Escribí ayer que el Barça, para ganar, necesita jugar muy bien, entendiendo por jugar muy bien el practicar su manera de entender el fútbol. Una manera de entender el fútbol que a mí, y tambien lo escribí ayer, me aburre soberanamente durante la mayor parte del partido, lo cual me convierte, parece ser, en rara avis. Desde la derrota en San Siro el Barça ha hecho, exactamente, lo contrario de lo que debía. El primer error, garrafal, fue apelar a algo ajeno a la cultura blaugrana: La épica. El numerito final de las camisetas despues del partido contra el Xerez, fue un tanto ridículo. El partido de ayer exigía al Barça llevar al límite su exquisitez técnica, su virtuosismo. La épica solo podía venir del Inter, la épica numantina del asediado, y de hecho regaló el balón durante gran parte del partido para, precisamente, acentuar eso, la sensación de asedio. Y esa épica se fortaleció con la expulsión, hay quien dice que rigurosa pero yo no juzgo, de Thiago Motta. Fuese rigurosa o no, justa o injusta, la inconmensurable actuación de Mourinho, hizo que los suyos sintieran esa expulsión como la mayor de las injusticias posibles. La épica se fortaleció y los noventa minuti, en italiano juanitista nunca fueron molto longos, más bien fueron molto cortos para los azulgranas. El Internunca se sintió incómodo, solo se agobió despues de que Piqué, en posición más que discutible, marcara un gol muy al final del partido. Puede que la eliminatoria se perdiera en Milán, el resultado así lo determina, pero si fue así, fue al final del encuentro, cuando todos los estamentos del club, desde el presidente al utillero, apelaron a olvidar el fútbol para utilizar armas para las que no están adiestrados. Y hasta el, aparentemente, siempre mesurado Guardiola entró en esa dinámica. Sólo funcionó la presión sobre el árbitro que ayer fue, por lo menos caserillo, pero no fue suficiente. Ni siquiera la afición estuvo a la altura de unas circunstancias para las que no está adiestrado, más allá del precioso mosaico que compusieron antes del partido. Mourinho, tan genial como insoportable, desactivó, con facilidad, la posible presión consiguiendo fijar en él todos los focos.
Fin del trayecto, un trayecto que tenía un objetivo muy especial. Solo tres equipos en la historia han tenido el honor, muy superior al trofeo mismo, de ganar la Copa de Europa en Chamartín, allá donde las mocitas madrileñas, van alegres y risueñas, porque juega su Madrí, han sido: El Madrid en 1957, frente a la Fiorentina,(2-0), el Milán en 1969, frente al Ajax de Cruyff, (4-1) y el Nottingham Forest en 1980 frente al Hamburgo, (1-0). El F.C. Barcelona hubiera podido ser el cuarto, ha sido su obsesión: ¡Sí, sí, sí nos vamos a Madrid! con un evidente, íntimo deseo, celebrar el título en La Cibeles. Fin del sueño. Fin de trayecto.
Queda la Liga, nos pongamos como nos pongamos, la realidad es tozuda. El Barça tiene todas las papeletas para ganar el título. Y lo celebrará, por todo lo alto, pero lo celebrará en....Canaletas. No hay color, ¡menuda diferencia!
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Hace 2 semanas
2 comentarios:
Podría llegar a estar de acuerdo en eso de que el Madrí y el Barça son muy parecidos (mejor decir que tienen muchos aspectos en común y que escenifican perfectamente la esencia de la dialéctica), pero a los culés les falta algo fundamental para el mundo del fútbol: cojones. No saben cómo utilizarlos. Mourinho les dió una lección también en eso. Sólo por ello (y por aquello de que del mal el menos)el Inter debería ganar al Bayern en Chamartín.
Se me olvidaba algo, señor Centeno:
14 de abril de 2010, conocido restaurante de alto nivel, reservado más o menos discreto, dos comensales: Rodolfo Martín Villa y Santiago Carrillo Solares.
Qué pena. En un par de ocasiones escuché de labios de Carrillo que era apasionado seguidor del Real Madrid a pesar de que "oficialmente" el Partido decía que era hincha del Rayo Vallecano. Urge la refundación del Partido, pero la "limpieza étnica" en el Madrí también.
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