Antes de entrar en materia, materia huelguística, por supuesto os recomendio que escucheis la entrevista con Pilar Manjón, entrevista que hice, ayer, en los Los Cuatro Caños, el programa que que produce nuestra Agrupación del PCM-PCE en Radio Villalba. Para escucharlo basta con pinchar en el lugar correspondiente, en el margen derecho de la bitácora.
No tuve demasiado tiempo, después de la entrevista, para comentar lo que era, está siendo, actualidad en Madrid, la huelga del ferrocarril suburbano madrileño, el metro. Dicen que un dedo apunta a la luna, un tonto mira al dedo. La gran mayoría de los ciudadanos madrileños, que, teniendo en cuenta su sentido del voto, además de tontos lo son de baba, cuando han buscado los culpables de las, indudables, incomodidades que les ha supuesto la decisión de los trabajadores del metro no han mirado a la luna, sino al dedo, y el dedo, en este caso, está compuesto por los trabajadores y los sindicatos. Y contra ellos, como borregos, pastoreados por esa marquesa, con aspecto de bebedora de tintorro en porrón, como extraida de las páginas de la vieja Codorniz, que responde al nombre de Esperanza Aguirre y Gil de Biedma con un segundo apellido inmerecido desde todo punto de vista, han cargado los ciudadanos.
Acusan a los trabajadores en huelga de ser insolidarios por no aceptar, sin rechistar, las medidas que emanan del real Decreto 8/2010, medidas que violan, se mire por donde se mire, lo acordado en su convenio colectivo. Olvidan, los que así acusan, de que no se trata de medidas solidarias, puesto que, como se reconoce desde fuentes gubernamentales, al contraer el consumo, no sólo no se generará empleo, lo que se generará es más paro, y además la solidaridad es, o debe ser, voluntaria, por definición. Cuando la solidaridad se impone mediante un decreto, deja de ser voluntaria, deja de ser, inmediatamente, solidaridad. Cuando desde el gobierno, y me da igual que gobierno, central, autonómico o local se habla de:"la solidaridad que se está pidiendo a empleados públicos y pensionistas", se está pervirtiendo el lenguaje de forma interesada, porque no se está pidiendo sino imponiendo, y pedir e imponer son dos verbos que poco tienen en común, más allá de ser, ambos, transitivos.
Pero lo que me deja, definitivamente, estupefacto, casi ojoplático, es el rasgado de vestiduras y mesado de cabellos que supone que los trabajadores no hayan respetado los servicios mínimos, contemplados por La ley que regula el derecho de Huelga.
Acojonante, o, utilizando una moderna terminología de uso corriente entre mi hijo adolescente y sus amigos flipante hasta rayarse, porque, mis queridos amigos, que la huelga esté regulada mediante una ley es, como poco, acojonante o descojonante, escójase el término adecuado. La huelga, y pueden decir lo que quieran, una o mil leyes, la constitución o el mismísimo dios creador omnipotente, es un arma de lucha de los trabajadores que supone una ruptura de cualquier elemento de legalidad que pudiere regular las relaciones entre las empresas y los trabajadores. Una vez que los trabajadores han decidido, mayoritariamente en sus asambleas, determinar el estado de lucha, una suerte de estado de guerra, y acudir la huelga, la única autoridad reguladora es la propia asamblea de trabajadores, o en su defecto el Comité de Huelga que esta elija, y para asegurar el cumplimiento de la huelga, fundamentalmente neutralizando esquiroles estan los piquetes, póngeseles el apellido que se quiera. Porque, no se olvide, en la situación de excepcionalidad que supone la huelga, hay determinadas libertades, que podrán ser conculcadas si entran en contradicción con la libertad colectiva fundamental que supone el derecho a pelear por sus derechos.
Y en cuanto a la milonga de los servicios mínimos al descojono hay que añadir el despelote. Es cierto que a lo largo de la historia del movimiento obrero, cuando los trabajadores han estado en huelga han asegurado ciertos servicios mínimos más allá de los evidentes en hospitales, bomberos,...etc. Sirva como ejemplo que en las grandes batallas obreras libradas en la industria siderúrgica, jamás se apagó un Alto Horno porque en la práctica hubiera supuesto su inutilización definitiva. Pero de ahí al abuso que suponen los servicios mínimos al amparo de la absurda ley reguladora del derecho a la huelga, hay varias leguas.
Que la huelga del metro ha causado molestias y perjucios a los ciudadanos de Madrid, es obvio. Pero a quien hay que culpabilizar es a quien provoca que los trabajadores hayan tenido que tomar una determinación, que con toda seguridad, no era de su agrado, en lugar de cargar contra los trabajadores de forma, ahora sí, insolidaria e individualista, y por tanto reaccionaria.
Revertir esa situación a la que hemos llegado un poco por culpa de todos, los sindicatos por haberse dejado convertir prestadores de servicios abandonando su papel reivindicativo, reformista pero reivindicativo, los partidos de la izquierda por habernos centrado, casi en exclusiva, en la lucha institucional, no va a ser sencillo. La desmovilización a la que hemos llegado es mucha, pero no nos queda otra. Tenemos que conseguir que el conjunto de los trabajadores tomemos conciencia de lo que somos, adquiramos, utilizando los términos de siempre, conciencia de clase, para solidariamente poder avanzar hacia una sociedad mejor. Y eso no se consigue, exclusivamente, votando cada cuatro años, aunque sea a la izquierda. La lucha está en la calle, ahí tenemos la batalla.
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1 comentario:
De acuerdo señor Centeno, claro que sí. Ya soy viejo y aún recuerdo aquello de "toda lucha económica es una lucha política y viceversa". ¿Lo recordará el principal responsable del proceso de Refundación de la izquierda (o similar trágala) señor Enrique Santiago?. Decir en una entrevista que IU y PCE (¿por qué siempre en ese orden, acaso no es IU una opción táctica y estratégica del Partido?) van a convertir la Huelga General en una huelga política, pues no se, que chirría más de la cuenta. Perdón, las neuronas ya se escandalizan por casi todo. Igual va a ser que los ladrillos del PCUS valían para algo y se aprendían cosas. Bueno, o no.
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