de vencer el sueño siestero, de no aburrirnos y de seguir el Tour, comentarlo, conocer a los corredores. Claro, se había acabado la temporada futbolera y hasta los bolos veraniegos del Madrí (con los nuevos fichajes) se luchaba contra el mono como se podía. Luego vino la burda manipulación patriotera de Delgado e Indurain (los planos televisivos en los que aparecía una ikurriña se hacían desaparecer de los resúmenes tras el final de la etapa) e inmediatamente después (el mismo año que se retiró Indurain abandonando el Tour de mala manera) apareció el doping a mansalva y el desprestigio total de los ciclistas, siempre bajo sospecha. Hay que prepararse para un nuevo ataque de ejjjpañolización rojigualda si Alberto Contador gana el Tour. Alegría. Por cierto, hace dos años conocí a un joven leonés (de El Bierzo) que seguía la Vuelta a España durante sus vacaciones; con su bandera republicana de buen tamaño se colocaba cerca de la meta en los finales de etapa y ondeaba la tricolor intentando salir en la tele. Le amargaron la vida los seguratas de la Vuelta, la Guardia civil y mucho facha. Las ruedas y cristales del coche, las maletas, varias agresiones, detenciones y un par de palizas. Lo que llamamos libertad de expresión en el Estado español. Lo dejó.
Lo de aguantar el Tour sin dormirse sería por la edad, digo yo.
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