El 1 de mayo, un servidor, que últimamente se encuentra, anormalmente, disciplinado, cumplió con sus obligaciones de militante y se tomó la molestia de, dicho en argot serrano, bajar a Madrid, con el objetivo de participar en las manifestaciones, ¿conmemorativas?, ¿reivindicativas?, del 1º de Mayo. Como militante que soy del PCE, tengo la obligación, obligación que me impongo a mi mismo en uso de mi coherencia personal, de aplicar políticas que, en mayor o menor medida, he contribuido a elaborar, por lo que estoy afiliado a Izquierda Unida y a CCOO , todo ello en aplicación de lo aprobado en el XVIII Congreso del Partido. No pretendo extender mi coherencia a los demás, por tanto no critico a los camaradas que no hacen trabajo político dentro de IU, ni critico a los camaradas que han optado por otras organizaciones, siempre que sean de clase, para desarrollar su acción sindical. En ambos casos pueden tener razones de peso, me limito a señalar que no siguen la política aprobada por el Partido en su último Congreso. Sí critico, porque me parece que hacen política antipartido, a aquellos que no trabajan en, y para, Izquierda Unida, para no trabajar políticamente en ningún sitio, aplaudiéndose y vitoreándose entre ellos al realizar excelentes análisis elaborados desde la más pura ortodoxia marxista-leninista. En nombre de un Partido vivo, construyen, un partido aislado de la realidad social y política, es decir lo destruyen. E igualmente critico, y también me parece que hacen política antipartido a aquellos camaradas que se afilian a extrañas plataformas gremiales con perceptible tufillo amarillo. Pase que un comunista que trabaje en el sector público no esté afiliado a CCOO, y con ello no sigue la política del Partido, que conste, pero que se afilie a CSIF es un sinsentido.
Como de las tres organizaciones de las que tengo carnet, CCOO, IU y PCE, la primera de ellas, a través de su Federación de Servicios a la Ciudadanía , la mía, no me convocó, decidí estar un rato con cada una de las otras dos, lo cual no fue nada complicado, teniendo en cuenta que la una iba detrás de la otra, como, por otra parte, es lógico.
Por lo demás la mani fue como, desesperanzadamente, va siempre. Que con 600.000 parados, sino más, en la Comunidad de Madrid, hubiera unas decenas de miles de asistentes, me da igual treinta que sesenta que ochenta, no invita al optimismo. Que los asistentes, casi, nos conozcamos todos, no invita al entusiasmo. Que, como nos conocemos, y algunos nos vemos de ciento en viento, convirtamos un acto reivindicativo en un paseo en el que, charlamos de nuestras cosas no invita a casi nada. Y echar la culpa al empedrao no sirve, este año no teníamos el consabido puente de cuatro días, además ¿tienen los parados recursos como para irse, alegremente, de puente?. Seamos honestos con nosotros mismos. La clase trabajadora, los asalariados, hablar ahora de clase obrera parece obsoleto, estan profundamente desmovilizados, y en esa desmovilización tenemos, los que nos reclamamos izquierda real, izquierda transformadora, parte de culpa, pero no toda, ni siquiera la mayor parte. Pero, al menos, somos conscientes de la responsabilidad que tenemos e intentamos dar pasos, dubitativos, si se quiere, puede que tambaleantes, pero los damos. El que hayamos recuperado la centralidad de la dialéctica capital-trabajo como eje central de nuestra acción política me parece importante. ¿Quiere decir que no son importantes aspectos como la reivindicación de la laicidad, de la memoria histórica, de los derechos civiles, del respeto medioambiental, etc? Ni mucho menos, son importantísimos, pero deberemos ligarlos a la contradicción principal, a la superación del modo de producción capitalista, sin olvidar la necesaria contribución a paliar, en la medida de lo posible, las agresiones del sistema a los más débiles, a los desprotegidos, y fundamentalmente, ahí, debe basarse nuestra estrategia institucional. No podemos dirigirnos a uno de los de Marsans, que marchaban un poco detras de nosotros y decirles: "No os preocupeis en el socialismo se acabrá esta problemática con el sr Díaz Ferrán en el lugar adecuado", porque sencillamente nos mandarían a.... Y no nos volvamos locos nuestra presencia institucional es importante por eso, porque puede impulsar o apoyar políticas tendentes a minimizar las agresiones del sistema, políticas que producirían un notable aumento de nuestra influencia en la calle, en los movimientos sociales, ciudadanos, en el mundo del trabajo, etc. Pretender crear una especie de "idílicas islas democráticas" en el marco general del sistema capitalista, es engañar a los ciudadanos y engañarnos a nosotros mismos. Esa estrategia que vamos asumiendo poco a poco, y no sin dificultades, porque hay compañeros que, legítima aunque, desde mi punto de vista, equivocadamente, siguen planteando la política institucional no sólo como la más importante, sino prácticamente la única, esa estrategia, que busca dinamizar, movilizar la a la sociedad, a la parte de la sociedad susceptible de estar interesada en un profundo cambio social, más allá de las citas electorales, puede que no sea una estrategia cortoplazista, de resultados inmediatos ,pero si somos capaces de mantenerla y reforzarla, a largo plazo, dará resultado. Sobre todo cuando se produzca la, a mi juicio, inevitable quiebra de la socialdemocracia tradicional, a la que ya no le funcionan ni siquiera esas terceras vías que no eran más que una reformulación del capitalismo. El fracaso electoral de la socialdemocracia alemana y el más que probable del laborismo británico, apuntan en esa dirección, si a final de año en Suecia los conservadores vuelven a ganar la situación quedará más que clara. En España, esa desmovilización, que convierte el 1º de mayo en un agradable paseo primaveral en el que charlar con conocidos y amigos, tiene otros destacadísimos responsables, más allá de la crítica que pudieramos hacernos nosotros:
El PSOE, desde su primer triunfo electoral, allá por 1982, ha buscado la desmovilización social, en ella se siente incómodo. Solo puntualmente, y con un oportunismo electoral evidente, es capaz de salir a la calle, para oponerse a la OTAN en 1982, con un resultado final de todos conocido, y para oponerse a la invasión de Iraq en 2003, para apoyar despues la de Afganistán. La derrota del PSOE, a día de hoy, parece inevitable, y para ese momento tenemos que estar preparados. La llegada del PP al poder puede ser demoledora, la aplicación de sus recetas contra la crisis hace temblar a cualquiera, lo poco o mucho que haya de Estado de Bienestar desaparecerá, y debemos prepararnos para estar solos en esa lucha. Contar con el PSOE es hacer Ciencia Ficción
¿Y los sindicatos? Valga un dato: El sábado, 1º de mayo, cuando llegamos a la Puerta del Sol e iban a comenzar a hablar los dirigentes sindicales la inmensísima mayoría de los asistentes, sin que nadie nos lo indicara, de una forma natural, nos dispersamos por tascas, bares y terrazas. Se escucharon a sí mismos.
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