martes, 13 de enero de 2009

El triste rodar de Aerofagio Bemoles (XIII)

Por diferentes razones, tanto el padre como la madre culpaban a Aerofagio de que la familia Bemoles fuera una familia de esas que en la actualidad aclaman cada 28 de diciembre en la plaza de Colón, millones y millones de españoles, de forma, por otra parte, milagrosa, ya que en la plaza difícilmente caben doscientas mil personas. Tuvo, pués, una infancia triste y ni siquiera al comenzar a ir al colegio mejoró su vida social, su popularidad entre sus compañeros era prácticamente nula. En los juegos de cualquier índole indefectíblemente la ligaba el primero, y con frecuencia era el único que lo hacía a lo largo de todo el juego. Y cuando se trataba de jugar al fútbol la situación no mejoraba en absoluto, era sistemáticamente el último en ser escogido cuando los capitanes (generalmente los dos jugadores más diestros) echaban a pies, una especie de sorteo que permitía al que ganaba (que hacía monta y cabe) escoger primero para continuar luego de forma alterna. Llegaron a tomar como norma que el equipo que cargaba con él partía con tres goles de ventaja, a pesar de lo cual casi siempre perdían , y el momento definitivo en el que decidió abandonar la práctica de ese deporte, y en realidad de todos los deportes, se dió cuando sus compañeros decidieron hacer un experimento sociológico, sin saber que lo era. Juntaron a los buenos en un equipo y a los mediocres en otro, se sumó Aerofagio al equipo de los buenos con la consigna imperativa de no tocar el balón en ningún momento. A pesar de partir con los tradicionales goles de ventaja pedieron miserablemente. En los estudios tampoco era una lumbrera, pero como en la época se había reformado completamente el sistema educativo haciéndolo obligatorio hasta los catorce años (lo que se llamó Educación General Básica ) mal que bien iba pasando los cursos. Cuando estaba comenzando su sexto curso de EGB un acontecimiento sacudió España, y también, pero no demasiado, su casa: la muerte del Caudillo. El instinto e conservación del que hizo gala su padre a lo largo de toda su vida, le había advertido hacía ya algunos años del imparable deterioro físico y mental del que, desde el palacio del Pardo, regía los destinos del Estado, pero el llanto a moco tendido del centinela de Occidente en el funeral del que había sido su mano derecha, enviado a los cielos por correo aéreo por una organización nacionalista vasca que durante meses había montado un escandaloso operativo en la calle Claudio Cuello, sin que nadie les molestase en absoluto, encendió todas las alarmas en Vituperio, que intuyó que su papel en el TOP, no era el mejor pasaporte para afrontar tiempos nuevos. Por otra parte su absoluta ineptitud para algo que no fuera trasegar enormes cantidades de bebidas alcohólicas, el aperito concupiscente le había abandonado definitivamente, no facilitaba la tarea de buscarse otra ocupación, pero al fin la encontró en una organización que tenía el recorrido marcado, pero que le podría servir para ir lavando su pasado, y esa organización no fue otra que la Organización Sindical, conocida en la calle como el Verticato. De manera que se retiró honrosamente del ejército, del que siguió cobrando en concepto de derechos pasivos, y se aposentó como asesor jurídico en el Sindicato de Actividades Diversas. Como para esa época los empresarios negociaban ya directamente con los sindicatos ilegales, cada vez más representativos, dejando al margen los oficiales, Vituperio jamás tuvo que pasar apuro alguno por su total desconocimiento de la legislación laboral. Fagio apenas notó como su padre dejaba de hablar de glorias pasadas para hablar de un futuro que tenia que ser diferente. Cuando Juan Carlos I , el rey nuestro señor, nombró a un apuesto ex director general de TVE, y ex gobernador civil de Segovia, como presidente del gobierno llegó a emocionarse. Como lo hizo cuando presentó la ley de Reforma política ante las Cortes, cuando legalizó al Partido Comunista, y cuando convocó elecciones. Vituperio Bemoles se había convertido en convencido demócrata, y cuando la UCD naufragó no dudó en afiliarse a Alianza Popular, para apostar por el viaje al Centro que supuso su refundación en Partido Popular, un partido de centro reformista, como lo había sido siempre él, un partido sin pasado por el que avergonzarse y que sólo mira al futuro. En el terreno ¿profesional?, las cosas tampoco le fueron mal, cuando desapareció la AISS, que había heredado lo que quedaba de la vieja Organización Sindical, pasó al Ministerio de Cultura y Bienestar Social con nivel de Subdirector General, y si no llegó a jubilarse ahí, fue por que sus malas prácticas acabaron pasándole factura, y la cirrosis hizo acto de presencia llevándosele a descansar en el señor sin cumplir los cincuenta y cinco, tras una cruel y larga agonía, en la que, eso sí, tuvo tiempo sobrado de ponerse a bien con Dios (ya hemos visto antes las grandísimas ventajas que tiene el ser católico). Murió solo, eso sí, porque su mujer fue de las primeras en solicitar el divorcio, y se convirtió en una destacada militante del refundado PP, posteriormente volvió a contraer matrimonio, por la Iglesia como Dios manda, y hoy es una feroz defensora de la familia como célula básica de la sociedad, y Aerofagio ¿Qué fue de él en esta época?

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