Parece ser que se está emitiendo el final de uno de esos productos televisivos que se han dado en llamar de culto, sin que uno sepa muy que se cultiva, o a quien se rinde culto. El producto en cuestión se llama, o llamaba, Perdidos . Y teniendo en cuenta que siempre me he considerado un buen aficionado a la televisión, casi casi un teleadicto, el que no haya visto ni uno solo, y no exagero un ápice, ni uno solo de los episodios de la citada...¿Se puede decir serie, o hay que buscar otra denominación para tan interesante producto? no deja de llenarme, no de preocupación, pero sí de cierta perplejidad. No soy lo suficientemente snob, aunque el snobismo, sobre todo a la contra, siempre me ha atraido, como para presumir de que ni siquiera conozco de que va la serie, voy a llamarla serie al no encontrar una mejor forma de referirme a ella. Hay tanta información sobre ella que, sin necesidad de verla, es fácil obtener muchas pistas, por otra parte el nombre: Perdidos o Lost en su versión original dejan poco lugar a dudas. Se trata de unos tipos que viajaban en un avión, el avión se precipita en una isla y, a partir de ahí, seis temporadas. No sé más, y tampoco me hace falta para intuir que me iba a haber aburrido como una ostra en un asilo de ellas mismas, dando por supuesto que hubiera instituciones donde internar bibalvos, una vez llegados a la senectud. Para los que crecimos con El Virginiano y la ingenuidad de Trampas, estas series de culto tras la que se esconden, eso dicen, sesudos estudios antropoetnográficos sobre el comportamiento humano, son insoportables, soporíferas e inaguantables. Mucho más dignas eran bazofias televisivas como Dallas, Dinastía o Falcon Crest, que nunca pretendieron ser de calidad. Mi primera experiencia con este clase de vendehumos catódico, se produjo con Twin Peaks. Y no había llegado a la media hora del primer episodio cuando decidí que me importaba un bledo quien, y porque, había matado a Laura Palmer, y menos aún me interesaban los razonamientos de un memo del FBI adicto a las tartas. Casi es preferible elucubrar sobre cuando se producirá el enésimo intento de divorcio de Belén Esteban, o como entraba y salía Julián Muñoz de Cantora. Y es que, a mi juicio, calidad y televisión son cuestiones antitéticas, si nos referimos a productos netamente televisivos.
He tenido, recientemente, una auténtica revelación, yo diría que divina, digna de ser mucho más que de culto, de adoración, nocturna o diurna, es lo de menos. Se trata de la ...digamos evolucion de Popular TV a Popular Maria+Visión tras la entrada de capital mejicano. Me he convertido en un adicto
Tengo necesariamente que recomendar su contemplación, es lo más friqui, teniendo en cuenta que el fenómeno de los telepredicadores no ha calado en España, que uno puede contemplar. Los documentales de historia cortan la respiración, hay un espacio llamado Razón de nuestra Esperanza que da hipo, pero la cumbre está en una especie de programa llamado megamisión que yo vi este domingo por la tarde, que ya quisiera cualquier programa de humor. Está constituido, esencialmente, por un grupo de jóvenes, bien de género masculino o femenino, casi nunca mezclados, escogidos en lo que podríamos denominar CATI, (Centro de Adiestramiento de Taras Intelectuales), cuyo objetivo consiste en coger a un joven aparentemente normal y convertirlo en un TIR o Tarado Intelectual Reversible. Si existiera una unidad de medida capaz de cuantificar la idiotez, por ejemplo podríamos definir el imbeciato como una idiotez por segundo, el número de imbeciatos emitidos en estas megamisiones no sería mensurable por instrumento físico alguno.
Para los que añoren Lost, la solución está en Popular María+Visión. Recomendabílisimo, es incluso mejor que Intereconomía TV
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Hace 2 semanas
2 comentarios:
Promete mucho eso de María+Visión, aunque me temo que su consumo puede tener efectos como los que narraba un clásico de la ciencia-ficción de los años sesenta, en una película con Ray Milland como protagonista (no soy capaz de recordar el título). En ella el actor interpreta a un médico descubridor de una sustancia que, aplicada en los ojos en forma de gotas, produce una agudización extrema de la visión, de forma que consigue traspasar las primeras capas de cualquier cuerpo (sea la carne en el cuerpo humano, o la ropa) para ver más allá.
Al principio, asombrado por los efectos de la sustancia, se centra en sus aplicaciones para investigación y diagnóstico médico, pero finalmente acaba encontrando el más rijoso de los usos: ver más allá de la ropa, y así poder contemplar a las señoritas absolutamente desnudas.
El problema es que el uso continuado de la sustancia le produce una agudeza cada vez mayor de la visión (traspasa más capas), pero, a su vez, eso le produce algún tipo de disfunción ocular, de forma que acaba quedándose ciego, si mal no recuerdo.
Es, desde luego, una alegoría de lo que nos espera a quienes siempre queremos ir más allá de lo prudente, doctrina muy de aplicar tanto a quienes quieren (como es su caso, don Javier) ir más allá en la mortificación del cuerpo y el espíritu, sea viendo María+Visión, sea haciendo lo propio con un tostón como Perdidos.
Un saludo.
Tomo nota don Antonio
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