¡Que nadie se asuste! Mis posibilidades de ser presidente de algo no van más allá de la presidencia de mi comunidad de vecinos, y procuraré esquivarlo, y por la sencilla razón de que el acceso a esa dignidad se produce por el sistema de correturnos. Los otros métodos de acceso, tanto el azar como la elección por parte de mis convecinos dificilmente me llevarían a ocupar tan eminente cargo. Y no me importa, es esa presidencia una de las cosas que menos pudieren interesarme en esta vida. Y ello a pesar de que he podido, me imagino que todos hemos podido, comprobar como a algunos convecinos esa ¿autoridad?, les concede una especie de aura que les eleva por encima de sus pares. La exageración que supone el personaje de Juan Cuesta en la serie Aquí no hay quien viva, es eso, un estereotipo exagerado, pero esas exageraciones se hacen sobre algo que existe en la realidad.
No, no estuvo nunca entre mis anhelos esa presidencia, pero si otras, entendiendo el término presidencia en un sentido amplio, incluyendo en ese conjunto cualquier cargo ejecutivo sea cual fuere su denominación oficial. Así en diversos momentos de mi vida he podido soñar ser el Secretario General del Partido Comunista de la Unión Soviética o el Presidente del Madrid Club de Fútbol por mencionar dos entidades que concitan el mayor de mis respetos. Visto lo visto, y despues de haber pasado Mijail Gorbachov y Ramón Calderón, no hubiera sido yo el peor de los posibles para ocupar ese cargo. Aquel se cargó la URSS y el PCUS, y este casi consigue hacer desaparecer al Madrid, el Jesús Gil merengue le llamaron algunos. Con todo para el cargo de máximo mandatario soviético, me faltaban algunos requisitos, el no ser de nacionalidad ni rusa ni soviética no era el más importante, sin embargo siempre he carecido de unas pobladísimas cejas, tampoco hubiera podido ser almirante volador, y además, mi capacidad para besar en to los morros a otro camarada, es más que limitada, sin que ello deba suponer menoscabo hacia aquellos camaradas, compañeros y amigos con una opción afectiva distinta de la mía, puesto que esta limitación para morrearme con otro camarada, se podría hacer fácilmente extensible a otra camarada, en algunos casos, sin contar aquellos, probablemente más numerosos, en los que otro u otra camarada tuviera serios, y comprensibles, prejuicios a la hora de morrearse conmigo. Para la segunda soñada presidencia las cosas son aún más complejas. El obispo de Roma que, al fin y al cabo, es el vicario de dios en la tierra, intenta conseguirlo vistiéndose de blanco, e incluso viste a sus más directos colaboradores con la segunda equipación. ¡Nada!, no hay manera. Interpretar los designos de dios puede ser complicado, forzar el que tus decisiones tengan validez universal, lo que tu atares en la tierra será atado en el cielo, conlleva una indudable responsabilidad. Ejercer la presidencia en la verdadera Casa Blanca, es otra cosa.
Poniendo los sueños en la tierra, e insisto en que se trata de sueños, con escasas, o nulas, posibilidades de materializarse, me gusta imaginarme Presidente de España, sin excesivas matizaciones. Dado que soy, y me siento, nétamente republicano, es obvio que mis preferencias irían por la Presidencia del Gobierno de la República, incluso por la mismísima Presidencia de la República si la jefatura del Estado no es un cargo florero, y ni que decir tiene que en la República a la que aspiro, el cargo de Secretario General del Partido Comunista tendría una notable trascendencia. Pero empujando mi subconsciente hacia el pragmatismo onírico, desde la presidencia del gobierno de su majestad, se haría lo que se pudiera.
Y...Si yo fuera Presidente,...¿Qué pasaría?
Habría que llevar al conjunto de la ciudadanía al diván del psquiatra, especialmente a los que hubieran votado tamaño desafuero, por no hablar de la formación política que hubiera perpetrado el desatino de presentarme. Eso lo primero.
Ni de coña me iba a instalar yo en el Palacio de la Moncloa. Toda una vida envidiando a esos privilegiados que viven en Alfonso XII con vistas a el Retiro, como para perdérmelo.
En alguna novela, que ahora no recuerdo del todo, de la serie Carvalho, el inmortal Manuel Vázquez Montalbán dice, por boca de un personaje que el ser presidente de los Estados Unidos tiene como utilidad principal, y creo que cito textualmente, poder tirarse a Faye Dunaway. Ni de lejos sería mi caso. No porque no me guste la señora en cuestión, que me ha gustado, y mucho. En este momento de mi vida, en el que, creo, a una lucidez más que madura le acompaña un declive físico evidente y notorio, una de las cosas que más me aterran es caer en el patetismo ridículo en el que caen algunos de mis coetáneos que, desesperadamente y ante el regocijo de quienes les rodean, intentan aparentar lo que no son, convirtiéndose en personajes de Corazón con freno y marcha atrás de Enrique Jardiel Poncela. Si yo osara acercarme a cualquiera de las jóvenes, a las que, como poco, doblo en edad, que alegran mis ojos, y poco más, al patetismo ridículo, al que antes hacia mención, habría que añadir una ridiculez patética, un patético patetismo y una ridícula ridiculez. Ejemplos hay, y más que risa, dan pena.
Al igual que mis antecesores me iba a pasar por el arco del triunfo, el ordenamiento jurídico vigente, constitución incluida. Si estos de ahora, PSOE, PP, CiU, PNV,etc... ignoran absolutamente todo el articulado de la dichosa constitución con contenido social: derecho al trabajo, a la vivienda,...etc, que se han convertido en meras declaraciones de intenciones, sin ningún intento serio de acometerlas, yo debería tener la posibilidad de hacer lo mismo. De manera que:
Cerraría de una vez la organización del Estado con el lema ¿Estamos a setas o a Rolex?. O avanzamos seriamente hacia un estado federal, lo cual implica la proclamación de la República (situación en la que la calle Alfonso XII se seguría llamando Alfonso XII, que conste),o nos quedamos con un estado a la francesa, unitario y jacobino.
Hay que zanjar el hecho religioso, de una vez por todas. En España, tradicionalmente, se ha practicado el rito católico. Por tanto los que se consideren creyentes serán católicos, y los que no quieran ser católicos serán ateos. Todo lo demás es querer quedarse con el personal. Tampoco es tan dificil, si uno no cree, no cree y punto, y si cree pues se hace católico, que al fin y al cabo el catolicismo es la religión verdadera, a mi, al menos, me lo enseñaron así. Hacerse budista siendo de Puertollano son ganas de jorobar el ascua, como estar toda la vida con la monserga de yo creo que hay algo...pero la iglesia no me... pero es que..., son ganas de figurar, de querer ser protagonista. Naturalmente el Estado neutral, sin entrar en estas cuestiones.
Modelo social: las políticas que impidan la pérdida de empleos se basarán en el conocido lema: obrero despedido, patrón "colgao", siendo el "colgao" un término metafórico, aunque mi oposición a la pena de muerte, que es total, dista mucho de ser ética, desde hace mucho sustuí la ética por la estética, es simplemente práctica. Hace mucho que comprobé que la pena de muerte termina por aplicarse siempre a los pobres para proteger los intereses de los ricos. Aunque siempre habrá quien nos recuerde las excepciones de Luis XVI y María Antonieta,conocidos como matrimonio Capeto , o la familia Romanov al completo, desparecida en Ekaterinembourg. Las empresas que no generen empleo segurían el mismo camino.
Y así sucesivamente.
Pero no se preocupen, nunca seré presidente.
Lo que me procupa a mí, es que lo que más siento es perderme lo Alfonso XII con vistas al Retiro.
Corro ¿raudo? cual gacela Thompson, con artrosis diversas, por supuesto, a jugar una primitiva
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